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O25. This is the way || Pedro Pascal (ESPECIAL)

Removí mi cuerpo bajo las sábanas, acomodándome tras sentir la lluvia caer. Era invierno, y hacía frío, por lo que sentir las primeras gotas de la mañana no hizo más que aumentar mis deseos de quedarme en cama. Aquel anhelo se esfumó cuando llegó Pedro con una bandeja en sus manos y la dejó sobre la mesita de luz que estaba a mi lado; el aroma del café y las tostadas despertaron mi apetito después de haber estado enferma durante unos días.

—Eres un sol. —Le dije y me incorporé sobre la cama. Pedro se situó a mi lado, tomando su taza con café. —¿Qué hora es?

—Las 10.00 de la mañana. —Dijo tras mirar su celular y confirmar la hora. —¿Debes ir a cuidar a Lyla?

—Si, mi hermana me pidió el favor durante el día. ¿Tú qué harás? —Mastiqué el pedazo de tostada, saboreando el dulce de mora.

—Iré a hacer unos trámites, hay una cadena televisiva que me quiere entrevistar. —Tomó un sorbo de su café. —¿Te sientes bien? ¿Segura que puedes cuidar a Lyla? Puedo pedir un día más y no sé, quizás tu hermana pueda traer a la pequeña a casa...

—Tranquilo, Pedro. Me siento mejor. —Aseguré. No dudé en depositar un beso en sus labios como agradecimiento a su dedicación tras verme en mal estado.

Muy pocas veces me sentía tan indispuesta. Sin embargo, aquellos días donde tuve reunión con mis colegas tras el ascenso de uno de ellas, comencé a sentirme mal al día siguiente. Supuse que podría ser algún tipo de gripe, aunque no sintiera los dolores característicos de un resfrió. Luego pensé que podría ser el trago, pero nada me calzaba. Pedro estaba seguro que había sido algún tipo de virus pues, estábamos en invierno y los resfríos eran una condición que las personas ya empezaban a experimentar. Yo, no creía eso.

Ese día, me cercioré de tomar los medicamentos necesarios para evitar otra recaída. Pero al llegar a casa de mi hermana, las náuseas volvieron al sentir el olor de lo que parecía ser carne. Salí del baño y respiré hondo, comenzando a sentir los primeros efectos de un escalofrío que recorrió mi cuerpo, haciéndome temblar.

—No es por causarte miedo, sé que tú y Pedro no quieren tener hijos, pero... _____________, esto ya no es un simple resfrío. —Me dijo mi hermana, cuando me acerqué a la mesa de la cocina y me senté en una de las sillas cerca de la combustión. —¿No has pensado en que podrías estar embarazada?

Solté una risa.

—Imposible. Hace una semana me llegó el periodo. Debe ser un resfrío, o alguna gripe estomacal. —Expliqué. Más mi hermana negó, sonriendo. —Sabes que me molesta que te rías de mí.

—Me causa gracia saber que podría ser tía. —Volvió a reír. La fulminé con la mirada. —Vale, no te molesto más. Llegaré en dos horas, si te sientes mal, me llamas para decirle a Matthew que venga por la niña. —Me dijo. Tomó su bolso y antes de irse, depositó un beso tierno en la frente de su hija.

—Descuida, estoy bien. —Aseguré. Andy me guiñó un ojo, cerrando la puerta tras ella.

Pedro y yo no queríamos hijos, aún. Queríamos viajar y disfrutar de nuestra compañía. Nuestros planes giraban en torno a un futuro sin hijos, pero las palabras de Andy rondaron mis pensamientos después de haberse ido. No pude evitar imaginar una vida con un pequeño o pequeña; mirar a mi sobrina despertaba aquellos deseos maternales que se ocultaban en mi ADN.

Andy llegó a las dos horas y me despedí, negando a su invitación de tomar un café junto a ella. Caminé por las calles de Boston, observando a mi alrededor. Como si fuese una señal, pude contabilizar doce mujeres embarazadas en total, tras caminar y observar a las personas. Mi pecho se apretó ante la idea de que, en mi interior, si había un ser desarrollándose. Mi mente divagaba y lo peor, es que no podía detenerla.

—No es posible. —Me dije a mi misma. —Imposible, y lo voy a demostrar.

Mi orgullo era más grande, por lo que por impulsividad entre a una farmacia y compré un test de embarazo. Nada me detenía. Lo guardé en mi bolso y me dispuse a caminar hacia el apartamento. Una vez dentro, pude sentir la soledad de no ver a Pedro, pero también el miedo de ver la realidad a la que posiblemente debíamos enfrentarnos. Pedro comenzaba a cobrar más relevancia en el mundo cinematográfico desde que debutó en The Mandalorian, ahora, The Last Of Us lo llevó a la cima de la noche a la mañana. La responsabilidad de traer a un niño al mundo, era inmensa.

Caminé de un lado a otro, con la cajita del test en mis manos. Miré la puerta del baño y cuando quise entrar, mis pies no avanzaron. Bufé por lo bajo tras sentir que mi cuerpo se paralizaba.

La puerta se abrió y Pedro entro, ocasionando que mi pecho, doliera aún más y mis nauseas se intensificaran.

—Pensé que no estarías. —Rio Pedro al verme parada en medio del living. Moví mis manos y escondí la caja tras de mí. —Estaba pensando en que podríamos ir a cenar fuera de casa. ¿Quieres?

—Y-yo... —Mis cuerdas vocales se cerraron. Carraspeé en un intento por aclarar mi voz; a duras penas logré vocalizar. —Pedro...

—Estas pálida. ¿Sucedió algo? —Inquirió. Tras acercarse, me alejé de él, casi llorando. —Bebé, ¿qué sucede?

—Me he vuelto a sentir mal. —Musité. Me senté en el diván. Pedro se sentó a mi lado, tomando mis manos, acariciándolas con suavidad.

—¿Vamos al doctor, te parece?

—No, no... —Negué rápidamente. —No estoy enferma, creo.

—Pero si te ves fatal. —Exclamó el actor. —Iremos al doctor y sabremos qué tienes. Ya has pasado mucho tiempo así.

—¿Pedro, no se te puede ocurrir qué es lo que me puede estar pasando? —Inquirí, con una ceja en alto. Pedro miró confuso, para luego soltar una risita nerviosa.

—No lo sé, soy actor, no doctor...

Bufé por lo bajo. Tomé la cajita tras de mi y se la mostré. Pedro pareció no captar lo que le quería decir; tomó el paquete y lo miró fijo, para luego mirarme a mí.

—¿Un test de embarazo? Estas...

—Aún no lo sé, pero llegué a la casa de Andy muy mal. —Expliqué. —Andy me aconsejó que me hiciera el test. No creo que esté embarazada, pero... —Suspiré. Pedro no reaccionaba. —Para salir de dudas.

—Un bebé... —Musitó ido.

Me levanté del sofá y me dirigí, esta vez, con valentía al baño. Todo daba vueltas a mi alrededor, las expectativas eran más altas que bajas. Nada se alejaba a la realidad que vivía; los malestares eran un evidente embarazo, pero así también podría ser el estrés que vivía en el trabajo. Mi mente buscaba un sinfín de excusas para autoconvencerme de lo contrario, pero muy en el fondo, sabía que había posibilidades de que la familia Balmaceda Pascal, tuviese que darle la bienvenida a otro integrante.

Esperé los minutos que me indicaba la caja en su reverso. Me lavé las manos y la cara y salí del baño, encontrándome a Pedro, mirando por el ventanal que daba vista a la ciudad abrasada por la lluvia invernal.

—¿Estas bien? —Le pregunté. Me acerqué a él con cautela, toqué su brazo y éste, brincó como si lo hubiera despertado de algún sueño. —Pedro, qué pasa si...

—Nada, no pasa nada. —Me miró, dibujando una sonrisa tierna en sus labios. —Sé que estamos en un momento en donde mi vida ya comenzó a cobrar mayor relevancia, pero yo la siento igual que antes. No será distinto para nosotros como pareja.

—Pero, creí que no querías tener hijos. Pensé que te enojarías o...

—¿Dios, por quien me tienes? —Carcajeó. —Quien te hizo tanto daño, ________________.

—Idiota, tengo miedo. —Comencé a llorar. Pedro me abrazó, apegándome a su cuerpo donde dejó que pudiese desahogarme y llorar tras los sentimientos que llevaba reprimiendo la mayor parte del día. Tenía miedo, mucho miedo. Pese a que era evidente que tenía el apoyo del actor, temía no saber hacer mi labor como futura madre.

—Aún no sabemos si estas embarazada, hay una posibilidad de que no lo estés. —Se encogió de hombros. —Si el resultado es positivo, tomaremos precaución. Bebé, no estás sola. Si te soy sincero, también tengo miedo.

Nos volvimos a abrazar y así nos quedamos por unos minutos hasta que me separé de él y sequé mis lágrimas, ya dispuesta a ver el resultado del test. Pedro me tomó de la mano y ambos nos dirigimos hacia la verdad. Tomé el aparato y me posicioné al lado del actor quien era evidente estaba nervioso.

Miramos los resultados y nos quedamos mirando para luego, soltar una carcajada divertida.

—¿Este es el camino? —Reí con lagrimas en mis ojos, mencionando la típica frase de The Mandalorian.

—Este es el camino. —Asintió Pedro, abrazándome con fuerzas y, en el proceso, depositando un tierno beso en mi frente.

Me sentía segura, plena y confiada.

Tal parecía que la familia Balmaceda Pascal comenzaba a crecer. 

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