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O24. Ten years later || Pedro Pascal (ESPECIAl)

La familia Balmaceda se veía entusiasmada ante la llegada de uno de sus integrantes a L.A. Pedro Pascal, después de meses, volvía a pisar suelo americano luego de una larga estadía en Europa tras su trabajo en la serie de renombre Juego de Tronos.

La invitación me llegó después de que Lux Pascal supiera de mi estadía en L.A al encontrarme tomando café en Starbucks. La muchacha se acercó a mí y saludó como solía hacerlo cuando yo era más cercana a la familia. Y es que, tuve el honor de ser parte de la familia por un tiempo bastante largo. Intercambiamos teléfonos y el contacto con la joven comenzó a ser seguido. Pese a que Pedro había sido parte de mi vida hace bastantes años, ahora me era imposible no saber de él con tanta imagen de él dando vueltas por internet al interpretar a Oberyn Martell.

—Nos hace ilusión volver a verte con nosotras. —Me dijo Lux, desde el otro lado de la llamada telefónica. Me mordí el labio, inquieta. Y es que ver a Pedro en persona, no sabía si era buena idea.

—Lo pensaré, Lux. No te prometo nada. —Sonreí apacible.

—Piénsalo, ¿sí? Nos vamos a divertir. —Aseguró. —Invita a Benjamín, dile que está cordialmente invitado por la familia Balmaceda Pascal.

Lo pensé por unos días. En mi interior las quería volver a ver; mi relación con las hermanas de Pedro era bastante buena. Nunca tuvimos diferencias. Teníamos un día exclusivamente para nosotras donde podíamos salir y divertirnos. Claro, toda esa ilusión, se destruyó cuando Pedro decidió terminar nuestra relación e irse. Cinco años, para luego reducir toda nuestra relación a un tacho de basura. La rabia que sentí por meses se convirtió en pena y confusión al no saber qué había sucedido exactamente. Éramos jóvenes, teníamos planes a futuro. Planes que conllevaban una familia, pero la inmadurez de ambos, nos llevó a destruir todo.

—¿Irás a la fiesta? —Me preguntó Benjamín con curiosidad. —_____________, si no quieres ir, deberías decirles.

—Iré. —Le dije a mi ahora, novio. —Y tu vendrás conmigo.

—¿Qué?

—Estás invitado, Lux me dijo que vengas conmigo.

—No quiero que me metas en esto. —Se quejó. —______________, ¿de verdad quieres ir?

Suspiré.

—Si, quiero ir. Hace mucho no veo a Javiera y a Lux.

—¿Y Pedro? —Inquirió.

—¿Qué pasa con Pedro? —Reí. Benjamín no contestó. Era obvio que temía por mi reacción al ver al actor.

—La relación que tuve con el fue hace años, Benjamín. No siento nada por él. Es más, estoy bastante feliz con todo lo que ha logrado.

—Te acompañaré. —Dijo finalmente Benjamin. Le abracé y agradecí que me acompañara a la fiesta, aunque no se mostrara tan convencido.

El día de la fiesta era en dos días. Días que transcurrieron rápido. Me puse un vestido simple de color negro. Era largo, tapaba mis tobillos. Como calzado, unos bototos que me llegaba un poco más debajo de la rodilla. Me hice una trenza que caía en cascada sobre mi hombro. Me miré al espejo y ricé mis pestañas. Sonreí, tratando de tapar, el nerviosismo que sentía en aquel momento.

Nos subimos al auto y manejamos hacia la mansión de Lux, donde sería la fiesta. Miré por la ventana, en silencio iba observando las calles de L.A que nos llevaban hacia la casona. Benjamín había puesto música, por lo que mis pensamientos mezclados se disipaban entre la melodía de fondo. Diez años después, pensé. Diez años sin ver personalmente a Pedro, para ahora esperarlo en una fiesta sorpresa que su familia le tenía preparada. Qué hacía ahí, me pregunté. Me cobijé en el deseo de ver a las hermanas Balmaceda, después de todo, agradecía que ellas aún me consideraran en situaciones básicas de sus vidas.

Cuando nos bajamos notamos que la fiesta sería un poco más masiva de lo que nos imaginamos junto a Benjamín. Le miré y él se encogió de hombros. Tomó de mi mano y apretó con fuerzas.

—Si te quieres ir, me dices. —Me indicó.

—Lo sé, Benji. —Sonreí, dándole un tierno beso en su mejilla. —Gracias por acompañarme.

Caminamos en dirección a la puerta, la cual permanecía semi abierta. El lugar estaba resguardado por muros y arboles que tapaban el recinto. Algunos guardias se podían ver merodear el lugar, atentos ante los posibles intrusos. Saludamos y nos dieron el paso para entrar después de preguntar por su radio si éramos o no invitados.

Dentro de la casa, Lux nos esperaba con una sonrisa amplia mientras caminaba hacia nosotros para darnos un abrazo fraternal.

—Que felicidad verte aquí, _____________. —Celebró Lux. —No sabes cuanto nos alegra.

—Gracias por invitarnos. —Agradecí. Miré a mi alrededor, desconociendo a las personas que bailaban. Otras bebían en un rincón mientras hablaban en grupo. —¿Y Javiera?

—Oh, viene en camino. —Aseguró. — Benjamín, ¿no?

—A sí es. —Respondió mi novio. —Un gusto, Lux. _____________ me ha hablado mucho de ti y tu hermana. Y hermano...

—Nos conocemos de hace mucho. Un honor conocerte. Espero te entretengas, hay de todo, si quieren pasar y beber algo mientras llega Javiera con Pedro.

Tragué saliva. Miré a Benjamín para ir a beber algo. La barra estaba repleta de alcohol, bebidas y jugos para tomar. Realmente se habían tomado el tiempo de recibir a Pedro como sólo ellas sabían hacerlo. Rei ante la exageración, después de todo, sólo fueron meses, pensé. Pero bien sabía que la relación que tenían los hermanos Balmaceda, iba mucho más que sólo simple meses sin verse. Eran unidos, bastante unidos.

Lux nos presentó a un par de amigos de los cuales pude recordar al ver un par de fotos de ella en internet cuando vivía en Toronto. Me alegraba ver que a la familia le estaba yendo como ellos siempre quisieron. Muy dados a su vocación y deseos, todos lograron surgir en lo que más les gustaba.

De pronto, las luces se apagaron y el silencio se hizo dentro de la casa de Lux. Todos guardaron silencio y nosotros, por obviedad, igual. La puerta se abrió y todos gritaron "Sorpresa". El cuerpo de Pedro yacía en la puerta, observando a todos los invitados con una evidente sorpresa impresa en su rostro. Soltó una carcajada y abrazó a su hermana. La música se reanudó y muchos fueron a darle un abrazo de bienvenida. Tras ellos entraron sus sobrinos, hijos de Javiera.

—¿Vaya, todo esto por haberse ido meses? —Rio Benjamín. —¿No te parece excesivo?

—Me parece que sus hermanas lo extrañaron mucho. —Espeté. Benjamín tomó un trago de su ron, un poco molesto. —Es lo que hacen ellas. Son muy unidos.

—Ya veo. —Murmuró. —A si que así son las fiestas de la familia Balmaceda Pascal.

Asentí.

Javiera se acercó a nosotros y nos dio la bienvenida, presentándonos a sus hijos. Se quedó con nosotros compartiendo unos tragos. Seguía siendo la misma mujer con aquella chispa maternal, aquella muchacha que siempre nos cuidó y mantenía al margen de cualquier peligro. Algo que a Lux le molestaba, pero a mí me parecía divertido.

—Iré al baño. —Le dije a Benjamín.

Caminé entre la gente, buscando el lugar que Javiera me había indicado. Era tanta la gente dentro de la casa, que el ambiente comenzaba a ser mas sofocante. Divisé un ventanal que daba salida al patio de la casa. Una piscina lucía en medio del lugar, a su alrededor, había reflectores que la hacían majestuosa. Respiré el aire, tratando de ventilar mis pulmones y empapar mi piel del frio.

—_______________, ¿quieres un vaso? —Me preguntó Lux. Giré al escuchar su voz. La muchacha me estiró un baso de wiski con hielo. Justo lo que mi cuerpo quería en ese momento.

—¿De dónde sacaste esta casa? —Reí ante la inmensa dimensión del inmueble.

—Bueno, no es mía, es de todos nosotros. Aquí nos reunimos cuando queremos pasar tiempo en familia.

—Siguen siendo la misma familia que conocí hace tiempo atrás. —Tomé un sorbo de mi wiski. —Me alegro que no hayan perdido esa chispa.

—Si algo nos inculcó mi madre, fue esto. Bueno, nunca iba a saber que sus hijos iban a ser parte del mundo de L.A. Pero, dentro de todo, nos mantenemos humildes. Mi mamá hubiese querido ver eso en nosotros.

—Estoy segura que sí. —Asentí. —¿Y tu padre? Pensé que vendría.

—Vendrá mañana. Hoy se le hizo imposible llegar hasta acá. —Se encogió de hombros. —Me alegra que estés aquí con nosotros. Nunca dejamos de considerarte. Eres nuestra hermana.

Reí nerviosa.

—Bueno, yo nunca me olvidé de ustedes. —Tomé mi vaso y lo alcé. Lux sonrió, chocando su vaso contra el mío. —Por nuestra amistad.

—Por nuestra amistad. —Repitió la joven.

El carraspeo de una voz masculina se hizo presente tras nosotros. Tomé otro sorbo de wiski, sabiendo que quien estaba observándonos, era Pedro. Lux me miró e hizo una reverencia, dejándonos solos con Pedro, quien no dudó en acercarse y saludarme tímido.

—Pedro... —Saludé. Alcé la copa. —Me alegro verte. Estas...

—¿Mas viejo?

—Más grande. —Sonreí. El ambiente se tornó algo incomodo, pero no sostenible. —Mira como has crecido. —Reí esta vez, tratando de no parecer nerviosa. Pedro me imitó, pero seguía mostrando atisbos de nerviosismo. —Pedro, relájate.

—Diez años sin verte. —Soltó una bocanada de aire. —Y verte aquí. Las chicas no mencionaron que estarías aquí hasta que llegué.

—Parte de tener hermanas como Javiera y Lux. —Volvía a reír. —Ha pasado mucho tiempo.

—Lo siento. —Dijo de repente. Le miré curiosa. Pedro se mordió el labio inferior, inquieto. Sus manos no dejaban de juguetear con su vaso vacío. Me miró y sonrió apenas. —Siento lo que te hice.

—¿Me estas pidiendo perdón por irte? —Inquirí. Pedro no respondió, pero no hizo falta pues, sus ojos tristes hablaban por él. —¿Después de diez años?

—Bueno, es que...

—Pedro, pasé años tratando de perdonarte. Me pregunté qué había sucedido, qué fue lo que hice mal. Pero, entendí que las cosas son así. Si te preguntas si te perdoné... sí. Lo hice. Y te deseo lo mejor.

—¿Por qué viniste? No entiendo.

—Porque aún estimo a tus hermanas. Y a ti, por supuesto. El vinculo que formamos como personas, creo que no todos lo hacen. —Expliqué. —Que bueno que no nos casamos, ¿no? —Sonreí al recordar que nuestros planes, era casarnos en unos meses más.

Pedro asintió, cabizbajo.

—¿Estamos bien? ­—Preguntó en un hilo de voz.

—Estamos bien, Pedro. —Aseguré. —Me alegro que estés nuevamente con tu familia. Disfruta de la fiesta, es tuya. —Di unos pequeños golpes en su brazo, a modo de amistad. —Todo indica que tu vida ahora estará bajo los ojos de todo el mundo. Disfruta esto, después de todo, es lo que siempre quisiste.

—Aun no me acostumbro. —Rio. —Gracias, ______________, Gracias por venir.

—Disfruta, Pedro. —Le volví a decir. Me acerqué a él y le di un abrazo fraternal. —Bienvenido a L.A.

Pedro me abrazó, pero aquel gesto se sintió como algo fraternal. Me alejé de él y me acerqué a Benjamín, quien aún estaba en la barra, esta vez, conversando con Lux. Ambos reían. Benjamín se levantó de su puesto y se acercó a mi para abrazarme.

—¿Todo bien? — Me preguntó Benjamín.

—Todo bien. —Asentí. Lux sonrió amable, ofreciéndonos un último trago antes de irnos a casa.

Una vez fuera, agradecimos la invitación y nos devolvimos a nuestro hogar, con la promesa de volver a la casa a visitar a los hermanos Balmaceda Pascal.

Mi corazón había sanado, y estaba segura, que el de Pedro, también. 

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