El ruido insistente de la alarma rompió el silencio. Katherine rodó en la cama hasta alcanzar su celular, que había terminado al borde. Presionó la pantalla para apagarla y miró con desgana las notificaciones que comenzaban a llegar, junto con los mensajes de Alice recordándole que debía prepararse para la universidad.

Katherine soltó un bostezo y se levantó, dirigiéndose al baño para sacudirse las pesadillas que creía haber dejado atrás hace tiempo. La ducha la ayudó a despejarse, y en pocos minutos ya está vestida, lista para revisar las cámaras de seguridad mientras tomaba el último sorbo de café negro, cuyo sabor amargo se quedaba en su paladar. Las cámaras estaban dispersas en las casas que rodeaban la suya. Clarisa, su cuidadora y madrastra, se había encargado de ocultarlas bien para evitar problemas. Katherine no se sentía cómoda haciéndolo, pero esa era una de las condiciones de Clarisa para dejarla vivir sola. No quería que su hija fuera sorprendida por algún peligro.

Katherine amplió uno de los cuadros que mostraba a la familia Grettell: conformada por dos niñas pequeñas, un padre que trabajaba de supervisor en el centro comercial y una madre artista dedicaba a sus obras. Aunque no descuida a sus hijas, las cuidaba y apoyaba en sus tareas diarias. Katherine había hablado pocas veces con ellos; solo la saludaban cuando salía de su casa y le regalaron galletas cuando recién se mudó. Era una familia normal, nada fuera de común. Aun así, Katherine sentía algo de envidia al verlos cenar juntos y divertirse cada noche

La vibración de su celular la sacó de sus pensamientos. Su alarma sonaba para indicarle que era hora de ir a la universidad. Se giró en la silla y puso su mano sobre la pared, que escaneó sus huellas dactilares, se extendiendo una barra metálica con varias armas pequeñas y dos grandes, junto con algunas navajas de mariposa y granadas. Katherine tomó una navaja y la guardó en el bolsillo oculto de su mochila. Esta es otra de las condiciones para seguir con esta vida. De nuevo, sonó su teléfono, esta vez era Alice, que ya la esperaba en la puerta de su casa. Acomodó su cabello, resaltando sus rizos, tomó sus pertenencias y corrió hacia su amiga para evitar llegar tarde a la universidad.

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La Universidad Fénix, una de las instituciones más respetadas de Moscú, era un desafío para ingresar. Solo aquellos con un examen de admisión perfecto o recomendaciones de maestros reconocidos podían entrar. Sus exigencias eran altas porque contaba con un sistema académico impresionante, y muchos de sus graduados habían hecho grandes cambios en el mundo.
El campus tenía diversos edificios según la carrera, una cancha amplia, una alberca tipo olímpica, dos gimnasios y un auditorio donde Katherine observaba la llegada de los nuevos alumnos. Estaba sentada en el escenario, en sillas plegables bastante cómodas, con Alice a su derecha y dos alumnos que no dejaban de alabarla.

—Qué chicos tan divertidos —mencionó Alice dirigiéndose a Katherine —. Deberías unirte a la conversación, es nuestro primer día, debemos hacer amistades que nos ayuden a futuro. Esos chicos son hermanos e hijos de un abogado reconocido.

—No me interesa socializar con personas así. Prefiero amistades más honestas, como tú y yo.

—Te agradezco que me consideres tu mejor amiga, pero en este tipo de mundo debes de tener alianzas que te beneficien.

—Tranquila, tengo alianzas bastante poderosas —contestó Katherine. Alice no dijo más porque el rector se presentó frente a ellos para felicitarlos por sus puntajes en el examen de admisión y comenzó con la ceremonia de apertura.

Katherine seguía observando a cada uno de los alumnos. Algunos hablaban en susurros, otros sacaban sus celulares para distraerse y solo pocos prestaban atención al rector, que contaba la historia de la universidad. Cuando al fin terminó, le dio la palabra a Alice, a quien le tocaba dar su discurso de apoyo al alumnado. Alice se levantó sin hacer ruido, y Katherine vio como varios chicos quedaban boquiabiertos con su presencia, lo cual era de esperar. Alice era atractiva, con un cuerpo de curvas perfectas, piel blanca que resaltaba sus hermosos ojos marrones y largas pestañas que le daban su toque coqueto. Era alguien que podía destacar en cualquier lugar y su personalidad le ayudaba mucho a socializar. Fue lo primero que Katherine notó de ella al conocerla.

Alice comenzó hablando de sus propias experiencias al escoger una escuela digna de su inteligencia, de cómo quería convertirse en el orgullo de su familia y heredar el negocio de su padre. Por último, alentó a los alumnos que aún dudaban de su elección y los invitó a conocerse entre todos para formar el mejor año. Todos aplaudieron y ella agradeció antes de volver a su sitio.

—Gracias, señorita Zaytseva. Con esto concluimos la ceremonia de apertura. Podrán pasar a recoger sus horarios con sus prefectos. Que tengan buen día.

El rector se retiró, al igual que los alumnos que comenzaban a salir del auditorio. Alice sujetó a Katherine del brazo para ir juntas.

—¿Qué te pareció mi discurso?

—No estuvo mal. Diste a conocer tus intenciones y tal vez consigas novio antes de terminar la semana —contestó Katherine, burlándose de lo último.

—Eso no me interesa. Sabes que solo saldré con alguien que me beneficie. No quiero perdedores en mi vida.

—De acuerdo.

Ambas siguieron platicando. Solo un toque en el brazo de Alice las hizo voltear para ver a un joven de sonrisa coqueta, cabello rubio y hombros anchos. Este las saludó junto con otro chico moreno.

—¿Qué se les ofrece? —preguntó Katherine, ya imaginándose sus intenciones.

—Las vimos antes de iniciar la ceremonia. Debió ser agotador aguantar al rector, ¿no les gustaría despejarse un rato?

—¿Qué tienes en mente? —esta vez fue Alice la que contestó, poniendo sus brazos detrás de la espalda y jugueteando al acercarse al chico.

—Algunos chicos irán a una fiesta de fraternidad. Todos son bienvenidos, ¿les gustaría ir?

—Suena tentador. Hablaré con mi amiga y los veremos ahí.

—Aquí está la dirección —el joven le pasó una tarjeta con la dirección y su número telefónico. Alice se despidió agitando la mano y volvió a tomar a Katherine del brazo para seguir su recorrido.

—No estoy interesada en ir, Alice.

—Vamos, Katherine. A partir de mañana comienzan las clases oficiales y estaremos demasiado ocupadas para las fiestas.

—Es por eso que no quiero ir. Además, no fuiste tú quien dijo que no quería distraerse para terminar más rápido la universidad y quedarse con el negocio de tu padre.

—No niego lo que dije, pero quiero divertirme una última vez.

—Mi respuesta sigue siendo no.

—Amiga, la pasaremos bien y puede ser que encuentres un chico interesante. Por favor.

Alice la miró con súplica y la jaló del brazo con insistencia. Katherine sabía que su amiga no se detendría y terminó por aceptar cuando llegaron a los jardines de la entrada. Alice la abrazó con demasiado entusiasmo y volvió a tomarla del brazo para correr al auto, ya que tenían poco tiempo para ir de compras.