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『 El Fruto Prohibido 』

<<Él te tentó de la misma manera en que la Serpiente Original tentó a Eva: puso sobre la mesa tus deseos más profundos y te hizo creer que todas tus consecuencias serían positivas, cuando en realidad lo único que quería era devorarte mientras lo idolatrabas>>

     Aquellas palabras articuladas por la engañosa boca de Bedelia quedaron grabadas en el subconsciente del agente Will Graham, quien intentaba acabar con esta sangrienta historia, y las reproducía en bucle cada noche mientras detallaba el techo con desconsuelo. Desde que salió de su última sesión con la antigua psiquiatra de Hannibal en su intento de sacarle información, logró encajar todas las piezas del rompecabezas que creyó perdidas. Sin embargo, esto alimentó su inquietud por el extraño paralelismo que estaba teniendo con figuras religiosas tanto por las circunstancias en las que vivía como en la forma en que las acciones estaban siendo ejecutadas.

     En su opinión nunca se consideró alguien religioso, sólo lo suficiente devoto como para conocer ciertas creencias y conceptos pertenecientes al catolicismo. Por ello encontraba preocupante la idea de estar recreando inconscientemente relatos bíblicos al saber que siempre acababan mal. Y, sin embargo, reconocía que había comido del fruto prohibido que Hannibal había puesto en su boca por su búsqueda de una figura superior a la cual idolatrar, a sabiendas de que aquel ser fue el mismo quien le arrebató toda esperanza y motivación en la vida. Para nadie era un secreto que su reputación se fue en picada desde que se unió al FBI como perfilador de mentes criminales y tomó una serie de malas decisiones que llevaron a que muchos dudaran de su persona. Pero tampoco podíamos negar que muchas cosas le fueron arrebatadas por las manos de quien se hizo llamar su psiquiátrico —e incluso su amigo—; encontrándose en la lista la persona que llegó a considerar su hija: Abigail Hobbs. En lo más profundo, también culpaba a Hannibal de la muerte de su hijo no nacido porque tal vez, y sólo tal vez, Hannibal le había dado una indirecta a Mason Verger sobre la capacidad de reproducción que Margot tenía para engendrar un heredero.

     De todas formas, también se culpaba de no haberlos podido proteger, porque si bien era cierto que no conoció a Margot del todo, sintió un fuerte instinto paternal que lo impulsó a proteger a todo aquel que se refugiaba bajo su tutela. Lo mismo sucedió con Abigail, con la única diferencia de que logró luchar hasta el último segundo para mantenerla a salvo de sí mismo y del entorno que los rodeaba. Comprendía que eran cosas que debían quedar en el pasado pues tenía una familia a la que amaba con toda su alma, pero no podía borrar las cicatrices de un luto jamás concluido. Por más que intentara enterrar aquel sentimiento de impotencia y culpabilidad, cada vez que veía a su hijastro jugar con sus perros fuera de la casa sentía un nudo formarse en su garganta ante el miedo de que se lo arrebataran.

     —¿Así se sintió Dios cuando mataron a Jesús a sabiendas de que lo entregó como sacrificio? —se preguntó mirando al techo con inquietud, entrelazando sus dedos sobre su abdomen.

     Creía que tal vez Abigail hizo un intercambio con la muerte para ocupar su lugar y extender su vida por unos años más, como un sacrificio santo por sus pecados y para que así él impartiera justicia (cuan cordero que pronto se convertiría en león) sobre el diablo que devoraba las almas de sus aliados. Restregó su espalda contra la gélida cobija que horas antes lo había protegido contra el frío de la noche antes de ser removida. No sabía si realmente debía agradecerle por su sacrificio, ya que todo le fue arrebatado: su reputación, su vida solitaria, su tranquilidad y su estabilidad mental. Desde un inicio se sabía que su inestabilidad se debía al cóctel de trastornos mentales y de personalidad que poseía. Sin embargo, podía vivir perfectamente en comunidad cuando debía trabajar en los casos o socializar con otras personas; vivía mucho mejor antes de conocer y quedar bajo el cuidado del psiquiatra caníbal Hannibal Lecter. Por esta razón no sabía si el haber sobrevivido fue un regalo o una maldición, pues nada sería igual una vez se deshiciera de ambas amenazas.

     Muy en el fondo no quería asesinar a Hannibal porque todavía anhelaba la idea de escaparse juntos y formar una familia lejos de la civilización, como originalmente planificaron con Abigail posterior a su "primera muerte". Sabía bien que todos los seres humanos tenían la necesidad de idolatrar a algo o alguien, sea un dios o un ídolo que la misma sociedad hubiera creado como actores, cantantes y demás; y él no era exento de aquella necesidad.

     No lo necesitaba, pero lo deseaba con cada célula de su cuerpo. Hannibal era su fruto prohibido y al mismo tiempo la serpiente que lo tentó a tomar las decisiones que lo orillaron a la boca del lobo; era su mitad faltante que una vez estando juntos desembocarían la recreación del Pecado Original y de los pecados capitales que surgieron a partir de ello. Si él había cometido el pecado capital de la ira, entonces Hannibal el de la soberbia, y así sucesivamente hasta abarcar los siete principales. Juntos conformaban a un ser blasfemo, un ser que desafiaba la autoridad de Dios y la del Diablo al representar a la humanidad en su mayor esplendor: tanto en su luz como en su oscuridad, y de cómo un ser humano podía ser tan bueno y tan malvado al mismo tiempo. Pero cuando estaban separados, buscaban desesperadamente volver al otro. Intentaron matarse muchas veces para evitar su unión en alma y espíritu, mas ahora que estaban unidos por un lazo trascendental que iba más allá de la comprensión humana no podían tolerar la idea de perderse de nuevo.

     Suspiró exasperado, ¿cuántas vidas más debían ser sacrificadas para darle fin a esta historia donde el bien y el mal eran relativos? Porque a este punto sabía que si regresaba a casa, sería recordado como el asesino del Destripador de Chesapeake y del Gran Dragón Rojo, y su familia viviría en constante temor gracias a los nuevos asesinos que irían tras él para demostrar que eran superiores. Y no podía darse ese lujo sabiendo que otras personas alrededor corrían riesgo por su egocentrismo.

     Fue abruptamente sacado de sus pensamientos cuando la cama se hundió a su costado y sintió bajo sus manos un sedoso pelaje corto restregarse contra sus frías manos manchadas de sangre culpable.

     —¿Qué pasa? ¿Tú tampoco puedes dormir? —inquirió acariciando la cabeza del nuevo canino que había adoptado—. Al menos no soy el único loco en esta desvelada, ¿verdad?

     Sus ojos se iluminaron con ternura mientras restregaba con ambas manos la cabeza de su nueva mascota junto a una amplia sonrisa. Adoraba a los animales, especialmente a los perros, porque sentía que lo entendían aunque no hablaran el mismo idioma. Además de que así podía sentirse como parte de una manada sin miedo de ser expulsado por "no cumplir" los requerimientos que una sociedad sí solicitaba. Nunca entendió porqué los demás humanos los maltrataban y menospreciaban, pero una cosa sí era segura y era que seguiría recogiéndolos del sufrimiento de las calles ya que comprendía el dolor que traía consigo el abandono.

     —Eres un amor, ¿lo sabías? —El perro sólo se limitó a dar un pequeño bufido mientras ponía su pata sobre el pecho del agente y le sacaba la lengua—. Te adaptarás muy bien con el resto de mi manada.

     La única cosa que Hannibal nunca le quitó fueron sus perros, ya fuera por misericordia o porque sabía que Will, además de jamás perdonarle aquello, iría a cazarlo cuan ciervo en el bosque. Eventualmente el agente dejó de acariciar al canino y se hizo a un lado permitiendo que este se acostara a su costado apoyando su cabeza sobre su pecho, transmitiéndole una gran tranquilidad y seguridad. En cuestión de minutos el perro quedó profundamente dormido, y un tiempo más tarde su nuevo dueño también sucumbió en los brazos de Morfeo. Llegar vivo a este punto de su existencia fue un milagro por tantas veces en que estuvo al borde de la muerte. Ahora bien, ¿qué sucesos provocaron que llegara a estas circunstancias donde ya no distinguía la fantasía y la realidad?

     Se cuenta que los Pecados Capitales surgieron a partir del Pecado Original (también conocido como Pecado Adánico) que consistió en la desobediencia de Adán y Eva al comer del fruto del conocimiento de lo bueno y lo malo. Su gran diferencia era que en el Pecado Original todo ser vivo lo tenía desde nacimiento, mientras que los capitales podían desarrollarse según los deseos descontrolados del individuo. Estos pecados eran los siguientes: Lujuria, Ira, Envidia, Soberbia, Avaricia, Gula y Pereza; aunque el orden en que fueron catalogados era distinto, no alteraba su significado ni consecuencias. A veces una persona podía poseer una, e incluso varias, y otras veces sólo aparecían en momentos específicos por las circunstancias que las desencadenaban. Fuera lo que fuera, terminaron convirtiéndose en cadenas que ambos tenían que arrastrar junto con el yugo deshonroso de su amor hasta su destino. A Hannibal nunca le hubiera importado la ruina una vez hubiera logrado escaparse con la suya, de no ser porque arrastró consigo a su dualidad. Pero retomemos esta historia desde el principio, de lo contrario jamás entenderán cómo ambos influyeron y transformaron al otro hasta convertirse en lo que ambos temían; y en cómo terminaron aceptando un destino ya antes prescrito.

<<"Y haré que haya enemistad entre tú y la mujer [...]. Él te aplastará la cabeza y tú le herirás el talón", Génesis 3:15>>

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