
Epílogo.
Desperté de golpe, estaba en una habitación blanca, amarrada a una camilla en medio con un chaleco de fuerza y amarrada a la misma. Me removí confundida, quería salir de allí.
La puerta se abrió y por esta entró un hombre que pronto reconocí, era Felipe.
Fruncí el ceño, ¿Qué hacía allí?
¿Dónde estaban mis heridas?
Esas dudas que tenía.
—Hola, Cosme, ¿Cómo estás hoy? —preguntó sentándose en una silla a mi lado, con un cuaderno de notas y una enfermera detrás.
—¿Qué ocurre?— pregunté confundida. Ni siquiera sabía qué habitación era aquella.
—¿Umm? ¿Volviste a olvidar cosas?
—¿Dónde están esos desgraciados?— pregunté intentando volver a desatarme.
La sonrisa de Felipe se esfumó y frunció el ceño estrechando sus ojos.
—¿Quiénes? ¿Alec y Paxton?
—¡Si!
—Ya veo, volviste a alucinar con ellos. Creí que estabas mejorando— habló anotando algo.
Mi confusión no hizo más que ir en aumento.
—¿De qué hablas?
—Ellos, ¿están aquí con nosotros?
—¿Qué?
—¿Agrediste a los del comedor porque pensaste que los viste?
Fruncí el ceño aún más y cuando iba a preguntarle si estaba loco, él se adelantó:
—Ellos no existen, te los creaste para no cargar con la culpa de haber matado a tu madre.
—¿De qué hablas?— no pude evitar preguntar confundida.
Yo sabía bastante bien que ellos eran reales, los momentos y recuerdos en mi cabeza eran lo suficientes reales como para no serlo, además, de tanto moverme, empezaba a sentir una molestia en mi abdomen.
—Cosme, no tienes hermanos...
Perdí la paciencia ante aquello.
—¡¿De qué hablas?! ¡Tengo dos malditos hermanos, Alec Swift y Paxton Swift! ¡Mi nombre es Cosme Swift y tú eres Felipe! — grité con rabia, moviéndome aún más en la camilla esa—. ¡No estoy loca!
Felipe se mantenía tranquilo, con una seña que le hizo a la enfermera, esta salió.
—No te alteres, esto solo te afectará a ti— dijo con bastante calma, volviendo a escribir en su libreta.
—¿Qué es lo que pasa?
—Ya te dije, todo es producto de tu imaginación. Mi nombre ni siquiera es Felipe, estoy cansado de repetirlo.
—Mientes— farfullé entre dientes volviendo a ver a la enfermera entrar con una jeringa en manos.
La mujer se acercó y se preparó para inyectarla, intenté oponerme moviéndome, pero no había nada que pudiera hacer. Mi cuerpo fue perdiendo el control y adormeciéndose poco a poco. Miré hacia abajo como pude, viendo una mancha roja sobresalir de mi abdomen
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro