Rubias peleoneras.
Katsuki ha vuelto más tarde de lo normal y muy muy agotada a su casa.
Esa semana y un día fueron bastante ajetreados en su rutina, realmente. Entre las clases de la facultad y su trabajo en las artes marciales, acababa molida tanto física y mentalmente. Su cuerpo y cabeza pedían a gritos un buen descanso.
Aunque esto no era nada que la gran Bakugō Katsuki no pudiera soportar.
Y menos ahora que tiene a alguien con quien pasar su escaso tiempo sobrante, haciéndola feliz con sus boberías y relucientes sonrisas, atontándola de amor como ningún otro ser.
Esa noche, Eiji la esperó sentada en el sillón, viendo la televisión hasta que le ganó el cansancio. La rubia la encontró allí, desparramada sumida en un profundo sueño y con el aparato a alto volumen, ella sí que tiene el sueño profuso.
Bakugō presencia como la molesta gata lame repetidas veces el rostro de la morena en búsqueda de despertarla, fallando rotundamente, y eso le causa mucha gracia. Entonces, Catsuki la mira mal antes de bajarse del cuerpo de Eiji y cederle el acceso.
Kirishima, por supuesto, no se inmutó de todo esto, inerte con la boca abierta.
Katsuki ríe, apaga la tele y levanta a su novia para llevarla hasta la cama. Ignorando lo robusta que es la otra y su propio cansancio, la recuesta y arropa lo mejor que puede. Encuentra una ligera sonrisa en el rostro de su futura mujer y voltea para observar al animal en la puerta de la habitación, expectante.
—¿Ves? Sí cooperas así, no me caes tan mal, bestia —le musita, agachándose para acariciarla un poco y ella, por primera vez desde que la adoptaron, se deja hacer.
Es un gran paso en su relación, piensa la rubia mientras se recompone y cambia su ropa por un pijama. El sueño le gana al hambre y no quiere cenar nada, pero ve que Eiji le dejó un snack de cereal en la mesita de luz para saciar un poco el apetito porque sabe que no recalentaría comida. Le agradece mentalmente.
Tras comer el bocadillo, revisar que todo este cerrado y cepillar sus dientes, Bakugō vuelve a la habitación. Shirō está acostada en su lugar, junto a Kiri, pero apenas la siente se levanta para desplazarse hasta la punta del mullido colchón.
La rubia apaga las luces y se acuesta por fin. Suelta un suspiro de relajación, se acomoda lo mejor que puede con su inquieta y dormilona novia, dedicándole un beso de buenas noches en la frente y, luego, en los labios antes de caer rendida al sueño como Eiji.
Mañana, tal vez, tendrían otro pesado día, pero parecía no importarles con tal de mantenerse cerca.
A sus pies, Catsuki Shirō descansaba plácidamente, enroscada en sí. Desconociendo la agotadora vida humana y disfrutando los placeres de ser un felino.
Podría, y tengan por seguro que lo hará, reclamar por su lugar preferido más tarde. Ahora, las dos rubias tenían demasiado sueño encima como para discutir por su pelirroja favorita.
fin.
- ¡wow, esto acabó! ojalá les haya gustado ;;;
y nos leemos pronto 💞
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