Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Único

La convivencia es difícil. 

Y lo es aún más cuando decides mudarte con tu pareja a un lugar como la Isla de El Ded, donde cada día es una aventura con nuevos retos y peligros. Pero eso se había oído como el lugar perfecto para Conter y Spreen. 

Especialmente para Conter, que llevaba meses rogándole para que al fin vivieran juntos. No era una persona que le gustara presionar a su pareja, pero ya no podía tragarse las excusas de que "era muy pronto" cuando llevaban más de cuatro años juntos. Tampoco solía ser la persona más empalagosa del mundo estando en una relación, pero mierda, Spreen era muy diferente a todas las personas que había conocido. Nunca antes había tenido una conexión tan fuerte con alguien como lo hizo con él la primera vez que pelearon juntos en un torneo, y cada encuentro luego de ese solo aumentó el sentimiento en cantidades abismales hasta que ya no pudo contenerlo.

Qué regalo de los dioses fue descubrir que no era el único que lo sentía. 

Y eso los traía al presente...

— Buenos días. 

Conter no logró escuchar el saludo del híbrido de Oso ya que estaba muy ocupado buscando los encantamientos indicados para su armadura. 

— Buenos días dije. 

Repitió esperando por la respuesta que nunca llegó. Eso fue un grave error. 

En cuestión de segundos, Conter escuchó un gruñido bajo detrás suyo que lo hizo soltar los libros automáticamente para girarse hacia su pareja y encontrarlo con el ceño fruncido mostrando los colmillos. 

— ¿Pasó alg-

— Escúchame una cosa, pedazo de pelotudo. —Exclamó el Argentino con sumo cariño.— Yo me levanté con el pie izquierdo hoy...

El híbrido de conejo rodó los ojos y se apoyó en la mesa de encantamientos listo para un nuevo round de discusiones. 

La convivencia había sido muy fácil los primeros días. "Había sido", tiempo pasado. Conter definiría esos días como los mejores que había tenido en su vida. 

Pero ahora...

Algo pasó con Spreen en el último mes que convirtió esos días en situaciones insufribles para ambos. 

— Sí, Spreen. Estaba súper pendiente de que te hubieras levantado con el pie izquierdo, eh. 

Contestó el albino en un tono sarcástico. Inmediatamente el gruñido del Oso se intensificó y lo calló.

— ¡Escuchá! —Ordenó señalandolo con una de sus garras.— Te digo "buenos días" para que me saludes. ¿Y vos qué hacés? Me ignoras. 

— Siempre estás hablando con putas nutrias de mierda. Yo que iba a saber que estabas hablando conmigo. 

Está bien, siendo honestos la relación de Spreen y Conter nunca fue color de rosa. Cada tanto discutían por una cosa u otra. Incluso antes de convertirse en una pareja. Pero eso es lo que les daba adrenalina. Déjame explicarlo: no todo tiene que ser besos y abrazos, y "Amor, ¿Podés buscar esto?" Y "Claro, mi amor. Lo que sea por ti." iugh, que asco. A ninguno de los dos les gustaba. Exactamente por eso su dinámica era diferente a otras relaciones. 

Pero el problema aquí es que, ahora las peleas se habían vuelto pan de cada día. Y por alguna razón, Conter sentía que era el único culpable. O así se lo expresaba Spreen con mucho amor Todos Los Putos Días.

—... Y te vas a encantarte algo, y me ignorás totalmente. ¿Cómo querés que me sienta yo después de eso? ¿Eh? —En algún punto Conter dejó de argumentar y simplemente decidió escucharlo, limitándose a contestar con algunos suspiros y ceños fruncidos.— ¿Acaso se te cruza alguna idea en ese diminuto cerebro de conejo de mierda que tenés? 

Por instinto, el híbrido de conejo sacudió ligeramente su nariz y parpadeó antes de desviar la mirada a su lado y tomar un par de zanahorias doradas. 

— ¿Quieres zanahorias? 

Le ofreció al contrario. El cual respiró hondo antes de lanzarle una mirada asesina a través de los vidrios oscuros y arrebatarle las zanahorias de la mano. 

Conter lo observó hasta que salió de la habitación a pisotones. Entonces deshizo la tensión que había acumulado en sus hombros, dejándose caer sobre la mesa de encantamientos y tirando algún que otro libro al suelo. 

Esta solo era una mañana común y corriente para ambos desde que Spreen decidió (quién sabe cuándo) que Conter era su enemigo en vez de su pareja. Y estaba tan cansado de discutir desde la primera hora del día, que había adquirido una nueva táctica para evitar más problemas, la cual constaba en contar mentalmente hasta diez, apaciguar sus instintos asesinos y desviar la atención hacia otra cosa. En este caso fueron las zanahorias, porque sabía que lo primero que buscaba Spreen luego de despertarse era comida. 

Y últimamente también tenía mucho más apetito que antes, al punto de encontrarlo teniendo algún aperitivo de más a mitad de la noche. Quizás ser un Oso insoportablemente molesto provocaba mucha hambre. 

— Conter. 

Lo llamó Spreen en la tarde, en un tono que ya conocía bastante bien. Así que arrastró los pies hasta dónde estaba y moduló un perezoso:

— ¿Sí? 

— Ayer tenías solo una tarea, que era conseguir los materiales que faltan para terminar la granja de lava. —Explicó como si regañara a un niño.— ¿Por qué mierdas no están acá? 

Spreen señaló el cofre a su lado y Conter cerró los ojos con fuerza.

Lo había olvidado por completo. Así que ahí empezó una nueva pelea. 

El día anterior, los demás integrantes del Team habían llegado a la Isla para pasar el rato con ambos. Shadoune tuvo la idea de aventurarse por alguna dungeon pero Spreen dijo que prefería pasar por ese día. Que no tenía muchas ganas y que había cosas que terminar en la casa. Nadie lo presionó para que hiciera lo contrario, pero antes de que se fueran le pidió estrictamente a Conter que si pasaban por una mina, le consiguiera los materiales para la granja de lava. 

— Eu, Conter. 

Lo había llamado Goncho luego de dejar la casa para ir rumbo a otra Dungeon.

— ¿Qué? 

El híbrido de conejo se detuvo a esperarlo.

— ¿Le pasa algo a Spreen? 

Conter arrugó el entrecejo pero no le sorprendió para nada la pregunta. Era muy obvio el malhumor de Spreen y la forma en que trataba a su pareja. En algún momento alguien se daría cuenta.

— Estos días anda un poco... Alterado. 

Respondió entre dientes. 

Goncho no volvió a preguntar. La reacción de Conter era suficiente para no molestarlo y arruinar el día. Aunque creía que, a pesar de que el Oso era bien conocido por ser irritante, su nueva actitud era un poco extraña. 

~ • ~

— ¡Ordená bien los cofres!

Exclamó Spreen otro día.

— Siempre tengo un cofre de mierda y después lo ordeno. Tú me conoces. 

Intentó excusarse el peliblanco, pero no tuvo caso.

— ¡Si, pero que tu cofre de mierda no sea el que usamos los dos! —Prácticamente comenzó a tomar las cosas del cofre y lanzarlas a un costado mientras respiraba ruidosamente.— No sé por qué me vine a vivir con un furro asqueroso como vos. Yo solo me busco estos problemas. 

Esa fue la primera vez que las duras palabras de Spreen hicieron más que efecto en Conter dejándole un sabor amargo el resto del día. Ni siquiera le sirvió contar hasta diez. Tuvo que hacerlo hasta cien. 

Ah, pero no fue la única. Obviamente.

— ¿Por qué me faltas el respeto si ni siquiera ves lo que estoy haciendo?

Habló Spreen por medio del comunicador.

— ¡Pero si tú me faltaste el respeto ahorita solo por decir lo de la puta ventana!

Crisgreen le hizo una seña a Conter para saber si estaba todo bien, pero este lo ignoró. Muy ocupado escuchando las quejas de su novio.

— ¿Y por eso me venís a bardear? ¡Sin mi ni siquiera tendrías una puta ventana!

— ¿Sabes qué? Cuando viva solo voy a tener una muy bonita ventana propia con vista al mar.

— Ah, ¿Sí? ¿Una ventana con vista al mar? Bueno, mirá vos. Te felicito, pedazo de pelotudo. Y cuando la tengas, andá, tirate al mar y ¡Ahogate de una vez por todas!

— Eres un hijo de-

No pudo terminar su frase cuando la llamada se terminó abruptamente dejándolo con la palabra en la boca y la rabia al borde de hacerlo explotar. 

— Mis papis. Se pelean mis papis. 

La broma junto con el falso lloriqueo fue suficiente para que Conter tomara su espada y se acercara amenazantemente a Farfadox.

~ • ~ 

Después de un par de días, el grupo logró convencer a Spreen para que dejara la casa y se una a ellos en una expedición por la Isla. Ya era muy extraño que pusiera tantas excusas para no salir, además, estamos hablando de Spreen. El argentino más Tryhard que puedas conocer. Era imposible que no quisiera salir con su equipo a matar algunos mobs y encontrar algún que otro tesoro.

...

Y quizás ir al Casino. 

Así que Conter llegó a una simple y muy inteligente conclusión al respecto:

Spreen no quería salir porque no quería pasar más tiempo con él.

Y está bien, Conter no se siente ofendido por eso. Solo digamos que desde que descubrió eso, pasó todo el día con la peor de las caras. Pero, repito, ¡Está bien! 

Si Spreen no quería pasar tiempo con él, está en todo su derecho. Además lo único que hacían ahora era pelear y pelear. Quejas sobre esto, regaños por aquello, insultos por acá y por allá. ¡¿Y a quién mierda le gustaría pasar tiempo con ese Oso mierdero que su única gracia era estar de malhumor?! ¡Pues a Conter no! 

— ¿Agarraste toda la obsidiana vos Conter, pedazo de furro asqueroso?

La pregunta lo sacó de sus pensamientos. Cuando reconoció la voz de su pareja, se giró hacia él y lo vió rebuscando en su mochila con frustración. 

Algunos de los chicos soltaron pequeñas risas y un bajo "uhh" en unísono. 

— Mira, dios mío, me quieres ahora reclamar la obsidiana que miné yo con mi puto pico, ¿en serio?

Pero Spreen no contestó, solo se limitó a resoplar como si escucharlo fuera una completa molestia. En eso, dos pequeñas nutrias se acercaron al Oso. Una extendió una pequeña nota que decía "¿Necesitas obsidiana?" y otra le acercó los pequeños bloques del material oscuro. 

Y Conter maldijo a ambos animales en voz baja. 

Por si no era suficiente la encantadora personalidad de Spreen, ahora también se llevaba muy bien con las nutrias inteligentes de la Isla. Las cuales llevaban días pegadas al pelinegro como si fueran garrapatas, preguntándole si necesitaba algo, alcanzandole cosas y "protegiéndolo" como si se tratara de una muñequita de cristal. 

Putas nutrias de mierda. Cómo si Spreen no supiera cuidarse a sí mismo. Si quisiera, ya hubiera hecho una masacre de nutrias pero al parecer se estaba llevando mejor con ellas que con su propia pareja. 

Dios, Conter no puedes estar celoso de un par de nutrias pendejas. 

Conter rodó los ojos y se giró de vuelta para ignorar la situación. En eso, Spreen negó hacia los pequeños animalitos y volvió a resoplar diciendo:

— Puto furro de mierda...

Y eso fue el colmo para el mitad conejo, quién alzó una oreja al escucharlo y apretó sus manos en dos puños antes de volver a girarse para enfrentarlo.

— ¿Sabes qué, Spreen? No sé si lo has notado, pero ¡Tú también eres un puto furro de mierda! ¡Un osito de mierda que no para de joderme la existencia! —Exclamó en frente del pelinegro.— Así que si tanto te molesta todo lo que haga, ¡¿Por qué no simplemente me ignoras y ya?! O mejor aún, ¡Puedo hacerme mi propia casa para no tener que pelear contigo todos los putos días de mi vida porque ya no te aguanto! 

Luego de soltar todo lo que se venía guardando, en un ataque demasiado impulsivo y personal, todo el grupo se quedó en silencio. Sorprendentemente Spreen también. 

Conter esperó una respuesta ingeniosa, llena de insultos de su parte. Quizás algún que otro golpe o algo. 

Pero realmente no esperó que el Oso guardara silencio, bajara lentamente sus orejas y se girase para volver de camino a su hogar. El híbrido de conejo se quedó perplejo, mirando directamente por dónde Spreen se había ido. 

Eso sí que era extraño. Era más que extraño, esto era... 

No era muy "Spreen" que digamos. 

Pero Conter aún seguía bastante enojado como para tomarse el tiempo para atar cabos y llegar a una mejor conclusión. Un rato más tarde, Farfa se animó a acercarse después de perder una apuesta.

— Eu... ¿Todo bien?

Conter le lanzó su peor mirada.

— ¿A ti te parece que todo está bien? 

— Uhh, bueno che. Disculpá. Tampoco te la agarres conmigo. —Farfa alzó sus manos en una señal pacífica.— Pensé que, no sé, necesitabas hablar... sobre Spreen. 

El híbrido de Conejo dejó de jugar con la pequeña navaja que tenía entre sus dedos y la apretó en su mano.

— No, no quiero hablar sobre Spreen. No necesito hablar sobre Spreen. Me importa una mierda lo que piense de mi y lo que quiera. Porque soy yo quien está poniendo todo de mi para que esto funcione. Soy yo quién tuvo esta idea. —El Argentino quiso interrumpir pero no lo dejó hacerlo.— ¿Y sabes qué es lo más me enoja? Que soy yo quien se está llevando la peor parte. ¡Solo quería pasar más tiempo con él! ¡¿Acaso es mucho pedir?! ¿Por qué de repente todo se volvió una pesadilla en este mes? ¿Realmente soy tan insufrible como él lo pinta? Casi parece que me odia. No hay un día en el que no me mire como si fuera una basura. ¡Ni siquiera quiere que lo toque! Y eso que los primeros días nos la pasamos-

— ¡Bueno, bueno, bueno! Mucha información, te felicito pero no, gracias. —Se apuró a decir Farfadox. Luego le echó una rápida mirada a los demás.— No me vendría mal un poco de ayuda por acá, eh.

Y con eso los demás vieron vía libre para acercarse. 

— Honestamente creí que Spreen iba a matarte. Pero al parecer se lo tomó muy bien. 

Opinó Serpias que automáticamente fue callado por Cris. 

— ¿Cómo que "bien"? ¿Sos tarado? Si se le notó en la cara lo mal que le cayó lo que dijo Conter. —La atención del conejo fue directamente al pelirosado.— Sin ofender, amigo. Pero te pasaste un poco. 

— ¡¿Yo?! ¡¿Yo me pasé?! —Su voz se agudizó un poco al no poder creer lo que su amigo decía.— ¿Acaso viste como me trata? No puedo quedarme de brazos cruzados a esperar que desquite todo su odio en mi. 

— Sí, te entiendo, pero no es lo mismo. Deberías ser más considerado teniendo en cuenta el estado en el que se encuentra.

Y todas las miradas se posaron en el mitad caballo con confusión y curiosidad. Especialmente la de Conter. 

— ¿De qué estás hablando? 

Incluso el mismo Cris mostraba confusión. 

— ¿Qué? ¿No sabías? 

— ¿Saber qué? 

Cris miró a todos los chicos como si se tratara de un grupo de minusválidos mentales. 

— ¿En serio nadie se dió cuenta? 

— Espera. —Lo interrumpió Shadoune.— ¿Hablas de... ? 

El híbrido de equino levantó sus cejas hacia él como si esa fuera toda una respuesta completa. Y sorprendentemente Shadoune la entendió a la perfección, formando una "o" con su boca y luego señalandolo como si tuviera razón. 

— Creo que también lo noté...

Agregó Serpias, algo dudoso.

— ¡Dejen de hacerse los misteriosos y hablen de una vez! 

Exigió Farfa. Y Conter estuvo completamente de acuerdo porque era Su Pareja de quién estaban hablando. 

— ¿Sos idiota? ¿No te acordás de lo que hablamos ayer? 

Las palabras de Crisgreen provocaron que Farfadox pusiera su mirada en un punto fijo como si estuviera rebuscando en el fondo de su mente la información de la conversación mencionada. Luego de un par de segundos tuvo la misma reacción que Shadoune. 

Y Conter se quería arrancar las orejas del estrés. 

— ¿Qué mierdas hablaron ayer?

— Yo tampoco entiendo, chicos...

Murmuró Goncho con la mirada baja por ser de los únicos que no sabían ese importante detalle teniendo en cuenta que era de los que más tiempo pasaba con Spreen. 

Cris se inclinó hacia él y le susurró algo en el oído, que provocó que Goncho abriera los ojos de par en par.

— ¡No! ¡¿Me jodés?! Na, no puede ser. 

— Te lo estoy diciendo en serio. 

— No, no. Imposible... ¿O sí? 

Cierto conejo albino se interpuso en medio de los dos con un semblante que podría ahuyentar a cualquiera. 

— ¡¿Pueden explicarme a qué mierdas se refieren?! 

Cuando se ganó la atención del pelirosa este se cruzó de brazos y lo enfrentó.

— ¿Cuándo fue la última vez que cogieron?

El rostro de Conter se volvió un poema.

— ¿Por qué de repente me preguntas eso? ¿Qué vergas tiene que ver?

— Respondé y punto. ¿Tanto te cuesta? 

El conejo rodó los ojos.

— Hace un poco más de un mes. 

— Ajá, ¿Y cuando fue el último celo de Spreen? 

— Tú estás buscando que te mate, ¿No? —Pero al ver que el otro ni siquiera se inmutó, resopló y se cruzó de brazos.— Lo mismo. ¿A dónde quieres llegar con esto? 

— No se puede. Es muy idiota.

Se rindió Cris dando unos pasos hacia atrás. Entonces fue el turno de Farfadox para acercarse. 

— Amigo... ¿En serio no te das cuenta? —Puso una mano sobre su hombro.— Hace un mes no la ponen, hace un mes fue su último celo y estás diciendo que hace un mes se comporta así. ¿Posta no se te cae una idea? 

Conter entrecerró sus ojos hacia el más alto, intentando entender lo que quería decirle sutilmente hasta que su semblante serio pasó a ser uno ligeramente sorprendido llenando de esperanza a todos los presentes. Entonces preguntó:

— ¿Está así porque no cogemos? 

El grupo bufó en unísono descartando esa esperanza de que Conter se diera cuenta por sí solo del gran problema en el que estaba metido. 

Pero quizás los conejos eran un poco ciegos con ese tema. 

— ¿Entonces qué? ¡¿Por qué nadie me dice nada?! 

Mientras esperaba a que sus amigos se dignaran en responderle directamente lo que estaba pasando, sintió un leve tirón en su pantalón. Cuando bajó la mirada allí estaba. Una de esas estúpidas nutrias. 

La nutria que llevaba un listón rojo en la cabeza y una túnica azul comenzó a escribir una pequeña nota que en cuestión de segundos le ofreció al conejo. Este de mala gana la tomó, maldiciendo entre dientes. 

Y finalmente la leyó. 

~ • ~

Conter no recordaba cuándo fue la última vez que había corrido tan rápido en su vida. 

Sí, muchas veces corría detrás de presas, algo que se convertía en una maratón sádica llena de diversión. Otras veces lo hacía para ser el primero en ganar algún reto (casi siempre queriendo ganarle a Spreen). Pero nunca lo hacía para escapar. 

Ni mucho menos para redimirse y disculparse con su pareja por no haberse dado cuenta antes. 

Cuando leyó la nota, al principio creyó que se trataba de una broma de muy mal gusto y amenazó a todos. Pero cuando el rostro de sus compañeros se mantuvieron serios a pesar de sus insultos, la duda se clavó en su mente como una astilla. Así que releyó la nota una vez más, y otra vez, y otra, y otra. Pensó en las preguntas extrañas de Cris y en la reacción de los demás. Pensó en las actitudes de Spreen. 

Fácil de irritar, incomodidad, gran apetito, no querer salir de casa. Incluso Conter recordaba haberse quejado porque su ropa desaparecía y aparecía en otros lugares. O directamente se extraviaba. 

¡Dios! Era tan obvio. ¡¿Cómo no se dió cuenta antes?! 

— ¡Spreen! 

Lo llamó luego de abrir la puerta bruscamente. Eso dejaría un hoyo en la pared pero la verdad le importaba una mierda. 

Al no recibir respuesta su desesperación aumentó. 

La había cagado. Y muy feo. Si Conter lo hubiese sabido antes, nunca hubiera tratado a Spreen de la manera en que lo hizo. Y eso era mucho decir ya que no podía quedarse callado ante una provocación. Cómo ya se ha visto. 

Ahora entendía la extraña reacción del Oso y quería arrancarse la lengua por las cosas que había dicho. Pero ya era muy tarde. Lo hecho, hecho está. 

— ¡Spreen, por favor hablemos! 

Volvió a exclamar mientras entraba en la habitación que compartían con la esperanza de encontrarlo allí. Pero nada. No estaba. 

Ya lo había buscado también en la sala de cofres, en la cocina, en el cuarto de encantamientos, en cada puto rincón de la casa.

No podía haberse ido. Lo había hecho otras veces cuando tenían peleas fuertes, pero ahora era diferente. Un híbrido no abandonaría su hogar en ese estado. Era imposible. 

O eso pensaba cuando abrió las puertas del armario en busca de su ropa para encontrarse con una no muy grata noticia. 

La ropa no estaba. 

...

Bueno, la ropa de Spreen sí. Estaba intacta. Lo que faltaba era la ropa de Conter. No quedaba nada, ni una tela. Y eso solo significaba una cosa. 

Pero para ello, Spreen debería tener un lugar perfecto para hacerlo sin que invadieran su espacio. Era bien sabido que un híbrido no reaccionaba muy bien cuando invadían su nido.

Y menos uno que estaba embarazado...

Conter no se quedó allí sin hacer nada. Intentó pensar sobre algún lugar en la casa del cual no se fijó. Hasta que un recuerdo fugaz llegó a su mente.

"Solo vos y yo podemos saber de esta habitación. Nadie más." 

Inmediatamente se dispuso a bajar las escaleras en busca de la "habitación secreta" que Spreen había hecho debajo de la casa por su dudoso instinto de supervivencia. Conter no había tenido la necesidad de visitarlo hasta ahora, así que probó moviendo varios lienzos ubicados estratégicamente en los muros hasta que dió con el correcto. 

El largo pasillo lo llevó hasta una puerta de hierro, que supuso, estaba cerrada con llave. 

— ¿Estás ahí adentro, Spreen? —Preguntó luego de dar unos delicados golpes contra el metal para hacer saber de su presencia del otro lado.— Déjame entrar. Necesitamos hablar. 

Nuevamente no recibió respuesta alguna pero sabía perfectamente que estaba allí. Podía sentirlo. 

Cansado, apoyó su frente sobre el frío hierro y esperó a que la puerta se abriera mágicamente. Porque si seguía presionando al Oso probablemente lo haría sentirse peor y no quería eso. Suficiente con lo que ya había hecho. 

Pero entonces lo escuchó.

Conter elevó una de sus orejas contra la puerta.

Ese sonido... un susurro débil, casi imperceptible, de un sollozo

Sin decir nada se alejó de la puerta, dió unos pasos hacia atrás y luego los avanzó rápidamente chocando su cuerpo contra la superficie. Tuvo que hacerlo dos veces más hasta que el ruido seco del hierro cayendo al suelo fue lo único que se escuchó. Finalmente Conter se adentró a la habitación con pasos duros.

A la mierda la paciencia. 

Se detuvo a mitad de camino cuando sus ojos dieron con la imagen que tenía enfrente suyo. 

Una cama (o lo que quedaba de ella) repleta de ropa, su ropa, acumulada y acomodada muy detalladamente en un círculo para que hiciera la forma de un nido. También había unas cuantas almohadas y un bulto en medio. Uno que se estaba escondiendo debajo de una de sus sudaderas. 

Conter se acercó lentamente y con mucho cuidado.

— Spreen... —Murmuró, observando cómo intentaba ocultar sus pequeños temblores.— Cariño, habla conmigo. Por favor... 

Cuando estuvo lo suficientemente cerca del nido, volvió a escuchar como un sollozo se escapaba de los labios de su novio. Y eso activó nuevamente sus instintos protectores provocando que apoyara una mano sobre los tumultos de ropa. Otro grave error.

Spreen lo sintió. Y en un abrir y cerrar de ojos unas garras se asomaron desde debajo de la sudadera rasgando el dorso de la mano ajena. 

Dolió, pero Conter no se quejó. Sostuvo la herida con su mano libre, viendo cómo empezaba a sangrar. 

Si Spreen lo hubiera querido, en estos momentos su mano estaría despedazada, así que fue más un acto de advertencia. 

Lo confirmó cuando un gruñido bajo inundó la habitación. 

— Spreen, osito, soy yo...

Murmuró tontamente. Y al fin consiguió una respuesta. 

— ¡Ya sé que sos vos, pedazo de pelotudo! ¡¿Te pensás que soy idiota o qué?! —Escupió con rabia, dejando caer la sudadera para mirarlo de la peor manera mientras mostraba sus colmillos.— ¡Andate! ¡No te quiero acá! 

Pero sus amenazas no hicieron efecto alguno en el híbrido de Conejo, quien lo observó de arriba a abajo.

Las esmeraldas de Conter recorrieron a Spreen desde su semblante amenazante, la posición de sus orejas hacia atrás, sus ojos y mejillas rojas con rastros de lágrimas, hasta la vestimenta que llevaba puesta (que también era su ropa). Una camiseta vieja que no veía hace días, desgastada y estirada a más no poder. Tanto así que su cuello se deslizaba hacia uno de los hombros del híbrido de Oso. 

Era injusto que, incluso en esos momentos, se viera tan perfecto. Pero también tan triste. 

Quería lanzarse hacia él y envolverlo entre sus brazos aunque eso significara perder la vida por invadir su sagrado espacio. 

— ¡¿Por qué mierdas seguís acá?! —Exclamó el pelinegro que luego señaló hacia el agujero que dejó la ausencia de la puerta.— ¡Andate! ¡No quiero verte nunca más! ¡Sos el furro más imbécil y asqueroso que pude conocer en mi vida! 

Conter suspiró y se dejó caer sobre sus rodillas. 

— ¡¿Por qué no te vas y hacés tu propia casa como dijiste antes?! ¡Me harías un gran favor! —Spreen seguía gritando sin parar.— ¡Sos un conejo pelotudo de mierda! ¡Te odio! ¡No sabés cuánto te odio, hijo de-

Sus palabras se perdieron en el aire en el momento en que Conter atrapó una de sus manos entre las suyas. Spreen se removió bruscamente para deshacerse del agarre pero solo se hizo más fuerte. Y cuando las amatistas se encontraron con esas diferentes tonalidades de verdes en los ojos ajenos, se quedó en completo silencio. 

Conter mantuvo el contacto visual por unos segundos hasta que inclinó su rostro y depositó un casto beso en el dorso de su mano. Cuando Spreen no atentó contra su vida luego de eso, volvió a repetir su acción, esta vez besando sus nudillos. Giró su mano y también besó la palma de la misma. Acarició en la zona donde estuvieron sus labios y finalmente apoyó el costado de su rostro contra ella, cerrando los ojos momentáneamente. 

— Perdón. —Habló en un tono suave.— Perdóname. No lo sabía.

No recibió respuesta. Esta vez no la necesitaba.

— De haberlo hecho... no te hubiera tratado así. No sabía por lo que estabas pasando. Perdóname, por favor. Te juro que desde ahora me haré cargo de todo. Te traeré comida y cobijas. Terminaré lo que falta en la casa. Incluso me ocuparé de arreglar la puerta... —Y volvió a levantar la mirada encontrándose con los ojos del Oso en un gesto sorprendido.—... Pero ahora me necesitas. Lo sé. Y tú sabes perfectamente que es así. Solo-... Solo déjame estar contigo, por favor. Puedo hacer que te sientas mucho mejor, lo prometo. Por favor, Spreen...

Las mejillas de su pareja estaban más rojas que antes, sus orejas habían perdido su posición defensiva y sus labios se entreabrieron. Conter lo miró esperanzado pero Spreen apretó sus labios en una fina línea y le arrebató su tacto. 

Eso había sido una contestación bastante clara. 

Conter tardó unos segundos pero finalmente se puso de pie a duras penas.

— Está bien, quieres estar solo. Lo entiendo. —Dijo en contra de su voluntad.— Pero llámame si necesitas algo. Cualquier cosa. Lo que sea...

Terminó de decir, aprovechando para quedarse un poco más de tiempo por si Spreen se arrepentía de su decisión. Algo que no pasó. Solo recibió una mirada filosa. 

Así que, asintió apretando su mandíbula y se giró listo para salir por la puerta. 

Pero no pudo hacerlo. 

Algo se había agarrado fuertemente del borde de su camiseta. Cuando se devolvió, intentó contener la sonrisa que se quería formar en sus labios cuando descubrió de qué se trataba. 

Spreen se agarraba fuertemente de su camisa con el borde de sus dedos. Sin dejarlo ir pero tampoco queriendo enfrentar su mirada. Su semblante temblaba y se mordía el labio inferior con fuerza como si se estuviera lamentando de sus propios actos. Se sentía humillado. 

Conter no necesitó más para hacer caso a esa silenciosa orden. 

Cuando volvió a apoyar sus manos en el nido, al contrario de lo que había pasado minutos antes, Spreen no lo atacó. Solo lo observó con ligera sospecha hasta que entró por completo en su zona de comfort. Le dió su permiso.

— Ven aquí. 

Exigió el albino, extendiendo sus brazos hacia él. Spreen dudó un poco al acercarse, pero cuando los cálidos brazos lo rodearon, exhaló con alivio. 

— Que quede claro que aún te odio y esto no es ninguna tregua. 

Conter se limitó a responder con un sarcástico "Mhm" mientras acomodaba al pelinegro para que estuviera en una mejor posición en la cama, aún entre sus brazos. 

— Cuando me sienta mejor te voy a romper el orto.

— Sí, sí... 

Dijo de la misma manera. 

Spreen pasó sus manos alrededor de la cintura ajena y escondió su rostro en el cuello de su pareja respirando hondo. Su cuerpo comenzó a relajarse a tal punto que llegó a sentirse adormecido. Era un derroche de energía discutir tanto. 

— ¿Por qué no me lo dijiste? 

Preguntó su novio luego de unos cuantos minutos. Lentamente Spreen abrió sus ojos y suspiró contra su piel. Alejó su rostro solo para bajar un poco más y apoyar su mejilla en el pecho impropio. No queriendo que vea sus expresiones.

— No lo sabía. Me enteré hace una o dos semanas porque las nutrias me lo dijeron. Al parecer pueden sentir cuando alguien se encuentra en ese... "proceso". —Conter resopló al escuchar hablar de las nutrias. Pero Spreen siguió hablando.— Además... tenía miedo.

Sus palabras fueron muy bajas, como si no quisiera admitirlo. Pero Conter logró escucharlo, alejándose un poco para poder ver su rostro. Algo que fue imposible.

— ¿Miedo de qué? 

— No sé, yo solo... —El Oso gruñó con molestia y levantó su mirada enojado. Pero enojado con si mismo.— Es que... Apenas decidimos mudarnos juntos y, carajo, tuvimos que tener cuidado. Esto es demasiado... Tenía miedo de que-, de que no estés listo para algo así. 

Su pareja lo miró como si hubiera dicho la pendejez más grande que alguna vez había escuchado.

— ¿De qué vergas estás hablando? ¡Claro que estoy listo! Yo siempre estoy listo para todo. 

— Conter, no seas tarado. No estoy hablando de un desafío. —Lo regañó ganándose una queja de su parte.— ¿Es esto lo que realmente querés? 

— A ver, Spreen. Te voy a ser muy sincero y espero que te quede claro. —Advirtió.— Sí, Spreen. Quiero esto. Quiero esto y más. Porque, ¿sabés qué? Quiero todo contigo. ¿Por qué creés que te rogué tanto para que viviéramos juntos? 

— Sí, pero... 

Spreen hizo una mueca y desvió su mirada. Y como si Conter leyera su mente, se apresuró a decir:

— Voy a querer esto siempre y cuando, principalmente tú lo quieras. ¿Sí? No es necesario que demos ese paso ahora sí no quieres, podemos-

— ¡No, tarado! Dios, no es eso. —Exclamó el Oso interrumpiendo a su pareja.— Yo quiero esto, ¿Sí? Quiero hacerlo. S-solo es que... ya sabes... Ugh, mierda.

Cuando Spreen comenzó a trabarse en sus palabras y se agarró la cabeza con frustración, una gran sonrisa se asomó en los labios del híbrido de Conejo. 

— Muy bien, lo entendí. Tranquilo. —Volvió a atraerlo hacia su cuerpo y lo encerró con sus brazos.— Está bien, relájate. 

Llevó una de sus manos al cabello azabache y suavemente acarició detrás de una oreja escuchando como el Oso volvía a suspirar. A Spreen le encantaba allí. Era una de sus zonas débiles. Cuando este correspondió el abrazo, no pudo evitar bajar su mirada por la espalda ajena y admirar como su pequeña cola se movía de un lado a otro sin parar. 

Oh, cómo había extrañado eso. 

— Es que va a ser difícil...

Murmuró Spreen contra su pecho. 

— Lo sé. Pero si tú quieres, y yo quiero... —Conter bajó su mano hasta el abdomen del contrario, y delicadamente lo acarició con el dorso haciendo pequeños círculos.— Entonces, no veo por qué no. 

Al parecer eso terminó por espantar los malos pensamientos de Spreen, haciendo que relajara sus músculos y se dejara hacer por su pareja. Quiso murmurar alguna que otra queja más pero volvió a caer en esa paz que lo adormecía. 

— Además, cuidarlo no va a ser tan difícil teniendo en cuenta que es hijo mío y va a saber perfectamente cómo defenderse solo. 

Muy bien, adiós a la paz.

— Si sabe cómo defenderse, eso va a ser gracias a mi. No por nada siempre te rompí el orto en todos lados. 

Conter rió al haber activado ese instinto competitivo que tanto adoraba en su pareja. Ese era su Spreen.

— En todos lados menos en la cama. 

— Sos un hijo de puta. 

Intentó golpearlo pero el otro esquivó sus golpes como si nada y luego tomó sus manos para inmovilizarlo. Pero Spreen nunca se dejaba ganar, eso era sabido. Así que le dió un rodillazo en el costado del torso, casi dejándolo sin aire, e intercambió las posiciones quedando arriba suyo. 

Cuando Conter creyó que lo volvería a golpear, Spreen se acercó pero solo para tomarlo del cuello de su camiseta y unir sus labios en un suave beso. Su novio no tardó en poner la mano en su nuca, presionandolo más y Spreen soltó la camiseta, bajando sus manos sobre los hombros. 

Conter se separó, empujando levemente a Spreen luego de que este ahogara un gemido en sus labios cuando Conter intentó deslizar su lengua en la boca ajena.

— Mírate, eres un Oso descarado. —Señaló provocando que Spreen frunciera el ceño.— Estás embarazado y ya quieres hacer otro bebé. Maldito pervertido. 

Y eso dió inicio a otra pelea luego de que su pareja, obviamente, lo abofeteara por el atrevimiento. Y quizás, después hubo una larga y energética reconciliación. Que dejó a Spreen exhausto y hambriento, enviando a Conter a buscarle comida o, y cito, le cortaría la verga. Obviamente Conter hizo caso, y prometió que le traería un buen trozo de carne de nutria. 

Quizás la convivencia no era tan difícil después de todo. 
















































Jaja Conter se la puso 🫵

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro