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Sabes a Pino.

Dipper estaba terriblemente nervioso por llamar a la puerta.

Había pasado una semana entera desde aquel ataque de impulsividad, y aún así, Dipper no se sentía capaz de enfrentar a Bill. La duda lo consumía, y su impulso de actuar sin pensar ahora lo abrumaba con cada segundo que pasaba.

A veces, Dipper se odiaba por ser tan impulsivo.

Llevaba al menos cinco minutos de pie frente a la puerta de los Cipher, sin atreverse a llamar. Su mente no descansaba ni un sólo segundo, llena de preguntas sin respuesta: ¿Qué podía decir? ¿Qué debería hacer? ¿Cómo debía comportarse después de eso? La idea de actuar como si nada hubiera pasado le parecía demasiado atractiva, pero ¿podría realmente fingir tan bien? ¡Dipper no era un buen actor! 

La sola idea de hablar del beso lo aterrorizaba, pero fingir que todo seguía igual parecía igual de imposible. El castaño deseaba con todas sus fuerzas que esta pesadilla terminara de una vez. No sabía cómo seguir adelante, pero también sabía que no podía seguir evitando a Bill para siempre.

Dipper soltó un suspiro rendido, aún bastante aterrado y paralizado Mientras permanecía frente a la puerta, rogaba en silencio que, como en tantas otras ocasiones, fuera el hermano mayor de los Cipher quien le abriera y retrasar, aunque sea por unos momentos más, su inevitable encuentro con Bill.

Pero la suerte no estaba de su lado, de hecho, la suerte nunca estaba del lado de Dipper.

La puerta se abrió y, para su miseria, se encontró frente a Bill, quien lo recibió con una pequeña sonrisa en el rostro.

—¡Pino! ¿Cuánto tiempo sin verte? —saludó el rubio con una calidez que sólo hizo que el corazón de Dipper latiera con más fuerza.

El castaño intentó mantener la compostura, rodando los ojos con una mezcla de alivio y nerviosismo mientras una risa involuntaria se escapaba de sus labios.

—Nos vimos esta mañana, Bill —respondió, intentando sonar lo más casual que podía, aunque su corazón no dejaba de martillar en su pecho.

La familiaridad del momento, la ligereza en la voz del rubio, todo parecía casi normal... pero Dipper sabía que nada era normal. No después de lo que había pasado. 

—Sí, pero no es lo mismo si me estás evitando —respondió Bill, con una mezcla de reproche y juego en su tono, aunque sus ojos mostraban una chispa de algo más, algo incierto.

—Yo no... —Dipper comenzó a replicar, pero su voz se apagó por un segundo, sintiendo cómo las palabras se le atorraban en la garganta—. No te estaba evitando.

—Si tú lo dices... —Bill rió suavemente, pero había una nota de duda en su risa que Dipper no pudo ignorar.

El silencio que siguió estaba cargado de una incómoda tensión. Dipper sentía como si el aire entre ellos se volviera más denso, incapaz de encontrar las palabras que rompieran esa barrera invisible. No sabía qué decir, ni cómo actuar, y cada segundo que pasaba lo hacía sentir más atrapado en su propia torpeza. Definitivamente eso no contaba cómo actuar natural.

El castaño se rascó la nuca, un gesto nervioso que sólo hacía más evidente su incomodidad. Bill, al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, también empezó a sentir el peso de la situación. La calidez inicial que había intentado proyectar se desvaneció lentamente, sustituida por una ligera incomodidad que no podía disimular del todo.

El ambiente entre ambos se tensó aún más, y Bill, normalmente tan seguro de sí mismo, se encontró sin saber cómo proceder. Las palabras que solían fluir con facilidad para él ahora parecían enredarse en el aire, dejándolos a ambos en una posición extraña.

El rubio intentó negar su incertidumbre, tomando una bocanada de aire y forzando una sonrisa.

—Adelante, Pino, no tienes que quedarte ahí parado —dijo, mientras el castaño, con el rostro ligeramente sonrojado, cruzaba el umbral de la puerta. Bill continuó, tratando de mantener un tono casual—. Por cierto, al rato vendrá Vanessa, así que si escuchas a una loca entrar por la puerta, ya sabrás que es ella.

Detrás de él, cerró la puerta dejandola sin llave para que su amiga pudiera llegar en cualquier momento.

—¿En serio? ¿Por qué? —preguntó Dipper, su voz apenas un murmullo mientras evitaba mirar directamente a Bill.

—Vendrá por su libreta de matemáticas. Me la prestó para una tarea que, obviamente, no copié, y se me olvidó devolvérsela —respondió el de ojos ambarinos encogiéndose de hombros, caminando hacia la sala.

—Oh, ya veo... —balbuceó, antes de tomar un asiento en el sofá.

Sus manos estaban húmedas por el sudor, un claro reflejo de la tensión que lo invadía. Era evidente que su incomodidad no pasaba desapercibida, y Bill lo notaba con cada segundo que pasaba. La atmósfera estaba cargada, densa con la sensación de que algo había cambiado entre ellos, algo que ambos estaban evitando reconocer. El rubio podía sentir su incomodidad en el aire, y eso, lo hacía sentir angustiado, era eso a lo que se refería con retroceder 10 pasos en su extraña y reciente amistad, y, era precisamente lo que había querido evitar después su pequeño incidente en el viaje a la playa.

Pero sus esfuerzos se habían esfumado en un abrir y cerrar de ojos.

Sin decir nada más, Bill decidió sentarse a su lado, intentando reducir la distancia que parecía haberse creado entre ellos.

Un minuto pasó, luego dos, y después tres, en un silencio incómodo y opresivo que ninguno de los dos sabía cómo romper. Cada segundo que pasaba, la presión en el pecho de Bill aumentaba. Finalmente, harto de la situación, se dio cuenta de que no podía soportarlo más.

—¡Oh! ¡Vamos Dipper! No vamos a actuar así sólo por eso —dijo, cruzando los brazos y mirando al castaño con el ceño fruncido—. Fue un reto, lo cumpliste, ganaste el juego. Fin del asunto.

El mencionado alzó la vista, sintiéndose intimidado al escuchar su nombre y no el tonto apodo que el rubio le daba, encontrándose con la mirada del chico por primera vez desde que había llegado trató de no dejarse abrumar por la extraña mezcla de emociones que estaba sintiendo. Había estado dándole vueltas al asunto durante días, temiendo que Bill se burlara de él o, peor aún, que le dijera a Vanessa. Pero ahora, enfrentando esos ojos ambarinos, algo en su interior comenzó a ceder.

—Te prometo que no te molestaré con eso si es lo que te preocupa —le aseguró el rubio, su tono suave pero firme, mientras esbozaba una sonrisa que irradiaba sinceridad.

Dipper podía ver que Bill hablaba en serio. No había ninguna burla oculta, ninguna intención de humillarlo o hacerlo sentir mal por el beso. Por un instante, sintió un profundo alivio, como si una pesada carga se levantara de sus hombros. Su propia mente ya lo había torturado lo suficiente con la incertidumbre y la vergüenza; no necesitaba que Bill se uniera a esa tortura.

—¿De acuerdo? —continuó el rubio, esta vez sonriendo de manera más amable. Dipper no pudo evitar sentir cómo la tensión comenzaba a desvanecerse ante esa sonrisa, exhalando el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta—. Así que no tienes que estar todo incómodo y raro, porque me haces sentir incómodo y raro a mí.

Dipper soltó una pequeña risa, algo nerviosa pero sincera.

—Tienes razón —dijo, y el corazón de Bill se detuvo por un momento. ¿Dipper Pines, dándole la razón? Eso sí que era nuevo—. Fue algo que pasó y ya.

—Exacto —respondió el más alto, aunque su voz traicionó un leve temblor al ver cómo Dipper esbozaba una tímida sonrisa. Aún recuperándose de la sorpresa, Bill trató de mantener su compostura con sonriéndole de vuelta.

—No significó nada —añadió el castaño, casi como si estuviera reafirmándose a sí mismo.

—¿Por qué habría de significar algo? —respondió Bill, aunque algo en su interior se revolvió al pronunciar esas palabras.

—Entonces... hablemos de otra cosa, ¿te parece? —preguntó el de ojos marrones, intentando calmar la incomodidad en el ambiente, que aunque era menos tensa que antes, aún pesaba sobre ambos.

Y sabía que estaba mintiendo al decir que no se sentiría incómodo. Pretender que besar a Bill y seguir como si nada hubiera pasado era, francamente, imposible. Porque la verdad era que ese beso no había sido un simple roce de labios, un desliz que ambos podían ignorar. No, esa noche ninguno había querido separarse. En lugar de retroceder, se habían dejado arrastrar por la intensidad del momento, permitiendo que la tensión entre ellos se intensificara, hasta el punto en que Dipper había deseado no separarse jamás. Ese era el verdadero problema: la honestidad del deseo, la verdad que ambos habían sentido pero que ninguno estaba listo para confrontar.

Bill asintió, feliz de seguirle el juego, aunque un ligero nudo se formó en su estómago. A pesar de su aparente desinteres, algo en esa conversación le dejaba un sabor agridulce, una mezcla de alivio y algo más profundo que prefería no analizar demasiado. Era un intento de normalidad que ambos sabían que era frágil, pero no había otra opción.

—Me parece perfecto.

Un breve silencio cayó entre ellos, pero Dipper rápidamente lo llenó, intentando disipar la incomodidad que se interponia entre ellos.

—¿Cómo te fue en los exámenes? —preguntó, esbozando una sonrisa algo forzada, intentando retomar el tono ligero.

—Bien, bastante bien, en realidad. Y me imagino que no debo preguntar para saber que a ti también, "señor yo lo sé todo" —bromeó Bill, provocando que el castaño rodara los ojos.

—Eres un tonto —Dipper murmuró, aunque su tono mostraba un toque de afecto—. Pero sí, me fue bastante bien.

—Que sorpresa —replicó el rubio con una sonrisa socarrona.

—Hablando en serio, creo que solo en anatomía tuve problemas porque no podía recordar el nombre de un hueso. ¿Y sabes lo más irónico? Que es precisamente el que estábamos estudiando cuando te pusiste a explicarme un montón de cosas de tus series, Bill. Así que, técnicamente, es tu culpa que se me olvidara.

—¡Oye!

Bill se rió, la tensión entre ellos se disipaba lentamente, aunque ambos sabían que estaban caminando sobre una fina línea. La conversación seguía, pero en el fondo, cada uno seguía lidiando con lo que realmente había pasado, intentando mantener la fachada mientras sus pensamientos seguían girando en torno a ese beso que lo había cambiado todo.

—Pero... —el castaño soltó un suspiro, dejando que la sonrisa asomara en sus labios—, también es tu culpa que al final lo recordara, porque pasaste como 15 minutos intentando hacer un chiste con él y no pudiste.

—¡El húmero! ¡Maldito hueso sin gracia! —exclamó el rubio, frunciendo el ceño con fingida frustración.

Dipper se rió, sacudiendo la cabeza con diversión.

—Exactamente. Así que, supongo que... gracias por eso —admitió, sonriendo ligeramente—. Y, ¿qué tal te fue a ti esta última semana? ¿Algo interesante?

Bill se encogió de hombros, su expresión relajándose.

—Pues no mucho, la mayor parte del tiempo he estado estudiando... y sufriendo por personajes inexistentes —Dipper soltó una pequeña risa, provocando que el rubio sonriera con más amplitud—, pero no es relevante, Pino. Solo se reveló información de capítulos futuros y datos del videojuego de cierta serie que me gusta, pero no nos centremos en eso. ¿Cómo te fue a ti esta semana?

—No mucho, además de estudiar —respondió Dipper, encogiéndose ligeramente de hombros—. Aunque finalmente pude terminar el libro que estaba leyendo desde la playa.

Bill arqueó una ceja, sorprendido.

—¿Hasta ahora? Pensaba que ya ibas por la mitad.

—Y lo estaba, pero no había podido continuar porque no tenía tanto tiempo libre... debido a nuestras... eh... —el castaño se sonrojó, desviando la mirada, mientras el más alto soltaba una risa ligera.

—Ah, ya veo. Genial, ¿y qué tal estuvo?

—Meh, me esperaba el final.

—¿Y eso es malo?

—No necesariamente —Dipper le sonrió, sintiéndose un poco más relajado—, pero digamos que tenía fe en que fuera otro. Nunca es malo llevarse una sorpresa.

—Buen punto —asintió Bill, notando cómo la tensión en el ambiente comenzaba a disiparse, al menos un poco.

Hubo un breve silencio, uno que se sintió más cómodo que los anteriores, pero aún así, ambos sabían que algo flotaba en el aire, y a la cabeza llegó algo, una pregunta que Bill no pudo seguir conteniendo y, que a lo mejor debió de intentar mejor hacerlo.

—Entonces, Dipper... —comenzó, su tono más serio—. ¿Puedo hacerte una pregunta que me dejó pensando el otro día?

Dipper levantó la vista, su corazón latiendo un poco más rápido al escuchar su nombre de nuevo. No estaba seguro de si quería saber qué era lo que Bill tenía en mente, pero al mismo tiempo, la curiosidad lo carcomía.

—No sé qué tanto me pueda arrepentir de esto, pero seguro, Bill... ¿qué quieres saber? —respondió finalmente, preparándose mentalmente para lo que pudiera venir.

—Bueno... —el rubio comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras mientras la pregunta que había rondado su mente durante la última semana finalmente se formaba—. ¿No te parece un poco triste que tu hermana no sepa nada acerca de tus... homodesviaciones?

—¿De mis qué? —replicó Dipper, frunciendo el ceño en confusión.

Bill soltó una carcajada, divertida pero inoportuna, que solo logró intensificar la mirada dura y molesta del castaño.

—Ya, ya, perdón... —el rubio se disculpó, aún sonriendo mientras trataba de contener su risa—. Es solo que quería usar ese término desde hace tiempo. ¿Alguna vez viste esas publicaciones de religiosos que dicen que los homosexuales están poseídos por Satanás? Pues, una vez vi una que los llamaba "homodesviados" y la palabra me pareció tan ridícula que siempre quise usarla.

Bill observó el rostro molesto de Dipper, y su sonrisa se desvaneció un poco al darse cuenta de que tal vez había cruzado una línea.

—Aunque ahora que lo pienso... tal vez no fue el momento adecuado para decirlo —admitió, bajando un poco la voz.

—No, no lo era —confirmó Dipper, con un tono seco y los ojos fijos en él.

Bill suspiró, su expresión tornándose más seria.

—Hablando en serio ahora, ¿no te parece triste que no puedas contarle a tu mejor amiga sobre esto? —preguntó, su voz bajando un poco mientras se adentraba en un tema más delicado—. Es decir, ¿nunca has considerado que si le dijeras cómo te hacen sentir sus bromas, si le explicaras que las cosas son serias para ti y le revelaras tu secreto... ella podría evitar hacer ese tipo de comentarios?

Dipper se quedó en silencio, sus pensamientos debatiéndose entre lo que sabía y lo que temía. Era una pregunta que él mismo había evitado, una verdad que no estaba seguro de querer enfrentar.

Bill lo observó con atención antes de continuar.

—Digo, Mabel es Mabel, y probablemente piensa que todo es una broma, o tal vez cree que al bromear sobre el tema te está ayudando a sentirte más cómodo. Pero ella no sabe que para ti esto es serio, y tampoco sabe que sus comentarios te molestan de verdad —el rubio le dirigió una sonrisa suave, genuina—. Así que, aunque tal vez esto no sea asunto mío, creo que deberías decírselo. Tal vez, cuando sepa que es algo importante para ti, las bromas se reduzcan en lugar de aumentar. Ya sabes, incluso yo sé cuándo es momento de bromear y cuándo es mejor no hacerlo.

—Lo hiciste hace unos minutos, Bill —replicó Dipper, mirándolo con una mezcla de severidad y algo más suave, una pequeña sonrisa que asomaba en las comisuras de sus labios, revelando que no estaba realmente enojado.

El mencionado se encogió de hombros, su expresión aliviada al ver que Dipper no se había tomado mal su comentario.

—Lo sé, pero, al menos ahora, lo que digo es en serio —añadió Bill, con una mirada firme que buscaba transmitir su sinceridad.

El castaño lo observó por un largo momento, considerando las palabras de Bill y el peso de lo que implicaban. Tal vez, solo tal vez, el rubio tenía razón.

—Además, trato de controlarme cuando se trata de temas delicados... sólo quería aligerar la tensión —Bill dejó escapar una risa ligera, sus ojos brillando con una chispa traviesa—. Sólo quiero ayudarte con Mabel, Pionbo. 

—¿Pionbo? —repitió Dipper, alzando una ceja incrédulo, ese apodo era nuevo.

Bill carraspeó, intentando mantener la compostura.

—Auto corrector, perdón.

—Bill, estás hablando conmigo cara a cara. Además, "Pionbo" ni siquiera existe como palabra, el autocorrector no te corregiría eso.

—Bueno... "señor me sé el diccionario completo", ¿alguna vez te ha pasado que escribes mal tantas veces una palabra que el autocorrector la añade a tu diccionario? Las cosas pasan —el rubio sonrió con picardía—. Aparte, todo estaba siendo demasiado serio y necesitábamos un poco de alegría, ¿no crees? Y bueno, estaba probando el apodo para ver si vale la pena dejarlo en el diccionario de mi teléfono.

El castaño lo observó con una mezcla de incredulidad y diversión.

—Y la verdad es que sí me gustó, así que de ahora en adelante lo usaré —añadió Bill con una sonrisa de oreja a oreja.

Dipper lo miro unos segundos pensando en lo muy idiota que el rubio era antes de soltar una carcajada.

Dipper lo miró durante unos segundos, procesando lo absurdo de la situación. ¿Cuántas veces habría escrito mal su apodo para que el autocorrector lo registrara así? Bill Cipher, definitivamente, era un imbécil. Pero Dipper no pudo evitar reírse, una carcajada que se escapó de sus labios sin que pudiera detenerla. Era ridículo, toda la tonta explicación que el mayor le había dado, la forma en la que Bill podía pasar de ser serio a comportarse como un niño. La locura del rubio, combinada con algo tan simple como un apodo erróneo, lo hicieron reír de una manera que no había sentido en días.

Finalmente, el castaño paró de reír cuando notó la mirada fija del chico sobre él, lo que hizo que sus mejillas se tiñeran de rojo.

—Em... lo siento —se disculpó, soltando una pequeña risa nerviosa, tratando de recuperar la compostura, aunque en el fondo, estaba agradecido por la distracción.

Bill solo sonrió en respuesta, sintiendo una cálida satisfacción al ver que había logrado hacer reír a Dipper, incluso si solo fue por un momento. Pero el castaño no podía evitar distraerse con la proximidad de sus manos, que estaban sorprendentemente juntas en ese instante.

—No deberías, ya te he dicho que me encanta tu risa —dijo el rubio con un tono suave y ligeramente coqueto, casi como si cada palabra estuviera impregnada de una sinceridad palpable.

Dipper, atrapado en la cercanía, volvió su mirada hacia Bill. ¿Siempre habían estado así de cerca? La pregunta resonaba en su mente mientras intentaba evitar ver los ojos que tanto lo atormentaban.

—Gracias... supongo —respondió, tratando de desviar la mirada.

Pero la tentación era más grande, y no pudo resistirse a mirar los ojos del rubio, ¿quién mandaba a Bill a tener los ojos más cautivadores qué conocía? En esos momentos, la cercanía era una tortura deliciosa, y Dipper se odiaba más por desear estar aún más cerca. 

Sus miradas se encontraron brevemente en los labios del otro, una corriente de recuerdos y emociones que tartaban de suprimir dentro de ellos. Pero había una pequeña voz en sus cabezas que les susurraba que recordaran el día en que los retos surgieron, cómo se había sentido el roce de sus labios, la intensidad del momento que habían compartido, lo bien que se había sentido y lo mucho que querían revivir esa sensación. Esa voz era tentadora, invitándolos a olvidar sus preocupaciones y miedos sobre el tema.

Y al parecer, ambos parecían querer hacerle caso a esa voz dentro de sus cabezas.

De repente, la puerta se abrió de golpe, dejando ver a una chica rubia que entró sin previo aviso. El abrupto regreso a la realidad hizo que ambos se separaran instintivamente, aunque no lo suficiente como para perder completamente la cercanía. Estaban todavía a una distancia que parecía excesivamente cercana para el momento, sus rostros ligeramente sonrojados y sus corazones acelerados por la repentina intrusión.

—¡Ya llegó por quien lloraban! —gritó Vanessa, con una risa despreocupada que resonó en la entrada.

El corazón de ambos latía con fuerza, y Bill, con su impulso de idiotez, necesitaba desesperadamente desviar la atención de lo que había pasado unos momentos antes. Sin pensarlo demasiado, se acercó al rostro de Dipper y, con un gesto inesperadamente tonto, lamió gran parte de su mejilla. La sorpresa y el desconcierto en el rostro del castaño fueron evidentes, y la expresión de la rubia pasó de asombro a incredulidad.

—¡BILL! —exclamó el castaño, levantándose de un salto y limpiándose la mejilla con urgencia, visiblemente alterado.

—Sabes a pino, tal como imaginé —Bill rió nerviosamente, intentando suavizar la tensión en su estómago con su habitual humor absurdo.

—¿¡QUÉ ESTÁ MAL CONTIGO!? —Dipper gritó, su voz llena de frustración y exasperación.

El rubio le lanzó una sonrisa traviesa, pero el castaño estaba demasiado molesto para apreciarla. Bill podía comportarse como un amigo genuino en ciertos momentos, decir cosas realmente amables, pero sus constantes tonterías y su incapacidad para ser serio en situaciones importantes le recordaban por qué se llevaban mal en primer lugar. Recordaba por qué nunca habían sido verdaderos amigos y por qué lo toleraba unicamente por el trato. 

Dipper tenía que recordarse a sí mismo que sólo estaba interesado en ganarle y nada más.

Bill no podía escuchar lo que Vanessa le decía al castaño aunque estaba completamente seguro de que ambos se estaban burlando de él y de la absurda escena de hace unos minutos, sus pensamientos estaban demasiado dispersos para concentrarse en eso.

"Casi nos besamos... casi beso a Pino y ni siquiera sé por qué estoy tan nervioso si ya lo había hecho antes."

Tal vez los nervios provenían de que, por alguna razón, Bill estaba comenzando a entender lo que realmente estaba en juego. A pesar de su fachada de indomable y confiado, había algo en la intensidad de ese momento que le hizo cuestionar profundamente sus propios sentimientos. No estaba acostumbrado a enfrentar sus propias inseguridades, y la idea de perder una apuesta ante Dipper Pines, especialmente esa apuesta, era una posibilidad que nunca había considerado seriamente.

Su mirada se desvió hacia el castaño, que reía fuertemente por lo que la Vanessa le decía. El sonido de esa risa, tan genuina y alegre, parecía resonar con una intensidad que Bill no podía ignorar. Era como si la risa de Dipper hubiera tomado un lugar dominante en sus pensamientos, opacando todo lo demás.

El rubio se dio cuenta de que estaba más enfocado en la forma en que Dipper reía, en la manera en que sus ojos brillaban con diversión, en cómo la atmósfera alrededor de él parecía iluminada por esa risa contagiosa, pero en especial en la forma en que su risa parecía encender un fuego interno en Bill, que en cualquier otra cosa. La risa de Dipper, tan dulce y adorable, era todo en lo que podía concentrarse ahora.

Se encontró enredado en sus propios pensamientos, y no pudo evitar sentirse atrapado entre la burla y la vulnerabilidad que sentía por sí mismo. 

La idea misma de permitir que sus emociones se viesen afectadas por Dipper le parecía absurda y ridícula. Sentía que estaba jugando un papel de tonto, ridículo ante sus propios ojos, y se le hacía casi incomprensible aceptar que pudiera sentir tal fragilidad por alguien.

La vergüenza y la debilidad emocional que había experimentado durante el casi beso lo mantenían enfretandose a emociones que no sabía cómo manejar. 

Había algo en los momentos que habían compartido, la forma en que Dipper había capturado su atención y afectado su estado emocional, que creaba un conflicto interno que desafiaba la implacable fachada que Bill había construido para sí mismo. En medio de la risa y las bromas, se sentía como si estuviera a punto de perder el equilibrio emocional, sin una forma clara de estabilizarse o de enfrentar lo que realmente sentía.

Y cuando sus ojos ámbar se encontraron con Dipper Pines, el rubio sintió cómo la frágil cordura que le quedaba comenzaba a desvanecerse lentamente.

El castaño no era simplemente un desafío o un rival, sino una presencia que provocaba en Bill una mezcla desconcertante de cariño y temor. La seguridad y el control que solía manejar con destreza se desmoronaban bajo la influencia de esa risa tan linda y abrumadora.

La manera en la que se sentía por Dipper chocaba con su propio miedo a perder el control. La simple risa de el castaño lo desestabilizaba, desafiando la implacable fachada que había construido a lo largo de los años y revelando una vulnerabilidad que temía admitir.

Demonios.

Nota actual: No quiero decir nada, pero el siguiente capítulo es problamente el capítulo más icónico que alguna vez hemos hecho.

Aunque si lees la nota original ya es muy obvio cuál es.

En fin, espero les haya gustado este capítulo y aunque no prometo actualizar el siguiente pronto porque siento que me va a tomar tiempo hacerlo y ando haciendo otras cosas, les dejo el primer capítulo en el que Bill le dice Pionbo a Pino.

¿Si abro una cuenta de Twitch dibujando escenas de este fic y de otros lo verían?

Atte. Pionbo y Auto-corrector.

PS: no se porque dice 21 de 40 si es la 20 xd se nota que somos escritoras porque las mates no son los nuestro.

Nota original: Hola.
Si se preguntan porque tantas interrupciones es porque los personajes tienen miedo de que se maten, obvio juejuejue.

Este capítulo está dedicado a nuestra bebé que no sabe que es nuestra bebé.

Lástima que no nos pela en el grupo de Lara.

Pd: El siguiente capítulo está en mi top 5. Es decir, ahora sí ya viene lo chido.x1000

Pd2: ¿Pensamientos acerca de alguno de los personajes?

AHHHH PD3: ¡GRACIAS POR LOS 700 SEGUIDORES! ¡LES AMAMOS DEMASIADO!

IMPORTANTE RESPONDER: El siguiente capítulo tiene "PROBABILIDADES" de tener canciones en inglés, así que, ¿les gustaría que la traducción de éstas esten al lado del lyric o al final del capítulo los videos con subtítulos? Aunque si escogen la segunda es posible que 1 no tenga subtítulos.

Atte. Tania su ama y diosa por toda la eternidad, y Karla nel, porque me dejo 3/4 de la edición a mí y dolió.

Datito: Ya están publicadas 21 partes de 40 jijiji

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