Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10


Ni una, ni otra mujer

Bastian


Luego de la última visita a Brooklyn mantuve la idea de no volver, sin importar que tanto la tentación amenazara mi voluntad. Lo que sucedió con Pawel no volvería a pasarme, al menos eso me repetía mañana, tarde y noche cada vez que mis pensamientos me traicionaban rememorando su sonrisa torcida, su postura algo desgarbada y en especial sus hermosos y expresivos ojos azules.

A aquellos pensamientos se unía a la desazón que me provocaba tener en mi poder el dije que le pertenecía y no saber cómo devolvérselo sin buscarlo nuevamente. Luego de lo que sucedió sentía que seria algo humillante insistir en verlo, aun cuando podría excusarme con el hecho de que tenia algo que le pertenecía.

La idea de buscar a su amigo, el tal Abe y devolverle la cadena con el dije para que él se la hiciera llegar a Pawel, fue algo en lo que pensé por varios días, pero no me decidía.

No fueron pocas las noches en que me mantuve despierto pensando en Pawel, y no precisamente por el asunto del dije con la fotografía.

Ya no negaba la atracción que sentía por él, y lo llegué a comparar con un brillante cuerpo celeste cuya fuerza de gravedad me arrastraba hacia él.

Fueron días en los que me di la oportunidad de analizar mi sentir y algunos recuerdos de mi paso, reciente, por el internado, ocuparon mi mente de vez en cuando, casi siempre estando a solas, reposando en la habitación.

En el internado fue donde por primera vez había visto dos varones besándose en la boca, mientras compartían caricias, algunas de ellas atrevidas. Fui testigo en varias ocasiones de aquellos encuentros y me había llenado de curiosidad, y también despertó en mi cierta excitación, mientras curioseaba a mis compañeros de colegio, sin embargo, las emociones que sentí nunca fueron tan intesas como las que comencé a experimentar en presencia de Pawel.

No fueron una, sino varias las ocasiones en que se me apreto el estómago ante el temor que venia atado a la fuerte atracción que me empujaba hacia el muchacho de cabellos castaños. Temor a ser diferente, a sentir distinto a lo que mi identidad como varón dictaba. Miedo a no estar a la altura de lo que la sociedad, la religion y mi familia esperaba de mi. Pavor a la reacción de mi familia, en especial del tío Andreas.

Y por encima de todo eso, sobre salto y alarma ante la idea de quedar expuesto frente a Pawel y ver el rechazo y desprecio en sus hermosos ojos cuando entendiera, más no compartiera lo que sentía por él.

Aquello último no hizo sino reforzar mi decisión de no volver a buscar a Pawel, seguro de que con el paso de los días el chico de Brooklyn solo seria un recuerdo borroso en mi inconsciente, aunque aun no tenia una idea realmente clara de lo que haría con lo que conservaba de él.

Por esos días pasaba mucho tiempo en el cuarto de mamá, que se notaba bastante animosa. A mi madre le encantaba pintar con acuarelas, casi siempre dedicaba su talento y esfuerzo a pintar solo naturaleza, pero de vez en cuando gustaba de que Hanna o yo le sirviéramos de modelo.

Recuerdo días en los que permanecía casi inmóvil por varias horas, mientras ella daba rápidos vistazos, y volvía a acomodarse detrás del lienzo para dar trazos sobre el con su largo pincel. Más adelante, orgullosa, nos mostraba su trabajo en tanto yo la felicitaba.

Extrañaba esos días, atesoraba en mi memoria el recuerdo de esos momentos cuando mamá aun no caía en ese espiral que la mantenía, en el presente, la mayoría del tiempo ajena a nosotros.

Ese verano del sesenta y dos, mamá ya no era la misma, pero tenia algunos días en que se mantenía despierta y con animo para conversar. Recuerdo que incluso llegué a pensar que podría volver a ser casi la misma de años atrás porque juntos llamamos a la tienda de arte e hicimos un pedido de acuarelas, pinceles y lienzos. Ella se veía entusiasmada y a la espectativa de recibir el encargo que sería entregado en unos dias.

—¿Volverás a posar para mi?

—En cuanto tu quieras, mamá.

De alguna forma asocie su emoción por la pintura con Pawel.

Hanna y yo le hicimos compañía a mamá toda la tarde por varios días, incluso cenamos con ella, los tres ocupamos lugar frente a una mesa redonda que ella tenia en el pequeño balcón. Aquellos días largos y calurosos fueron idóneos para tomar una cena ligera donde predominaban las frutas.

A nadie le afectó nuestra ausencia en el comedor, ya que la tradición de cenar en familia, todos reunidos en el enorme comedor parecía ir perdiéndose con la ausencia de Andreas, que por esos días regresaba a la casa después de su trabajo en las oficinas de la tienda de departamentos mucho después de las nueve de la noche. Las ausencias que habían comenzado de manera esporádica, habían terminado siendo la regla.

Su esposa Anette apenas salía de su habitación, y mucho menos hablaba con nadie en la casa, solo Olga la atendía. Hanna me había dicho que escuchó cuando Olga y una de las chicas que la ayudaba en los quehaceres de la casa, hablaban de la esposa del tío sin ocultar el pesar que les provocaba la joven y solitaria mujer a quien Andreas ignoraba.

Una tarde cuando dejaba la habitación de mamá encontré a Anette subiendo las escaleras apresuradamente y sin ningún cuidado.

Yo cruzaba hacia mi habitación cuando Anette casi se me echo encima, perdiendo el paso e hice todo lo que pude por sostenerla al tiempo que la apartaba de mi. Me di cuenta de que la esposa del tío, lloraba desconsoladamente.

Anette se sostuvo de mis antebrazos, mientras inclinaba su esbelto y pequeño cuerpo hacia adelante en tanto sacudía los hombros y movía la cabeza presa de una intensa pesadumbre. La mujer pareció no darse cuenta de nada a su alrededor, por unos segundos mantuvo la cabeza baja, mientras emitia amargos sollozos.

En un momento dado sentí que Anette se vendría abajo, que perdería el conocimiento y busque la manera de acomodarla sobre el alfombrado suelo, de sentarla en el primer escalón de la escalera, todo eso sin soltarla porque no queria dejarla sin mi apoyo y que fuera a caer.

En tanto Anette se dejaba llevar hasta quedar sentada sobre el escalón, yo me acomode a su lado. Jamás estuve en una situación así antes, nunca tuve que consolar a nadie, ni siquiera a Hanna o a mamá, mucho menos a una casi desconocida. En ese momento lo primero que pensé fue en cuanto me gustaría llevar un pañuelo para ofrecérselo a la mujer, como había visto que hacían los caballeros en las películas.

—Lo siento mucho...lamento...mi exabrupto...

Anette replegó sus brazos y los cruzo sobre el pecho, mientras giraba el rostro de mejillas manchadas, me dio la impresión de que ella no queria que le viera la cara.

Por unos segundos permanecí a su lado porque realmente no sabia que hacer luego, que seria lo propio, lo correcto. Pensé en levantarme e irme, ya estaba casi seguro de que ella no rodaría escaleras abajo. Sin embargo, no me animaba, lo sentía de mala educación.

—Ya no aguanto más los desplantes de tu tío, Bastian.

Ya no se oía perturbada, o indecisa, la miré pasarse el dorso de una de sus manos sobre el rostro y lo escuché sorber por la nariz. No sé por qué oírla llamarme por mi nombre me sorprendió, quizás era porque apenas coincidíamos en la casa, y tenia la idea de que ella ni siquiera conocía nuestros nombres pues las veces que nos reunimos me dio la impresión de que no existía de su parte interés por la familia.

Anette se movió y con su movimiento sentí un intenso aroma a rosas, creo que desde ese día comenze a repudiar el olor de esas hermosas flores.

—Ya sus ausencias son diarias...ha perdido el interés en disimular su amorío.

Lo último que mencionó tampoco lo esperaba. ¿Un amorío? ¿Anette se refería a otra mujer en la vida de Andreas?

—Que no te sorprenda Bastian, creo que la mayoría de los hombres tiene una esposa y varias amantes.

No me imaginaba al tío viviendo una doble vida, pero lo cierto era que pudiera no conocerlo a cabalidad.

—Discúlpame, no debí mencionar nada de esto, quizás son ideas mias.

La expresión de Anette evidenciaba algo parecido al arrepentimiento, aunque no pude tener seguridad.

Opté por ponerme de pie, y enseguida ella me imito, esta vez no mantuvo la cabeza baja, y sus ojos oscuros que todavía conservaban algo de la brillantez de las lágrimas derramadas, chocaron con los mios.

Anette era poseedora de una belleza delicada, de pequeña estatura y muy delgada, con la piel de apariencia suave y muy blanca, y largos cabellos lacios y oscuros casi tan oscuros como el ala de un cuervo.

La joven mujer poseía rasgos suaves y simétricos, arrastrando con ella una aura casi infantil. Tiempo después entendí que en definitiva, Anette era una mujer muy habilidosa para ocultar sus verdaderos sentimientos y nada inofensivas intenciones.

La esposa de mi tío pestañeó repetidas veces sin dejar de mirarme a los ojos, ese gesto que quizás a otro varón le hubiese resultado atractivo y atrayente a mi me incomodó bastante, lo apreciaba fuera de lugar. No conforme, la mujer había levantado su mano derecha para llevarla cerca de mi rostro y acariciar con ligereza la piel de mi mejilla con la punta de sus dedos.

Yo me repele hacia atrás enseguida.

—Tu eres tan diferente a Andreas...estoy segura de que jamás afrentaras en contra de la que llegue a ser tu esposa. Serás un buen esposo, Bastian, amaras y repetaras a tu esposa...

Anette dejó que su voz se apagara antes de embozar una sonrisa que más bien parecía una mueca triste.

—Bastian...

Hanna apareció justo a mis espaldas llamándome sin ocultar su desazón, y Anette retrocedió antes de girar y enfilar sus pasos hacia la escalera que la llevaría al tercer piso, donde se encontraban sus aposentos.

—¿Qué fue todo eso, Bastian?

Era lo mismo que me preguntaba yo y así lo dije, mientras caminábamos directo a la habitación de Hanna.

—No permitas que Anette se acerque a ti de esa manera, Bastian. Si el tío los ve puede comenzar a hacerse preguntas y hasta pensara lo que no es.

Tardé algo en entender por donde iban los pensamientos de Hanna.

—Todo fue muy rápido, Hanna. Ella estaba llorando desconsolada y se aferro a mi. No veía la forma para deshacerme de ella, luego comenzó a decir cosas, como que el tío tiene otra mujer...

—Aunque así sea, tu no tienes que ser su paño de lágrimas, ¿por qué no viene conmigo a quejarse?

—Esta es la primera vez que algo así ocurre, Hanna.

—Y espero que sea la última. No me gusto la manera en que te miraba, la forma en que te hablo y mucho menos su forma de tocarte el rostro, Bastian. Yo soy mujer y sé de lo que te hablo, hermano.

—No volverá a pasar...

—Si vuelve a acercarse a ti para hablarte del tío, sacale los pies. Que venga conmigo, yo puedo escucharla.

—¿No seria mejor que fuera con mamá?, ella tiene experiencia.

Hanna me echo un rápido vistazo antes de hacer un gesto de incredulidad y voltear los ojos.

—Bastian, mamá apenas habla con nosotros, ¿tu crees que le prestara atención a los problemas maritales de Anette? Mira, en resumidas cuentas con quien tiene que hablar es con su esposo.

Le di la razón a Hanna con un movimiento de cabeza. Mi hermana se detuvo bajo el marco de la puerta de su habitación y me miró directo a los ojos.

—¿No te gusta, verdad Bastian? Anette no te resulta atractiva...

—No, para nada.

—Ella es muy guapa, y joven.

—Jamás me fijaría en ella, puede ser la mujer más bella de la tierra y yo nunca pondría mis ojos en ella, Hanna.

Podía aceptar que Anette era una joven atractiva y que quizás muchos hombres, jóvenes o viejos la desearan, sin embargo, para mí era solo la esposa de mi tío, cuando la veía y tenia cerca solo la veía como un miembro más de la familia. Nunca por mi mente cruzo un pensamiento inapropiado hacia ella, y su cercanía de minutos atrás solo llego a incomodarme.

—Eso quería oír, hermanito.

Esa noche abandoné la habitación de Hanna dejándola convencida y tranquila asegurándole que me mantendría lejos de Anette. Lo que no le dije a mi hermana fue que, aunque Anette no fuera la esposa del tío, yo jamás tendría ojos para ella, o para ninguna mujer.

********


El día después de mi desencuentro con la señora de la casa, desperté pensando, para variar, en Pawel y la manera de devolverle lo que le pertenecía y aun tenia en mi poder. Abandoné la cama y lo primero que hice fue quitarme la cadena con el dije, dejándola sobre mi escritorio.

Planeaba conseguir un poco de papel de seda y un sobre, los que usaría para resguardar la prenda que planeaba dejar en una de las gavetas del mueble en tanto pudiera volver por Brooklyn y localizar al tal Abe.

Después de alistarme pase por la habitación de mamá, ya no se encontraba tan animada como el día anterior, de hecho, cuando la visite todavía dormía y eran más de las diez.

Un poco desanimado y sin encontrar a que dedicar todo mi tiempo libre me sente a media escalera con los codos sobre las rodillas y apoye el rostro entre las manos. Desde mi posición podia escuchar a Olga y las chicas que la ayudaban, ir y regresar muy atareadas, me parecía que ese día tenían planeado limpiar todas las ventanas de la planta baja, preparándose para el otoño.

Esa mañana vislumbre con desasociego el resto de mi aburrido día de frente y resople con hastio. No recuerdo cuanto tiempo estuve sentado, solo escuchando los ruidos provenientes del piso inferior, pensando en ir a despertar a Hanna para invitarla a dar un paseo por la zona, quizás ir al parque y comprar un mantecado.

Lo que si puedo rememorar es el momento preciso en que escuche el agudo sonido del timbre de la puerta principal, no una sino tres veces, seguido del apresurado andar de Olga hacia la puerta.

Desde donde estaba se me hacia imposible ver a la persona que había tocado la puerta, supuse que seria alguien buscando al tío porque las personas que traían el mercado y demás solía a entregarlos por la parte trasera.

Pospuse levantarme e irme hacia el cuarto de mi hermana, y decidí bajar la escalera en vez de subir. Poco a poco fui dejando los escalones atrás y acercándome al rellano, desde ahí eché un vistazo hacia la puerta.

Vi a Olga le hacerle gestos a la persona afuera, invitándolo a entrar, lo primero que vi del visitante fue que traía consigo una caja de cartón de bastante tamaño y lo asocie con el pedido de la tienda de arte que esperaba mamá.

Terminé de bajar los escalones con entusiasmo, seguro de que era el pedido que esperábamos, pero me detuve de repente cuando mis ojos se encontraron directo con unos bonitos ojos azules, esos que estaba tan seguro no volvería a ver.

Sentí el conocido vacio en el estómago cuando percibí en la expresión de Pawel la misma sorpresa que sentía yo, y vi la sonrisa torcida que adorno sus labios.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro