9.
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Hacía un día precioso y cuando bajé las escaleras hasta el gran salón principal del club me sorprendí al ver que no había nadie. Lentamente me decidí a recorrer un poco el club, ¡era enorme!
A la derecha encontré un par de puertas; sabía que una de ellas llevaba hasta la cocina, por lo que abrí la otra y me encontré con un enorme pasillo con grandes ventanales que lo recorrían completamente.
Por ellas se veía un patio enorme. Me sorprendí al ver que, a un lado, había un pequeño parque en el que jugaban tres niños. Divisé a uno de los miembros del club participando también en sus juegos e intuí que sería su padre, aunque no alcanzaba a ver otra cosa que su chaleco de cuero.
Salí por la puerta y, tras caminar unos minutos por el amplio patio, terminé llegando a un pequeño lago junto al cual se encontraban sentados varios de los miembros del club. Me dispuse a caminar hasta allí, decidida a enterarme de lo que ocurría y de la conversación que estaban teniendo, pero apenas pude dar un par de pasos antes de que alguien casi se abalanzara sobre mí.
—¡Hola, norteña! —exclamó.
Me giré y vi a Nessie. En silencio solté una maldición, ¿por qué tenía que interrumpirme justo en el momento en el que iba a lograr hacer algo productivo?
—¿Cómo estás, Nessie? —pregunté con educación, sin detenerme.
—¿Dónde vas?
Volví a mirarla y sonreí ampliamente.
—Voy a buscar a Kevin, ya sabes.
Ella me detuvo, posando su mano derecha en mi hombro.
—Será mejor que no te acerques ahora, están teniendo una reunión del club. Mejor ven con nosotros hasta que acaben.
Señaló una mesa situada a unos metros de allí, bajo una sombrilla. Sentado ante la mesa se encontraba un hombre de pelo blanco y unos cincuenta años.
Yo miré de nuevo hacia donde se encontraba el club y, durante unos segundos, conseguí distinguir perfectamente a Kevin, que hablaba con gesto serio.
No tenía elección, debía irme con Nessie o ésta sospecharía.
Suspiré y, resignada, me di la vuelta, caminando hacia la pequeña mesa.
—Buenos días —saludé al hombre sentado.
Apenas acababa de posar mi culo en la silla cuando Nessie me tendió un vaso rebosante de líquido de color cremoso. Una náusea me recorrió completamente, recordándome lo muchísimo que había bebido la noche anterior.
—Crema de whisky no, por favor —musité, débilmente.
Recibí una fuerte carcajada por parte de Nessie y del hombre de mi lado.
—¿Crema de whisky? —Nessie me miró, divertida—, ¡Es café con leche!
Yo suspiré, más tranquila y bebí un pequeño trago del vaso, para comprobarlo.
¡Era verdad, sólo era café con leche! Bebí un par de tragos grandes, agradecida por el detalle.
—¡Lo necesitaba! —exclamé.
Con el rabillo del ojo volví a mirar hacia los miembros del club reunidos a varios metros de donde nos encontrábamos. Era imposible escuchar nada de lo que decían, ¡maldición!
—Por cierto, Lana, no sé si has tenido la oportunidad de conocer a Winston…
Volví a girarme y centré mis ojos azules en la sonrisa de Nessie mientras me presentaba al hombre de su lado. Yo también sonreí y le estreché la mano, la verdad era que me sonaba de algo pero no estaba segura…
—Soy Lana, encantada —dije educadamente—, ¿es usted un tigre también?
Él sonrió, curiosamente tenía cara de persona entrañable. Parecía un tierno abuelito, pese a no ser muy mayor, era la expresión de su rostro.
—No, ya no. Aunque también lo fui —respondió.
Yo fruncí el ceño.
—Me temo que no entiendo —comencé—. Creía que nunca se podía dejar de ser un miembro del club, ¿no es una de las reglas de los tigres?
Él le restó importancia con un movimiento de mano.
—Me importan un comino esas reglas, ¡no iban a impedirle al presidente del club largarse si quería!
Abrí la boca con sorpresa. ¿Él había sido el presidente del club? Mi mente ató cabos durante unos segundos y, de pronto, todo encajó. ¡Era Winston Gerdam! Cabecilla de los Tigres de L.A. algo más de un año atrás y, sobretodo…
—¡Es usted el padre de Kevin! —exclamé sin darme cuenta.
De pronto me quedé callada, se suponía que yo no lo sabía. Ya no había modo de remediar mi error, así que volví a sonreír y fingir naturalidad lo mejor que pude.
—Me ha hablado mucho de usted —añadí.
El hombre pareció sonrojarse y miró hacia los lados, incómodo, durante unos segundos.
—No imagino qué puede haberte dicho. Kevin no me aprecia demasiado, precisamente.
Al parecer yo no dejaba de meter la pata, así que, ya que estaba, decidí meter todo el cuerpo y lanzarme.
—¡Por supuesto que le aprecia! Simplemente le cuesta expresarlo, pero sé de veras que quiere mucho a su padre.
Winston me miró con cierta tristeza en sus ojos azules, muy parecidos a los de Kevin. Me lanzó una mirada tierna, una de esas que nadie me dirigía desde hacía muchos años.
—Hacía mucho que Kevin no traía a una chica y mucho menos la presentaba como su verdadera novia —comenzó a decir—. Sé sincera, Lana. Aunque estemos algo distanciados, no me gustaría ver a mi hijo sufrir… ¿Tú lo quieres de verdad?
Y yo, en ese momento, me quedé completamente en blanco.
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