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#07

21 de mayo, domingo.

Estado de Gyeonggi, Corea del Sur.

Myoui Mina caía estrepitosamente en su cama después de caer del techo, pues se había trepado por accidente al saltar sin medir la fuerza de sus pies. Era tarde para llegar a su trabajo, estaba extremadamente confundida, y sus cigarrillos habían salido volando por la ventana cuando accidentalmente los quiso tomar con la telaraña que descubrió recientemente.

— Di no a las drogas, sí a las verduras — repitió irónicamente lo que una vez escuchó de una docente de su secundaria, aunque en el fondo sabía que eso no eran drogas, pues lo único que fumaba era tabaco y cuando se estresaba demasiado — Damn teacher Brown (Maldita maestra Brown). Brown (Café) debe tener pero la puta mug (Jeta) de tanto broncearse — que se note que nunca le agradó.

Soltando un suspiro, se relajó en su cama, pero no se podía relajar si afuera de su pequeño departamento se estaba formando una discusión de sus dos vecinas cascarrabias.

¡Stop fucking around! (¡Deja de joder!) — exclamó en voz alta. A Mina de lejos se le podía notar que era amante de las groserías. Se levantó frustrada por el ruido, pegando una fuerte patada en la puerta que hizo callar la discusión — ¡Callense de una puta vez, hijas de perra!

Cuando no escuchó nada más, se regresó a su habitación y se recostó suspirando del alivio.

Un minuto después, los toques en su puerta se hicieron presentes. Decidió ignorarlo, pero la voz del dueño del edificio la hizo soltar un gruñido contra su almohada.

— ¡¿Señorita Miller?! ¡Tengo que hablar de algo serio con usted! — se levantó obligatoriamente si no quería perder el techo donde vivía.

— Malditas hijas de perra, but I know where you live, estupid (pero sé dónde vives, estupida)— siguió murmurando, pensando en lo que haría como su venganza, pero cambió su cara a una sonrisa angelical cuando abrió la puerta y la recibió Kim Minjoon, el dueño — ¿Qué se le ofrece, señor Kim?

— Me han avisado de una sutil amenaza que hizo contra las vecinas Chong y Joo — las chismosas le habían dicho. Mina las maldijo.

— Ah, estaban discutiendo y solo les dije que se callaran porque me duele la cabeza, desperté enferma — excusó, lo que en parte era cierto. Despertó con toda una confusión y le dolía la cabeza por ello, más si podía escuchar muy clara y fuertemente la discusión — No fue una amenaza como tal.

— He recibido varias quejas sobre su agresiva forma de comunicarse, señorita Miller. No me gustaría echarla a la calle — la sutil advertencia es evidente, y Mina lo mira por un momento en silencio.

— ... Okay. Si me echa a la calle me devolverá el dinero del resto del mes que no viva aquí — lo apuntó con un dedo, para después cerrar la puerta, interrumpiendo cualquier cosa que fuera a decir el señor Kim — Go to hell you, your family and my dad (Vete al infierno tú, tu familia y mi papá) — murmuró hasta acostarse de nuevo en la cama, esta vez sí relajándose — And teacher Brown (Y la maestra Brown).

Dejó una mano en su estomago, queriendo dormir, pero sintió algo en su piel que la desconcertó, y se destapó viendo casi horrorizada su abdomen.

— ¿¡Desde cuándo tengo six pack!?

Por otro lado, en Seúl, Jihyo había recibido del médico que estaba en perfectas condiciones, solo tal vez un poco abrumada y cansada, por lo que recomendó que descansara y se alimentara muy bien, pero que si se sentía mal lo llamaran de nuevo para empezar a hacerle chequeos más exhaustivos.

Bueno, Jihyo había pedido quedarse sola, y sentía lo mismo. Ahora buscaba cómo quitar toda la pasta de dientes que dejó en el espejo por apretar muy fuerte el dentífrico.

Y aparte de que su cepillo de dientes ahora estaba destrozado por querer apartarlo de su mano.

La llave del agua se rompió e intenta repararlo sin mucho éxito. Soltó un grito ahogado de frustración y enojo. Soltó un golpe contra la llave para instalar bruscamente el tubo. Probablemente ya no funcionaría, pero por lo menos el agua dejó de caer.

Soltó un suspiro, separando sus manos de cualquier cosa.

Viendo que si lo hacía con tranquilidad y lentitud podía manejarlo, tomó la tapa de la carga de agua del inodoro, para así tomar el agua limpia y lavarse las manos, al igual que tomar una toalla y mojarla para quitar el dentífrico del espejo. Logró hacerlo con éxito, tiró suavemente la toalla en el cesto, botó el cepillo y dejó la pasta en su lugar. Por último se lavó las manos y dejó la tapa del inodoro en su lugar, satisfecha de su buen trabajo.

Preguntándose qué era lo que le pasaba, se sentó en la cama y se quitó las pantuflas. Movió delicadamente sus manos, pero sus pies fueron bruscos y notó que se adhirieron a las sabanas.

Entonces tuvo una idea como un foquito iluminandose en su cabeza, y corrió hacia la pared para intentarlo, sacando la lengua mientras soltaba un jadeo de incredulidad.

Estaba sin tocar el suelo.

En una estructura plana vertical.

Sin caerse.

Soltó una risa divertida, hipnotizada por lo increíble que le parecía. Podía tener veintisiete años, pero en ese momento era una niña que gateaba por las paredes y el techo, divertida e impresionada genuinamente por su descubrimiento personal. Incluso separó sus pies, dejando sus manos cargando todo su peso, pero sorprendiendose al notarse muy liviana.

— Wow... — se sorprendió más al alzar la vista.

No estaba mas liviana, sino que sus brazos tenían más músculo. Para comprobar su fuerza, se balanceó un poco hasta que sus pies volvieron al tocar el techo junto a sus manos, soltando un jadeo y un bufido que sonó más como una risa ahogada.

Se sentía genial, y olvidó por ese momento cualquier otra cosa que no sea balancearse como mono o trepar como una araña que estuviera huyendo.

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