Hugo.

-A ver tú, majo hazme el favor de venir aquí- gruñí molesto quitándome las gafas.

Si antes todo era silencio, ahora parecían ver a un muerto. Miré de reojo a Dean y él se veía horrorizado.

-Pensé que te habías ido- el chulo tuvo los cojones de contestarme.

-Esta noche hago las maletas- contesté con una sonrisa y todos jadearon, excepto Dean que comenzó a llorar- Me iré a celebrar por ahí tu funeral.

Vi a lo lejos como Lyndeen salía del instituto y en cuanto me vio, comenzó a mirarme como si tuviera cuatro ojos.
Le hice un gesto y se acercó a nosotros.

-He llamado a tu madre para pedir cita, y he conseguido una a las cuatro para partirte la cara- me acerqué a Dean y lo empujé suavemente para que caminara- Espero que no faltes.

No iba a hacer que Dean me odiara, así que le daría su merecido cuando estuviera solo, sin público delante.

-¡Sois unos farsantes!- gritó furioso- ¿Dónde está tu mate? ¿Y el suyo? Porque hoy me ha enseñado un chupetón que apuesto que se lo ha hecho el mismo a pellizcos.

-¿Qué mierda te importa mi vida privada? ¿Y la de Dean?- Mis huesos dolían y luchaba por no dejar salir a mi lobo.

-Pues que tú y toda tu familia sois unos farsantes, tú por fingir que tienes mate para quedarte en la manada, y Dean de por sí no necesita nada para considerarse lo que ya es- tuvo el descaro de sonreírme.

-¡Dimel...- agarré a Lyndeen antes de que hiciera algo.

-Déjalo, Lyndeen no tiene caso hacer un espectáculo ahora- Ahora yo le sonreí- Arreglaré esto con él cuando estemos a solas.

Miré a Dean y él se acercó corriendo.

-¿Has aprobado? ¿Si?- preguntó ilusionado.

-Después te cuento- le guiñé un ojo- Pero sí, he aprobado.

-¡Menos mal!- gritó feliz.

Quizás no podía gritar a los cuatro vientos que Dean es mío hasta que él mismo lo supiera, pero sí podía hacer algo mejor.

-¿Nos vamos?- tomé su mano y la besé.

Ni mi lobo ni yo nos resistimos más y ronroneé. El gran silencio se llenó de jadeos por parte de todos, incluso de Lyndeen.

Todos sabían que un lobo no podía ronronear si no era con su alma gemela, así que indirectamente acababa de decirle a todos los presentes que Dean es mío.

-¿Acabas de ronronear?- preguntó divertido olvidando que todos tenían puestas sus miradas en nosotros.

-¿Enserio?- pregunté inocentemente- No me he dado cuenta- solté su mano y me dirigí al chulo- Ahora sabes quien le hizo el chupetón, y también quien te va a partir la cara.

-¡Adiós, Estrella!- gritó entusiasmado.

Giré a ver quien era esa tal Estrella y me encontré con una chica de un año más grande que él, más o menos, y era mujer lobo.

Al instante me relajé; ella había sido la única que sonrió ante mi indirecta. Ella no estaba interesada en Dean y solo por eso ya me caía bien.

El camino sólo Dean y yo hablamos, sobre Caspar. Era incómodo ver como Lyndeen se contenía para no gritarme allí mismo.

A todo esto, ¿quién a estas alturas llama a su hijo Caspar?

-¿Y qué te ha pasado en el ojo?- preguntó curioso.

-Saqué un 4'99 y tuve que pegarle al profesor para el cinco- intentó contener la risa pero acabó riendo.

-¿Me dices la verdad?- preguntó aún riendo.

-Como lo oyes- revolví su cabello- Aunque esto sanará en nada.

El resto del camino fuimos en silencio, Lyndeen odiándome todavía.

-¿Mamá y papá no han llegado todavía?- negué- ¿Y quién ha ido a por Ada?

-Isaac- asintió sacándose el abrigo- ¿A dónde vas?

-A por mí móvil- contestó subiendo las escaleras.

-¡¿Pero a ti que coño se te pasa por la cabeza para no contarme nada?!- gritó Lyndeen.

-Lo siento, ¿vale?- respondí tranquilo- Había una razón, y es que... ¡Bueno vale tú ganas!

-Te perdono si haces algo por mi- sonrió maliciosa.

-¿El qué?- pregunté inseguro.

-Ya te lo diré- respondió risueña yendo a la cocina.

-¡Hugo! ¡Hugo!- Dean llegó con su teléfono en la mano- ¿Puede venir esta tarde Estrella a casa?

-Sí, claro- le sonreí tiernamente.

Íbamos a ir a la cocina cuando la puerta de la entrada se abrió tan bruscamente que se partió en dos.

Ambos miramos hacia allí y papá estaba mirándome fijamente. No sabía si estaba enfadado, muy enfadado, o super mega enfadado.

-Salgo de la manada unas horas y me es poner un pie en ella me entero de que has montado una escena en la escuela- Dean agarró mi mano, y se ocultó detrás de mí, asustado.

El creía que se refería a Caspar, pero yo sabía que se refería a Dean y a mí.

-¡Eres el puto amo!- chilló como un niño pequeño. De pronto estaba entre sus brazos sintiendo como no podía respirar.

-Me ahogas- me quejé y me estrujó- ¡Papá me ahogas!

-Estoy verdaderamente orgulloso de ti- me bajó y besó la frente de Dean- ¡Ahora vengo!

Y salió a correr escaleras arriba.

-¿Alguien me puede explicar que le pasa al loco de vuestro padre?- preguntó mamá- ¡Por dios la puerta!

-¿Está orgulloso de ti porque amenazas de muerte a un chico?- preguntó Dean sin entender- Pues si mamá, se ha vuelto loco.

-¡Sheran! ¡¿Qué demonios te ha hecho la puerta?!- chilló yendo por el mismo camino en el que desapareció mi padre.

Horas más tarde Estrella llegó a casa, y ambos se fueron a su habitación.

¿Me preocupaba? Extrañamente no.

Tirado en el sofá pasaba los canales de la televisión sin nada bueno que ver. Papá me había prohibido ir a partirle la cara al desgraciado de Caspar, porque según él ya se había ocupado del asunto.

-¿Qué ves?- preguntó Dean curiosamente.

-Pues es una película, pero no tengo ni idea de que va- contesté sinceramente a lo que él rió- ¿Ya se ha ido tu amiga?

-Sí, ¿Puedo tumbarme contigo?- preguntó tímidamente.

-Sí te sientes más cómodo puedes tumbarte encima de mí- se sonrojó y tímidamente se tumbó a mi lado, abrazándolo al instante.

-Oye, Hugo- aparté la mirada de la televisión para concentarla en él- ¿Puedes darme un besito?