Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

O11. Spring || Pedro Pascal.

Como era costumbre, mi rutina durante los fines de semana era estar en casa y descansar de aquellas tareas agotadoras realizadas durante la semana. Y es que ser profesora de párvulo era un trabajo hermoso, pero sin duda agotador.

Mi sistema de autocuidado se basaba en ver series, dormir, leer u ordenar mi departamento. Pero ese fin de semana, justamente no tenía intención de realizar ninguna de las cosas que hacía usualmente. Había despertado distinta, con deseos de hacer algo fuera de lo común.

Me levanté, tome ropa nueva y me bañé. Dejé que el agua cayera sobre mi cuerpo y cerré los ojos, disfrutando de la calidez de esta. No siempre amanecía meditabunda, pero la semana junto a los niños me había dejado sin ánimos pues, la reunión de apoderados había sido todo un caos.

No tomé desayuno. Sequé mi cabello, tomé mi chaqueta y salí de casa rumbo al parque central de New York. Ese día, quería estar sentada y contemplar el panorama en el parque. Caminé calma, observando a mi alrededor los árboles, los perros jugar con sus amos y los niños junto a sus padres.

En mi vida había deseado tener un hijo, pero el destino quería algo distinto para mí. Ser párvulo aplacó aquella tristeza que albergaba en mi interior al enterarme que no podría ser madre. Aquella serendipia, me destrozó. Fue entonces, que me dediqué a enseñar, sabía que era mi destino y en cierta forma, también mi frustración.

Me senté en un balcón que yacía vacío. Al otro lado, permanecía una pareja de ancianos riéndose por lo bajo. Disfrutaban de la compañía del otro. Frente a mí, un par de niños jugando con su padre quien alentaba a uno de ellos a lanzar la pelota hacia a él. El niño lo hizo, dándole de lleno sobre el cuerpo de su padre, quien cayó al suelo con la pelota agarrada entre los brazos. Ambos niños saltaron y fueron hacia él, riendo y jugueteando.

Sonreí para mí al ver aquella escena. Seguí observando. Los arboles danzaban y con ello botaban pequeños pétalos de las flores que criaban. Tomé una entre mis dedos y la observé con curiosidad.

—¡Tío! —Gritó un niño. Alcé la mirada y vi como aquel hombre que creía ser el padre de los niños, ser acercaba a mi lugar pero sin dejar de ver a los pequeños. —¿Te acobardas ante tus sobrinos? Te hemos ganado. —Rio el muchacho.

—Bah, yo solo los iba a ver cómo jugaban. No estaba en mis planes unirme al juego. —Dijo el hombre. —Aprovechen el día que en dos horas los tengo que devolver a su mamá.

Los niños rieron entre sí. Uno tomo el balón y lo pateó, mientras el otro, iba tras ella.

—Niños. —Dijo finalmente el hombre. Se sentó a mi lado un tanto agitado. Percibí su mirada, más yo sonreí, asintiendo. —¡Pedro! No tan lejos. —Le reclamó el hombre. —Ya sabes que tu mamá me dijo que...

—Que le dijeras si no te obedecíamos. —Le respondió el otro muchacho, completando la frase. —Creí que éramos amigos, tíos.

El hombre río.

—Algunas veces me cansan, pero el amor que les tengo es más grande. —Comentó el hombre a mi lado. Le miré esta vez, observando su semblante. Estaba orgulloso.

—Bueno, los niños son así. —Reí. —Están llenos de energía y de todas formas, es mejor que estén aquí afuera, que encerrados en sus habitaciones.

—Es verdad. —Asintió el sujeto. —Por cierto...—Me tendió su mano acompañado de una sonrisa afable. —Soy Pedro. El tío de esos dos revoltosos. —Rio tierno.

—______________. Una mera observadora. —Dije y sonreí.

Pedro miraba a sus sobrinos y celebraba desde lejos el mini partido de futbol que tenían entre ambos. Era un hombre orgulloso de sus sobrinos, bastante paternal. Un sujeto que dejaba notar su alma infantil junto a esos dos muchachos que bien querían a su tío.

Tomé una hoja que se había desprendido del árbol que me daba sombra; la observé detenidamente, mirando cada detalle de esta. Percibí la mirada de Pedro a mi lado, pese a que estaba pendiente de sus sobrinos.

—¿Te gusta la primavera? —Preguntó tímido.

—¿Tanto se me nota? —Pregunté de vuelta. Pedro sonrió y asintió. —Bueno, me llama la atención la forma de cada hoja. No todas son iguales. —Le mostré el pétalo que había tomado anteriormente junto a la hoja que había reposado en mis piernas segundos antes. —¿Ves? Tienen terminaciones distintas.

—La verdad es que nunca me había fijado en eso. —Tomó el pétalo entre sus dedos. —Es suave.

—Así es. Por eso me gusta la primavera. Hay muchos colores, mucho que ver y aprender. A mis niños siempre les digo que deben ser curiosos y apreciar lo que hay a nuestro alrededor. —Comenté, sin dejar de mirar las hojas y recordando las clases de naturaleza que les daba a mis alumnos.

—Tus hijos deben ser bastante curiosos. —Dijo Pedro. Miró sutilmente hacia todos lados, y yo me pude percatar que buscaba a algún pequeño cercano a mí.

—No tengo hijos. —Aclaré. —He venido sola. Y mis niños, son mis alumnos.

—Oh, entiendo. Entonces eres profesora.

—Así es.

Nos quedamos en silencio por un momento. Pero este silencio, no era incómodo. Al contrario, era bastante especial como se mantenía el ambiente entre los dos. Pensar en ello me introdujo en divagaciones pues, era un desconocido del cual nunca había visto y del cual era obvio debía temer. La sociedad no era bastante segura para las mujeres, un hombre que se acercara de la nada a conversar, era visto como un posible mal rato. Pero con Pedro era distinto. El brindaba una sensación de paz indescriptible.

Un carrito pasó frente a nosotros. Un hombre vendiendo helados nos miró ofreciéndonos variedades de sabores. Pedro se levantó y pidió dos helados, ofreciéndome uno a mí.

—Disculpe. —Dijo el heladero un tanto nervioso. Se dirigió hacia Pedro, quien le miró con una sonrisa. —Yo a usted lo conozco...

—Pues, debe ser así. —Le dijo Pedro y el caballero rio. —¿Me has reconocido, no?

—¡Pues claro! Eres Pedro Pascal —Dijo el hombre con alegría. De inmediato sacó su celular, y pude notar cierto nerviosismo. Les miré sin entender nada. —Puedo...¿podemos sacarnos una foto?

Pedro aceptó. Tomó el celular e hizo una foto en donde el heladero sonreía bastante feliz.

—Si quieren les puedo sacar una yo. —Ofrecí. —Un gesto por el helado.

El hombre me tendió su teléfono y enfoqué. Sonreí divertida pues, quien nos vendió el helado parecía que iba a desmayar ahí mismo. Luego de darle las gracias y desearle lo mejor a Pedro, el hombre se fue, volviendo a ofrecer sus helados.

—¿Cómo es que ese hombre te conoce y yo no? —Le cuestioné. Pedro iba a hablar, pero le hice una señal con mi mano, para que no hablara. —Pedro Pascal... Debes aparecer en televisión. Lástima que no es mi entretención mirar TV.

—He actuado en unas películas y series, pero hasta el momento, mi vida ha ido bien. No soy la típica figura de TV que no puede caminar por las calles sin tener un guardaespaldas a mi lado. —Explicó. —De ser así, no hubiese podido disfrutar de esta conversación.

Mis mejillas ardieron

—Y no hubieses visto lo diferente que son las hojas de los árboles. —Le indiqué. Pedro asintió y sonrió divertido. Miré la hora en mi reloj de muñeca. Había pasado el tiempo bastante rápido a su lado. Negué confundida. —Me debo ir. Tengo que preparar algunos deberes para la semana que viene. —Me levanté dispuesta a despedirme. Pedro miró su celular e hizo una señal a sus sobrinos que aún corrían por el parque.

—Nos vamos. —Les dijo. —Prometí tenerlos en casa a las seis.

—Un rato más. —Pidió uno de ellos. —Solo cinco minutos.

—Bruno...cinco minutos para ti y para mí, son relativos. Muy relativos —Le dijo Pedro, haciendo énfasis en lo último. —Vamos a casa.

Miré a los chicos y comprendí que a ellos si los había visto en algún lugar. Y en efecto, era en la escuela donde trabajaba. Reí para mí pues, todo era bastante extraño.

—¿Pedro y Bruno, no? —Pregunté. Los niños miraron confusos. —Los he visto en la escuela.

—Vaya que chico el mundo. —Rio Pedro. —Ahora, definitivamente tendremos a alguien que nos diga cómo se comportan realmente en el colegio. —Les dijo a los niños.

—Sea lo que sea, yo no diré nada. —Dije y guiñé un ojo a los chicos.

Pedro se ofreció a ir a dejarme a mi departamento. Caminamos despacio, hablando de temas variados mientras sus sobrinos iban tomando un helado y conversando entre ellos. No era mucho el trayecto desde el parque hacia los edificios a los que debía llegar, por lo que la conversación quedó inconclusa cuando me preguntó si volveríamos a vernos.

—Bien. —Dije, desviando la conversación. —Aquí vivo. —Y miré el edificio, decorado con una tonalidad ladrillo, con arbustos perfectamente cortados, dándole una cálida bienvenida a quien entrara.

—Un gusto en conocerte,____________. —Pedro se despidió. Se acercó y sin previo aviso, depositó un cálido beso en mi mejilla. La barba de su rostro picó suave y un calor incómodo abordó mi cuerpo.

—Igualmente. —Le dije. —Pedro Pascal.

—Supongo que nos veremos por un tiempo, ¿no?

—No lo sé, no suelo ir mucho al parque. —Pedro me miró extrañado. —Fue sólo este día que decidí salir. Considera nuestro encuentro como suerte, o destino, o lo que sea que los físicos expliquen acerca de estos momentos fortuitos. —Reí.

—Bueno, entonces nos veremos en el colegio cuando vaya a buscar a estos muchachos.

Reí y negué. Una especie de cosquilleo se alojó en mi vientre. Pedro, lucia unos ojos cafés que brillaban entusiastas. Decidí despedirme, dejando atrás al actor que, yo lamentablemente no lo conocía, pero a sus sobrinos sí.

Aquel día, se convirtió en una experiencia grata. Cuando creí que la primavera era sólo una estación más, decorada de colores vivos y aire fresco esta se había convertido en una época amena pues, fue cuando conocí a Pedro Pascal. Actor, que marcó mis días con tan solo horas de conversación. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro