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002.

Mira por la ventana al montón de arbustos con rosas ubicados en el jardín de la institución que se asomaban por el cristal. Menea la cabeza de un lado al otro tratando de que su cuello sonase y que la tensión acumulada gracias al trabajo se fuera. Le hubiese gustado quedarse allí, disfrutando del paisaje y con una taza de café en la mano, pero no podía negarse a si mismo que había mucho por hacer ese día.

− ¿Vas a ir a la reunión de esta tarde?  

Se da vuelta en la silla para mirar a su amigo que esta concentrado tecleando en el computador. Una de las tantas cosas que debía durante el día era asistir a la dichosa reunión que se había acordado hacía unas semanas atrás. Poco se le antojaba pero debía cumplir con su deber.

− ¿Tengo opción? −Pregunta con un deje de esperanza aunque sabe que no conseguirá nada con ello− ¿A qué hora nos quieren allí?

− A las seis, nos han pedido que seamos puntuales −ve como su amigo revolotea los ojos al final de la frase−. Como si hubiésemos sido nosotros los que cancelamos más de tres veces a última hora por "asuntos eclesiásticos". Hipócritas.

Dentro de sí mismo estaba totalmente de acuerdo con la opinión de su amigo, pero no se podía hacer mucho al respecto. Aquella reunión era importante porque se pondría sobre la mesa todo lo que venía pasado hace meses en las calles, los crímenes de odio y las campañas discriminatorias. Todo eso debía parar, por eso había pedido aquella reunión con las autoridades de la iglesia de la ciudad. Quería solucionar todo de la forma más pacifica posible para que nadie más de la comunidad saliese lastimado de alguna forma.

− No importa, Mamá Jin −dice sonriendo a su mayor−. Solo concentrémonos en hacer bien nuestro trabajo para que esta reunión valga la pena.    

Su amigo le sonríe enternecido. Sabía de sobra que todos en la organización se encontraban preocupados y es que las cosa que estaban afectando al movimiento no eran asuntos meramente políticos o de opinión. En el último mes hubieron tres crímenes de odio que dejaron a dos chicos y una chica partes de la comunidad LGBT de la ciudad en cuidados intensivos postrados dentro del hospital. Según la policía todas esas agresiones fueron cometidas por el mismo grupo de personas que aún no lograban identificar pero que tiene fines homofobicos, eso porque siempre se ve que escriben en las ropas de sus victimas frases de la biblia en contra de la homosexualidad.

Le hacía sentir asqueado.

Fuesen quienes fuesen los que estaban detrás de eso era seguro de que pertenecían a la única de la iglesia de la ciudad. La idea era hablar con algún Ministro o autoridad eclesiástica para que también ayudasen a detener lo que estaba sucediendo. Más que mal siempre se lavaban la boca hablando de la no violencia y ahora personas, que seguramente pertenecían a su culto, estaban hiriendo casi hasta a la muerte a otras. Aquello no podía ser permitido y se prometió a sí mismo ir hasta las últimas consecuencias para que todo se detuviera de una vez por todas.

− Con justa razón eres el presidente de la organización, Jimin −susurra Mamá Jin mirándolo−. De todos nosotros eres el que siempre piensa con la cabeza fría y gracias a ti hemos podido avanzar en este proyecto o de seguro seguiríamos igual de asustados refugiándonos en el club llevando vidas miserables. Eres un sol, siempre lo he dicho.   

Jimin sonríe, escuchar eso le daba más energías para seguir luchando.

La vida había cambiado bastante para él durante estos cinco años. Ya no se prostituía, aquella actividad a la que se había acostumbrado a la fuerza quedó bastante lejos. Encontró un trabajo dentro de una compañía de seguros, allí hizo carrera durante dos años y terminó los años de escuela que le faltaban. Fue allí cuando Seokjin y Taehyung llegaron con la idea de comprar el club donde ambos se presentaban como DragQueens porque el dueño estaba ofreciendolo a la venta. Los tres juntaron sus ahorros, trabajaron hasta cansarse y pidieron prestamos para poder lograr esa meta. Al tercer año ya eran los dueños del club y convirtieron el lugar en una verdadera fortaleza LGBT, ya no se trataba de un club donde la gente iba a vivir una segunda vida sino un punto de encuentro para ser quien tu eras en realidad. 

Era la primera vez que Jimin sintió que estaba haciendo algo verdadero con su vida sobre todo cuando comenzó a involucrarse en el movimiento LGBT, cosa que jamás se había dado el tiempo de hacer durante toda su vida. Dentro de la ciudad las organizaciones estaban flaqueando gracias a la inmensa población de personas homofobicas que contaminaban el ambiente. No fue un día sino hasta que se topó con un chico siendo golpeado por otros que lo llamaban marica o chupa pijas que decidió que todo el odio debía terminar. Le pidió apoyo a sus amigos para que le acompañasen en la reorganización del movimiento dentro de la ciudad. Con bastante esfuerzo durante dos años, y la influencia que poseían gracias al club, lograron levantar nuevamente un organismo defensor de los de los derechos LGBTQ+ y gracias a todo lo que trabajó en ello quedó como el presidente de la organización.

En este minuto Jimin estaba evocando su vida a mejorar la de otros. Su prioridad eran los jóvenes que día a día eran discriminados por la sociedad, sus familias y hasta en la escuela gracias a su sexualidad. No quería que nadie más pasara por lo que el había vivido desde su infancia y si tenía que luchar contra la mismísima iglesia de la ciudad para que ello se hiciese realidad pues no tendría opción.

− Gracias, Mamá Jin −susurra−. Solo quiero hacer lo mejor por la comunidad, ya sabes.

Bueno, ahí mintió y Seokjin lo sabía más no dijo nada. Había un tema que se volvió tabú años atrás cuando la vida entera de Jimin se convirtió en una nube negra. Nunca se mencionaba por más que el tiempo pasará y nadie insistía en ello. Tanto Mamá Jin como Taehyung tenían claro que lo sucedido había roto a Jimin en mil pedazos y a pesar de que ahora estaba llevando una vida más tranquila haciendo algo por los demás jamás volvieron a verlo completamente feliz. Aquella sonrisa de oreja a oreja que era completamente sincera no se había visto hacía más de cinco años y parecía que no había intención de que volviera.

Jimin seguía roto.

Por más que intentase no recordar todo lo sucedido por las noches cuando se iba a dormir a su mente llegaban un montón de imágenes que clavaban distintas dagas alrededor de su corazón y no le dejaban conciliar el sueño en paz. A veces se encerraba en el baño a llorar descontroladamente porque parecía que la tristeza que le embargaba no se despegaría de su ser nunca y aquello le hacía sentir miserable. Una de las razones por las que empezó a involucrarse en el movimiento fue para alejar toda esa angustia que se le acumulaba en el pecho, porque no solo ayudaba a la gente como el porque le recordaba a su infancia y adolescencia miserables. Lo hacía también por alguien más, alguien que sufrió lo mismo que el.

− ¿Estas bien? −Le escucha pregunta Mamá Jin y aquello lo despierta del mar de pensamientos que se había creado dentro de su cabeza.

− Perfectamente −Miente y nuevamente su amigo no dice nada−. ¿Ya es hora de irnos?

Seokjin asiente y Jimin comienza a ordenar todos los documentos que había esparcido sobre el escritorio de la oficina para que las cosas estuviesen en orden antes de irse. En ese momento estaban en el edificio de la organización que se encontraba en el centro de la ciudad por lo que tendrían que apurarse si deseaban llegar a la hora a la reunión.

− He escuchado comentarios de que pronto llegará un nuevo Ministro a la iglesia −habla Seokjin un tanto ido−, como el anterior murió están buscando su reemplazo.

− Esperemos que no sea un hijo de puta como el anterior −suelta Jimin encongiendose de hombros, casi sin importancia.

− Creo que hay pocas probabilidades de que se así, pero también lo espero −Seokjin cierra la pantalla de su laptop mientras se cruza de brazos−. Y que de esta reunión se saque más que un par de miradas de mierda por parte de ancianos ocultos detrás de una biblia.

− Deben ayudarnos −sentencia Jimin con voz dura−. Sino lo hacen levantaremos acciones legales por donde sea. No dejaré que esto quede así cuando hay tres chicos en el hospital que probablemente quedarán con secuelas por una paliza que no se merecían en absoluto.

Termina de ordenar los papeles y se dispone a levantarse. Normalmente cualquiera otra persona tan solo lo haría de una vez para luego caminar sin problema fuera de la habitación, pero Jimin no podía hacerlo. Se afirmó con ambas manos sobre el escritorio para impulsar su cuerpo hacia arriba y apenas tuvo sus dos pies firmes sobre el suelo de un suspiro pesado. Le dolía pero no quería quejarse para evitar preocupar a Seokjin.

− ¿Quieres que te pase el bastón? −Pregunta su amigo mirándolo y Jimin asiente.  

− Ya me siento como un anciano que no puede vivir sin el.

Seokjin le estira el objeto hacia sus manos y Jimin rápidamente lo usa para mantener el equilibro al estar de pie sin afirmarse del escritorio. Si había algo que seguía haciéndole sentir bastante inservible era aquello. Quizá ahora si era un poco más independiente gracias al bastón, pero hubo un tiempo en que podía ser considerado fácilmente como peso muerto. Odiaba aquella sensación, vivir de la ayuda de los demás no era lo suyo y se detestaba a si mismo por pedirle a sus amigos que le ayudaran a sobrellevar toda la situación. Lo peor era que no existía otra opción, tan solo debía adecuarse a las circunstancias.   

La vida de Jimin cambió hacía cinco años, al igual que su pierna derecha que fue quebrada brutalmente dejándolo cojo de por vida.

O al menos eso era lo que el doctor le decía.

Intentaba ser optimista y demostrarle al resto que aquello no le afectaba demasiado. Iba a sus terapias poniendo todo de su parte para evolucionar en lo que involucraba la movilidad de su pierna, pero los especialistas siempre le decían que no se podría avanzar mucho ya que no tan solo se había roto el hueso sino ligamentos y músculos. Era difícil que aquello mejorara hasta volver a su estado normal, por no decir imposible. La única esperanza que le quedaba era una operación a la que aún no le decían si podría someterse o no. Si la respuesta era negativa tendría que vivir toda su vida con un bastón de su lado y aquello lo hacía sentir completamente inútil.

− Bajaré a preparar el auto −dice Seokjin−. Tomate tu tiempo.

Jimin asiente y su amigo sale de la habitación. Antes de seguirle el paso a Mamá Jin con velocidad de tortuga gracias a su cojera se mantuvo de pie un momento aún mirando hacia la ventana que daba al arbusto de rosas. Muchas cosas habían cambiado durante el pasar de los años, pero aun así había veces en las que Jimin se sentía nuevamente como aquel niñito asustado que siempre fue. Como si nada de lo que hubiese vivido valiese realmente la pena porque el terror de ser dañado seguía ahí sin dejarlo en paz. Deseaba ser feliz de verdad y evocarse a su carrera del movimiento LGBT, pero el pasado no quería darle tregua alguna para olvidar. Su corazón seguía roto, sus sentimientos seguían ocultos y el seguía igual de enamorado que siempre.

Por que sí. Después de cinco años donde se suponía que el debió haber avanzado seguía completamente enamorado del chico que le robó el aliento. Sin importar que después de ese día tan fatal nunca volvió a saber de el y que por más que lo buscó jamás lo encontró por ningun lado su corazón seguía latiendo por aquel que conoció frente a la iglesia, aquel que le ayudo a conocer lo que era amar de verdad. Tan profundo que te quemaba por dentro.

Porque sí. Después de cinco años Jimin jamás olvidó a Jeon Jungkook.




  [ ⛪️ ]   


Nota: Enserio gracias por el apoyo que le han dado a la segunda parte de esta historia y por los comentarios que me dejaron en la nota anterior. Su apoyo es fundamental para mí y no me cansaré de agradecerles. 

Eso es todo, un beso y hasta el próximo capítulo (que será pronto porque el miércoles salgo oficialmente de vacaciones). Adiossss.

PD: Tranquilos, en los siguientes capítulos se explicará totalmente por qué Jimin quedó cojo.



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