7
Navidad.
23 de diciembre de 2012
Matt
Abrí mis ojos y lo primero que miré fue a Carol dormida a mi lado, sus ojos estaban cerrados, su cabello algo desordenado y aún así lucia hermosa. La observé por unos minutos antes de que despertara y amaba como fruncía sus labios cuando estaba a punto de abrir sus ojos.
—Buenos días, linda— susurré cuando despertó dejándome ver sus hermosos ojos color miel.
Me miró con ternura y humedeció su labio inferior para después poner una sonrisa en sus labios.
—Hola, cariño—se acercó a mí y dejo un suave beso en mis labios.
Ella se acercó más a mí al mismo tiempo que yo la abracé por la cintura, nuestro beso se volvió más intenso y ella soltó una pequeña risa en mi boca.
—Es mejor que dejemos esto para la noche— susurró— debemos ir a ver a tus padres.
Mis padres no son importantes como los de Carol pero no les va mal, mi padre es abogado de una forma internacional y mi madre es cardióloga pero se podría decir que somos una familia un tanto extraña, bueno mis padres tienen una relación algo anormal; mi padre se la pasa viajando por motivos de trabajo y mi madre lleva trabajando años en un importante hospital de Chicago así que básicamente ellos suelen verse solo tres veces al año y es como si estuvieran divorciados pero siguen casados y supongo que se aman a su manera. Por otro lado estoy yo, que estudió y vivo en Nueva York y suelo verlos únicamente en mi cumpleaños y en Navidad.
Carol me acarició la mejilla y salio de la cama dejándome ver su cuerpo completamente desnudo para entrar al baño. La observé con atención y estaba completamente seguro que ella era la chica más hermosa que pude conocer. Al mismo tiempo también mire su tatuaje en la parte lateral de su costilla derecha que solo era visible cuando no usaba su sostén el tatuaje era una pequeña constelación con unos números que supongo eran una fecha. Mi chica noto que la miraba y me lanzó un beso mientras tomaba ropa del bolso que trajo con ella la noche anterior.
Después de un rato ambos estábamos listos, ella usaba un abrigo color café claro que le llegaba casi hasta los tobillos, debajo de este llevaba un conjunto de blusa y pantalón negro y unas zapatillas no muy altas, por mi parte yo usaba un simple pantalón negro, un suéter azul marino y un abrigo negro. Fuimos en mi auto hasta el hotel en el que se hospedaban mis padres y esperamos en el restaurante hasta que aparecieran.
—Hola, querida— saludo mi madre a Carol.
—Hola señora Forslund.
Mi madre rodeo la mesa y depositó un beso en mi mejilla causando que me sonrojara, volteé esperando encontrar a mi padre pero mi madre explico que algo se complicó y no había podido llegar. Esto ya no era ninguna sorpresa para mí. Durante el desayuno mi madre hablaba con Carol y a ella parecía agradarle lo cual me hacía feliz.
—Es un lindo anillo— comento mi madre mientras tomaba la mano de Carol.
Mi chica se puso algo pálida y su rostro se tenso pero mi madre no pudo notarlo.
—Gracias— se limitó a responder.
—¿Es un regalo tuyo?— me dirigió la mirada.
—No, madre.
Carol bebió apresuradamente de su café y se disculpó para ir al baño, supe que mi madre había sido demasiado intrusiva y que había causado que mi chica se sintiera incómoda.
Cuando Carol volvió nos retiramos de inmediato con el pretexto de que teníamos que ir a recoger unos regalos y mi madre se sintió aliviada de poder irse nuevamente a Chicago. Insisto somos una familia extraña, sé que mis padres me quieren a su manera y yo a ellos pero el pasar demasiado tiempo juntos llega a ser incómodo.
(...)
Por la noche asistimos a la cena de navidad en casa de los padres de Carol, sin duda era una reunión elegante. Sus padres eran todo lo contrario a los míos, ellos parecían ser un buen matrimonio y daban la impresión de haber sido sacados de la portada de una revista. La madre de mi chica era algo especial pero agradable en cambio su padre era un hombre al que era difícil agradarle y aún me intimidaba aunque ambos estaban felices de que fuera el novio de su hija.
Carol estaba parada junto a Jess, mi chica usaba un vestido negro que se ajustaba a su cuerpo, tenía un sensual escote que me provocaba y el largo de tal vestido era hasta arriba de su rodilla. La observé y pensé que esa chica era lo mejor que podría haberme pasado, las chicas notaron que las miraba y Jess agitó su mano a forma de saludo. Sonreí y caminé hacia ellas.
—¿Quieren una foto?— nos preguntó Jess mientras Carol tomaba mi brazo.
—Me encantaría— respondí.
La pelinegra que usaba un vestido rojo con un gran escote en la espalda, saco una foto de nosotros con su celular. Ambos observamos la foto mientras ella se dirigía a la puerta a recibir a su chico. Estuvimos los cuatro hablando un buen rato mientras los padres de Carol estaban en un salón hablando con algunos de sus invitados.
Observé a mí alrededor y note que cada vez había más personas pasando de un lado a otro, incluso el decano de la universidad estaba por ahí con su esposa. No pude evitar de pronto sentirme abrumado y trate de encontrar a mi chica quien había ido a buscar unas copas de champagne, caminé por la estancia y el salón contiguo pero ella no estaba por ningún lugar. Finalmente encontré a Jess con su novio en un sofá que se encontraba en el jardín, me sentí mal de interrumpir su charla pero aún así me acerqué.
—Jess— mi voz salió más grave de lo que esperaba— ¿Sabes dónde está Carol?
La pelinegra quien estaba abrazada a su chico paso la mirada de él a mí y frunció ligeramente el ceño. Su rostro daba la impresión de que estaba pensando en donde podría haberse metido su hermana.
—¿Ya viste arriba?— pregunto el chico a lado de Jess— Me pareció verla subir las escaleras hace un rato.
Jess volteo a verlo y plantó un ligero beso sobre sus labios.
—Hay lo tienes— ella sonrió— Segunda puerta a la derecha, es su habitación.
Caminé al interior de la enorme casa, subí las escaleras y me dirigí hacia donde me indico Jess. Al llegar a la puerta toque un par de veces pero nadie respondió al otro lado, estaba a punto de retirarme cuando el ruido de lo que parecía ser un cristal rompiéndose se escuchó al otro lado. No dude ni un segundo y entré. La habitación era realmente grande, la decoración era minimalista y había un enorme librero en una de las paredes, mi vista se movió rápidamente buscando a Carol y me encontré con una puerta abierta que parecía ser el baño. Entré en ella y por un segundo me quedé paralizado.
Mi chica se encontraba sobre sus rodillas en el suelo y había tirados pedazos de lo que había sido una copa, mi corazón se estremeció al verla. Ella tenía sus manos cruzadas sobre su pecho y lloraba descontrolada, su maquillaje estaba hecho un desastre y el delineador escurría sobre sus mejillas. Corrí hacia ella y la tomé entre mis brazos, su rostro se hundió en mi pecho y comencé a sentir la humedad de sus lágrimas. Acaricié su cabello con una de mis manos y con la otra la abracé más fuerte, su respiración estaba descontrolada y trate de calmarla.
Carol estaba completamente destrozada y vulnerable, su llanto estaba lleno de dolor y soltó un grito ahogado. En ese momento algo comenzó a doler dentro de mí al verla de esa forma. Cuando quieres a una persona su dolor se convierte en tu dolor de alguna forma, quieres que esa persona esté bien y si no lo está tu tampoco lo estás, te destroza el alma ver sufrir a la persona que quieres y quisieras poder curar todo ese dolor, incluso darías todo por ser tú quien lo reciba para evitar que esa persona sufra.
—Estoy aquí— susurré mientras acariciaba su cabeza.
Carol solo sollozaba y trataba de hablar pero continuaba fracasando en el intento.
—No digas nada... Tranquila.
Carol pasó sus manos alrededor de mi torso y me abrazo fuertemente, dejo de intentar decir algo y continúo llorando aunque cada vez menos. Nos quedamos ahí en el suelo un largo tiempo y cuando finalmente pareció que se había tranquilizado tomé sus manos y revisé que no estuviera herida por los pedazos de cristal en el suelo; ella sólo me miraba con sus hermosos ojos miel que ahora estaban rojos y llorosos, su mirada reflejaba una inmensa tristeza y dolor que calaba en los huesos de solo imaginarla, le sonreí tiernamente tratando de tranquilizarla y ella intento devolverme la sonrisa pero no lo logró. Deje un suave beso en sus manos y la ayude a ponerse de pie, ella se sentó sobre la tapa del retrete y revisé sus rodillas, en una de ellas había sangre y tome la toalla de manos para limpiarla. La curé con lo poco que tenía en un botiquín en uno de los cajones del mueble de baño, después limpie su rostro y dejé un beso en sus labios.
—Quiero que nos vayamos— su voz apenas se escuchaba.
Le sonreí y asentí.
Tomé un abrigo de su clóset y se lo puse, caminamos fuera de la habitación y bajamos las escaleras. Lleve a Carol hasta mi auto y volví para disculparnos con sus padres con la excusa de que un amigo estaba en el hospital. Conduje hasta mi casa que se encontraba en Manhattan, mi chica estaba en el asiento del copiloto mirando por la ventana y me dolía terriblemente verla así.
Al llegar a casa la llevé hasta mi habitación y la recosté, me coloque a su lado y la abracé; ella parecía estar ausente hasta que se giro y me besó, sin duda no era la clase de beso que esperaba en ese momento. Ella tomo el control y unimos nuestras almas y cuerpos en una pasión que solo nosotros conocíamos.
Esa noche Carol estaba completamente rota y yo intentaba tomar sus pedazos y volverlos a pegar pero no fui capaz de ver qué alguien en esa situación no puede ser reconstruido por alguien más.
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