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—Hola— dije con algo de duda ante sus ojos sin expresión.

Él solo movió un poco la cabeza.

—¿Cómo conoces este lugar?

Mierda.

Di un paso hacia delante y cerré la puerta detrás de mí, tomé una bocanada de aire analizando la tensa situación. Podía pasar por su lado y largarme y si intentaba algo llamaba al personal o algo así.

—No lo conozco, de hecho me voy— dije e intenté pasar por su izquierda, pero se movió impidiéndolo.

—¿Cómo conoces este lugar?— repitió en un tono frío.

—¿Estaba perdida?

—¿Crees que es inteligente responder una pregunta con otra?

—No lo sé, dímelo tú.

Me dio una mala mirada que me estremeció y apreté los labios.

—Dime qué haces aquí.

Bien, su voz monótona y extraña empezaba a preocuparme. Me miraba tan fijo y con desinterés que creía que estaba planeando mi asesinato en silencio.

—Ya te dije, estaba perdida.

—No lo habías dicho, lo estabas preguntando.

—Ahora te lo dije, me perdí.

¡Pero qué gran mentira, la verdad creo que la pérdida de memoria se llevó consigo a tus neuronas también!

¡Cállate maldita vocecita!

—Sé que mientes— afirmó Alec sacándome de mis pensamientos.

Enarqué una ceja ante lo seguro que se veía, no sabía mentir, pero que él estuviera tan confiado de que lo hacía era molesto.

—No mentí, no soy una mentirosa, me perdí— me crucé de brazos mirándolo desafiante.

—Si claro, eres la peor mentirosa que conozco...

—¡Ni siquiera te conozco!— dije mirándolo con desagrado.

Él suspiró exasperado.

—No vuelvas aquí.

La puerta detrás de mí abriéndose daño la pelea, me volteé para encontrarme con unos ojos negros que me miraron desconcertados. Me hice a un lado para dejarlo pasar, él caminó hasta donde Alec, tapándolo por completo de mi vista.

Ellos parecían estarse murmurando cosas. Estaban distraídos, así que miré a sus izquierdas buscando escapar, pero al dar un solo paso el chico se giró.

Me quedé quieta esperando a que se fueran o dijeran algo, pero solo me miraban sin decir nada.

—No vuelvas aquí— dijo Alec al fin.

—¿Y como llegó hasta acá?

—Te siguió —dijo tranquilo, abrí mis ojos al ser descubierta—. Ten más cuidado.

¿Cómo diablos lo supo? ¿Era tan obvio?  Me pregunté en ese momento.

—Claro —dijo el otro en un susurro—. Ya que estamos, eres la selectiva, Cosme, ¿no?

Revolee los ojos y suspiré asintiendo.

—¿Y por qué me seguiste? Hemos hablado, pero no como para que te enamores— dijo mirándome curioso, al contrario de su voz, que era un poco menos indiferente que la de Alec.

En esos momentos me arrepentí de haberlo seguido.

—Solo fue curiosidad.

Este achicó los ojos y negó, esbozó una pequeña sonrisa mientras se acercaba un poco.

—Eso suelen decir todas— murmuró y Alec lo miró por una fracción de segundo con el ceño fruncido.

Terminó tomando su caja y pasándome por el lado para luego irse.

—Mi nombre es Paxton, sé que quieres saber algo, se ve en tus ojos, pero —caminó hacia mí y abrió la puerta—. Yo no soy un samaritano que anda iluminando a todos con la enseñanza.

Y sin más se largó cerrando la puerta con seguro desde afuera.

Tras unos minutos empecé a caminar, pero vi a dos guardias acercarse e intenté esconderme, no sirvió de mucho porque ya me habían visto.

—¡Selectiva!— gritó uno de los guardias.

Cerré los ojos poniendo mis manos a cada lado de mi cintura, suspiré pesadamente y solo me quede a esperar que llegaran por mí.

•••

—¿Qué hacías allí, Cosme?

¿Por qué mierda todo me pasa a mí?

Solté el que iba siendo el vigésimo suspiro en los minutos que llevaba ahí.

—Me perdí, ¿cuántas veces tengo que repetirlo?

Miré a sus ojos, este me observaba completamente serio. Frunció las cejas y se acomodó en su silla, yo intenté lo mismo en la incómoda silla, pero todo esfuerzo fue inútil.

—¿Cómo te sientes?

—Mal.

—¿Por eso intentaste escapar por esa puerta?— preguntó serio, ya me estaba cansando.

—Que me perdí, me perdí, no conozco este lugar que parece un laberinto.

—Cosme, necesito tu sincera colaboración. Tienes suerte de que el director esté ocupado, de verdad —dijo con las cejas fruncidas a más no poder, hizo silencio esperando a que dijera algo, pero solo me crucé de brazos—. Bien, voy a pedir tu traslado a la otra ala, ahí al menos puedo saber que no escaparas.

—¡¿Qué?! ¿Por qué coño escaparía?

—Es lo mismo que yo quisiera saber.

Apreté los labios conteniendo los insultos variados que tenía para decirle y en su lugar lo miré mal.

—No quieres cooperar, te encontraron cerca de la puerta trasera que se supone era secreta. No voy a arriesgar mi trabajo por ti, voy a mandarte a donde estabas y podré estar tranquilo.

—Bien, bien —cerré los ojos rendida, ni siquiera sabía por qué encubría a esos dos en primer lugar—, entre al sótano para ver lo sucedido, me espanté tanto que salí casi corriendo. Como no sé nada de los pasillos me perdí. Vi al pelinegro ese y lo seguí hasta la puerta, luego encontré a Alec.

Este se enderezó en la silla enlazando sus manos sobre el escritorio.

—¿Hablas de Paxton?

Asentí.

No quería delatar a nadie, pero ya estaba hecho. No iba a tolerar irme al ala negra por encubrir a dos desconocidos que seguro y ni las gracias me darían. No iba a soportar volver a estar todo el día sola y vigilada, me negaba.

—Voy a creerte porque es Paxton, ya puedes irte.

Le sonreí y me puse de pie caminando hasta la puerta, la abrí, pero me detuve antes de salir y lo volteé a ver.

—No me va a enviar al piso ese, ¿no?

El negó así que salí tranquila, un guardia me esperaba, me siguió hasta la habitación. Allí me tomé la libertad de cerrarle la puerta en la cara.

Los chicos estaban en sus respectivas camas, todos parecían dormir, aunque Akadel tenía medio cuerpo afuera de la cama. Alec miraba fijo el techo, perdido en sus pensamientos tal vez.

Caminé hasta mi cama y sacándome los tenis me acosté arropando todo mi cuerpo.

•••

Estaba en una mesa sentada con Duncan, Carla y Kenan nuevamente, estos últimos hablaban. Bueno, más bien discutían sobre cuál de los dos tenía la razón.

—Antuan no merecía esa muerte— dictaminó Carla molesta.

—La verdad es que si se lo merecía —contraatacó Kenan por milésima vez, bastante irritado—. Era un tipo despreciable, inventaba cosas.

Al menos ya sabía que Antuan era el de los labios y ojos cocidos. La policía había dicho que los chicos fueron torturados hasta morir.

—Que no lo merecía.

—A ver, ¿es que acaso te gustaba?

—No, es que es una muerte horrible.

—La de los otros dos también, pero solo te veo hablando de él.

Carla rodó los ojos y en lugar de responderle se centró en comer, logrando que Kenan la mirara fijamente por un largo rato.

—Pero creo que Paxton es el principal sospechoso.

Me atraganté con el puré y empecé a darme palmadas en el pecho mientras alcanzaba el agua, la conversación se estaba poniendo interesante con el bocazas de Duncan.

—Si ese chico algún día, por alguna extraña razón, se te acerca, huye— le dijo Kenan a Carla, se notaba la preocupación en la mirada.

Kenan la veía solo a ella con una mirada suave, era como si para él no hubiera nada más a su alrededor que ella. La miraba como si fuera una linda galaxia, o una hermosa obra de arte en exhibición.

—Lo tengo en cuenta, pero pienso que el asesino fue de la otra sala, tenían la marca de asesino de los diez mandamientos— dijo ella mirando a los dos.

—¿Y eso que es?— pregunté yo, mi salvación, Duncan me miró, me empezaba a caer bien.

—Es un apodo al asesino, no son las primeras víctimas. Le decimos así por qué mata basándose en los mandamientos. En el otro edificio hay un chico que es religioso y creemos que es él.

—Sí, creo que se llamaba algo así como —dijo Carla y miró hacia abajo intentando recordar—. Creo que era Akram.

Duncan asintió.

—Aun así, Paxton es bien sospechoso siendo él de ese edificio.

Resultaba, sucedía y acontecía, que tras mi confesión con Felipe, varios guardias se habían llevado a Paxton junto con Alec con el director. Los jóvenes no tardaron en hacer teorías conspirativas sobre que ellos eran los asesinos. La verdad no muchos creían eso, ya que casi todo el personal decía que ambos eran unos panes de Dios.

Eso era lo que había escuchado en los pasillos.

Empecé a sentirme observada, intenté ignorarlo, pero al no poder busqué con la mirada para saber quien me veía. Tuve que mirar por encima de mi hombro notando a Alec delante de la puerta del comedor.

Este me miró fijamente, luego con un movimiento leve de su cabeza señalo la puerta y salió.

Era una clara invitación a seguirlo, dudé un poco, pero al final me levanté de la mesa llevando la bandeja para luego salir detrás de él.

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