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009.

Quiere vomitar. Quiere vomitar recuerdos, mentiras y dolor. Quiere deshacerse de todo lo que esta preso dentro de él y las lágrimas que ha aguantado desde que llegó a ese maldito lugar. Quiero romper, quemar, incinerar todo. Quiere ser un torbellino que se lleve a todo a su paso y deshacerse de cada una de las cosas que le hace sentir débil. Quiere sacar a Park Jimin de su ser porque por más que se repitió a si mismo que lo había olvidado la verdad era que con solo verlo una vez todo había vuelto en forma de bola de nieve, aplastando así la ligera reconstrucción que llevaba de si mismo.

Injusto. Todo era demasiado injusto.

¿Por qué debía aparecer? ¿Por qué no se fue de la ciudad para no volver a saber de él? ¿Por qué seguía existiendo y haciendo estragos en su interior? Estaba enojado, sentía que su cuerpo entero ardía gracias a las ganas de salir corriendo lejos de la vida que había dejado atrás hacía años y con la que se encontraba de bruces una vez más.

Además, no solo se trataba de Park Jimin ese día, sino también de Seokjin y Taehyung, quienes igualmente formaron parte de su alejamiento de Dios en su debido momento. Era como si hubiese vuelto en el tiempo sin darse cuenta y lo cinco años jamás hubiesen sucedido. Todo seguía igual. Jimin seguía igual. Las facciones que alguna vez se detuvo a examinar con detenimiento seguían allí. Los labios gruesos y mejillas regordetas, todo estaba allí, y cuando sus ojos se conectaron pudo distinguir una vez más aquella chispa que siempre encontraba en las pupilas del chico cuando se miraban al mismo tiempo. Era cálida y siempre le pareció que hacía especial el momento en que los ojos de ambos se observaban entre sí. Pero pronto esa chispa se perdió, sobre todo cuando pronunció las palabras en que echaba a los tres chicos de la iglesia. Allí la mirada de Jimin se volvió oscura, al igual que la suya y así notó que ya no eran los mismos.

¿Qué pasaría ahora? Eso era lo que más temía. Si cada vez que viese al chico aunque fuese durante solo unos segundos se iba a poner así estaba seguro que no lo soportaría. ¿Acaso no era mucho más sensato pedir un traslado? Tendría que excusare con la comunidad sacerdotal y volver al seminario, aunque ni siquiera sabía si eso existía realmente como opción. Además, ¿cual sería su excusa para hacerlo? Tendría que hablar con todo el mundo de su pasado y decirles que no era capaz de estar en la misma ciudad con el chico que le había enamorado durante su adolescencia y que le había roto el corazón sin piedad.

No podía, simplemente no podía.

Después del incidente fue escoltado por Doyoung hasta su habitación. A pesar de que el chico tenía un semblante de curiosidad pura no le hizo ninguna pregunta y Jungkook se lo agradeció en su fuero interno. Lo menos que tenía en ese momento era la capacidad de contestar de buena forma para dar explicaciones de lo que había sucedido. Fue así como no volvió a salir del lugar y se mantuvo sentado sobre la cama mirando hacia la nada mientras intentaba ordenar sus pensamientos. Cada vez que llamaban a la puerta el decía que estaba indispuesto y que volviesen más tarde. Después de un par de insistencias pronto se olvidaron de que existía y eso le brindo cierta tranquilidad para seguir tratando de resolver el enredo que tenía en su cabeza.

Durante horas, en la búsqueda de algo que hacer para remediar su situación, la noche cayó sobre él y su estomago comenzó a rugir pidiendo comida. Aparte del desayuno no había consumido nada más, por lo que rendido y para evitar un desmayo se levanto de la cama, arregló un poco su ropa y salió camino a la cocina. Ya era tarde por lo que de seguro ya todos habrían cenado, lo que le daba la oportunidad perfecta para poder ir a buscar algo que le alimentase y volver a la zona segura que era su habitación hasta el otro día, donde se vería enfrentado a responder todas las interrogantes que en su momento evitó.

Caminó lento por los pasillos de la iglesia que de noche se veía mucho más desolada. La mayoría de seguro ya se había ido a dormir mientras que él parecía un fantasma rondando por el lugar. A pesar de todo encontraba cierta paz en la quietud y soledad en la que se hallaba rodeado en ese momento. Le gustaba poder andar a sus anchas sin temor a que alguien le viese, además era más fácil porque no tenía que estar sonriendo falsamente en este momento en el que se sentía demasiado fatal como para mentirle a la congregación.

Ya entrando a la cocina rápidamente se preparó un plato con lo que había quedado de la cena de esa noche. Las monjas siempre eran bastante caritativas al momento de cocinar y dejaban al menos dos a tres platos de sobra para quienes deseaban comer a esas horas, como era el caso de Jungkook. Agradecido buscó los cubiertos correspondientes y luego comenzó a llenar un vaso con agua hasta que algo detuvo sus acciones captando por completo su atención.

Un ruido. Una melodía. Un piano tocando.

Jungkook se asustó. Era cercana la medianoche y nadie del coro se quedaba hasta tan tarde tocando. El corazón le dio un vuelco mientras el sonido de las teclas llegaba hasta sus oídos de forma clara, erizandole los vellos de los brazos por completo. No entendía qué pasaba y pronto se vio en la interrogante de si debía o no acercarse hasta el ruido. Estuvo al menos unos segundos meditándolo hasta que sus pies comenzaron a moverse de forma automática fuera de la cocina para adentrarse nuevamente en el pasillo de la iglesia, dejando sin voz ni voto a su propia conciencia.

La melodía provenía de la antigua sala donde se realizaban las clases de catequesis y que ahora se ocupaba como lugar de ensayo por el coro, o al menos eso pensaba porque cada vez que se acercaba hasta aquella habitación el sonido del piano se volvía más y más claro. Tragó saliva mientras seguía avanzando, el corazón estaba a bastante poco de salirse de su pecho y salir corriendo de allí al igual que el mismo. El miedo de a poco le consumía mientras sus pies daban paso tras paso y se decía a sí mismo que era una estupidez ir en busca de aquel ruido por simple curiosidad.

Tardó al menos un minuto más en llegar hasta la sala y lo primero que vio fue la puerta ligeramente abierta. La música estaba del otro lado y Jungkook tuvo otra lucha interna antes de abrir la puerta. Lo peor de todo es que aquella situación se le hacía jodidamente conocida y le dolía porque la parte razonable de su cerebro le gritaba que saliese corriendo de allí porque no le gustaría lo que iba a encontrar, mientras que la parte que no usaba su cerebro se dejaba llevar por la curiosidad y ya le estaba obligando a empujar la puerta para ver que había dentro...

Debió haberle echo caso a la primera parte.





• • •





Jimin lo mira y sonríe.

– Antes era mejor, hace mucho no tocaba...

– ¿De qué hablas? –pregunta Jungkook incrédulo por la humildad del rubio– ¡Eso fue impresionante!

– No es para tanto...

– Claro que sí, Jimin. ¿Sabes alguna otra?

El rubio alzo una ceja para luego asentir.

– Conozco una...

– ¡Quiero escucharla! –chilla Jungkook como un niño pequeño.

Jimin no parecía muy seguro pero después de un rato sus manos comenzaron a moverse sobre las teclas para tocar otra vez. Al principio de la canción Jimin estaba con los ojos cerrados mientras la melodía comenzaba, pero luego los abrió para mirar directamente a Jungkook. El castaño estaba absorto en la melodía y no se dio cuenta de aquel detalle.

Cuando la canción ya iba casi por la mitad al castaño le inundo un sentimiento de familiaridad en el pecho. Las notas seguían sonando desde el piano y Jungkook comenzó a reconocerlas. Su mirada se topo con la de Jimin quien estaba totalmente serio.

Jungkook conocía esa canción.

Era un canto de la iglesia.

– ¿Jimin? –le llamo y de inmediato la melodía se detuvo.

El rubio se levanto de la banqueta y se encamino a la salida pasando por el lado de un Jungkook confundido por lo que acababa de pasar. Sin siquiera mirar atrás dijo bastante alto para que el castaño lo escuchase:

– Te quedan tres semanas y aún no creo en Dios ni en tu iglesia.





• • •






Estaba sentado allí como si los años no hubiesen pasado en vano y la melodía que en el piano sonó ese día jamás se hubiese detenido. Park Jimin era iluminado por un rayo de luna que se filtraba por la ventana y estaba con los ojos cerrados mientras sus dedos se deslizaban por las teclas del instrumento.

Jungkook no podía respirar.

La melodía se dio por finalizada y supo que ese era el momento exacto en que debía desaparecer de allí o luego sería imposible. Sabía que no era lo bastante fuerte como para enfrentar a Jimin dos veces el mismo día y en ese momento se sentía muy pequeño y débil en aquella habitación tan enorme. Ni siquiera entendía como era que el chico había entrado a la iglesia sin que nadie lo viese, ¿acaso no tomaba enserio las palabras que pronunció después de la misa? ¡No era bienvenido, no quería verlo!

Pero no grito ni dijo nada porque en ese preciso instante Jimin se gira y lo mira. Sus ojos se conectan y Jungkook puede notar tristeza pura en el semblante de su ex novio. Se quedó algo aturdido ante la imagen y no fue hasta que Jimin habló que recién pudo volver en sí mismo.

— Debes escucharme —pide y la voz le tiembla, Jungkook esta seguro de que lo hace—. Necesito que lo hagas porque si me vas a odiar debes conocer toda la historia.

¿De qué estaba hablando? Jungkook quería gritar que no había nada que conversar, que ya le bastaba con el maldito corazón roto que se había ganado hacía cinco años cuando confió en él. Todo eso estaba atorado con un montón de rabia dentro de su pecho y mientras miraba a Jimin todo volvía a surgir de su interior. Estaba cegado por el dolor y a un paso de gritar para despertar a todo el mundo y pedir que saquen a aquel intruso de la iglesia, pero antes de que eso sucediera Jimin se comienza a ponerse de pie...

Con un bastón como ayuda.

Jungkook se queda rígido mientras el chico enfrenta algo de dificultad en la acción que esta llevando acabo, pero finalmente se yergue para luego comenzar a caminar a paso lento hacia él. No entendía nada, mucho menos la cojera que llevaba Jimin en el pie derecho. ¿Eso había pasado cuando lo sacaron de la iglesia? ¿Quién fue? ¿Qué pasó?

Mientras todas esas preguntas seguían generándose dentro de su cabeza Jungkook seguía igual de quieto que una estatua y Jimin avanzaba sin detenerse hacia él. Por unos segundos la distancia que les separaba parecieron kilómetros y cuando por fin el chico estuvo lo bastante cerca como para que sus alientos chocasen entre sí por su espina dorsal viajó una electricidad bastante conocida. Era la misma que había sentido años atrás cuando en ese mismo salón escuchó a Jimin tocar por primera vez.

El pasado estaba de pie justo frente a sus narices.

— ¿Me escucharás? —Pregunta Park Jimin y lo hace sentir débil porque el tono de voz esta demasiado cerca, ambos lo están— ¿Me vas escuchar al menos esta vez?

Y Jungkook piensa que se arrepentirá, sabe que esas eran las puertas del infierno abriéndose de par en par frente a sus ojos, tiene claro que debe negarse con un grito potente y alejarse allí lo más rápido que pudiese... Pero no lo hace. Porque por más que se mienta a si mismo diciendo que ya no caerá antes las tentaciones y pecados, nuevamente esta sucumbiendo ante el único demonio que lo perseguía hasta el día de hoy.

Una vez más Jimin lo tenía en sus manos.

— Tienes cinco minutos —contesta secamente y desviando su mirada al piso—. Cinco minutos y luego desapareces de mi vida para siempre.

Y eso le bastaba a Jimin.











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