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Entro por última vez después de meses a lo que solíamos llamar nuestro hogar, observo el lugar casi vacío y me invade un sentimiento de melancolía al recordar todo lo que vivimos entre estás paredes; el dolor en mi pecho se vuelve más sofocante y comienzo a sentir un ardor en mis ojos que me avisa que el llanto se aproxima.
Camino al rededor de lo que solía ser la estancia y observo el lugar donde estaba tu sofá favorito, me acerco al gran ventanal y observo a través de el; la vista es realmente hermosa y comprendo porque te gustaba pasar horas aquí, el sol comienza a ponerse sobre los edificios de la ciudad y me recuerda a la primera vez que estuvimos en este lugar.
Vuelvo mi vista al departamento y entro a nuestra habitación, cerca de la pared se encuentran las últimas cajas de tus pertenencias. Me dirijo a ellas y busco en el interior, tomo tu iPod y al tratar de encenderlo me doy cuenta que no tiene batería así que lo guardo en la bolsa de mi pantalón. En otra de las cajas observo la mayoría de tu ropa que será donada y no puedo evitar tomar algo que me recuerde a ti.
Me abrazo con fuerza a tu chamarra favorita y puedo oler tu aroma, esa que me envolvía cada vez que te abrazaba; cierro los ojos y recuerdo cuando fuimos de compras el otoño pasado a esa tienda en la sexta avenida, observaste todo y tomaste esa chamarra color rosa que apesar de que odiabas ese color te aferraste a ella por alguna extraña razón que jamás logré comprender. Te recuerdo con ella mientras caminábamos por Central Park en navidad y la nieve caía sobre nosotros. Puedo sentir tu mano poniéndose sobre mi hombro e incluso juraría que siento tu respiración cerca de mi rostro, siento como el dolor en mí comienza a impedirme respirar y abro los ojos nuevamente; las lágrimas salen descontroladas de mis ojos y me abrazo aún más a esa última parte de ti que conserva tu esencia.
El llanto se vuelve incontrolable y comienzo a preguntarme nuevamente como carajo podré continuar sin ti, siento como si una gran parte de mí hubiera muerto contigo ese maldito día; la desesperación me invade y llevo mis manos a mi cabello, me deslizó por la pared hasta terminar en el suelo frío y un grito ahogado abandona mi boca.
Lo peor de sentir dolor es que cada vez que crees haberlo superado éste comienza de nuevo, más intenso y sofocante. El dolor que dejaste después de tu partida no se asemeja a una herida que con el tiempo va sanando y un día no será más que una cicatriz, es más comparado al de perder una extremidad o un ojo; que así pasen años jamás volverás a ser lo que fuiste porque te falta esa parte que te recuerda lo que ocurrió.
Constantemente intento volver a ser lo que fui mientras estabas a mí lado pero todo me recuerda a ti, incluso las hojas que caen de los árboles me recuerdan a ti porque sé que te gustaba recoger una y pegarla en ese viejo álbum de fotografías que tanto atesorabas. El vacío que dejaste en mí es tan grande que ni un meteorito podría llenarlo.
Sigo preguntándome si seguirías aquí de haber llegado cinco minutos antes, sé que todos dicen que era inevitable y que nadie podía hacer nada para evitarlo pero, ¿por qué siento que pude haber hecho más por ti?
De nuevo me encuentro tirado sobre mi dolor y me aferró a el apesar de lo mucho que me lástima porque es lo único que me hace sentir vivo ahora. Cierro los ojos nuevamente e intento sentirte cerca otra vez, pero el sonido de un mensaje entrante me hace volver a la realidad.
Saco el celular de mi pantalón y observo el mensaje en la pantalla.
Tom:
Llegué, Matt. Estoy esperándote en el estacionamiento.
Respiro profundo y torpemente respondo al mensaje de Tom, mi mejor amigo.
Matt:
Bien, ya bajo.
Guardo la chamarra dentro de mi última caja de pertenencias y observo por última vez nuestra habitación y el resto del departamento en el que planeabamos tener una larga vida juntos y ahora solo quedan los pedazos de nosotros, de lo que pudimos haber sido.
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