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Capítulo 18

El pitido de las maquinas se escucha en la habitación, Alice toma un sorbo del café amargo que le habían ofrecido cuando estaba en el tercer piso, donde intento apoyar a los médicos. Se entero de que vivían en el edificio. Se puso de pie al escuchar el quejido de su amiga, se acercó para revisarla y vio cómo Katherine comenzaba a abrir los ojos.

—Katherine.

—¿Alice? —la voz de Katherine suena ronca por la falta de agua, eso no impide que siga hablando —¿Qué ha pasado?

—Te encontraron en uno de los edificios. Sangrabas demasiado y te desmayaste. Clarisa me dijo que sufriste varios cortes en el cuerpo, incluyendo tres costillas rotas. Debes permanecer en cama para una recuperación completa.

—Solo necesito medicamento y podré estar de nuevo de pie —dicho eso, Katherine comenzó a quitarse los cables que la unían a la máquina que marcaba sus signos vitales.

—Katherine, debes permanecer en cama.

—No hay tiempo para eso. Los jefes de los clanes deben estar dudando sobre nosotros en este momento. Debo ir y poner orden.

—Clarisa se está encargando en este momento de eso —exclamó Alice al detener a Katherine cuando intenta bajar de la cama —por favor, vuelve a la cama.

—¡Suéltame!

Alice se apartó al ver la mirada de Katherine. Fue la primera vez que sintió miedo de su amiga. Katherine perdió el equilibrio, haciendo que cayera de rodillas. El dolor de su cuerpo era horrible, lo que impidió que volviera a ponerse de pie.

—Katherine.

—¡Tu no lo entiendes! —dijo Katherine con desesperación —este ataque ha dejado a mi familia vulnerable y, si no logro poner orden, acabaremos muertos.

—No será así —Alice se acercó a Katherine para ayudarla a ponerse de pie y la miró con una sonrisa —debemos ponerte presentable antes de ver a esos idiotas. Te ayudare.

Katherine no supo que decir, pero agradeció en silencio el apoyo de Alice y se dejó guiar por ella.

──⇌••⇋──

Clarisa miraba a los jefes de los clanes discutir entre sí, maldiciendo y culpándola por lo ocurrido el día anterior.

—Si la familia Ptricof ya no puede protegernos, debemos considerar una sustitución —exclamó uno de los hombres que acompañaba al jefe de la mafia inglesa.

—Una sustitución no puede ser posible en estos momentos; quedaríamos indefensos —refuto el jefe italiano.

—Prefiero defender a mi propia gente que seguir dándole a mis hombres a una familia que causó la muerte de mi esposa.

Las quejas siguieron y siguieron. Clarisa ya estaba harta. Se levantó y golpeo con ambas manos la mesa de cristal para hacerlos callar.

—Mis señores, sé que los acontecimientos de la fiesta afectaron a todos, pero les recuerdo que el verdadero enemigo es el que nos atacó. Debemos aliarnos para ponerle fin a ese maldito.

—¡Ese ataque no fue hacia nosotros, el objetivo era la familia Ptricof! —aquel hombre regordete ingles volvió a hablar —ese desconocido ha demostrado tener más poder que Alexander, ¿porque volverlo nuestro enemigo si podemos volverlo nuestro aliado?

Varias personas estuvieron de acuerdo con el hombre. Clarisa sintió que comenzaba a perder el control de sus aliados.

—Mi esposo ha dado todo por esta ciudad. ¿Cómo pueden darle la espalda?

—Su esposo ha demostrado ser débil al igual que su sangre —el hombre se puso de pie, mostrando insolencia —sus hijos ni siquiera se han presentado a esta reunión, solo una mujer que cree tener el poder.

—Cuide sus palabras; aun sigo siendo la esposa de Alexander.

—No, usted es solo la zorra que usa para olvidar a su esposa muerta.

Clarisa desenfundo su arma y apunto directamente al hombre. Sus guardaespaldas hicieron lo mismo, pero antes de que pudiera disparar, la puerta de la oficina se abrió. Todos los presentes se levantaron al ver una figura femenina entrar al lugar. El temple serio y peligroso que emanaba al caminar hizo que todos reconocieran a la primogénita de Alexander.

Katherine fulmino con la mirada al hombre regordete que se atrevió a insultar a su madre. Este le regreso la mirada, pero no dijo nada y regreso a su sitio.

—Disculpen la demora, tuve un pequeño percance —exclamó Katherine. Se quedó de pie mirando a todos los presentes y prosigue —sé que todos están preocupados por los acontecimientos de la cena anual, pero he de decirles que nuestra gente ya se está encargando de encontrar al responsable.

—Señorita Katherine, nos preocupa que este enemigo se atreva a atacar a las familias aliadas. Es por eso que muchos en esta sala desean desligarse de ustedes, para evitar más perdidas.

—Lo entiendo, pero eso también les afectaría.

—¿A qué se refiere? —le preguntó molesto el hombre regordete —¿Cree que no podemos cuidarnos?

—Se que son capaces de proteger a su clan, pero a este enemigo no le importa aliarse con ustedes. Desea someterlos y que lo obedezcan como perros.

Las palabras de Katherine fueron rudas, pero ciertas y varios aliados comienzan a dudar de su decisión de abandonar a los Ptricof.

—Si nos dividimos, seremos un blanco fácil. Yo les propongo continuar de nuestro lado y juntos atrapar al causante de este ataque. Espero de verdad que consideren mi petición.

Los hombres comienzan a hablar entre sí, El jefe italiano fue el primero en ponerse de pie, seguido por el resto.

—Señorita Katherine, le daremos nuestras respuestas en estos días —dijo, tomando su saco y dirigiéndose a la salida. Todos pasaron junto a Katherine; algunos le sonrieron y otros evitaron su mirada. El último en salir fue el hombre regordete, quien hizo una mueca antes de abandonar el lugar.

Clarisa se acercó a su hija, la tomó en sus brazos antes de que las piernas de Katherine cedieran, cayendo ambas en el frío suelo.

—No debiste levantarte; aun estás débil.

—Debía venir a apoyarte; es mi responsabilidad.

—Eres igual de terca que tu padre.

—¿El aún vive? —esa pregunta rondó por la cabeza de Katherine todo el tiempo, y una parte de ella temía por la respuesta.

—Sí.

Katherine sonrió mientras cerraba los ojos y se recargaba sobre el pecho de Clarisa, escuchando los latidos que la relajaron, además de los sedantes que tuvo que tomar para reprimir el dolor de sus heridas. Dejó que su cuerpo cediera ante el cansancio y, al final, se quedó dormida.  

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