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Me desperté molesta por un ruido, de verdad no soportaba los ruidos mientras dormía, me estresaban y ese no fue la excepción.
La habitación se encontraba completamente a oscuras, tuve que pasar la mano por mi corto cabello que estorbaba en mi frente. Esta se quedó un momento enredada en él y mientras intentaba sacarla noté a Alec.
—¡Shine!— gritó una voz chillona y demasiado molesta desde donde él estaba.
Tuve que bajar la vista hacia sus piernas solo para ver que tenía una laptop ahí, los gritos y ruidos venían de allí. El brillo de la pantalla iluminaba su rostro en la oscuridad, resaltando sus ojos aún más ojerosos y un poco rojos.
Tenía una cara de sueño, pero miraba fijamente la pantalla muy concentrado.
—¡Shine, shine, shine!
¿Cómo diablos se tenía una laptop en ese lugar? Me pregunté mirándolo.
Este soltó un suspiro y levantó la mirada hasta verme, se quedó así por un eterno minuto, solo mirándome.
—¿Quieres ver? Están matando al villano— dijo sin mucho interés.
Me estremecí de miedo y negué.
—Alec, duérmete, que insoportable eres— se unió otra voz.
—Si, ya estoy harto.
Pronto Amon encendió la luz del lado de su cama y Allan le siguió, yo me aferré a mis sábanas sin apartarle la vista a alguno por mucho tiempo.
—Idiotas, apaguen la luz— murmuró Akaedel sentando en el suelo de su cama, comiendo de un tarro de helado de fresa.
Lo miré incrédula y Amon igual, al vernos mirarlo así se encogió de hombros y se puso de pie.
—¿Qué? —preguntó mirándonos a mí y a Amon acusatorio—. El otro me dio esto para que no diga nada.
Amon resopló y apagó las luces, no sin antes negar. Alec dejó de vernos y volvió a prestarle atención a sus cosas. Puede ver y escuchar a Akaedel comer su helado y con un gesto de desagrado tomé el dobladillo de la sabana y me arropé de pies a cabeza.
•••
Nada más despertarme, salí casi corriendo de la habitación de fenómenos. Estaba en el baño ya cambiada, no sabía bien hacia dónde iría, pero escuchando a unas chicas hablar de un discurso las seguí.
Llegamos hasta un cuarto gigante donde habían muchos jóvenes.
—No me está gustando el comportamiento de algunos, deben de ser jovencitos educados si quieren salir de aquí— decía el director.
Era un hombre alto y anciano.
—¡Ni que fuéramos sus majestades reales!
—Akaedel— dijo el hombre furioso mirando a un solo lugar en la multitud.
—Perdón, se me escapó— logré escuchar y algunos se rieron.
Me alejé un poco de la puerta para abrirle el paso a quienes iban entrando al lugar.
—Estamos planeando usar varias habitaciones sin ocupar y crear aulas de tarea, ya que consideramos que la educación es la base de todo ser.
Tras unos minutos del director hablando de las clases y algunas medidas disciplinarias donde nadie más que él hablaba, la puerta retumbó de golpe. Un chico bastante pálido entró jadeando y sudando.
Se veía mal, estaba muy alterado y cansado como para hablar, levantó su palma pidiendo un momento y tras tomar aire miró al director exaltado.
—¡Tiene que ver esto, director!
—Muchacho, no me interrumpas en medio de algo importante— dijo él bastante serio.
El chico lo miró sofocado, recobró la compostura y varias lágrimas se le resbalaron llamando la atención de todos.
—No me digas que...
—¡Tres, señor director, tres pacientes muertos en el sótano!
—¡¿Qué?!
—¡¿Cómo es posible?!
Los pacientes en el lugar no pidieron explicación alguna, simplemente salieron despavoridos soltando gritos de pánico y terror. El pobre chico fue empujado por múltiples jóvenes hasta que se refugió pegándose al marco de la puerta.
Yo recibí varios empujones y codazos en mi lugar, todos estaban desesperados por salir a toda costa del lugar, sin importar si herían a alguien. Sentí el frío tacto de alguien agarrar mi muñeca y arrastrarme hacia una pared.
Alec era quien me arrastraba hacia allí, donde también estaban los demás muy normales y tranquilos. Cuando Alec me soltó sentí la presencia de alguien pararse a mi lado, era ese pelinegro.
Me miró sin mucho interés por unos segundos y luego volteó a ver al director, este trataba de calmar a los pacientes que quedaban sin mucho éxito. Optó por salir también junto a los pocos que quedaban.
—Es una pena— murmuró él, no se veía que lo lamentara, no había ningún rastro de lamento en su expresión. De hecho, la comisura de sus labios se levantaba en una sonrisa apenas esbozada.
Bajé la vista por su cuerpo lentamente, llevaba el informe marrón, vi algo que resaltaba de su pantalón y fruncí el ceño. Se notaba una mancha de sangre, no estaba segura, pero era eso lo que parecía aquello.
Intenté apartarme un poco al notarlo, pero solo rocé mi hombro con la piel de Alec. Este me miró y yo aparté la mirada nerviosa.
Pronto noté que solo quedamos nosotros en el lugar, no había ni un alma y solo se escuchaba el ruido de la conversación nada pacífica que tenían Akaedel y Allan.
—Lamentable— dijo Alec sin dejar de verme.
—Mucho— añadió el pelinegro sonriendo hacia mí burlonamente.
—Que lindo día— murmuré nerviosa, me arrepentí al escuchar la risa de Amon al decir aquello.
No podía ni pensar bien al lado de esos dos, me sentía intimidada y asfixiada. Quería que Akaedel se acercara y me llevara lejos de ellos o algo, en ese momento sentía que me caía bien.
—Lamento la muerte de tu madre— dijo el pelinegro.
Me miraba burlonamente, el insensible no lamentaba nada, y no esperaba que un desconocido lo hiciera. Pero se veía tan burlón y a la vez con unos ojos vacíos que aterraba y no me atreví a responderle.
—Te debes de sentir mal, pero lo superarás, todos mueren. Algunos más temprano, otros de peores formas, al fin y al cabo si no te vas te llevan— dijo muy tranquilo.
Tomé aire y lo miré directo a los ojos, era muy extraño y sospechoso.
—¿Tú como sabes todo eso?
—¿El qué?
—Lo de mi mamá.
Él solo sonrió aún más, y negó, tomó uno de mis mechones y al verlo rizado y enredado intentó hacer algo con mi cabeza. No dije nada ante eso, y cuando se cansó de no conseguir avance, lo dejó.
—Te pareces un poco a mí— murmuró lento.
No dijo nada más y se alejó saliendo del lugar. Yo solo me quedé ahí, con más preguntas que respuestas. ¿Cómo sabe lo de mi mamá? ¿Por qué actúa tan extraño?, y más importante aún...
¡¿Cómo que me parecía a él?!
—No le hagas caso— soltó de la nada Alec acelerando mi corazón por un momento.
Asentí mirándolo, Akaedel se acercó en ese momento con su radiante sonrisa y un teléfono en manos. No sabía si estaban prohibidos los teléfonos y laptops, no tenía mi teléfono desde lo sucedido con mi mamá. La policía lo había confiscado, por eso no pregunté si se aceptaban o no, pero en ese momento me dio curiosidad por saber.
Le toqué el bazo a Alec para llamar su atención y preguntarle, cosa de la que me arrepentí cuando volteó a mirarme desinteresado.
—¿Qué quieres?
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