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Suspiré mientras bajaba los pies de la silla. No sabía qué era lo que tenía exactamente.

—Me siento más estresada de lo normal con frecuencia. Lo único que quiero es una vida pacífica, ni siquiera me importan los recuerdos del pasado, pero últimamente siento que debo recordar.

—Entiendo.

—No ayudas en nada...

El estúpido solo sonrió un poco.

—¿Por qué sientes que debes recordar?

—Es que no lo sé, es como un presentimiento. Me siento como paranoica, como si todos a mi alrededor ocultaran algo, así es como me siento algunas veces— admití pensativa.

Ya que hablaba de eso, recordé la foto que encontré en la casa, esa foto y el niño sonriente me hacían pensar en Akaedel. No quería pensar mucho en las cosas, pero sentía que algo estaba mal con ellos.

—¿Qué te lleva a sentirte así?— volvió a preguntar Felipe muy calmado, lo miré mal, solo servía para hacer preguntas y más preguntas.

—No sirves para nada, renuncia— solté de golpe poniéndome de pie, no me podía callar cuando algo me salía del corazón y eso no era la excepción.

Salí de allí enojada y sintiéndome estafada. En el pasillo de la habitación me encontré con Akaedel, pensaba ignorarlo, pero él me había visto primero.

—Cosme, ¿tienes hambre? Ya es la hora del desayuno y para ser sincero te ves que no comes desde hace semanas.

—Bueno, anoche no cené —murmuré recordando la escena de Paxton y el muerto.

—¿Cómo puedes aguantar tal aberración?— preguntó serio.

—Ni yo lo sé.

—Bueno, vamos a comer, porque yo sí que no puedo aguantar un segundo más con hambre.

Salimos del pasillo directo al comedor, Akaedel caminaba un poco rápido y yo trataba de seguir su ritmo a duras penas. Al llegar Akaedel se integró de inmediato a una fila, tras un intercambio con la mujer encargada de repartir las bandejas tomó cinco bandejas, una encima de la otra que le pasaron.

Hizo una seña para que lo siguiera y así lo hice hasta que caminamos hacia una puerta al final del comedor.

—¿Adónde vamos?

—La antigua biblioteca. Siempre comemos allí.

Terminamos por recorrer unos pasillos alumbrados por algunos bombillos blancos, llegamos a una puerta que Akaedel pateo abriéndose. El lugar no era muy grande ni muy pequeño, tenía varios estantes llenos de libros y en una esquina muchas cajas de plástico.

Los chicos estaban en esa esquina, Paxton estaba sentado en muchas cajas que formaban una especie de sillón, Amon también estaba en uno mucho más grande acostado mientras leía un libro, Allan y Alec solo estaban sentados en el suelo jugando cartas.

—Llegó la comida— anunció Akaedel dejando las bandejas en cuatro cajas acomodadas en medio de Paxton y Amon que parecía ser una especie de mesa improvisada.

El lugar estaba limpio y organizado, aunque había un fuerte olor a libros viejos que era algo intolerable.

Nadie dijo nada, todos tomaron una bandeja cada uno dejando lo que hacían, yo me senté en el suelo junto a Akaedel empezando a comer tranquila.

—¿Sabes por qué está abandonado?— me preguntó Akaedel.

—¿Cómo voy a saber eso? A pura suerte sé dónde queda el baño.

—Verdad, bueno, aquí murieron unos hermanos, creo que se llamaba Santiago y... — frunció el ceño y ladeó la cabeza como si intentara recordar los hechos.

—Se llamaba Sara— completó Amon sin despegar la vista de su libro.

—¡Sara! El punto es que nunca se encontró al culpable.

—No es como si hubieran hecho un esfuerzo en buscarlo, la verdad— murmuró Paxton ganándose una mala mirada de parte del peliblanco.

—Bueno, solo quería decirte eso.

Asentí volviendo comer mi puré sin apuros, Allan y Alec seguían jugando cartas y quejándose de que siempre servían lo mismo. Mientras que Akaedel empezó a aprovechar cada una de sus distracciones para robarles comida.

Miré a Paxton quien comía con toda la calma del mundo mientras veía algo en el teléfono de Alec, al parecer él era el único con celular y laptop allí y todos los usaban.

Noté su uniforme, estaba muy limpio y bien planchado, su cabello estaba algo húmedo e incluso él desprendía un sutil olor a perfume.

Puesto que lo miraba así me surgió la duda de donde dormía exactamente, él era de otro edificio y su uniforme que era marrón ya era una prueba. Pero siempre estaba allí y si era del otro edificio debía dormir en el otro, entonces era confuso porque a todas horas estaba en el nuestro.

—¿Dónde duermes?— pregunté después de un rato de pensarlo.

—En una cama— soltó Akaedel de la nada, empezando a reír.

Lo volteamos a ver y tras rodar los ojos dejo reír murmurando que éramos unos amargados.

—En mi edificio— contestó Paxton después de unos segundos.

—No parece— murmuré y volví a poner mi atención en la comida.

Tras comer y beber un poco de agua empecé a sentir la necesidad de ir a mear, intenté contenerme, pero sentía que si no iba al baño me mearía encima.

—Ya vuelvo, voy al baño— dije dejando todo a un lado.

—¡Vuelve pronto que nos vamos a dormir!— alcanzó a gritar Akaedel cuando salí casi corriendo de allí.

Caminé por los pasillos desconocidos para mí, estuve un rato deambulando mientras apretaba las piernas de vez en cuando hasta que encontré un baño, di gracias a dios y entré a la primera cabicula que ví. Cuando terminé salí al pasillo más tranquilo, empecé a caminar de vuelta cuando al final del pasillo, que no estaba muy lejos, pasó alguien.

Creía que estaba viendo cosas, cuando de la nada se devolvió caminando en reversa, volteó su cara completamente cubierta solo dejando ver sus ojos. Tragué saliva con dificultad cuando empezó a caminar en mi dirección, no hizo falta que diera muchos pasos cuando ya estaba delante de mí.

Tenía ganas de echarme a correr o algo, pero él obstaculizaba todo el camino, estaba segura de que era el mismo que estaba intentando abrir la puerta de la habitación de castigo. Era obvio que estaba allí para terminar lo que comenzó.

Tomé algo de valor y me di la vuelta para intentar correr hacia esa dirección, lo único que hice fue empeorar las cosas porque él me agarró del pelo arrastrándome hacia él. Una de sus manos se enrolló en mi cuello tapando mi boca, impidiendo que pudiera gritar. Empecé a patalear para intentar zafarme.

Mi respiración empezó a volverse irregular y pesada, sentía mi pecho comprimirse de dolor de lo rápido que latía mi corazón.

Empezaba a faltarme el aire, el tipo estaba ahorcándome por detrás. Patalee un poco más fuerte queriendo respirar, logré darle un codazo en la barriga y me soltó de manera brusca.

Caí al suelo en un ruido sordo, un sollozo se escapó de mis labios mientras intentaba llenar mis pulmones de aire. Mi cabeza dolía y martilleaba haciendo imposible escuchar algo bien. Retrocedí con ayuda de mis palmas en el suelo sin sacarle la mirada de encima al chico.

Se agarraba el abdomen mientras lo miraba, parecía sorprendido, cosa que confirmé cuando levantó la cabeza. La capucha de su abrigo se le calló mostrando un gorro negro de lana que cubría su cabello, sus ojos me miraban como si estuviera sonriendo y eso, erizo mi piel.

Tenía unos ojos oscuros, tétricos y escalofriantes, solo se veían estos, ya que el gorro cubría casi toda su frente junto a una mascarilla de tela negra.

Me levanté nerviosa de suelo lista para correr, pero cuando di un solo paso, con sus pies, golpeó mis tobillos tumbándome al suelo. Se subió ahorcadas encima de mí y sin perder el tiempo apretó mi cuello con sus dos manos.

Intenté gritar, pero solo sentí mucho más dolor en la garganta del que ya sentía. Con desesperación enterré mis uñas en su mano descubierta, el agarre disminuyó y mordí su mano derecha hasta que mis dientes dolieron. Eso me dió la oportunidad de sacármelo de encima y salir corriendo.

Corrí por los pasillos con él detrás de mí, quería gritar por ayuda, pero mi garganta dolía y ardía hasta el punto de que no podía respirar bien. Llegué al pasillo de la biblioteca y antes de que pudiera acercarme a la puerta el logró agarrarme del cabello tapando mi boca.

Volví a intentar zafarme, él disminuyó un poco el agarre cuando se escuchó la risa de Akaedel y sus pasos acercándose a la puerta. El tipo me soltó y caí al suelo temblando y respirando por la boca.

Podía sentir mi corazón latir hasta en mis oídos.

—¿Bambi? ¿Qué pasa?

Akaedel se bajó delante de mí preocupado, sintiendo algo de alivio al saber que estaba a salvo, levanté mis brazos temblorosos y lo abrace buscando sentirme protegida. Me abrazo de igual forma algo dudoso.

—Estás temblando, ¿Qué ha pasado?— habló con delicadeza apretándome un poco a su pecho.

—Un tipo... el asesino— intenté decirle, pero mi voz salió ahogada junto con algunos sollozos.

—Está bien, ya se fue, no pasa nada. Ya no te va a hacer nada, estás a salvo aquí— dijo en un susurró suave.

Lloré un poco sin poder evitarlo, en esos momentos había sentido más pánico y miedo que al ver a Akram o a Paxton matar. Había visto mi vida desvanecerse ante mis ojos, ese tipo realmente me iba a matar.

—No llores.

Intenté regular mi respiración sintiendo cómo poco a poco el nudo en mi garganta se desvanecía. Me separé un poco de él, empezando a secar mis lágrimas, hacia lo que podía con mis manos que temblaban sin control.

Akaedel las agarró y se ocupó de secar mis lágrimas él mismo, lo agradecí internamente, volviendo a abrazarlo un poco. Tras un largo rato, Allan salió de la biblioteca y los chicos le siguieron.

—¿Qué pasó?— preguntó Paxton al vernos.

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