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32.

Aviso: En este capítulo encontraréis limones y limonas. 

32-

Me estaba enamorando de Kevin Gerdam. Lo comencé a comprender mientras subía las escaleras chocándome contra las paredes. Kevin me empujaba con su cuerpo a cada nuevo escalón, apretándome fuerte contra su pecho cada vez que yo tropezaba.

Su boca se aposentó en el lóbulo de mi oreja, y acto seguido él mismo acalló mi gemido con un intenso beso.
El cuerpo de Kevin estaba en llamas, sentía sus manos por cada pequeño centímetro de mi piel de una manera salvaje, enloquecedora.

Cuando por fin entramos en la habitación, Kevin me cogió en brazos, como una princesa.
Mi corazón se estremeció cuando dejó de besarme y simplemente me miró, juntando su frente con la mía.

Sentí el latido de su corazón en su pecho mientras nos mirábamos el uno al otro. Sí, definitivamente, me estaba enamorando de él, y de hecho desde hacía más tiempo del que creía.

Acerqué mis labios a los suyos y lo besé mientras él me llevaba cargada hasta la cama. Allí me depositó con suavidad. La estúpida idea de que eso era lo que se hacía con las novias me vino a la mente, y simplemente lo contemplé, anhelante.

Kevin parecía dudar de qué hacer después, sus ojos eran vulnerables en ese momento.

Recordé una de las frases que me había dedicado el primer día que llegué al club: He dicho dormir. Si quisiera hacer cualquier otra cosa contigo me bastaría el sofá, o la ducha… incluso podríamos hacerlo en el suelo…”

Sus palabras se me habían quedado grabadas a fuego en la mente, casi un mes después.
¿Quién me habría dicho que acabaríamos así?

Me habría reído a carcajadas si alguien me hubiera dicho que Kevin Gerdam iba a mirarme de esa forma tan dudosa y… débil después de tirarme en la cama. Y habría llorado de risa si me aseguraran que, en ese momento yo, lo único que querría,  sería acabar lo comenzado.

Ante su duda me arrodillé sobre el colchón y me acerqué a él, controlando mi respiración. Con lentitud, agarré su camiseta y tiré hacia arriba. Él me ayudo, finalmente, a quitársela y de nuevo volvió a besarme.

Sentía su poderoso pecho rozándose contra mi camiseta, todo surgía sin prisa, y mi sangre fluía por todo mi cuerpo como si se tratara de un hechizo.

Era impresionante cómo había cambiado la situación cuando, un par de horas antes, los dos nos besábamos con violencia y posesión en la orilla del río.

Sus manos bajaron con cuidado y también me quitó la camiseta, haciendo que sintiera el roce de su piel completamente. De mis labios salió un sonoro suspiro y Kevin sonrió.
Cuando ambos forcejeamos por quitarme el pantalón corto, él se quedó observándome durante varios segundos, como si quisiera memorizar cada parte de mi cuerpo, sólo cubierta por el conjunto de sujetador y bragas negro.

Creo que nunca había estado tan excitada como en ese momento, con la perspectiva de tener a Kevin sobre mí, debajo de mí, dentro de mí…

—Déjame hacer una cosa —dijo con suavidad.

Yo enarqué una ceja, curiosa, pero no hice nada por evitar que se sentara junto a mí. Me sorprendí cuando paseó sus manos por toda mi espalda, hasta llegar al cabello, y tras olerlo deliberadamente, comenzó a soltar mi trenza castaña.

—Quiero hacerlo cada vez que te veo —susurró—. Estás preciosa…

Sus palabras me provocaron un gran escalofrío y, tras soltarme la trenza, la goma salió despedida hasta el otro lado de la habitación.

Sonreí con suavidad y lo besé en los labios, él correspondió mi beso con maestría. No me enteré de cuándo se había quitado los pantalones, pero, de repente, Kevin se tumbó en la cama con un gruñido masculino y me sentó sobre él, mirándole.

Gemí de nuevo, sintiendo su erección presionando mi muslo por debajo de sus bóxers.

Casi no podía creerme lo que estaba sucediendo, pero era verdad. Con un sencillo movimiento, Kevin se deshizo de mi sujetador, acariciando mis pechos con parsimonia, tomándose su tiempo. Yo no podía apartar la vista de su cuerpo perfecto.

—Kevin...

—Todas las noches quiero levantarme del sofá —comenzó, interrumpiéndome, atrayéndome hacia él para poder hablarme al oído—. Y hacerte esto.

Mientras tanto, se deshizo de mis finas braguitas y quedé completamente desnuda ante Kevin. Con decisión, yo también le ayudé a quedar en el mismo estado que yo y seguí sentada sobre él, mirándole a los ojos.

—A veces el deseo de hacerlo es tan fuerte que tengo que salir y vagabundear por el club para poder tranquilizarme.

En cualquier otro momento, mi cerebro habría gritado de júbilo al comprender a qué se debían las excursiones nocturnas de Kevin, pero en ese instante sólo pude suspirar y cerrar los ojos al sentir su mano acariciándome por todas partes. Prácticamente no podía pensar, Kevin me hacía perder el sentido.

Con un trémulo movimiento, se colocó a la entrada de mi cuerpo y presionó con fuerza unos segundos.

Volví a abrir los ojos y su mirada fue completamente seria cuando comenzó a entrar en mí. Yo jadeé; era consciente de absolutamente todo lo que ocurría en mi cuerpo en ese momento.

Antes de que pudiera darme cuenta, Kevin se incorporó y me dio la vuelta, haciéndome quedar debajo de su cuerpo mientras sus embestidas, tranquilas y concienzudas, se volvían más rápidas y duras. De pronto volvía a ser el Kevin salvaje y rudo que había conocido al principio, con sus movimentos bruscos que casi me provocaban dolor y su sonrisa torcida sabiendo que me estaba provocando un placer inimaginable.

Sus ojos eran oscuros mientras sus gemidos graves se entremezclaban con los míos.

—Voy a hacértelo todo —me susurró— todo.

—Por favor... —pedí, sin saber ni siquiera a qué me refería.

Perdí el sentido del tiempo; en mi opinión, pasaron horas en las que Kevin y yo compartimos besos, risas, susurros y caricias en nuestra cama.

Después, simplemente, me quedé hecha un ovillo con la cabeza en su pecho y su brazo alrededor de mi espalda. Kevin movía la mano lentamente sobre mi clavícula, haciéndome agradables cosquillas.

Pude comprobar cómo empezaban a enrojecerse las marcas de mis dientes y mis uñas por todo su cuerpo, lo que me avergonzó inexplicablemente, haciendo que me abrazara un poco más fuerte a él.

—Al final no eres tan aburrida como pensaba —dijo, su voz seguía ronca.

Y yo sólo pude golpearle suavemente en el pecho. También él había resultado ser diferente de como yo creía.

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*Este capítulo se lo dedico a Adricrp, una buena amiga y una genialísima escritora :33*

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Tags: #acción