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Capítulo 22

Las luces centelleantes dan el toque a la música que suena a todo volumen. Varios jóvenes bailan al ritmo de la canción, pegando sus cuerpos y mirándose con lujuria. Katherine observa la fiesta desde la barra, donde el camarero le entrega una bebida de color morado. Se la lleva a los labios, saboreando el sabor a moras y alcohol, y limpia el borde del vaso que ha quedado pintado por el color rojizo de sus labios.

—Odio estos lugares, son tan ruidosos —exclama al terminarse la bebida —. Lo único bueno son los cócteles.

—Te apoyo, pero Cyrus nos ha pedido reunirnos aquí —le contesta Clarisa, sentándose a su lado. Katherine gira la silla para escuchar mejor a Clarisa.

—Aun no entiendo por qué mi hermano confía en este tipo.

—Cuando te fuiste, James comenzó a relacionarse con otros clanes, quería conocerlos y saber a fondo si podía confiar en ellos. Cyrus fue el que más le intereso; es inteligente y tiene labia para negociar. Eso le ha ayudado a crecer en varios negocios, y es por eso que tu hermano lo admira.

—¿Tú crees que este de nuestro lado?

—Tu hermano habló con él. Está convencido de que Cyrus nos apoyará si negociamos bien.

Katherine pide otra copa para calmar sus nervios y seguir buscando las palabras adecuadas para hablar con Cyrus. Observa cómo algunas chicas beben con desesperación al otro lado de la barra, gritan de emoción cuando otro grupo de chicos se les acerca para invitarlas a bailar. Luego, mira a un hombre algo mayor, pero lo bastante atractivo para robar la mirada de algunas mujeres. La ignora completamente cuando pasa a su lado, solo para detenerse frente a Clarisa. Por el sonido de la música, no logra escuchar lo que platican. Unos minutos después, el hombre se retira no sin antes besar la mano de Clarisa. Katherine deja su copa y arrastra su silla a un lado de Clarisa.

—¿Qué te ha dicho?

—Me ha invitado a bailar y a los cuartos privados.

—Que directo.

—Así funciona este lugar. El baile solo es una tapadera para lo que en verdad se esconde en estas paredes. Aun así, me sentí halagada.

Katherine sonríe. Es muy obvio que Clarisa llamaría la atención, con el vestido negro que deja ver sus largas piernas, además de un escote en forma de V que se detiene al final de sus pechos. Su cabello lo ha dejado suelto y tiene un brillo espectacular. El poco maquillaje que lleva solo cubre las ojeras, aun así, se ve hermosa.

Katherine termina su trago cuando un hombre de traje negro se acerca a ellas. Su mirada es seria y un auricular cuelga de su oreja.

—Señora Ptricof, mi jefe la recibirá.

—Vamos, Katherine.

—Solo la recibirá a usted. La joven tendrá que esperar aquí.

Clarisa hace una mueca, pero no se queja. Sabe que debe obedecer para conseguir a Cyrus. Le da una última mirada a Katherine antes de atravesar la cortina.

Katherine vuelve a sentarse en la silla, saca su celular para mandar mensajes a su hermano y a Alice. Para su mala suerte, es interrumpida por un joven que se sienta a su lado. El olor a perfume es abrumador.

—Qué tal, preciosa. ¿Te apetece bailar?

—No estoy interesada —su voz es cortante con un tono de molestia, algo que el chico no capta.

—¿Esperas a alguien?

—No es de tu incumbencia.

—Anímate, preciosa. El espectáculo está a punto de comenzar —el chico se acerca aún más, y el olor a alcohol es notorio en su aliento —. Apuesto a que te mueves muy bien —la mano del chico se desliza por la pierna de Katherine, rozando su muslo.

—Si no quieres perder tu mano, más te vale soltarme.

—Sé que te gusta.

Katherine toma la mano del pervertido y se la dobla lo suficiente para causarle dolor. Se levanta para cambiarse de lugar y no causar un alboroto.

—Maldita puta —el chico la toma del brazo con fuerza. Cuando la paciencia de Katherine comienza a agotarse, una figura toma el brazo del chico y lo aparta con brusquedad.

—Ella no está interesada. Piérdete.

Katherine reconoce la voz de la persona que la ha defendido. Mira al pervertido alejarse maldiciendo y empujando a los de la pista de baile.

—¿Gerald? —el hombre de traje voltea a verla con un rostro serio —. ¿Qué haces aquí?

—La Señora Ptricof y el joven James me han pedido vigilarla a una distancia prudente, pero cuando he visto que la han molestado, he tenido que intervenir.

—Yo podría haberme encargado.

—Se que podría hacerlo, pero hay que mantener las apariencias y no hacer escándalos en el establecimiento de un aliado.

Katherine ya no contesta. Se siente molesta por tener niñera, pero es mejor que tener que dar explicaciones por haber causado un alboroto.

—Lo entiendo. Vamos, te invito un trago.

—No es recomendable que beba cuando estoy trabajando.

—Soy tu jefa. Tómalo como una orden.

—De acuerdo.

Katherine sonríe cuando se acerca a la barra. Mira a Gerald acercarse y cómo algunas mujeres le sonríen al pasar a su lado. No puede culparlas. Gerald es atractivo, su cuerpo bajo ese traje está bastante trabajado, con unos ojos grises que te cautivan con solo una mirada. Si tan solo no fuera tan serio, podría ser del gusto de Katherine. Gerald se retira el saco y lo cuelga en la parte trasera de su asiento.

—Dos Cosmopolitan —el camarero asiente y comienza a prepararlos.

—No debería tomar antes de una reunión.

­—He tomado desde los diecisiete y jamás tuve problemas en las misiones. Mi hermano me regañaba cuando me encontraba en los bares de los callejones. Decía que era peligroso para alguien de mi edad.

—Supongo que usted nunca lo escucho.

—No. Seguí yendo por tres años más —las bebidas son entregadas frente a ellos, y Katherine es la primera en llevarse el vaso de cristal a los labios —. Siempre he sido algo terca.

—No es terquedad. Para mí, eso es ser obstinada. Y ya que pertenece a una de las familias más poderosas, debe ser así para obtener lo que desea.

Katherine siente sus mejillas enrojecer por las palabras de Gerald. El tener un poco de apoyo le da los ánimos que necesitaba.

—Es una forma más linda de decir que soy terca, pero te lo agradezco, Gerald —Katherine no puede evitar sonreír, y Gerald queda impresionado por la belleza de esa sonrisa. Algo en él se estremece, y una idea cruza por su cabeza, pero es interrumpido cuando un camarero choca con él y derrama unas bebidas en su pantalón.

—Perdón —repite varias veces el joven —. Alguien me ha empujado.

—No te preocupes —Gerald se limpia con el trapo que le han entregado.

—Eso dejara mancha.

Katherine termina su bebida y espera continuar con la conversación un buen rato, hasta que mira a uno de los hombres de Cyrus acercarse.

—Señorita Ptricof —ambos voltean cuando el hombre aparece para interrumpirlos —. Mi jefe la recibirá. Por favor, acompáñeme.

—Debo irme, Gerald —Katherine se levanta.

—La estaré esperando aquí, señorita.

—Deja de llamarme así. Ya compartimos una copa. Puedes decirme por mi nombre.

Geraldno contesta, pero Katherine puede notar una sonrisa en ese rostro que siemprepermanece serio. Se despide y sigue al hombre a la otra habitación. 

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