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O13. We have a Problem || Pedro Pascal

Juré, en lo más profundo de mi corazón, nunca más beber tanto en mi vida. La resaca al día siguiente era una tortura que me recordaba lo lejos que podía llegar cuando me sentía despechada. Y es que la ocasión, según yo, lo ameritaba. Quería borrar todo pensamiento; me querría borrar de la faz de la tierra.

Beber no era lo adecuado, claro está. Mariana, mi amiga me lo mencionaba cada vez que tomaba un trago distinto. Y un trago distinto, me ayudaba a olvidar que estaba despechada conmigo misma. Era la forma que tenía para evadir lo que sentía y lo que era la realidad.

—Vamos mujer, deja eso. —Me decía Mariana. Molesta tomaba mi vaso de ron y lo alejaba de mí. —Te juro que hay mejores maneras de morir.

—Pues dime una, que me mate de inmediato. —Dije y reí. Otro mecanismo de defensa; reírme de mis desgracias.

—Aun no entiendo qué te sucede. Pero sé que es algo bastante grabe. —La música alta no me dejaba escuchar a mi amiga. Me atrajo hacia a ella y me habló en el oído. —Pedro, ¿sabe que estas aquí?

Negué de inmediato y algo asustada pues, Pedro, además de ser un gran actor y protector de la integridad de sus seres queridos, también era mi mejor amigo. Mariana bufó por lo bajo, tomó su celular y comenzó a caminar fuera de la pista de baile.

—No, no...!Mariana! —Grité. Caminar se me comenzaba a dificultar. —¡Mariana! —Chillé.

—¿Qué? —Espetó esta, molesta. —¿No quieres que llame a Pedro?

—Para qué lo vas a molestar. De seguro está con Nicole...Nicki. Como sea. —Me encogí de hombros. —Debe estar ocupado, sino durmiendo.

—¿_____________, sucedió algo entre ustedes? —Inquirió. Negué de inmediato, más mi amiga, bien sabía cómo escudriñarme con tan solo mirarme a los ojos. Suspiré. Y es que la diferencia de opiniones con Pedro se había convertido en una especie de conflicto del cual, mi orgullo no me permitía comunicarme con él.

—Son sólo cosas. —Murmuré. Mi amiga me tomó del brazo y me llevó fuera del lugar en donde nos encontrábamos. —Mariana...

—Sabes que Pedro no te dejaría estar aquí. —Reclamó. —¿Pelearon?

—Algo así, pero... descuida, mañana le hablaré, la culpa fue mía. —Dije y miré la entrada del local, donde todo era música y baile. —Volvamos, prometo calmarme.

Mariana asintió y yo me tranquilicé. No quería que Pedro viniera y me diera un sermón acerca de mi conducta temeraria. Quería disfrutar y olvidar a Pedro besar a Nicole.

Nicole había llegado al edificio donde vivía Pedro. Como era de esperar, mi buen amigo no pasó desapercibido ante la morena. Pronto comenzó a buscar el camino hacia Pedro, con el fin de poder ser bueno vecinos, según lo que el mismo Pedro nos había comentado a Mariana y a mí. Una especie de disgusto se alojó en mi cuando vi a Nicole. Mariana no estaba de acuerdo con que Pedro fuese el buen vecino de Nicole pues, tal como lo había percibido yo, Mariana le dijo que ella sólo buscaba fortuna.

—Es sólo una vecina. —Nos dijo Pedro, confiado.

Recordar su confirmación y después ver cómo ambos se besaban fuera del departamento de Pedro, me ardió en el fondo de mí ser. Me levanté de mi puesto y sin decirle nada a Mariana, fui a la barra por algo más fuerte. Detestaba a Nicole, y a Pedro. Si bien era mi amigo, también era una persona importante en mi vida. Fue quien le dio sentido a mi vida después de que Mariana le comentara que yo llevaba el corazón roto por un patán. Parece cliché, pero vaya que duele cuando el corazón está roto. Pedro me proporcionó las palabras precisas para yo, darme cuenta que mi vida no giraba en torno a Matt, pero las cosas de la vida, ahora me hacían dudar. La fiesta en la que estaba metida, no era más que el sinónimo de lo que no quería ver ni sentir por Pedro. Esta vez, estaba girando en torno a él.

Me introduje en la pista de baile y comencé a mover mi cuerpo mientras sostenía el vaso de wiski en mis manos. Mis pies danzaban y yo más viva no me podía sentir. Sentía que volaba, y que volaba lejos de New York. No había cabida para la euforia que recorría mi cuerpo. Estaba volando y con ello, mis pesares también.

Recorrí con mi vista el lugar, en busca de Mariana. Maldije tras darme cuenta que la había dejado sola. Caminé hasta la mesa en donde nos encontrábamos previamente, pero sólo encontré a otras personas dando uso al puesto que ocupamos. Sonreí nerviosa y salí de allí, en busca de mi teléfono para llamar a Mariana.

El aire fuera se sentía fresco. Mi ropa estaba pegada a mi piel tras la transpiración. Mi visión en tanto se esforzaba por enfocar lo que había a mi alrededor. Las luces cambiantes y chillonas del interior me jugaban en contra. Me afirmé contra la pared y rebusqué entre mi bolso, tomando lo primero que habían tocado mis manos. Un cigarro.

—Pensé que te había perdido. —Le dije al cigarrillo.

—Y lo vas a perder. —Dijo una voz a mi lado, tomando el cigarro y botándolo al suelo para luego darle un final fatal. Pisotearlo contra el suelo, haciéndolo añicos. La voz la pude reconocer, mis oídos aún estaban funcionando, pese al ruido infernal que se escuchaba desde el interior. Pedro tomó de mi brazo y me arrastró con él, fuera del lugar.

—Pedro, déjame. —Le dije. Más él, no respondió. Siguió caminando hasta un auto. —¿Oh ahora me llevaras donde mi madre y me acusarás? —Reí.

—Si no viviera al otro lado del país, lo haría. —Respondió serio. —Entra... —Me indicó, en cuanto abrió la puerta de su auto. Bufé, molesta. Él entró y se sentó en el asiento del piloto. —Mariana me llamó molesta.

—Pues me imagino que sí. —Me encogí de hombros. —Yo igual lo estoy, debió haberme dejado un poco más de tiempo.

—Deja de actuar como una idiota,_____________. ¿Qué querías hacer allí dentro, uhm? ¿Intoxicarte? —Espetó, furioso. —Se lo que te sucede, ______________. A Mariana le puedes ocultar cosas, pero a mí no.

—Intoxicarme no era mala idea. —Murmuré.

—Claro, si es que ya no lo estas. —Respondió burlón. —Estas pálida. Te llevaré a casa.

Por más que negara, Pedro no me escuchó. Para acallar mi voz, puso música y subió el volumen de su estéreo.

—Bájale la velocidad. —Dije, comenzando a sentirme mareada. —Pedro...

—Te aguantas, _____________. Te pasa por ser tan impulsiva con tus decisiones.

—Maldito hijo de...—Mi garganta se cerró en un actor por no vomitar lo que venía en camino. Fue leve, pero lo suficiente como para dejarme asustada. Pedro estacionó en el estacionamiento del edificio en el que vivía. Me ayudó a subir mientras yo me quejaba y comenzaba a llorar. El arrepentimiento y la humillación se juntaron para hacerme colapsar. Corrí a su baño y vomité todo lo que había bebido. Pedro sostuvo mi cabello mientras yo lloraba mirando el interior del WC.

—Algunas veces me odio. —Murmuré. —Pedro sobó mi espalda con delicadeza. —¿Tu no me odias?

—Algunas veces me gustaría no saber de ti, porque sé que estás haciendo algún desmán. Pero, ____________. Eres mi amiga y, pese a esto, no te dejaré sola. —Sonrió afable. Me tendió una toalla para que me limpiara la boca. Caminé tras de él, hacia su habitación. Mi cuerpo comenzaba a sentirse pesado. El cansancio ya estaba allí. Sabía que si cerraba los ojos, no volvería a despertar hasta el otro día.

—Pedro... —Le llamé. Este respondió con un monosílabo. Dudé en si hacer o no la pregunta. Estaba bastante ebria como para escuchar su respuesta. Pero de igual forma mi boca tomó la decisión. —Tú y Nicole...

—¿Qué sucede con Nicole? —Preguntó con desinterés.

—Nada, nada. —Dije y salté sobre su cama, buscando un lugar en donde poder cobijarme. Me convertí en un mini feto en busca de calor y paz, cerré los ojos y comencé a sentir los efectos del sueño.

—_____________, sé qué quieres saber. —Dijo Pedro. Noté un peso extra a mi lado. Entre abrí los ojos y lo vi a él acostándose en la otra esquina de la cama. Se irguió sobre esta, quedando sentado. Cruzó sus brazos y volteó su mirada hacia a mí. —Te vez fatal. —Rio divertido.

—Sí, lo sé. —Hablé despacio. —¿Soy un fracaso, no?

—No. —Dijo Pedro. —Sólo eres una persona que no sabe decir las cosas a tiempo. Aunque, si lo dijiste. Mariana y tú me dijeron que Nicole quería sólo mi fama. Bien, aunque yo lo sabía, ustedes no dejan de tener razón.

—Te vi besándola. —Musité, bajito y con miedo. Mis ojos se humedecieron. —Y no sé por qué me molestó tanto verte con ella.

Pedro no dijo nada. Pero yo, en mi silencio, cavilé y pude dar con la respuesta. Muy obvia, pero que lo quería negar a toda costa, no sólo a mí, sino a Pedro y Mariana.

—Tenemos un problema, Pedro. —Le dije. Abrí los ojos como pude y me topé con su mirada tierna.

—Claro que tenemos un problema, _______________. —Afirmó. —Te tengo a ti, con una evidente intoxicación; a Mariana sumamente molesta y a una vecina que se convirtió en la fan de mi fama...

Reí como pude. Mi abdomen dolía. Pedro como siempre, desentendiendo el tema tomándose el asunto como algo chistoso.

Volví a insistir.

—Tenemos un problema, y creo que es grave. —Dije, con voz firme. — Muy grave.

—Pues, dime de qué trata. —Dijo. —Seguro tiene solución.

Respiré hondo y me armé de valor. Los ojos de Pedro me miraban atento, pero bien en el fondo yo sabía que él sabía cuál era el problema. El muy oportunista quería que lo dijera yo. Cerré los ojos y vomité, esta vez, palabras.

—Me enamoré de ti, Pedro. —Dije finalmente. —Lo supe cuando te vi con Nicole. —Murmuré. Abrí los ojos y lo vi observándome atento, parecía relajado. —Es un problema, y no tiene solución porque al parecer, esto lo llevo sintiendo hace mucho. —Confesé. Di un bostezo y me di vuelta hacia el otro lado, dándole la espalda.

No escuché nada de su parte, más que su respiración, y luego, el apagar de la luz. Un par de lágrimas salieron de mis cansados ojos. Ahora que había vislumbrado el porqué de mi conducta bohémica, sólo quedaba esperar los efectos de la resaca al día siguiente, deseando que a pedro, se le haya olvidado el gran problema que cargaba en mis hombros.

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