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003.

  — Usted debe ser Jeon Jungkook nuestro nuevo ministro, ¿no?  

El asiente. Aún no se acostumbrara a que lo llamasen ministro por lo que el hecho de que la monja frente a él usase su nombre le hacía sentir un poco más cómodo. Aquello le ayudaba a pensar que seguía siendo el mismo o al menos eso deseaba imaginar.

 — Acabamos de llegar hermana Sonmi —contesta por él uno de los ayudantes principales de la iglesia que se había presentado como Doyoung y había ido por él a la estación de trenes—. Le mostraré al Ministro Jeon su habitación y luego nos uniremos para la cena.    

— Esta bien. Sea bienvenido, Ministro Jeon.

Jungkook asiente y suelta un ligero gracias antes de seguir a Doyoung por uno de los pasillos mientras con su mano derecha acarreaba la maleta negra que había preparado con todas sus cosas, listo para instalarse.

— Me dijeron que usted vivía antes en la ciudad, ¿es eso cierto?

La pregunta llega a sus oídos y una rara sensación recorre toda su espina dorsal. Desde que se había bajado del tren lo único en lo que podía pensar era en su vida hacía cinco años, cuando todo se había revuelto para él y un montón de cosas se habían interpuesto en su camino dejándolo totalmente desolado y sin esperanzas. No le gustaba que todo eso volviese a su mente ahora después de haber pasado tanto tiempo creyendo que lo había superado por completo.

— Sí —contesta algo ido—, nací aquí pero luego me fui a hacer mi seminario en la ciudad de Anyang.

— ¿Y no postulo al seminario de aquí? Yo estoy tratando de que me admitan.

— Mis padres estimaron más conveniente que me fuera de la ciudad —no miente pero si oculta información—, tener mi camino espiritual por mi cuenta.

— Oh, ya veo —Doyoung se detiene en la última habitación del pasillo para meter una llave que tenía en el bolsillo dentro de la cerradura de esta—. ¿Ya ha visto ha sus padres? Siempre vienen a la iglesia, sin falta.

— Los veré mañana, por ahora quiero acomodarme a mi nuevo hogar.

— Claro, por supuesto —La puerta se habré y Doyoung se hace a un lado con la mano estirada para darle la señal a Jungkook de que ya puede entrar—... Lamento tantas preguntas, me es imposible controlar mi curiosidad con nuestro nuevo ministro siendo este tan joven... Es un suceso nuevo por aquí.

— No te preocupes, Doyoung. Puedes preguntarme lo que quieras, quiero ser un libro abierto para todos quienes asisten a esta iglesia.

— De acuerdo, Ministro.

Jungkook entró a la habitación en silencio. En esta además de contar con una cama y varios muebles tenía una mini sala de estar y un escritorio incluido. En el seminario su habitación era mucho más sencilla por lo que de seguro se iba a sentir algo abrumado con todo el espacio con el que ahora contaba. Se preguntaba a si mismo hacía cuanto no disfrutaba de una verdadera privacidad como ahora lo haría ya que hasta su habitación en el seminario tuvo que compartirla con otro aspirante a sacerdote.

— Póngase cómodo —dice Doyoung—, yo iré a hablar con el Diacono y nos reuniremos para cenar. Las monjas prepararon una pequeña bienvenida para usted.

— Muchas gracias. Ordenare todo y me encontraré con ustedes.

— Perfecto, Ministro Jeon —Doyoung toma la manilla de la puerta para comenzar a cerrarla tras de sí—. Nos vemos más tarde y... Bienvenido a su nuevo hogar.

La puerta se cierra y lo primero que Jungkook hace es soltar un suspiro sonoro que viajo revotando por las paredes de la habitación. Ahora por fin estaba solo.

El viaje había sido bastante agotador. Se levantó muy temprano y durmió muy poco, tanto su cuerpo como su mente estaban cansados y rogándole para que se estirase en la cama así podría dormir unas horas, pero como ya tenía una cena a la que asistir no tendría tiempo para relajar sus tensos músculos. Derrotado se dedicó a desempacar para mantener su cerebro activo, era de esperarse que en menos de media hora ya tuviese todo eso listo porque no contaba con muchas cosas en su maleta y ahora tan solo quedaba esperar a que llegase el momento de la cena, luego de eso se iría a dormir para conmemorar la misa de mañana donde se presentaría ante la comunidad.

Todo parecía muy irreal.

Mientras iba en el tren se dio cuenta de que no muchas cosas habían cambiado en su vieja ciudad. Todo el paisaje tenía más edificaciones, pero había sectores que permanecían de la misma forma que cuando el se fue. Aquello le provocó nostalgia que le hizo sentir una frustración melancólica, quizá hubiese sido mejor que todo estuviese cambiado, así al menos podía fingir que venía a otro lugar y no a su lugar de origen que tanto sabor amargo a la boca le traía.

Movió su cuello de un lado al otro y apenas escuchó el sonido de sus huesos crujir soltó un suspiro de alivio. No sabía si aquel cansancio que le estaba molestando era solamente gracias a su mal viaje en los asientos duros del tren o porque no podía dejar de sentirse algo tenso desde que entró a la iglesia. Agradecía enormemente haberle pedido a sus padres por teléfono que se vieran al otro día de su llegada, al menos eso era algo menos en lo que preocuparse por ahora.

— Ya queremos verte, hijo mío.

La voz de su padre estuvo bastante lejos de provocarle algún tipo regocijo. Jungkook llevaba tanto tiempo lejos de casa viviendo por su cuenta que se le hacía difícil imaginar como sería volver a interactuar con sus progenitores. Durante los cuatro años de su seminario ambos habían ido a visitarlo durante un par de días cada año, pero no era lo mismo a tener que convivir nuevamente con ellos. Al menos seguía sin vivir bajo su mismo techo y eso le brindaba un espacio para poder seguir adelante por su cuenta, donde nadie lo presionaba por nada. No es que odiara a sus padres, pero una sensación de incertidumbre después de todo lo que pasó no le dejaba formar la misma relación con ellos... 

Por más que Jungkook lo intentará había algo que simplemente dejó de funcionar en la temática de la familia Jeon.

Para despejarse un poco de aquellos pensamientos sacó su Biblia para comenzar a leerla y preparar el sermón de mañana. Era la primera vez que tenía la oportunidad de hacerlo por su cuenta y como Ministro, normalmente tan solo actuaba como ayudante pero gracias a eso aprendió bastante para desenvolverse por su cuenta. Jungkook seguía siendo el chico aplicado de siempre, al parecer por más que hubiesen cosas que cambiaron de él dramáticamente había otras, como su naturaleza, que permanecían intactas.

Abrió la Biblia al azar dejando las paginas abiertas en Romanos. Al principio no se dio cuenta de lo que estaba leyendo hasta que llegó al número doce, justo en el versículo diez donde había una cita ocupada bastante por la iglesia, pero que además de eso le traía un montón de recuerdos a su mente que no era capaz de borrar ni con mil plegarias.

Jungkook no quería recordar.



  • • •  



– ¿Y qué aprenderemos hoy? –Jimin hablaba sin dejar de hojear el objeto que estaba en posesión.

Jungkook ríe y dice:

– Busca Romanos 12:10.

Jimin asiente y rápidamente busca la cita bíblica a la que Jungkook se refería.

– Amaos los unos a los otros –comienza el rubio– con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente... ¿Es una proposición, Jungkook?

El nombrado ríe ante la ocurrencia y mueve la cabeza en forma de negación.

– Ahora busca I Pedro 4:8.

Nuevamente Jimin pasó las páginas hasta dar con la cita.

– Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente –antes de seguir Jimin le dedica una mirada coqueta a Jungkook– porque el amor cubre multitud de pecados... Enserio, Jungkook, ¿qué tipo de proposición indecentemente es esta? 



  • • • 

 


Cerró los ojos con fuerza y luego la biblia. ¿Por qué ahora estaba recordando todo eso que antes parecía estar encerrado en lo más recóndito de su mente?

Intentando huir de la angustia se arreglo rápidamente para salir de la habitación. Prefería mil veces esperar dando una vuelta en la iglesia que hacerlo encerrado allí con todas esas memorias carcomiendole de a poco. Últimamente eso era a lo que se dedicaba Jungkook, huir de su pasado lo más rápido que pudiese.

No traía su sotana puesta, solamente la camisa con alzacuello y una chaqueta de tela negra encima, así podía andar mucho más cómodo mientras recorría los pasillos de la iglesia que conocía a la perfección a pesar de los años hubiesen pasado. Se distrajo al menos unos minutos mientras se fijaba en los detalles de la fachada que ahora estaban distintos, así como el nuevo piso que había sido colocado y la hermosa ornamentación religiosa que estaba esparcida por el púlpito. A pesar de que todo eso hacía ver a la iglesia mucho más cambiada aquella atmósfera fría y oscura aún seguía allí, Jungkook pensó para sus adentros que no estaría de más colocar algunas ventanas para que la luz del sol se filtrara un poco. La idea era que el lugar no fuese tan sombrío como un cementerio.

Siguió caminando y dejó atrás las bancas de la entrada principal para llegar a la parte de atrás de la iglesia donde las oficinas y distintas salas que se ocupan para seminarios y catequesis estaban ubicadas. Paseó un poco con las manos en los bolsillos y bajo la mirada atenta de varias monjas sobre el, seguramente porque ya se había corrido la voz de su llegada. Trató de mantener la mirada en las paredes sin hacer mucho caso hasta que empezó a escuchar voces alzadas provenientes de la oficina Ministerial. Alzó una ceja sin entender y estuvo a punto de acercarse si no hubiese sido porque Doyoung apareció de la nada justo a un lado suyo.

— ¿Listo para cenar, Ministro?

Jungkook saltó un poco del susto y se puso la mano en el pecho para calmar su agitado corazón.

— Me asustaste, Doyoung.

— ¡Lo siento! —Se disculpa el chico de lo más apenado— No era mi intención, pensé que venía a buscarme para ir a la bienvenida.

— Solo estaba caminando por aquí y escuche voces de la oficina Ministerial. ¿Acaso están discutiendo asuntos de la iglesia?

— Algo así —admite Doyoung un tanto ido—. Están teniendo una reunión con activistas homosexuales y por lo visto las cosas van algo tensas. Se había pospuesto bastante pero ellos insistieron a que se llevase a cabo aunque no tengo en pleno conocimiento los motivos.

Jungkook se tensó apenas escuchó a quienes se refería el chico y por un momento se sintió demasiado enfermo como para seguir allí de pie.

— Vamos a la cena, Doyoung. Tengo mucha hambre.

— Claro, Ministro.

Ambos salieron del pasillo para dirigirse al comedor aunque no sin antes que Jungkook diera una pequeña mirada hacia atrás hacia la oficina donde las voces seguían haciendo presencia. Revoloteando los ojos miró a Doyoung quien ahora estaba hablando de el menú de esa noche y se obligó a si mismo a ponerle atención para concentrar su cerebro en otra cosa...

Y es que él no sabía que su pasado le estaba pisando los talones.





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Nota: Maratón 1/3. 

    

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