Capítulo 13
Ver a James conectado a la máquina de oxígeno era horrible de presenciar, pero Katherine prefería verlo, así que, en un ataúd, acaricio los cabellos dorados de su hermano y noto que estaba más largo, su rostro estaba marcado de pequeñas cicatrices en el mentón, otra más larga en la frente que permanecería para siempre en él. Katherine se sentó en la silla que estaba del lado derecho de la cama, la mano de su hermano estaba tibia al tacto, la sujetó con fuerza para terminar recargándose en ella, varias emociones la recorrían, felicidad, tristeza, enojo y otras que no lograba describir.
—Hermano, ¿qué es lo que debo hacer?
Las palabras quedaron al aire, ya que no era posible una respuesta en ese pequeño cuarto donde solo se escuchaban los pitidos de las máquinas, Katherine cerros los ojos y se dejó llevar por la fatiga que la inundo al poder ver a su hermano aun con vida.
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El ruido de los tacones en la madera era molesto y poco práctico si querías acercarte sigilosamente a alguien, pero Clarisa sabía que tenía que usarlos cuando los jefes de las mafias aliadas venían al edificio, algunos pasaban a visitarla personalmente para desearle una buena recuperación junto con un pequeño regalo.
Ser esposa del líder era estresante algunas veces y molesto cuando lidiabas con sus aliados que llegaban a hacer comentarios poco discretos que hacían enojar varias veces a Alexander, ella los toleraba, en su juventud llegó a oír peores insultos.
Clarisa se encontraba despidiéndose del líder de la mafia japonesa que le regaló unos puros de la mejor calidad para ella y su esposo.
—Ese anciano preferiría tenerte a ti como regalo.
Clarisa reconoció de inmediato la voz, una mueca se formó en su rostro al oír los pasos de Cyrus Hall, uno de los líderes de la mafia americana, era alguien que no se guardaba sus comentarios y le divertía ver las reacciones de las personas por sus palabras, era un gran estratega que su hijo James respetaba a tal grado de acudir con el primero si tenía un problema.
Cyrus se posó frente a ella fumando un cigarrillo, su aspecto era atractivo, rubio claro, de piel blanca y ojos almendrados color azul, tenía una cicatriz que pasaba por su nariz, que, según él, lo hacía ver más peligroso.
—Cyrus, esa no es la forma correcta de hablarle a la esposa de un Ptricof —exclamo Clarisa en su intento de sonar cortes.
—Mi querida Clarisa, no deseaba ofenderte, solo quería que fueras consciente de lo atractiva que eres y lo que provocas en cada uno de tus invitados —Cyrus paso su mano por el cabello despeinado de Clarisa y tomó un mechón —Alexander tiene tanta suerte de tenerte.
—Le pido que no me toque, mi esposo lo tomaría como una ofensa.
—Entiendo —Cyrus aparto su mano y dio la vuelta para irse, no sin antes despedirse—fue un gusto hablar contigo Clarisa, nos veremos en la cena anual.
Clarisa lo vio desaparecer al final del pasillo —Ese hombre es molesto, no entiendo por qué James pasa tanto tiempo con él.
—Porque es uno de nuestros mejores aliados y estrategas —Alexander apareció a su lado al escucharla —así que hay que seguir tolerándolo.
—Si a mi hijo le sucede algo por su culpa, no dudaré en cortarle la garganta.
Alexander mostró una pequeña sonrisa ante el comentario, le gustaba el carácter de su esposa y lo sobré protectora que era con sus hijos.
—Aunque dijo algo que si era verdad.
—¿Qué?
—La suerte que tengo de tenerte.
Clarisa se sonrojó ante las palabras, sabía que Alexander la quería, pero oírlo decir, esas cursilerías no iban con él y decidió cambiar el tema.
—¿Has hablado con Katherine?
—Terminó en una discusión, espero que puedas encargarte de que asista a la cena anual
—Tranquilo, yo me encargo.
Alexander la miró de pies a cabeza y detuvo su mirada en las vendas que envolvían el brazo derecho de Clarisa.
—Mis hombres estarán custodiando cada habitación, no queremos otro incidente —Alexander dio terminada la plática, alejándose de Clarisa, pero susurrando unas palabras que fueron como una súplica —No quiero volver a perder a mi esposa.
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Katherine despertó cuando sintió un calor abrumador, fue abriendo los ojos para darse cuenta de que estaba recostada en un sofá bastante amplio para que ella cupiera, se estiró y bostezo, el sonido de las máquinas la hicieron mirar a su hermano que aún permanecía dormido, la puerta de la habitación se abrió dejando a la vista a Clarisa que entró con dos tazas de porcelana, el olor a café con leche llego a la nariz de Katherine, fue cuando recordó que no había comido en bastante tiempo y su estómago exigía alimento.
—Buenos días, dormilona.
—¿Días? —Katherine miró el reloj que colgaba en la pared y se sorprendió, la manecilla marcaba las ocho de la mañana.
—Te encontré aquí después de hablar con tu padre, no quise despertarte ni tampoco alejarte de James, entonces pedí que trajeran el sofá de la biblioteca para que pudieras dormir aquí.
Clarisa le acerco la taza de café y Katherine no perdió el tiempo, el sabor era exquisito y le ayudo a desaparecer el ruido de su estómago.
—¿Por qué no me dijiste que mi padre quería hacer la cena anual? —preguntó Katherine al apartar la taza de su boca.
—Sentí que no era el momento adecuado, perdón.
—No es tu culpa, debí saber que mi regreso no sería desperdiciado.
—Tu padre tiene sus razones para hacer esta cena, tal vez tú creas que no son las correctas, pero créeme que son para proteger a la familia.
Clarisa puso su brazo en la espalda de Katherine para acercarla y abrazarla.
—Está bien, iré, no tienes que rogarme.
—Gracias —Clarisa tomó ambas tazas y se levantó del sofá —debes darte un baño y luego búscame para ayudarte a elegir un vestido para la cena.
—Clarisa, tengo una última petición.
—¿Cuál?
—Ayúdame a entrenar, ha pasado tiempo y quiero tener todos mis sentidos alerta esta noche, por si llega a ocurrir algo.
—De acuerdo, date un baño y te veré en la sala de tiro.
Katherine se acercó a su hermano para despedirse, prometiendo volver después de la fiesta y pidiéndole que intentara despertar para que pudiera apoyarla en los siguientes días que permanecería en la ciudad.
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