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011.

— No ha querido levantarse durante toda la mañana y no habla desde que llegó —susurra Seokjin mirando por el pequeño espacio que se encontraba en la puerta entrecerrada y desde donde podía distinguir a Jimin acostado sobre la cama mirando hacia el techo—, tengo miedo... Creo que le pasó algo...

Ahora es Taehyung quien mira a través de la puerta a su amigo. Habían estado junto a Seokjin esperando la llegada de Jimin el día anterior y cuando este se digno a aparecer no le dirigió la palabra a ninguno de los dos, tan solo se encerró en su habitación como si fuese un fantasma. Taehyung también estaba asustado, pero no se le ocurría que hacer. Suponía que sería mucho peor si insistían en hacerlo hablar porque solo había visto a Jimin así una vez y fue hace cinco años cuando se enteró que Jungkook se había ido finalmente...

— Será mejor que lo dejemos solo —susurra a su mayor—, debemos darle su espacio y que nos hable cuando se sienta listo.

— Lo sé —concuerda Seokjin mientras se muerde las uñas gracias al nerviosismo—, pero odio verlo así... ¿Recuerdas cuanto nos costó que saliera de la cama? No quiero que vuelva a pasar lo mismo, no por Jungkook de nuevo...

— Nos preocuparemos de eso en su momento, Mamá Jin... Ahora Jimin necesita que le demos privacidad...

Y antes de que Taehyung terminase de hablar ambos escuchan el sonido del movimiento de la cama y se les corta la respiración cuando ven a Jimin sentado sobre esta, con los ojos rojos de llanto más una curva en los labios. Se veía destrozado, demasiado herido como lo había estado hacía cinco años.

¿Qué había sucedido?

— Puedo escucharlos desde aquí, ¿saben? —Habla lo bastante alto como para que sus amigos lo escuchen y tanto Seokjin como Taehyung asienten avergonzados— No es necesario que se preocupen día y noche por mí... No soy un niño pequeño.

Ambos chicos se miran y es Seokjin quien abre la puerta de la habitación para ver el estado de Jimin en todo su esplendor. Podían notar que el chico había estado llorando bastante y que ni siquiera fue capaz de colocarse el pijama para ir a la cama. Todo eso les llevaba memorias tristes a sus cerebros. Las noches en vela cuidando de un Jimin asumido en el dolor no eran para nada algo que quisiesen repetir.

— Nos preocupamos —insiste Seokjin— porque somos tus amigos, ¿sí? Lo que sea que haya pasado podemos ayudarte a resolverlo, no te dejaremos solo en esto.

Y es ahí cuando Jimin parece perder su rumbo o desmoronarse en un montón de pedazos justo como lo había hecho años atrás, dejándose consumir por la tristeza y por la decepción.

— ¿Ayudarme? —Pregunta y una risa melancólica escapa de su garganta— No pueden ayudarme, a menos que sepan como traer de vuelta al chico que amo, porque ayer por la noche fui a verlo y lo que esta metido allí... En esa maldita iglesia... No es mi Jungkook...

Al igual que la noche anterior las lagrimas comenzaron a descender una por una a través de su rostro y pronto se vio a si mismo escondiendo su cabeza entre las piernas mientras sentía las manos de sus dos amigos en la espalda tratando se confortarlo de alguna forma. El problema era que Jimin no podía sentirse mejor porque nuevamente se había roto y ahora quizá para siempre. El hecho de que Jungkook lo despreciara y le viera con aquellos ojos llenos del más profundo odio le hizo darse cuenta de que lo había perdido...

O quizá nunca lo tuvo.

— ¿Esto tiene que ver con Jungkook? —Pregunta Taehyung a lo que Jimin asiente con desgano— Si te hizo algo juro que lo mataré... Si tan solo se atrevió a tocar un cabello de tu cabeza yo...

— No lo hizo —interrumpió Jimin con la mirada dirigida a la nada—, solo dijo lo que tanto miedo tenía de escuchar... El ya no es el mismo, lo cambiaron por completo...

Seokjin y Taehyung comparten miradas mientras están en silencio tratando de decidir que harían con su amigo. Aunque ambos sospechaban que algo así podría suceder aún albergaban la esperanza de que Jungkook fuese el mismo de hacia cinco años. Aquel chiquillo con sonrisa amplia que solo tenía ojos de amor para darle a Jimin. Ni siquiera sabían si un amor tan grande como el que habían visto entre esos dos chicos podía desaparecer con el paso del tiempo.

— Puedo yo hacerme cargo de tus responsabilidades en las reuniones —se ofrece Seokjin con aquel tono maternal que le caracterizaba—, no es necesario que lo veas cuando tengamos que ir nuevamente a la Iglesia...

Jimin tenía claro a lo que se refería su mayor. Al ser el rostro de la organización era él quien asistía a las reuniones que encabezaba el comité, sobre todo cuando casos tan relevantes como los ataques que se han llevado a cabo en contra de adolescentes que son parte de la comunidad y estaban bajo la tutela del centro terminaron en el hospital. Las reuniones con la Iglesia debían seguir hasta que estos se hicieran responsables y entregaran un mensaje de no odio que pudiese calmar un poco las cosas.

En ese sentido Jimin no podía comportarse como un niño pequeño. En este momento debía mantenerse fuerte y quedarse en el lugar que le correspondía. Lo pensó durante toda la noche y ya lo había decidido, no dejaría que su corazón roto se interpusiera en su trabajo. No era el momento para echarse a morir, si Jungkook ya lo había superado y había cambiado su vida para transformarse en aquel monstruo religioso pues ya no valía la pena esperar algo más de él.

— No, Mamá Jin —responde—. Todo seguirá su curso normal, esto no cambiará nada.

Jimin olvidaría, así como Jungkook logró hacerlo.





  • • •

 



— ¿Puedo pasar? 

La voz venía desde el pasillo y Jungkook supo de inmediato que se trataba de Doyoung seguramente esperándolo para desayunar. Ya había terminado de vestirse y tan solo se estaba mirando al espejo las enormes ojeras que se le habían formado por haber dormido menos de una hora antes de levantarse. No había logrado descansar porque las pesadillas le atacaban cada vez que intentaba cerrar los ojos con un rostro cubierto de lagrimas acosándole en sus pensamientos.

¿No debía estar feliz? Logró deshacerse de Jimin.

— Entra, Doyoung.

El chico abre la puerta y hace una pequeña reverencia cuando se topan frente a frente. Jungkook había decidido ocultar su estado de ánimo y le regalo una sonrisa cordial al chico apenas entró. No importaba lo que sucediera, no quería que alguien se enterase de que Jimin había entrado en la iglesia durante la noche para destapar todo el pasado que habían dejado atrás.

— Ya tenemos listo el desayuno, Ministro —le avisa—. ¿Quiere que lo esperemos?

— Voy enseguida, muchas gracias.

— Esta bien... Me pidieron que le avisara que más tarde tendrían una reunión de eclesiásticos para discutir asuntos de la iglesia.

Jungkook casi había olvidado aquellas reuniones. Había llegado hace tan poco que le parecía un poco extraño que lo quisieran en ellas, pero de todas formas no podía negarse porque era nada menos que el Ministro de la congregación.

— Allí estaré, Doyoung —contesta y el chico asiente.

— Entonces lo dejo, tengo unas cosas que hacer antes del desayuno.

— Claro, ve con cuidado.

Jungkook observa como el chico hace otra referencia en forma de despedida pero cuando este comienza a caminar para salir de la habitación se detiene justo en el momento en que sus manos se topan con la puerta. Se queda mirándole sin entender hasta que Doyoung se da media vuelta y sus miradas se encuentran nuevamente.

— Usted no es como el resto de los Ministros, me di cuenta de eso apenas piso la iglesia.

Aquella confesión hace que su cerebro comience a ponerse en modo de alerta. ¿A qué se refería el chico al decirle eso? Sea lo que sea sabía que debía tener cuidado con lo que decía para no dejarse en evidencia.

— Solo trato de hacer mi trabajo —contesta de forma relajada—, no creo que difiera mucho de lo que hacen los otros Ministros por la iglesia...     
Pero Doyoung niega con la cabeza como si dijera que eso no era a lo que se refería.

— No hablo de eso —aclara con la voz ligera—... Usted no es igual, ha pasado por otras cosas y quizá pueda entender más...

Jungkook iba a preguntar a que se refería, pero el chico se le adelanto para contestar sus dudas.

— Ayer lo escuche hablar con alguien en la sala antigua... Yo no podía dormir así que salí a caminar y los oí... Estaba con ese tal Park Jimin, el que vino después de la misa...

Ahí el pulso de Jungkook simplemente dejó de funcionar y no supo como defenderse. ¿Acaso debía negarlo? No, Doyoung no era estupido. Si los había oído pues ya no existía una posibilidad para hacer como si nada hubiese sucedido.

No sabía que hacer.

— No se preocupe —escucha decir al chico cuando casi pierde la esperanza—, yo no diré nada de lo que escuche, puedo jurarlo... Todos tenemos un pasado y eso no debería intervenir en lo que estamos haciendo ahora, ¿no?

Confundido Jungkook logra asentir levemente mientras trata de buscar alguna mentira en las palabras de Doyoung. ¿Debía confiar en su palabra? ¿Acaso contaba con otra opción?

— Créame que lo entiendo mucho más de lo que usted podría imaginarse. No deseo meterlo en problemas así que solo le pediré una cosa a cambio.

Y Jungkook asiente sin saber que más hacer.

— Sea lo que sea lo que le digan de mí, no lo crea todo... Tampoco quiero ser juzgado por mi pasado, ¿entiende?

A pesar de que esa petición le dejaba más dudas que respuestas no quiso indagar en ello. Así como el quería que su pasado quedase enterrado lejos para no volver a rememorarlo, seguramente Doyoung deseaba lo mismo.

— Esta bien, Doyoung... Haré lo que me pides.

El chico asintió antes de abrir la puerta y retirarse diciendo:

— Creo que nadie puede juzgarlo por su actuar... Y no quiero meterme en problemas con lo que diré... Pero espero que no se arrepienta con el camino que esta escogiendo...

Con eso cierra la puerta y Jungkook queda de pie en silencio intentando procesar todo lo que había pasado. Algo le decía que Doyoung no había escuchado todo o no lo había entendido por completo, pero que de todas formas tenía conocimiento de lo que el deseaba ocultar en la iglesia. Dejó caer su cuerpo en la cama y se afirmó la cabeza con ambas manos tratando de descifrar a lo que el chico se refería con lo último.

¿Arrepentirse? Eso jamás.          

Sufrió demasiado, dio demasiado de si mismo. No iba a volver a lo mismo, eso de poner su vida en las manos de una sola persona. ¿Qué había ganado? Solamente el odio que ahora le corrompía desde adentro causando estragos. Cada vez que pensaba en Park Jimin su mente se nublaba con tristeza y rabia, una combinación peligrosa para una persona que le llevaba a hacer cosas impensadas para alejar a quien causaba todo eso. Quizá por eso gritó todas esas cosas horribles hacia Jimin, quizá solo quería deshacerse de todo lo que llevaba por dentro...

Es ahí cuando su cabeza se levanta para mirar hacia el escritorio donde descansaba aquel sobre que el chico le había empujado contra el pecho antes de irse. No fue capaz de abrirlo durante la noche porque tenía miedo de lo que contenía. No sabía que debía esperar de algo así y no tenía idea si debía confiar en Jimin dejándose llevar por lo que había dicho. Se quedó quieto esperando, quizá necesitaba una señal para saber que hacer, algún tipo de empujón para ver lo que estaba dentro de aquel sobre.

O solo levantarse de la cama.

Se vio a si mismo caminando hasta tener el objeto en sus manos y de inmediato se sintió pesado. Estaba dejándose llevar por lo que Jimin decía una vez más, ¿no era eso lo que estaba evitando? Era un idiota, lo sabía, pero de todas formas abrió el sobre para sacar de este un montón de fotografías que estaban dentro esparcidas de forma desordenada. Le tomó al menos unos segundos darse cuenta de quien era la persona que estaba en ellas y cuando lo entendió sus ojos se abrieron de par en par y los dedos comenzaron a temblarle de forma estrepitosa.

Porque Jimin estuvo en el hospital el día en que se fue y eso... Eso no era posible.











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