9
La luz del sol se filtró a través de la ventana, despertando a Dahyun y Sana en la cama. Ambas se miraron, un poco avergonzadas por la cercanía de la noche anterior. Un silencio incómodo llenó la habitación, pero al mismo tiempo había una calidez en el aire que no existía antes. Dahyun sonrió tímidamente, sintiendo que su relación con Sana había mejorado notablemente desde aquel abrazo durante la tormenta.
—Buenos días... —dijo Sana, su voz suave y un poco tímida.
—Buenos días. —respondió Dahyun, sintiéndose un poco más cómoda. Era increíble cómo, en tan poco tiempo, la tensión entre ellas había comenzado a desvanecerse. Ahora, la falta de respuestas groseras por parte de Dahyun era evidente, y Sana ya no sentía la necesidad de mantener una distancia. Se sentía tranquila al poder hablar con ella.
Sin embargo, esa paz no duraría mucho. Días después, su padre decidió que era el momento de dar un paso importante. Había estado observando cómo la relación entre su hija y Sana había mejorado, y no podía ignorar el sentimiento que había crecido en su corazón por la joven modelo. Así que, con una sonrisa entusiasta, convocó a Dahyun a la sala para compartir su noticia.
—Dahyun, quiero que sepas que he decidido dar un gran paso con Sana. —comenzó, su voz llena de emoción. —Ambos sabemos que nos hacemos felices y es por eso que decidimos casarnos.
Dahyun sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Forzó una sonrisa, aunque en su interior se sentía como si una tormenta estuviera desatándose. La traición se cernía sobre ella como una sombra oscura. ¿Cómo podía su padre proponer matrimonio tan pronto después de la partida de su madre? ¿No le importaba cómo se sentía ella al respecto?
—¿Qué? —fue todo lo que pudo articular, su voz temblando levemente.
La sonrisa de su padre se amplió. —¡Sí! Sana y yo hemos decidido que queremos estar juntos, y me gustaría que fueras parte de esto, de nuestra familia.
Dahyun sintió que el mundo se le venía encima. La idea de que su padre pudiera reemplazar a su madre tan rápidamente era insoportable. En su mente, las preguntas comenzaron a surgir: ¿Acaso ya estaba con Sana antes de que su madre se fuera? La rabia creció en su pecho, y se preguntó por qué se sentía traicionada por Sana, a quien había comenzado a aceptar.
—¡Pero...! —Dahyun balbuceó, buscando palabras que no llegaban. No podía soportar la idea de que Sana, la misma mujer que había sido la intrusa en su hogar, ahora se convirtiera en su madrastra.
Sana, que había estado al margen de la conversación, sintió que se le caía el mundo. Las miradas de Dahyun eran una mezcla de incredulidad y dolor, y su corazón se hundió al darse cuenta de que su presencia había causado tanto conflicto en su vida.
—Dahyun... —Sana comenzó, pero Dahyun levantó la mano, interrumpiéndola.
—No. —dijo Dahyun, su voz firme a pesar de su agitación interna. —No puede ser cierto.
El silencio se instaló entre ellos, pesado y lleno de emociones no dichas. Dahyun miró a su padre, sintiendo que había cruzado una línea que no debería haberse cruzado. El desprecio que había comenzado a sentir por él se intensificó, y se sintió como una niña traicionada en su propio hogar.
—¿Por qué, papá? —preguntó Dahyun, su voz ahora apenas un susurro, llena de dolor. —¿Por qué tan pronto? ¿No te importó nuestra familia?
La sonrisa de su padre se desvaneció, y la preocupación comenzó a dibujarse en su rostro. Nunca había querido herir a su hija, pero ahora se dio cuenta de que la felicidad que sentía por su relación con Sana había eclipsado sus sentimientos.
—Dahyun, no se trata de reemplazar a tu madre. —comenzó a explicar, pero ella no quería escuchar más.
Dahyun sintió que el mundo se estaba desmoronando a su alrededor. Por un lado, quería seguir teniendo a Sana en su vida, porque había comenzado a preocuparse por ella, pero por otro lado, no podía soportar la idea de verla junto a su padre. Todo era confuso, y la ira que sentía se mezclaba con una profunda tristeza.
—No puedo con esto. —murmuró, su voz quebrándose mientras se daba la vuelta y se marchaba de la habitación, dejando a su padre y a Sana en un estado de shock.
Dahyun se encerró en su habitación, su mente llena de preguntas y su corazón desgarrado. Se sentó en el borde de la cama, sintiendo que la tormenta que había comenzado afuera había encontrado su camino dentro de ella.
Se preguntó si realmente podría aceptar a Sana en su vida si eso significaba que su padre estaba listo para seguir adelante. Y mientras las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas, supo que tenía que encontrar una manera de reconciliar sus sentimientos, pero en ese momento, todo parecía imposible.
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Los días se convirtieron en semanas, y la boda de su padre con Sana se acercaba a pasos agigantados. Dahyun había hecho de la evasión su refugio, ignorando a Sana en cada oportunidad que se presentaba. La casa se había vuelto un lugar lleno de tensiones no expresadas, y cada vez que Dahyun pasaba junto a Sana, sentía que una ola de frustración la inundaba.
Se preguntaba cómo su padre había logrado divorciarse de su madre, pues, después de aquella noche fatídica, nunca había vuelto a ver a su madre. Sin embargo, a pesar de la ausencia, su padre había conseguido llevar a cabo el proceso sin su conocimiento, como si todo se tratara de un mal sueño del que ella no podía despertar.
La ceremonia de la boda sería pequeña, y mientras su padre se preparaba con entusiasmo para el evento, Dahyun se sentía cada vez más atrapada en su propia tormenta interna. La idea de ver a Sana vestida de blanco, unida a su padre, era suficiente para hacer que su estómago se revolviera.
—¿Estás bien, Dahyun? —le preguntó Sana una tarde, intentando acercarse a ella en un intento de romper el hielo que había crecido entre ellas.
Dahyun la miró con desdén y continuó con su actividad, ignorando la pregunta. La frustración de Sana era evidente, pero Dahyun no estaba dispuesta a darle el gusto de ser amable. La amabilidad de Sana ahora le parecía un insulto, una burla a su dolor.
Y luego llegó la noticia que hizo que su mundo se tambaleara aún más: Sana y su padre planeaban una luna de miel.
—No puedo creer que estén yendo a la playa. —susurró Dahyun para sí misma, sintiendo una ira inexplicable burbujear en su interior. La imagen de su padre tratando de tocar a Sana, de mirarla de una manera que nunca había mirado a su madre, era suficiente para hacer que su sangre hirviera.
El pensamiento de que su padre se llevaría a Sana a un lugar donde estarían solos, lejos de ella, la llenó de nauseas. No podía soportar la idea de que disfrutaran de esos momentos juntos, de que compartieran risas y caricias.
—¿Por qué él? —se preguntaba, sintiendo que la injusticia le atravesaba el corazón. No quería que él se acercara a Sana, ni siquiera para mirarla. La posesión que sentía por Sana le parecía rara y a la vez absurda, pero al mismo tiempo, se sentía traicionada por la joven que había comenzado a aceptar en su vida.
Dahyun decidió que no asistiría a la boda. A pesar de los esfuerzos de su padre por convencerla, se encerró en su habitación el día del evento, sintiéndose cada vez más sola. No quería ver a su padre sonreír ni escuchar las risas que llenaban la casa.
El día llegó, y mientras su padre se preparaba, Dahyun se quedó en su habitación, ignorando el bullicio y las risas que resonaban en el resto de la casa. Al cierre de la ceremonia, su padre se veía tan feliz que Dahyun sintió que su corazón se rompía un poco más. La risa de Sana resonaba, y ella podía imaginarla con su vestido blanco, llena de alegría.
Cuando su padre y Sana se marcharon en su auto, listos para su luna de miel, la soledad se asentó en la casa. Dahyun se dejó caer sobre su cama, sintiéndose atrapada entre el dolor de la traición y la confusión de sus propios sentimientos. ¿Por qué le importaba tanto que su padre estuviera con Sana? ¿Por qué ese retorcimiento en su corazón cada vez que pensaba en ellos juntos?
Mientras las horas pasaban, la casa se sentía más vacía que nunca. Sin la presencia de Sana y su padre, el silencio se volvía ensordecedor, y Dahyun luchaba por contener las lágrimas que querían escapar de sus ojos. Había querido tanto a su madre y había sufrido tanto por su partida, y ahora se sentía traicionada por la felicidad que parecía estar encontrando su padre con otra mujer.
Las vacaciones de fin de semana que Sana y su padre disfrutarían en la playa se sentían como un castigo para Dahyun, una prueba de su soledad. En el fondo, sabía que lo que sentía era un torbellino de emociones complejas, pero eso no hacía que el dolor fuera más fácil de soportar.
Dahyun se prometió que no se dejaría vencer, que no permitiría que su vida se viera opacada por la felicidad de los demás. Pero mientras se recostaba en la cama, sintiendo la soledad envolviéndola, no podía evitar preguntarse si alguna vez volvería a sentir una conexión real con Sana, y si podría perdonar a su padre por lo que había hecho.
La tormenta en su corazón aún no había terminado, y no había forma de que pudiera simplemente ignorarla.
A/N
Si se preguntaban la edad de los personajes, aquí Sana tiene 25, Dahyun 20 y su padre 47.
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