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❝ Flores Color Natalie ❞

SEGUNDA PARTE. “AL COMPÁS DE LAS REGLAS”.

Capítulo 7

Aquella primera noche dormí mejor que nunca en la habitación de Andrew. Por supuesto, él no durmió conmigo, permitió que reposara en su cama ya que él pretendía sentarse a trabajar en el despacho. Esa noche, no tuve pesadillas ni alucinaciones.

Tampoco las tuve la siguiente semana. Han pasado siete días desde que firmé el contrato, seis noches de sexo sin descanso, besos hambrientos antes y después del acto, cómodos desayunos y cenas. Ya nos conocemos mucho mejor, o más bien, él a mí. Su personalidad es tan cerrada y fría que ya empiezo a aprender las maneras de tratar con él adecuadamente.

—Buenos días, mare —saluda él, con la mirada clavada en el periódico.

—Buenos días, Drew.

Hemos iniciado una rutina, por la noche Bernie, mi ya buen amigo, me busca al apartamento y paso la noche aquí. Por la mañana, Andrew prepara el desayuno, nos bañamos juntos —sin sexo de por medio—, y Bernie me lleva al trabajo. Y así, vuelta a empezar. Todos los días.

Me siento en la silla frente a él. Hoy se ha lucido con ensalada de frutas, café y tortitas.

— ¿Hoy es la presentación? —me pregunta, interesado.

—Sí. Gracias a ti, el restaurante tendrá baños. Estoy segura de que le gustará, gracias.

Al ver mi desesperación por el proyecto del restaurante chino, Drew se ofreció a ayudarme, a pesar de que no sabía nada de arquitectura o ingeniería. Aún así, lo logró de manera espectacular. El diseño resultó mejor incluso de lo que yo hubiera hecho.

—Es tu mérito, no me agradezcas por elegir un buen lugar para construir unos baños...

—Y buenas medidas, y buen diseño...

—Ya. —Esboza algo parecido a una sonrisa—. Tendré que cambiar de profesión.

— ¿Todavía el problema de producción? —Me atrevo a indagar, a sabiendas de que ya sé que no le gusta hablar de su trabajo.

Él suspira y cierra el periódico, recostándose en la silla.

—Sí. Mientras más se alarga la espera en busca de una solución, Masquier toma más fuerza en el mercado. El porcentaje de ventas bajó un tres por ciento. Ellos aumentaron el doble. Amira Lockhart es un tiburón de los negocios.

Amira, Amira, Amira. Un nombre que ha estado rondando entre nosotros casi a diario. Si no escucho su nombre en la constructora, es Andrew quien la menciona.

—Es insensible, prepotente y soberbia. Tú no. Creo que esa es la razón por la cual no has podido vencerla.

—No... No al menos en el trabajo. Hoy me tengo que ir más temprano, tengo una reunión. Tomaré el coche para que Bernie quede a tu disposición.

—Pero...

—Ya. —Se inclina y me da un corto beso—. Te llamo por la tarde. Cuídate, mare, hasta luego.

Veo su figura trajeada desaparecer de mi vista al cruzar por el pasillo hacia el ascensor privado. Debió haberse despertado mucho más temprano que lo habitual, puesto que recién son las siete y media. Suelto una bocanada de aire al oír el «bing» que hace el ascensor al cerrarse. Es la primera vez que me quedo sola en su apartamento y se siente extraño.

Continúo comiendo, durante la última semana mi apetito ha mejorado, eso ha supuesto una alegría para Clarke y el abuelo. Para mí muy poco, porque sé a qué se debe.

Después de acabar mi plato, me encargo de limpiar los trastes y la mesa, incluso de barrer en la cocina, todo en un agradable silencio. Andrew es muy obsesivo con el orden y la limpieza, poco a poco voy conociendo todas sus mañas.

Ya conforme con cómo ha quedado el espacio, me dirijo a la habitación para poder ducharme e irme a la empresa, pero al pasar por la sala veo sobre una mesita la carpeta abultada que es como una joya para Andrew.

—Qué despistado...

Me baño lo más rápido que puedo. Si tiene una reunión ahora mismo entonces necesitará su carpeta, así que me propongo llevársela. Mientras me apresuro en ordenar las sábanas de su cama, el móvil suena dentro de mi bolso. Chasqueo la lengua y agarro el bolso, apago la luz y salgo pitando. Como puedo, busco el móvil.

—Gracias al cielo contestas, ¿dónde estás? —exclama Clarke—. El chino ha llegado antes de tiempo. Está en la sala de juntas con su equipo esperando por ti, ¡ven!

—Yo... —Alcanzo la carpeta, sin saber muy bien qué hacer—. Yo... Diles que mi coche se quedó averiado y tardaré unos veinte minutos en llegar.

—Pero, ¿dónde estás? ¿Todo bien?

—Sí, sí. Solo que a Andrew se le olvidó la...

— ¿Cómo que a guapito se le olvidó qué? ¿Qué haces con él tan temprano? Ay, jefa.

Me regaño a mí misma. Se me ha aflojado la lengua y ahora no hay vuelta atrás.

—Llevo prisa, después hablamos.

— ¡Pero dime si volvieron a...!

Cuelgo la llamada antes de que finalice, rezando por que esté en un lugar privado y no en su escritorio, donde todo el piso presidencial pueda oírla.

Cuando veo a Bernie sentado en la recepción tomándose un café, viene a mi memoria que el maletín y mis demás cosas quedaron en el coche de Andrew. Ahora somos dos los despistados.

—El señor Carter dejó esto para usted —informa Bernie al abrir la puerta trasera, en el asiento reconozco mi maletín y los folders. Inevitablemente sonrío, se ha acordado por mí como estoy haciendo yo.

—Primero a la oficina de Andrew, por favor.

—Como ordene, señorita.

A medida del paso de los días Bernie y yo hemos forjado una paternal amistad. Los primeros días sentí mucha pena, no hay que ser adivino para saber porqué duermo todas las noches con su jefe. Bernie acabó con esa pena cuando me aseguró que es ajeno a las relaciones de Andrew y que no tenía que avergonzarme por nada.

Con la pesada y ancha carpeta negra contra mi pecho, bajo del coche estacionado frente al edificio de setenta pisos. Es la primera vez que vengo, así que estoy un poco perdida. Veo el «Industrias Carter» por todos lados, en el mostrador de recepción, tazas, la alfombra, en el extenso estante de vidrio con los productos de su propiedad, el ascensor, camisetas.

Casi no me entero dónde estoy.

Una mujer muy guapa con traje ejecutivo se acerca a mí enseguida, por el carnet que pende de su cuello, descubro que es de asistencia al cliente.

—Bienvenida a Industrias Carter, ¿en qué puedo ayudarle?

— ¿Podría decirme en qué piso está la oficina del señor Carter?

—Para visitar al señor Lincoln o Andrew Carter debe tener cita previa, o en su debido caso, un pase de administración para acceder a presidencia.

Me desespero.

—Necesito ir con Andrew Carter, es importante. Yo soy Natalie Cassel, somos amigos.

—Lo siento mucho, señorita Cassel, pero si no posee ninguna de las cosas que mencioné, no puede acceder al piso presidencial. —Sonríe apenada.

«¡Déjame entrar, que me estoy follando a tu jefe!».

Sopeso la idea de entregarle la carpeta para evitar tanto jaleo, pero él muy bien especificó que no tolera que alguien más toque su carpeta. Creo que es suficiente con que yo la tenga.

Debí haber venido con Bernie.

—Lo único que puedo hacer por usted es comunicarme con la secretaria del señor Lincoln y ver si da autorización para que suba.

—SÍ —exclamo, aliviada. Eso bastará—. Por favor.

—Acompáñeme.

La sigo hasta el mostrador, en el cual levanta un teléfono de pared. Mientras espero, observo al mar de guapas mujeres sonrientes. Deduzco que el 80% del personal es femenino.

—Perdona, ¿podrías decirle al señor Carter que Natalie Cassel desea autorización para subir a presidencia?... De acuerdo, gracias. —Habla con su carismática voz. Cuelga el teléfono y me mira apenada—. Disculpe, no sabía que era allegada del señor.

—Descuida, solo hacías tu trabajo.

En mi desesperación por entregar la carpeta, hago un gesto impaciente cuando con suma tranquilidad se pone a buscar algo en una gaveta detrás del mostrador. Saca una tarjeta negra que luego introduce en un aparatito.

—Este es el pase de administración el cual ya he activado, el señor Carter lo aprobó. Tiene acceso al piso presidencial y el de fábrica, a la máquina expendedora, la...

—Ya entendí. —Corto el largo discurso—. En verdad tengo prisa por subir.

La muchacha vuelve a disculparse y me entrega la tarjeta antes de guiarme al ascensor. Oprime el botón de número 69 y me desea suerte. Me siento un poco ansiosa a medida que el ascensor avanza, Andrew está rodeado de ángeles en su propio trabajo mientras es a mí, la sosa Natalie, a quien complace por las noches.

Confío en él, respeta el contrato y a mí, pero eso no quita la inseguridad. Miro mi reflejo en el espejo a mi lado, es notable que mi piel ha tomado más color al igual que mis ojos. Incluso mis labios están más sanos y humectados. Pero sigo siendo yo; con este traje y simplemente mi rostro, no llego ni a los talones de ninguna de estas mujeres.

Mancho la imagen del prestigioso Andrew Carter.

Agradezco cuando el ascensor se detiene porque estaba a punto de echarme a llorar. El recibidor del piso es solo un mostrador frente a un sofá y oficinas de las que solo se oye el sonido de teléfonos, teclados y hojas.

La mujer del mostrador luce muy ocupada en el computador, sumando su expresión de mal gusto, ni me atrevo a acercarme. En una esquina hay un cuadro con los números de oficinas y sus ocupantes. Así que busco..., busco..., hasta que lo encuentro.

OFICINA 25. Director Ejecutivo, Andrew Carter.

Y allí voy. Mirando los números de oficinas para llegar a la correcta. La cual está más separada de las demás, aunque pegada a otra, que resulta ser del presidente Lincoln Carter, pero a mí me interesa otro Carter. Toco la puerta dos veces.

¿Y si no está aquí?

Jo, es que soy muy tonta.

— ¡Pasa, Amira!

¿Amira?

—No me llamo así pero aquí estoy, de todos modos. —Curvo los labios, tímida, al medio abrir la puerta.

Me mira con el ceño fruncido, intrigado. Su mirada cae en la carpeta contra mi pecho y entonces reacciona. Se levanta de la silla, de pronto angustiado.

—Cielos, la olvidé por completo.

—Perdón si te molesta que la tenga. La vi y pensé en traértela, sé que es muy necesaria para ti.

Sujeta la carpeta en una mano para poder acariciar mi pelo con la otra. No me sonríe, pero su afectiva mirada es suficiente para mí, no necesito más.

—Ha sido un gesto increíble, Natalie, muchas gracias por traerla pronto. Te besaría pero estoy esperando a alguien.

—Pierde cuidado. Te dejo para que...

—Necesito hacerlo —sisea. Cierra la puerta de golpe y me aprieta contra ella, une nuestras bocas y me besa con devoción—. Magnífico, mare.

El rubor sube a mis mejillas. Su beso ha sabido a café con chocolate. Mi cuerpo se ha calentado en respuesta a él, ahora que lo conoce la necesidad de tenerlo es más fuerte. Desearía ir a su apartamento para pasar todo el día en la cama con él, haciéndome sentir bonita, mujer.

— ¿Puedo preguntar qué hace Amira aquí?

No puedo irme sin saber y su mirada me hace saber que él sabe que me aprovecho de su sinceridad.

Odia mentir. Prefiere callar.

—Pensamos unir las filiales P&A Carter¹, Masquier Massy² y C&H³ para hacer donaciones. El plan está en revisión, depende de la financiación y la votación de la junta.

Me relajo. Es laboral, no personal. Solo eso, laboral.

— ¿Cuántos accionistas hay?

—Dieciocho personas, contando a mi padre, mi madre, Aaron y a mí.

—Me gustaría patrocinar el proyecto —digo, tímida de su respuesta y su cercanía—. Si es que surge, claro, podrías informar a la junta que Cassbuild está dispuesto a ser patrocinante.

— ¿Por qué?

Su pregunta me toma despistada, pero sé la respuesta. Si piensa que mi propuesta es porque estamos acostándonos, está equivocado.

—Tenemos tanto dinero en nuestras cuentas bancarias que o bien está allí guardado, o es gastado en caprichos y antojos, mientras que hay millones de personas que lo necesitan más que nosotros, que ni siquiera pueden comer. Me gusta gastar ese dinero en cosas que valgan la pena, que sirva de ayuda, por eso me ofrezco a colaborar contigo y Masquier. Seré buena patrocinante, lo juro.

Sus labios amenazan con estirarse en una sonrisa. La caricia que genera en mi mejilla me derrite el corazón.

— ¿Por qué estudiaste Arquitectura, mare?

—No quiero decir que fue por el abuelo, pero en parte sí. —Bajo la mirada con un suspiro—. Si yo no aceptaba ser la sucesora de la constructora, el abuelo la vendería y eso habría sido muy doloroso para él.

— ¿Antepusiste su bienestar por tus sueños?

Nunca me habían hecho esa pregunta. Ni siquiera yo misma. Andrew no ha sonado disgustado o incrédulo, sino pacífico, como de costumbre, pero igual me entra el sentimiento. Las ganas de llorar. Explicar las mil razones por la cual le debo al abuelo todo lo que soy, por la cual su bienestar está y estará primero.

—Tienes un corazón noble, Natalie. —Levanta mi cabeza para posar suavemente su boca en la mía—. Un ángel entre tanta maldad.

Acaricio la suavidad de la piel de su nuca, con la intención de que vuelva a besarme. Nos miramos sin decir nada, y por más que intento, no descifro nada en ese mar azul. Tranquilidad, comodidad, eso y nada más.

— ¿A qué hora es la presentación? —susurra, metiendo la mano debajo de mi blusa.

— ¡La presentación! ¡Me tengo que ir!

Torpemente abro la puerta detrás de mí. Andrew me habla algo sobre esta tarde pero muy poco entiendo, voy súper atrasadísima por haberme dejado hipnotizar. En la espera del ascensor, cuando este llega, me llevo una casi sorpresa al ver una mujer con tacones de aguja, un vestido ajustado, labios rojos y unos ojos grises repletos de soberbia.

—Vaya, lo que ha traído el viento...

—Buenos días, señorita Lockhart.

—Amira —espeta, pasándose una caja de madera de un brazo a otro—. Ya que estás aquí, es la oportunidad perfecta para advertirte algo, entre mujeres. Él es mío, lo mío no se toca.

Directo al grano.

—No tengo ningún interés en el señor Carter, mi presencia aquí es meramente laboral. De igual forma, creo que él es quien debe poner límites, no usted por él. Ahora le agradecería que salga del ascensor para yo poder irme —digo con tanta firmeza que no me la creo. Ella titubea pero sale, y al entrar yo, le regalo una sonrisa—. Que pase un buen día, señorita Lockhart.

Las puertas del ascensor cierran mientras ella resopla y da media vuelta en un gesto de diva. Sabía que tenía los humos altos, pero no de este nivel como para decirme lo que ha dicho. Mi corazón late a mil por hora. Es la primera vez que no dejo que los nervios me venzan.

Aparte de eso, las inseguridades aumentan el doble. Al lado de Amira soy poco. Pensé que me hacía ideas en la cabeza, que solo sobrepensaba su relación, pero es real, tuvieron algo más que laboral. Tal vez Andrew no cayó en cuenta cuando en el desayuno mencionó que ha vencido a Amira fuera del límite laboral. Yo sí.

Clarke grita en silencio cuando aparezco en la oficina. Lleva el pelo castaño más ondulado de lo normal, de seguro por estar jugando con él. Me recibe el maletín y el bolso, apresurándome a entrar a la sala de juntas.

—Ah, tu abuelo está en tu oficina —añade, dejándome mala.

Que el abuelo esté aquí significa: problemas. Tuve que darme cuenta viendo lo muy bien portados y silenciosos que están todos los empleados.

La cara dura del dueño del restaurante no cede ni con la mentirijilla del coche. Nunca, jamás, había mentido a un cliente o llegado retrasada a una reunión tan importante. No había tenido la necesidad. Por suerte, mi falta no influye en la decisión del asiático. Respiro con normalidad cuando consigo una sonrisa de satisfacción en él tras la presentación del plano y el diseño. Firma los papeles y la obra empezará cuanto antes.

Es una mala suerte que la cara dura del abuelo no sea igual. Lo veo sentado en la que solía ser su silla, golpeando la mesa con los dedos arrugados.

—Yo también estuve esperando por ti veinticuatro minutos, Natalie.

—Abuelo...

—Espero que tu verdadera excusa sea creíble y merecedora de la falla que has cometido.

Bajo su reprobatoria mirada verde, me siento frente a él, hecha un pollito herido. Él es el hombre más cariñoso del mundo, y también el más exigente.

—Ellos llegaron diez minutos antes de la hora pautada, por eso yo no estaba aquí, estaba en..., en Industrias Carter.

— ¿Carter? —No se asombra, sonríe—. ¿Por eso estoy sintiendo ese mismo aroma otra vez?... Ralph Lauren dijo que era, ¿no?

¡Estoy perdida!

—No, abuelo, es que estábamos conversando sobre un proyecto humanitario en el cual puede que Cassbuild se involucre y se me pasó la hora. De verdad, prometo que no volverá a pasar.

—Eso espero, Natalie, porque admiro la mujer responsable, honesta y trabajadora que eres. No me gustaría perderla.

—No lo harás, abuelo. —Alcanzo su mano, me da un apretón y su rostro inflexible desaparece—. Te agradezco mucho lo que has hecho por mí, por criarme, por amarme. Yo... —Se me corta la voz—. Yo...

—Ay, mi nieta hermosa, ven al regazo de tu abuelo.

No lo dudo. Entre lágrimas e hipidos me siento en sus piernas y le abrazo el cuello, él cierra sus brazos en mi cintura, dando caricias en mi espalda. Aspiro su olor, su característico olor, ese que lo define. Me pongo más triste, algún día ya no podré hacer esto.

Soy muy sensible.

—Ya no chilles por este vejestorio, que no me voy a morir hasta verte con un esposo y mínimo tres hijos.

—Si te mueres, yo también —sollozo, secando mis lágrimas para nada, porque salen el doble.

—Tienes este corazoncito tan noble, Nat. No pienses en eso.

Acompaña sus palabras con un dulce beso en mi frente. La voz de Andrew viene a mi mente, la casualidad de que hace poco él ha dicho lo mismo. Tener un corazón noble y frágil es lo que más me ha dañado en la vida. Desearía poder ser como otras mujeres, fuertes, independientes, seguras de sí mismas.

¿Cómo se sentirá amarte a ti misma?


Bernie debe de estar por llegar a buscarme, ya tengo mi bolso preparado, así que decido responder algunos mensajes pendientes en el teléfono. Mientras lo hago, una llamada de un número privado entra. Lo miro inmóvil, dudando qué hacer. Finalmente, contesto la llamada.

— ¿Hola? —Mi voz sale temblorosa. Oír solo la respiración de alguien más al otro lado me hace cerrar los ojos, un nudo creándose en mi garganta—. ¿Eres tú?

Ríe.

Jadeo, con los nervios de punta, al borde de las lágrimas. Sin embargo, no corto la llamada. Me paralizo, presa del miedo de volver a tenerlo cerca y lejos a la vez.

—Ya detente, por favor.

— ¡Zorra! —El repentino grito me provoca un salto, que termino dejando caer el móvil.

Ni siquiera lo recojo, tapo mi rostro controlando las lágrimas. Era él, su voz. Aún sin hablar sabía que era él. Parece imposible escapar de Christopher. De pronto, empiezo a verlo por todos lados. Riéndose, tomando cerveza, alzando el brazo para pegarme. Cada imagen me rodea, me arrincona.

Es cuando el aire me falta que reacciono a recoger el móvil y mis cosas para salir corriendo del duplex que antes compartía con él. En el ascensor limpio, frenética, mi rostro. Si Bernie o Andrew me ven así, deberé muchas explicaciones que no estoy dispuesta a dar.

Mi respiración sigue alterada, a pesar de haber controlado el llanto y el temblor de mis manos. Bernie se da cuenta, pero no opina nada al respecto. Desvío la mirada a la ventanilla del coche, estoy más callada de lo usual.

— ¿Andrew ya está en el apartamento, Bernie?

—Sí, señorita... Le aconsejo que respire normal cuando lo vea o tendrá que decir todo eso que oculta.

Escondo la muñeca izquierda, por instinto. No le respondo, un gesto descortés pero la voz me saldrá quebrada y no quiero que me oiga así. Christopher ha tenido que ver con todo, con mi destrucción.

Sigo el consejo de Bernie, respiro hondo y pretendo lucir lo más calmada posible al entrar al apartamento desde el ascensor de la cocina. Hay una olla a fuego lento de la que sale un vapor con aroma a carne. Me maravillo, Andrew Carter hace magia en la cocina.

Dejo mis bártulos en la mesa americana y llamo su  nombre en su búsqueda. Lo que resulta innecesario porque lo encuentro en el sofá de la sala con el portátil en las piernas. Ya se ha cambiado de ropa, me gustan sus trajes, pero verlo en chándal y sin camiseta es otro nivel.

—Buenas tardes, mare. —Me lanza una fugaz mirada, aparta el portátil y toca el espacio libre a su lado—. Ven.

—Buenas tardes, Drew.

Después de un largo día vuelvo a tener su boca sobre la mía besándome con adoración, pero dura menos de lo que me gustaría. Estira el brazo hacia atrás y cuando regresa, lo hace con un ramo de flores. Me paralizo. Son las más hermosas que he visto.

— ¿Y esto?

—Son para ti. Las he visto y pensé en ti. Realmente no sé qué flores son, pero lo que importa es su color. Hay verde, como el de tus ojos, es un verde claro como si fuese mezclado con tu piel. Y observa el borde rosado pálido, como el de tus labios. Su olor es fresco, su apariencia delicada, hermosa y peculiar. Las he llamado «flores color Natalie».

Mis ojos se llenan de lágrimas por más que intento no hacerlo. Ningún hombre me había regalado flores, ni dicho algo así. En realidad, ninguno me había tratado como él lo hace o siquiera notado que mis ojos son una mezcla de azul y verde. Se preocupa por mí, me toma en cuenta, me hace sentir bien todo el tiempo, no solo por cinco minutos.

Andrew es todo lo que siempre quise y que creía no merecer. A pesar de eso estoy aquí, siendo su compañía por las noches, pero lo único que me importa es que ve algo más en mí que una simple muñeca.

Me sacó del escaparate y no me ha vuelto a sentar allí.

Me ha sacado para mantenerme de pie.

—Es un detalle muy bonito. Gracias.

— ¿Por qué lloras? —Deja el ramo en la mesita para sujetar mi cuerpo y ubicarme sobre él. Aparta mi pelo del rostro y clava los dos zafiros en los míos—. ¿Qué dije mal?

—Eres el primero que se interesa de verdad en mí..., que me trata bien.

—Así es como se trata a una dama, Natalie.

Entonces, ¿nunca he sido una dama?

Sus dos pulgares tocan mi piel fría para secar mis lágrimas. Intenta decir algo, pero yo no quiero que nos adentremos en el tema sobre cómo me han tratado, callo sus próximas palabras con un beso cargado de agradecimiento y pasión. Su lengua se mueve alrededor de la mía, seduciendo.

Recorro su pecho marcado hasta tocar el borde del pantalón de chándal. Se separa, elimina mi blusa del camino, dejándome en sujetador.

—En quince minutos está la cena, ¿crees que consigamos algo en ese tiempo? —suspira, besando mi cuello.

—Podemos hacer la prueba.

Me muerde. Gimo.

—Quítate el pantalón, mare.

¹def. Productos Alimenticios Carter. Filial de la multinacional Industrias Carter C.A. Encargada de la producción y comercialización de alimentos, lácteos, cereales para desayuno, agua embotellada y alimento para mascotas.

²def. Masquier Massy es una filial de la multinacional Masquier S.A con sede en Italia. Encargada de la producción y comercialización de dulces, leche, confites y galletas, especializada en chocolates (Mirlay. Marca de la línea de chocolates).

³def. Masquier Clean & Healthcare. Filial de la multinacional Masquier S.A con sede oficial en Ontario, Canadá. Encargada de la producción de productos de baño, cuidado personal y de limpieza de hogares y de cocina.

Las empresas de mis personajes son tan reales como mi matrimonio con Lalisa Manobal. 😻

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