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20 de abril de 2012
Carol
Estaba sentada en el sofá en la estancia en el departamento de Will mientras el hacía algunos ajustes a su próximo libro, me preguntaba cómo un persona era capaz de cambiar la vida de otra por completo. Repase en mi mente una y otra vez como darle noticia pero una parte de mí seguía aterrada y sabía que probablemente sería muy feliz pero creo que el miedo no era a su reacción sino a todo lo que vendría después.
-Will...- susurré.
-¿Sí, nena?
-Te amo- sonreí y él se levantó hacia mí.
Se sentó justo a mi lado en el sofá y tomó mi mano con dulzura, yo sonreí ante el gesto y sabía que era el momento para decirlo.
-Tengo algo para ti- él se levantó y caminó hasta un escritorio que había en la habitación, abrió un cajón y saco algo.- Iba a dártelo hasta tu cumpleaños pero ya no quiero esperar.
Mis ojos brillaron como los de una niña pequeña que baja por la mañana al árbol de navidad y descubre los regalos de Santa Claus. Mi corazón latía rápidamente ante la emoción por lo que Will tenía en sus manos. El volvió a mi lado y abrió una pequeña caja, dentro había un anillo trenzado con una pequeña piedra color verde en el.
-Lo mandé a hacer para ti- explicó él- el color verde de la piedra es igual a los pequeños destellos de verde en tus ojos, he pasado tanto tiempo observándolos con detalle que me aprendí el tono.
Mi rostro se iluminó con una gran sonrisa y a la vez una lágrima rodó por mis mejillas. Normalmente nos fijamos en el color de los ojos y decimos el que vemos a simple vista pero siempre hay otro color más allá de ese que todos logran ver con facilidad y este solo puedes llegar a notarlo cuando prestas toda tu atención a los ojos de alguien, es un detalle que nadie se molesta en encontrar y cuando alguien lo encuentra es porque ha pasado horas admirando tus ojos y descubriendo cada pequeño detalle en ellos.
-Es hermoso- admití mientras él lo ponía en mi dedo.
-Prometo siempre estar contigo, cuidar de ti y amarte incluso en otra vida, prometo dar mi vida por ti de ser necesario o morir a tu lado cuando seamos ancianos.- él beso mi mano y sentí que debía decirle.
-Amor... Yo...- trate de decir- Estoy embarazada, cariño.
Finalmente lo dije y miré como el rostro de Will se iluminó y sus ojos brillaron de la emoción al mismo tiempo que parecían cristalizarse. Él me abrazo con fuerza y podía sentir como ahora ambos llorabamos de alegría. Dentro de mí estaba creciendo un pequeño ser humano que era el resultado del gran amor que sentíamos el uno por el otro, me llena de felicidad y emoción pero al mismo tiempo me aterraba no ser lo suficientemente buena para él.
-Es... Es una noticia maravillosa- tomó mi rostro entre sus manos y dejo un suave beso en mis labios.
Ese día fui inmensamente feliz y no tenía idea de que en tan solo unos días toda esa felicidad se desvanesería como arena entra mis dedos convirtiéndose en dolor y agonía, no imaginé que pudiéramos separarnos en un futuro cercano ni lejano porque sabía que nuestro amor era lo suficientemente grande y fuerte para soportar todo pero había una cosa que jamás íbamos a poder soportar y eso era la muerte... No puedes ir en contra de eso y mucho menos puedes evitarla porque no eres capaz de ver qué se aproxima simplemente de un momento a otro puede llegar y no habrá nada que puedas hacer. Con ella todo tu mundo se desmorona frente a ti y quedas atrapada entre los escombros, duele terriblemente y en ese momento ya no deseas vivir lo único que deseas es que el dolor acabe y ruegas por morir pero la vida se ríe de ti y te deja vivir en mundo en el que ya no queda nada para ti, te deja viva para sentir una tristeza y dolor inmenso que nada puede quitar. Te preguntas porque todo ocurrió de esa forma pero no encuentras una respuesta porque realmente no la hay. Comienzas a esperar que con el paso del tiempo todo deje de doler pero eso no sucede, nunca deja de doler.
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