O10. Fire || Joel Miller
Joel, Ellie y yo nos encontrábamos refugiados en un edificio al oeste del país. El día era gris; miré hacia el cielo y un par de gotas cayeron sobre mi rostro. Pequeñas gotas que anunciaban una intrépida llovizna que nos paralizaría por el día en aquel edificio que en algún momento, fue un hotel de lujo.
En lo más alto de la construcción ambos podíamos ver el panorama que nos designaba el día siguiente. El lugar al que debíamos ir junto a Ellie nos llevaría días caminando. Marlene había sido clara; debíamos ser sutiles y no "meter la pata" sino la vida de la niña y la de nosotros, corría peligro. Sin embargo, pese a la odisea que vivimos después de salir de la ZC de Boston, no contábamos con la inminente muerte de Tess, nuestra compañera. Ahora, sólo éramos nosotros contra el mundo. Desolado e infestado de seres humanos que algún día, fueron nuestros seres queridos.
—He visto un atajo. —Comunicó Joel. —Si no está obstruido por algún tipo de maquinaria, podríamos cruzar hacia Kansas.
—Habrá que intentarlo. —Dije y le miré, sonriendo esperanzada. Joel asintió. —¿Ellie está bien? No ha hablado mucho últimamente.
Joel dio un sutil vistazo a la pequeña que se encontraba sentada sobre su saco de dormir, jugueteando con su navaja, ensimismada, sin percatarse de que ambos, observábamos cada movimiento.
—No lo sé. —Se encogió de hombros. —Y no me interesa.
—Joel... —Le recriminé. —Es una niña. Dijo claramente que nunca estuvo fuera de la ZC. La muerte de Tess le afectó, y ninguno de los dos se ha dignado a hablar de eso con ella.
Joel suspiró.
—Nada de esto hubiese pasado si Tess y tú no hubiesen aceptado el trato con Marlene. —Recriminó. Joel, después del tiempo que vivimos juntos, el hecho de tratar a una niña que no era su hija, le irritaba. Y, aunque no lo expresara, se veía en sus ojos.
—Estas siendo duro con Ellie. —Dije. La muchacha seguía jugando con su navaja. —Joel...cariño. Seamos adultos responsables y brindémosle ayuda. Lo está pasando fatal.
Joel no se dignó a mirarme, pero si a tomar mi mano y apretarla, dando pequeños toques denotando cariño. Con ello, me dio a entender que haría un esfuerzo por llevarse bien con Ellie.
Nuestra relación con Joel era peculiar. Nos conocimos en Boston, ambos en un plan desesperado por escapar de allí, coincidimos con el mismo contrabandista quien comentó que pese a que no nos conocía, sabía que había alguien allí fuera igual que nosotros, con las mismas intenciones de escapar de la ciudad. Joel no era un ser humano efusivo, pero creí que en su vida pasada, antes del brote, lo era pues, aún habían atisbo de un ser cariñoso dentro de él.
Compartimos departamentos con la intensión de ser socios y contrabandear lo necesario para conseguir un auto para huir. Los meses que llevamos juntos, no fueron la excepción para querer sentir el calor de otro ser humano. El sofá en donde dormía Joel por cuestión de respeto, luego fue abandonado para ocupar la cama a mi lado. Compartimos anécdotas, caricias y gemidos. Pero nada, absolutamente nada para Joel era oficial. Cada uno danzaba a su modo, sin dejar el compromiso de ayudar y apoyar la huida, pero lo demás, sólo era cuestión de cubrir las necesidades básicas de cada uno. Lo peor: Me había enamorado de Joel y su fuego abrasador.
Tess llegó a nuestras vidas un mes antes de huir. La mujer sabía en quien confiar y a quien perseguir hasta la muerte por traición. Pese a que Joel no confiaba en ella, finalmente cedió. Nos escabullimos entre los edificios vigilados por FEDRA, para llegar sin querer a un edificio que comandaban las Luciérnagas. Ellie fue nuestro plan de huida junto con promesas que serían cumplidas una vez, lleváramos a la chica a la universidad del oeste, donde estaba la base científica de las luciérnagas.
Ellie era la cura. Era inmune y de cierto modo, tanto a mí como a Tess nos convenció un trato junto a Marlene. Joel sólo acató de mal humor, tomó su arma y nos siguió.
—Hoy yo vigilo. —Dijo Joel, mirando frente a él el panorama desolador de una de las calles de lo que fue nuestro país. —Necesitas descansar.
—Creo que todos lo necesitamos, Joel. —Tomé su mano. Busqué su mirada, pero no la pude encontrar. La muerte de Tess, nos había afectado a todos, pero de forma distinta. —¿Me haces compañía?
Negó.
—Si quieres sacar tu lado materno, este es tu momento, _______________. Habla con Ellie, y me dices si te puedo ayudar en algo. —Miró a Ellie, quien ahora, leía un libro. —Tú entiendes mejor sobre estas cosas.
—Eres pésimo, Joel. —Reí por lo bajo. —Sin embargo, sé que fuiste un gran padre. Y lo serás.
—Trataba de hacer lo mejor por Sarah. —Miró ahora el suelo. Bien sabía, que dentro de sus confesiones, había perdido toda esperanza después de la muerte de su hija. —Yo...
—Joel... —Tomé su rostro y con delicadeza rocé mis labios contra los suyos. —Eres y serás un buen padre. En un futuro, quien sabe si todo esto se acaba de una buena vez. —Sonreí. —No vigiles mucho, debes descansar.
Caminé hacia donde estaba Ellie. La muchacha me miró y sonrió apenas. Era bastante inteligente e intuitiva, no era necesario hablar para ella ya saber mi presencia a su lado. Dejó el libro a un lado y se cruzó de piernas; tomó su navaja y volvió a jugar con ella. Tal parecía que la mantenía tranquila dar vueltas una y otra vez lo que Marlene le había obsequiado.
—¿Qué tal el libro? —Le pregunté. —Se ve que te gusta.
—Para estos tiempos, es lo mejor que he leído en cuanto a chistes. —Dijo y esbozo una pequeña sonrisa. —¿Quieres hablar de Tess, no?
Suspiré y asentí.
—No es tu culpa, Ellie. —Le dije. —Nada de esto es tu culpa. No elegiste ser parte de todo esto. Fuimos nosotros quienes decidimos llevarte hacia donde Marlene nos indicó. Son actos de nuestras decisiones.
Ellie miró tras de mí. Joel se paseaba con su rifle, de un lado a otro.
—No es que me importe pero, sé que Joel me culpa de lo que le pasó a Tess. Y si te pasa algo a ti, estoy perdida. —Se mordió el labio inferior, inquieta. Muy extraña vez la podía ver intranquila. Ese día, Ellie demostró tener miedo a lo que podría suceder en los días siguientes.
Toqué el hombro de la muchacha y le di un par de palmaditas para tranquilizarla.
—Trataré de que no me suceda nada. —Le dije. —De todas formas, Joel seguirá contigo. Lo sé, porque aunque parezca ser un fuego que queme con su mirada o voz, dentro de él, hay un ser humano que quiere ser comprendido.
Ellie arqueó una ceja, sin saber a qué me refería.
—El mundo nos cambios a todos, Ellie. Perdimos familiares, amigos, trabajos. Esto es todo lo que podemos hacer para sobrevivir. Y Así lo hace Joel. —Expliqué. Ellie asintió.
—¿Tú crees que cambie su carácter cuando le menciones que estas embarazada? —Inquirió. Enmudecí. Miré a la niña, quien me observaba curiosa. Volvió a jugar con su navaja, ahora sin mirarme. —Te vi vomitando el otro día. Te quejaste y maldijiste a los cuatro vientos que "No puede ser posible, si me estaba cuidando" —Dijo, imitando mi voz.
Mis ojos se humedecieron y mi cuerpo se tensó, ordenando a mi corazón bombear más sangre de lo normal. Pronto vi todo borroso y el mundo a mi alrededor giró en negro. Una especie de manta ennegrecida me cobijó y cegó por unos instantes. Me estaba ahogando, por lo que comencé a mover mis brazos para sacarme aquella nube negra de mi cuerpo. La desesperación me llevó a golpear y dar patadas a ciegas; la manta negra se fue desintegrando, soltando mi cuello para luego, proveerme de vista.
Joel me miraba atento, a su lado Ellie. Me incorporé y les miré aturdida, todo daba vueltas. Mi cabeza comenzó a doler, generando un malestar en mi estómago que me obligó a correr hacia el balcón, vomitando la nada misma. Comencé a llorar desconsolada.
—¿Cuando me lo ibas a decir? —Preguntó Joel, osco. Se situó a mi lado y me acusó con su mirada.
—No estaba en mis planes traerlo al mundo, Joel. —Escupí al suelo. —Había divisado una farmacia cerca.
Joel dio una patada al muro de concreto, maldiciendo. Ellie se alejó unos pasos, pero atenta a lo que sucedía.
—Por dios Joel, ¿tú crees que lo tenía planeado? —Recriminé. — ¡Era obvio que en algún momento esto iba a pasar!
—¡Pero yo preferiría que no! —Gruñó de vuelta. —¡Me basta con llevar a una mocosa que apenas conozco y que bien, ni si quiera sé si nos darán lo que nos prometieron! No estoy listo para cargar con un bebé que yo no planeé tener.
—¡Hey, idiota! —Le gritó Ellie. —¡No es mi culpa que tú y tu pandilla hayan elegido ayudarme!
Respiré profundo y traté de relajarme. Ellie seguía insultando a Joel mientras él, le respondía con sarcasmo.
—Esto, no lo elegí. —Dije. —Joel, antes de que todo esto comenzara, cuando vivíamos en ese departamento, ¿realmente nunca sentiste nada por mí? —Pregunté, comenzando a llorar. Joel no respondió. Comenzaba a quemar. —Eres fuego, ¿sabes? Todo lo que tocas, lo quemas. Sé que no es el momento para traer a un niño al mundo, pero bien sabes que esto, se hace de a dos. Y tú, estas involucrado.
Caminé hacia mis cosas. Tomé mi chaqueta, mi mochila y arma y me dispuse a caminar.
—¿Q-qué? ¿A dónde te vas? —Preguntó Ellie desesperada. —No me puedes dejar sola con este idiota. ¿Qué pasó con el intentar no dejarme sola, eh? ¿Me dejaras por la culpa de Joel?
—Ellie, estarás mejor con él. —Miré a Joel. Este me miró, estupefacto, sin expresión.
—No, no...—Reclamó Ellie. —Iré contigo. No te dejaré sola en este estado.
—No. —Dijo Joel finalmente. —Te quedas conmigo. Se lo prometí a Marlene. Te llevaré hacia donde ella me indicó, luego, cada uno seguirá su camino. —Mencionó tajante. Un par de lágrimas recorrieron mis mejillas.
Aun pese a la distancia que me separaba de Joel, podía sentir el fuego abrasador de sus palabras, quemando todo lo que en algún momento, sentí por él.
Cerré los ojos y caminé; caminé lejos haciendo caso omiso a lo que Ellie gritaba. Si la vida era compasiva, y el fuego del interior de Joel se disipaba, nos encontraríamos en Wyoming.
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