11
Llegamos a la casa cubiertos de barro y sangre, yo sobre todo. Enoch va delante, guiándonos en la oscuridad, y Taima va detrás conmigo. Le seguimos todo lo rápido posible, pero siento como empiezan a fallarme las fuerzas. Heróicamente, me niego a dejar que me derrote el agotamiento y sigo andando al mayor ritmo posible.
Llegamos rápidamente al bucle de Miss Peregrine, pero no lo encontramos bien. No está tan mal como al menos yo esperaba, pero los niños vienen corriendo hacia nosotros. Están todos en el jardín y parecen muy asustados. Bronwyn viene corriendo hacia mí, acompañada por Hugh, Emma y Jacob.
—Lo siento, Helena —me dice Emma—. El hueco no nos siguió, no sé dónde estará.
—No te preocupes, nosotros lo sabemos —le aseguro—. Gracias a tu don, le he convertido a ese insecto la cabeza en pulpa chamuscada. Su cadáver está en el museo, lo que era la antigua sacristía.
—¿Lo mataste? —pregunta Hugh. Está contento, pero no logra esbozar una sonrisa.
—Tenemos malas noticias, Helena —me dice Bronwyn, un tanto avergonzada—. Se han ido. Llegamos muy tarde y él se las llevó.
—Entró empuñando una arma —explica Hugh, con la mirada en el suelo—. Intentó coger a Claire como rehén, pero ella le mordió con la boca posterior, así que me agarró a mí en su lugar. Intenté pelear, pero me golpeó en la cabeza con la pistola. —Se toca la parte posterior de la oreja y muestra los dedos manchados de sangre—. Encerró a todo el mundo en el sótano y dijo que si la directora y Miss Avocet no se transformaban en pájaros me abriría un agujero extra en la cabeza. Así que lo hicieron y él las metió a ambas en una jaula.
—Bueno, no pasa nada —suspiro—. Tengo una gran cuenta pendiente con esa desgracia de apariencia humana. Y pienso dejar su cabeza tan chamuscada como la de su hueco domesticado. Así que recuperaremos a Miss Peregrine, niños, os lo prometo.
Estoy convencida de lo que digo. Lo único que no sé con seguridad es en qué estado encontraremos a Miss Peregrine. Lamentablemente, y como me ha explicado de camino, el don de Taima solamente funciona con las personas. No puede sanar animales, y me aterra lo que puedan hacerle a nuestra Directora esos wights.
—No sabemos adónde ha ido —dice Bronwyn—. Esperábamos que lo hubieseis visto.
—No, no lo hemos visto —afirmo—. Pero eso es bueno, porque descarta que haya vuelto al tiempo real. Tiene que estar aquí, en 1940.
La gente se arremolina a mi alrededor, los que están fuera comienzan a discutir. Unos dicen de no hacer nada, y otros de arriesgarse a intentar recuperar a su Ymbryne. Yo no le pongo atención. Me siento incapaz de hacerlo. Necesito un punto de apoyo, algo que me ancle de nuevo a la realidad, un poco de adrenalina, o un poco de medicamento. Hice mal en enfrentarme a ese condenado hueco.
—Helena —es la voz de mi hermano, y justo a tiempo—. Estás muy mezclada. Bueno, tus sentimientos lo están. Tranquila.
—Aunque no te lo creas —le digo—. Estoy increíblemente calmada. Ahora es hora de que ellos lo estén —señalo a los otros niños—. ¡Escuchad! —ordeno—. Os vais a callar todos, porque me estáis dando dolor de cabeza. Necesito que os calméis. Ya os he dicho que recuperaremos a Miss Peregrine. Y sí, sí que vamos a seguir a ese wight. Pero no quiero que hagáis nada disparatado. Al Pájaro no le gustaría. Miss Peregrine me hizo prometer que os protegería a todos vosotros, y le juré que daría mi vida por las vuestras. Además, yo también tengo un arma. Así que no, ninguno de vosotros va a salir de aquí, salvo quienes yo diga.
—¿Cómo? —pregunta Emma.
—Calla —le ordeno—. En ausencia de Miss Peregrine, soy la única con poderes de Ymbryne. Y también soy a líder. Espero de todos vosotros obediencia y sensatez. Así que escuchadme bien. Enoch —él se vuelve para mirarme, por una vez parece dispuesto a no contradecirme—. Quiero que entres en la casa y le pongas a Victor sus ojos. Luego reune todos los corazones que puedas, y saca el cadáver. Sin Miss Peregrine no podremos reiniciar el bucle. Hugh, tienes que despertar a las pequeñas. Millard y tú debéis ayudarles a hacer los equipajes, y también Emma. Si Horace está despierto, que se ponga a ello también. Emma y Jacob, id a buscar a Fiona.
—Eso no será necesario —dice Bronwyn, y señala un punto en la oscuridad.
Puedo ver a Fiona avanzando hacia nosotros.
—¡Millard le siguió! —explica la chica—. ¡Estaba escondido cuando el hombre nos encerró a todos en el sótano y, cuando se largó, Millard le siguió!
—Bendito sea ese chico invisible —susurro—. Muy bien, chicos. Todos a hacer vuestro equipaje, Enoch, ya sabes qué hacer. Yo voy a por ese wight.
—¿Vas a ir sola? —me pregunta Jacob.
—Jacob —le digo, con toda la paciencia de la que soy capaz—, acabo de fundir los sesos a un hueco. Y juré venganza, haré lo mismo con ese wight, te lo aseguró. Sí, voy a ir sola. Para empezar, porque no os puedo poner en peligro a ninguno de vosotros, niños peculiares. Soy la responsable ahora. Y para seguir, porque a diferencia de vosotros yo sí que tengo armas —les muestro mi pistola—. Todos a hacer el equipaje, los más mayores ayudad a las pequeñas.
Y sin más que decir, me doy la vuelta para ir en busca de ese wight. Siento una mano en mi hombro. Víctor no me contradice, pero me mira como esperando que le pida venir conmigo. Con los ojos llorosos, quito su mano de mi hombro y niego con la cabeza. Esto no es una despedida, volveré pronto. Estamos solos, salvo por Enoch, que se ha quedado quieto en su lugar.
—Esta es la primera vez que no quiero contradecirte, Helena —me dice—. Pero, por el amor de Dios, el Pájaro jamás permitiría que fueras sola. Responsable de nosotros o no, sigues siendo una niña peculiar, y además la más joven entre nosotros.
—¿Y qué pretendes que haga? No tengo intención alguna de exponeros a peligros innecesarios, Enoch.
—Voy contigo —dice él—. No te preocupes, no voy desarmado —me muestra una pistola de bolsillo.
—¿Eso es del arsenal de mi padre? —pregunto—. ¿Cuándo lo has cogido?
—Esta tarde —dice él, empezando a andar con paso resuelto—. También he guardado tu arsenal en lugar de algunos corazones, he pensado que sería más útil.
—Está bien —suspiro—. Pero te quedarás detrás de mí. Los wight son engañosos, y ese ya sabe mucho sobre nosotros. Si tan solo Jacob me hubiera hecho caso...
Pero no vale la pena lamentarse por eso ahora. Enoch y yo andamos rápidamente, casi corriendo, en dirección a la playa. Me invaden los nervios, pero al menos no siento a ningún hueco. Lo cuál, en realidad, es lógico, ya que en teoría no pueden entrar en los bucles. Eso no me disuade de estar alerta. Llevo la mano en la pistola, y miro de un lado a otro esperando encontrarme una pistola de bolsillo apuntando a dos pájaros.
Se escucha un ruido desde una de las rocas del faro. Concentro la vista, intentando ver a quien lo ha hecho. Y luego recuerdo que quien está aquí es Millard. Miro a Enoch, que asiente, y los dos damos la vuelta, en un intento por fundirnos con las sombras para llegar hasta allí arriba.
Subimos la escarpada piedra por un sendero sencillo. Estamos poco más abajo del pie del faro. Millard pone una mano en mi barbilla y la dirige hacia una luz. Viene de una pequeña embarcación. Y sobre ella, está ese wight, sea cual sea su auténtico nombre, con nuestras dos Ymbrynes en una jaula.
Aprieto los puños y la roca se rompe entre ellos. Mierda, había olvidado la peculiaridad de Bronwyn, siempre activa. Escondo la cabeza bajo la piedra, y Enoch me imita, cuando pequeñas piedrecitas caen y el wight mira en nuestra dirección. Seguramente pensando que se trata de Millard, dispara a bocajarro hacia aquí. Es una suerte que el invisible también se haya molestado en ocultar la cabeza bajo ese pedazo de piedra que está más alto que la zona en la que estamos.
Enoch me mira. La pregunta que está grabada en sus ojos es la misma que está grabada en mi mente. Su expresión, como siempre, es neutra, aunque no se le ha ido la determinación que le he visto cuando trataba de elevar a esos dos muertos. Llamo a la peculiaridad de Millard y Enoch contiene una exclamación tapándose la boca.
—Escuchad —murmuro—. Necesito que le distrigáis. Millard, especialmente. Quiero que le distraigas.
—Me disparará —responde él, molesto.
—Ya nos ha disparado tres veces, solo le quedan tres balas en el cargador —respondo.
—¿Y si tiene otro? —dice Enoch, ceñudo—. Millard no puede esquivar todas las balas de varios cargadores.
—Tenemos corazones, podemos volver a traerle a la vida —zanjo, y Enoch rueda los ojos—. No os lo pediría si no fuese importante.
—¿Qué piensas hacer? —pregunta Millard, que está un poco asustado ante la perspectiva de sus papel.
—Voy a bucear para llegar hasta él e intentar abrir un agujero en el fondo de la barca con la peculiaridad de Bronwyn —suspiro—. Es algo alocado, pero puede funcionar. Agarra esto.
Me quito el vestido y la ropa interior y lo dejo todo junto a Enoch. Sé que soy invisible, pero la verdad es que nunca he estado desnuda frente a un hombre, y ahora estoy desnuda frente a dos. No pueden verme, pero aún y todo enrojezco violentamente. Millard debe de estar cerca, en alguna parte, esperando para empezar a llamar la atención.
Meto los pies en el agua helada y me tiembla todo el cuerpo. Consigo adentrarme hasta la cintura, y allí tomo aire profundamente y me sumerjo bajo el agua. Nunca había abierto los ojos estando debajo del agua, me escuecen y la verdad es que no me gusta, así que no me atrevo a hacerlo. Pero hoy tengo la necesidad de llegar a esa barca y no equivocarme, así que los abro todo lo que soy capaz.
Empiezo a avanzar bajo el agua, con la esperanza de que mi presencia no sea detectada. Y sí que debo de pasar desapercibida, ya que una de las piedras que Millard debe de estar lanzando cae a apenas unos centímetros de mi costado. Sigo nadando. Mi arma ha quedado en tierra, pero no la necesito aquí, no puedo arriesgarme a mojarla. Supongo que Enoch estará apuntando hacia aquí, aunque, a no ser que tengamos mucha suerte, servirá de poco. La barca debe de estar a unos cuarenta metros.
Me maldigo a mí misma por tener que salir a respirar. Tomo aire profundo de nuevo y me sumerjo a toda prisa intentando no ser localizada. Millard sigue con su distracción, moviéndose de un lado a otro. No debe de haberle dado, al menos por el momento, ya que puedo verle, mientras estoy en la superficie, recargar la pistola.
Llego a la parte inferior de la barca. Me estoy quedando sin aire, así que concentro toda mi fuerza en el puño, en el golpe que voy a dar. Elevo el puño bajo el agua, pero ni siquiera el líquido contra el que tengo que luchar para atinar me detiene de partir el suelo de la barca. El wight dispara de nuevo a bocajarro y me acierta solo un tanto, la bala me roza el antebrazo y nada más.
Le doy otro puñetazo a la tabla, con el fin de que la barca se hunda más rápido, y luego me alejo del lugar. El wight dispara frenéticamente al suelo de la barca, pero de nada sirve, porque ya no estoy allí. Salgo del agua en tiempo record e invoco el poder de Emma, el fuego, para secarme rápidamente. Luego me pongo la ropa y vuelvo a mi estado natural, visible para todos.
—Dame eso —tomo mi pistola de manos de Enoch.
Apunto al wight, que está chapoteando en el agua, acercándose a nosotros. Maldito idiota. Cuando estoy a punto de disparar, interpone la jaula con las Ymbrynes entre nosotros. Mierda.
—Millard —llamo, y él, invisible, pone la mano en mi hombro—. Corre a la casa.
Unos instantes después, ya no se siente su presencia. El wight llega a la orilla, agotado, y sube en dirección al faro, siempre interponiendo la jaula entre mi pistola y él. Si no tuviera que cuidarme de no acertar a ninguna de las Ymbrines, le dispararía a la cabeza. Me doy un golpe en la mía al darme cuenta de que le puedo disparar en las piernas, pero es muy tarde, ha desaparecido en el faro.
—Vamos —le susurro a Enoch—. Le seguiremos, quédate siempre detrás de mí.
Él asiente y empezamos a subir la ladera empinada para llegar al faro. Mi vestido manchado de sangre revolotea alrededor de mis rodillas. Acelero el paso. Llegamos al faro y prendo una bola de fuego alrededor de mi mano. El wight no está en la parte de abajo. Se oye el sonido sordo de un disparo y retrocedo de un salto. Miro hacia arriba. Allí está el wight, que maldice mientras saca un, aparentemente, último cargador.
Me agarro a la barandilla de las escaleras y me inclino con todo mi peso. El segundo piso es inestable, solo está hecha una mitad y se podría derrumbar en cualquier momento. Él parece nervioso. Se acerca a la única ventana y grita:
—Tiraré a vuestras Ymbrynes al mar.
—Adelante —me encojo de hombros—. Mi hermano y yo siempre podemos volver a la actualidad, y sobre ellos, por favor, ¿no crees que ya están cansados de vivir detrás de las faldas maternales de esas mujeres?
—Tanto que ahora hasta llevamos armas —corrobora Enoch. Apunta hacia el wight.
—No me dispararías. Eres demasiado inseguro, por tener una peculiaridad tan diferente. Te da demasiado miedo que te vean como un monstruo, más de lo que ya te ven —se ríe, desde arriba, el que antes fue mi doctor.
—Palabras equivocadas —responde Enoch, se escucha el disparo y luego el grito del wight. Le ha atinado en la pierna.
Le hago un gesto para que me siga y empiezo a subir las escaleras. Enoch viene detrás de mí, después de recojer el cargador que se le ha caído a nuestro enemigo. Llegamos a la parte superior, inestable, y vemos al wight inclinado sobre la ventana. La jaula debe de estar fuera, porque nos sonríe en cuanto nos ve. Me acerco a él, sonriente yo también, después de entregarle la pistola a Enoch. El wight está derrumbado, tiene una pierna inutilizada porque Enoch le ha acertado en la rodilla.
—Hasta que volvemos a estar frente a frente —suspiro—. Eres de lo más escurridizo, ¿sabes? Es una suerte que ningún hombre pueda escapar de una mujer. Te voy a informar de cómo está el paraje para ti, y lamento decirte que no es nada bueno. El hueco que tenías domesticado con el que nos habías dejado está muerto. Le he clavado las manos en el cráneo hasta dejarlo reducido a una asquerosa pulpa chamuscada. Y tengo intención de hacer lo mismo contigo. Lo bueno es que no te puedes defender, y si lo intentas, Enoch te volará la cabeza.
—Lanzaré a las Ymbrynes —amenaza.
—No me importa —aseguro de nuevo.
—Tus mentiras no me engañan —responde él.
—¿Qué mentiras? —y coloco mis manos al rojo vivo sobre su cabeza.
Me recorre una sensación de poder que no había sentido nunca, ni siquiera al matar al hueco. La sensación de una vida humana que se escapa entre mis dedos, una vida que podría haber salvado pero que estoy arrebatando. Me recorre un escalofrío, la adrenalina que apenas me ha mantenido en pie hasta ahora llegando a una especie de punto culminante, un éxtasis.
Clavo con más fuerza mis uñas y manos en la cabeza del wight, echando la mía hacia atrás. Ha soltado a las Ymbrynes, pero por un momento me da igual. Cuando termino con el wight, su cabeza ha quedado reducida a lo mismo que la del hueco: vulva carbonizada y algo de ceniza.
Miro a Enoch, que aparta con un tanto de frenesí el cadáver de la ventana y saca la cabeza para mirar por donde van las Ymbrynes. Lo aparto y lo agarro por los hombros. Creo que está un tanto en estado de shock, porque se le forma una sonrisa y es incapaz de borrarla de su rostro.
—Estamos vivos. Estamos vivos, y él ha muerto —se maravilla, como si nunca lo hubiese creído posible.
—Sí —asiento—. Y ahora tienes que volver con los demás. Traélos a la playa con todo aquello que hayan cogido de sus pertenencias, vamos a tener que huir de la isla. El bucle tiene que estar cerrado desde hace hoas. Yo iré a por las Ymbrynes.
Es sorprendentemente fácil convencerlo de obedecer. Sale corriendo escaleras para abajo, y yo me preparo para enfrentar lo que sea necesario. Salto por la ventana, llamando al poder de Bronwyn, rezando para no hacerme pedazos contra el agua. Y caigo justo en la proa de un submarino, a unos cien metros de la jaula de las Ymbrynes.
Penúltimo capítulo. ¿Cómo va la cosa? A mí me parece que ésto ya se está poniendo intenso. Helena puede ser toda dulzura, pero también tiene su lado oscuro cuando alguien hace daño a los que ama. ¿Qué os ha parecido el capítulo?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro