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Cosme, 7 años.
Estaba en el jardín trasero de la casa, jugaba con Roku, mi, pero. Era de un lindo color blanco y apenas tenía un año con él desde que Akaedel me lo había regalado.
Lo quería mucho, porque aparte de Akaedel, Roku era el único que jugaba conmigo cuando Akaedel no podía ir a mi casa.
Roku se acercó con la bola rosada con la que jugábamos, la tomé y acariciando su pelaje, la volví a lanzar, Roku sin pensarlo volvió a correr tras ella.
—Cosme —llamo Paxton, detrás de mí—. Tu mamá te busca.
Volteé a verlo emocionada, mamá pocas veces me buscaba, para ella era como si yo no existiese en lo absoluto. Paxton tenía la vista fija en Roku, no solía hablar mucho, hacía solo una semana que estaba viviendo con nosotros, pero evitaba el contacto a toda costa.
Me levanté del suelo y corrí hacia la casa, primero subí al baño a lavarme las manos, a mi mamá no le gustaba que después de jugar con Roku no me lavara las manos, así que las lavé y sequé muy bien.
Era uno de abril, mi cumpleaños, pero también el de Alec, mi hermano mayor. Seguro y mamá tendría un regalo para ambos, por eso bajé los escalones entusiasmada.
En el último escalón, por ver a mi mamá tocando el piano tan cálidamente me distraje y pise mal, intenté agarrarme de Paxton que estaba a un lado de la escalera, pero a último momento se echó para atrás con pánico de que lo tocase.
Caí al suelo en un ruido fuerte, me senté de inmediato y contuve las lágrimas ante la mirada de mi madre, quien había dejado de tocar. Me dolía la rodilla, pero no debía llorar.
No debo llorar.
No debo llorar.
A mamá no le gustan los niños que lloran.
No debo...
La serie de pensamientos repetitivos se esfumaron como polvo al ver a Alec extendiéndome una mano para que me levantara. Sonrió tan cálido como solía hacerlo y sin dudar extendí mi mano también. Cuando nuestros dedos rozaron de pronto, su mano fue tomada por mi madre.
—No la toques, la falta de talento se pasa— le dijo mientras arreglaba su cabello.
Quedé en mí mismo lugar, sin saber cómo reaccionar, tenía ganas de llorar, pero a fuerzas me contuve.
—No creo que la falta de talento se me traspase solo por un toque, además, Cosme no sabe tocar el piano porque aprende lento, a su ritmo. Estoy seguro de que, si le das una oportunidad, tal vez.
El discurso de Alec fue interrumpido por la cachetada que mi madre le dio. Mis lágrimas empezaron a desbordarse al ver aquello, mi mamá nunca le había pegado.
Los dedos de Alec, vendados por lo mucho que practicaba al piano, a causa de mi madre quería cumplir su sueño a través de él, fueron a su mejilla. Frunció el ceño para luego sonreír.
—¿Qué va a decir los jueces si me ven con un moratón?— cuestionó, despacio, con voz baja. Alec era muy inteligente y extraño para solo llevarme dos año.
Mi madre retrocedió por unos segundos, pero luego agarró las mejillas de Alec, arrepentida.
—Lo siento, no volverá a pasar, después de la audición, iremos a donde quieras por tu cumpleaños —volteo a ver a Paxton, era como si yo no existiera—. ¿Quieres que te traiga algo, Paxton?
Paxton negó. Mi madre le regaló una hermosa sonrisa, como esas que solo iban dirigidas a Alec, tomó la muñeca del último y juntos salieron de la casa.
No pude aguantar más las lágrimas y lloré en el suelo.
—Hoy también es mi cumpleaños...
Lloré un rato sin poder evitarlo, quería dejar de hacerlo. Quería ser tan perfecta como Alec que sin esforzarse le salía todo más que bien, pero no podía. Incluso mi nuevo hermano, Paxton quien solo llevaba poco tiempo allí, era mejor que yo en todo. Se había ganado algo del cariño de mi mamá y abuela, algo que yo, en mis años de vida, no pude hacer.
Eso lo había conseguido Alec sin esforzarse y Paxton en una semana.
Aún así, no los odiaba, a ninguno.
—No llores —murmuró Paxton—. No es nada, no necesitas su atención.
Y lloré aún más fuerte ante aquello.
De repente, la puerta principal, que antes había sido cerrada, fue tocada.
—¿Cosme? ¿Qué pasa? ¿Estás llorando? ¿Qué paso?— preguntó rápidamente Akaedel fuera de la casa.
Paxton pasó por mi lado y abrió la puerta quedándose en el medio, Akaedel lo quitó de un empujón y se sentó sobre sus rodillas delante de mí, agarrando mis mejillas y secándolas. Vestía el uniforme de traje de su escuela privada, su mochila estaba frente a la puerta, en el suelo, era más que obvio que acababa de llegar de su colegio.
—¿Qué te pasa? ¿El muchacho este te ha hecho algo?
Negué sin poder hablar, porque este secaba mis lágrimas.
—Si fue él no pasa nada, yo lo estranguló por ti.
—No fue él— murmuré cuando se levantó con la intención de ir hasta Paxton, lo detuve agarrando el dobladillo de su uniforme.
—Entonces fue la vieja esa, sabía que era una desgraciada cuando me echo de aquí— dijo con odio ayudándome a levantar y sacudiendo mi ropa.
—No hables así...
—No puedo evitarlo, perdón. Pero ven a vivir conmigo, yo te mantengo, esa vieja va a terminar matándote.
—No quiero— dije notando como Paxton fruncía el ceño a un lado mientras miraba a Akaedel.
—Bueno —fue lo que dijo buscando su mochila, sacó una caja medio grande y sonrió—. ¡Feliz cumpleaños, brujita!— mostró un bizcocho de chocolate y salté de felicidad.
—¡Te acordaste!
—Obvio que sí.
—¡Gracias!— lo abracé y luego tomé el bizcocho.
—No hay de que, ahora vamos a mi casa. Traje una tortuga y le puse bambi, te diré Bambi porque tú y el apodo tienen
algo en común, son tiernos. Además, ¡te compré globos rosados!
Sonreí y seguí a Akaedel quien caminaba con una sonrisa de orgullo mientras salíamos.
—Yo voy con ustedes, dos niños no pueden estar solos— susurró Paxton poniéndose a mi lado, manteniendo la distancia.
—Yo te soporto solo por mi linda Cosme, de no ser así, ya habría mandado a Amon a darte una paliza— admitió Akaedel y golpeé su cabeza.
—No pongas a Amon a hacer cosas malas.
—¿Por qué? Es hijo de los sirvientes, tiene que hacer lo que le diga, si le digo que mate a un estúpido desnutrido lo hará. Me debe su vida.
Golpe su cabeza al verlo sonreír con supremacía mientras miraba de reojo a Paxton con una mueca.
—No hables así de mi hermano, además te he dicho no hables así de los demás, Amon no es tu sirviente ni te debe su vida, tú se la debes a él, idiota.
—No lo vuelvo a hacer, perdón.
•••
Habíamos vuelto de jugar en la casa de Akaedel, era enorme y sus padres y su hermano mayor siempre nos recibían e incluso a veces nos ayudaban a escondernos cuando jugábamos al escondite. Me gustaba la familia de Akaedel más que la mía algunas veces.
Estaba en la cocina, comiendo el desayuno que mi mamá había preparado antes de ir a trabajar. La niñera no llegaba y teníamos que esperarla.
Pensaba que mis hermanos aún dormían, cuando vi a Paxton caminar hacia el patio.
Era delgado, con los huesos marcados, mamá había dicho que tenía anemia, porque su padre no lo alimentaba bien, también vi que tenía muchas heridas. Él no decía nada sobre aquello, aunque creía que se lo había contado a Alec, eran muy amigos. Poco tiempo después, también vi bajar a Alec hacia el patio.
Continúe comiendo, hasta que me pareció escuchar a Roku, recordé su comida y baje de la mesa. Busqué la bolsa de purinas y salí al patio quedándome estática.
—¿Paxton?— murmuré al verlo de espaldas sentado en el suelo, algo alejado.
Debajo de él brillaba un charco de sangre.
Alec, más adelante, cavaba cómo podía un hoyo en el suelo con una pala, para enterrar al Roku.
Oí el grito de la niñera que acababa de llegar. Pero no podía apartar la vista de mi Roku, estaba llorando ahí de pie.
Fue lo mismo con el siguiente animal que me regaló Akaedel para recompensar la pérdida, era un gato. Una mañana lo encontré degollado. Luego fue otro perrito. Paxton los mataba, lo podía escuchar hablando con Alec, diciendo que no quería hacerlo, pero no podía evitarlo.
Poco a poco empecé a odiarlos, tanto a él como a Alec por ser su cómplice y no delatarlo.
Dejé de tener mascotas, y los animales del vecindario empezaron a desaparecer. Le decía a mi madre todo lo que Paxton hacía, se le notaba nerviosa en su presencia, ella sabía muy bien quién era él, solo era cuestión de tiempo para que lo mandaran por donde mismo había llegado.
De haber sabido que aquello iba a destruir aún más la poca relación que teníamos entre todos, nunca le hubiera contado nada.
...
Fue ese día cuando hice algo estúpido, saqué al hámster de la jaula para jugar, el animal se me había escapado y había comido el veneno para ratas que mi madre solía poner en la cocina. Estaba nerviosa, no quería ser odiada, por lo que tomé al hámster y un cuchillo y entré al baño.
Llorando y con las manos temblando, abrí su estómago. Lavé mis manos y salí del baño. Esperé a que Paxton entrara y cuando lo hizo, corrí a buscar a mi mamá y al encontrarlo mi madre pegó un grito.
Al ver sus ojos sorprendidos, no pude evitar sonreír. Ese monstruo no debía estar con nosotros.
—También vi a Alec, mami— dije y lo señalé, él se quedó mirándome apenas saliendo de la habitación, confundido.
•••
Habían pasado dos semanas desde que Paxton ya no estaba en la casa, según había escuchado, estaba en un lugar donde lo ayudarían. No me importaba.
La cosa era que, al contrario de sentirme segura, me sentía nerviosa y atenta todo el tiempo a todo momento. Alec se había vuelto siniestro, no tocaba el piano, me vigilaba con una mirada de odio, y por las noches susurraba que me mataría.
Él había dejado de dormir, y ya tenía unos semicírculos redondos debajo de los ojos. Me daba miedo.
Cuando entré a la habitación para dormir lo escuché susurrar:
"Maldita mentirosa, te voy a matar"
Corrí a mi cama y me acosté arropándome hasta la nariz.
Tras un buen rato, miré hacia la ventana abierta, estaba nevando un poco y me moría de frío. Me aseguré de ver a Alec dormido, o distraído al menos, y luego me levanté despacio cerrando la ventana lo más rápido posible.
Iba a volver a mi cama cuando mi hermano se levantó de la suya y se acercó. Estaba serio, yo solo me quedé allí sin saber qué debía hacer exactamente.
—¿Sabes algo? Vi como sonreías cuando descubrieron a Paxton, se que pusiste el conejo allí de alguna forma, iba a dejarlo pasar... pero, ¿que se sentirá ver la vida salir de tus ojos?
Me estremecí cuando sonrió y se acercó, no pude defenderme cuando me tiró hacia atrás ahorcándome. Por un lado, sentía que me iba a tumbar y por el otro que me iba a asfixiar hasta la muerte.
Alec sonrió y me terminó de empujar, caí al suelo en un ruido sordo y una maceta se rompió debajo de mí. Lo último que vi antes de desmayarme, fue a Alec sonriendo y a los vecinos salir espantados de sus casas.
•••
Ahí estaba yo, agregando cosas a la verdad, me arrepentía al ver la mirada de mi madre, pero ya no había nada que hacer.
—¿Ha dicho todo eso?— preguntó el oficial junto al doctor una vez más.
—Mi niño no ha dicho nada, la del problema es ella— dijo mi madre dándome una mala mirada.
Más atrás, la abuela abrazaba a Alec quien miraba todo anonadado, no decía nada.
—Es cierto, cuando dormíamos.
—¡Cállate! No seas egoísta, tu hermano tiene una vida por delante. ¡Vas a arruinarla!— habló ella intentando agarrarme.
—¡Cálmese!
Desde allí todo empezó a ir de mal a peor, Alec volvió a intentar matarme y por pura intervención de los vecinos fue mandado a un internado psiquiátrico a recibir tratamiento.
Ya recordaba porque mi abuela me odiaba. Fue por aquello y las mentiras que decía Alec de mí, él mentía y yo también.
En poco tiempo mi memoria empezó a deteriorarse poco a poco hasta que esos sucesos fueron borrados de mi mente uno a uno.
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