7
Con el paso de los días, la situación en la casa de Dahyun se volvió cada vez más tensa. Su padre, sintiéndose aliviado por la presencia de Sana, empezó a ausentarse más a menudo, convencido de que su nueva "compañera" podía hacerle compañía a su hija. Sin embargo, para Dahyun, la ausencia de su padre solo intensificaba el aislamiento que sentía.
Dahyun se encontró sola con Sana, y en lugar de tratar de llevar una relación cordial, se sintió libre de dejar caer todas las apariencias. El desprecio que había acumulado desde que Sana llegó a su vida brotó sin que ella pudiera detenerlo. La amabilidad de Sana se volvía un blanco fácil para su sarcasmo.
—¿Te gustaría que hiciera algo para ayudarte en la cocina? —preguntó Sana con una sonrisa, tratando de romper el hielo.
—No creo que una modelo sepa cómo hacerlo —respondió Dahyun con frialdad, rodando los ojos y mirando hacia otro lado.
Sana hizo una pausa, sorprendida por la respuesta. No era la primera vez que Dahyun la trataba con desdén, pero cada vez dolía un poco más. A pesar de su disposición para ser amigable, algo en la actitud de Dahyun siempre la hacía retroceder. Pero ella no quería rendirse. Solo quería entender y acercarse a esa chica.
—Solo quería ser amable. No hay necesidad de ser grosera. —La voz de Sana era suave, casi suplicante, pero Dahyun solo ignoró su intento de empatía.
—No es mi culpa que hayas decidido mudarte aquí. ¿De verdad crees que quiero pasar tiempo contigo? —su tono era ácido, y cada palabra parecía atravesar a Sana como dagas.
Dahyun sabía que era injusta. Lo sabía, pero no podía evitarlo. Había algo en la forma en que Sana sonreía, en cómo siempre intentaba ser positiva, que la irritaba profundamente. Era como si Sana estuviera intentando hacer que todo se sintiera normal, como si no hubiera un dolor en el aire, como si no hubiera una madre que había desaparecido.
Sana se quedó en silencio, su sonrisa temblando un poco antes de recuperar la compostura. Aunque no quería demostrarlo, las palabras de Dahyun la afectaron más de lo que quisiera admitir. Era difícil no tomarlo personal, pero también sabía que Dahyun estaba lidiando con cosas más grandes.
—Solo quiero que estemos bien, Dahyun. No tengo intención de reemplazar a tu madre. —Sana finalmente dijo, su tono cambiando, dejando entrever la tristeza que había estado tratando de ocultar.
Dahyun sintió una punzada de culpa, pero rápidamente la reprimió. ¿Cómo podría Sana pensar que podía entrar en su vida tan fácilmente? ¿Cómo podía tratar de minimizar el dolor que estaba sintiendo?
—No tengo tiempo para tus juegos, Sana. No me interesa lo que quieras. Solo… mantente alejada de mí. —Dahyun se dio la vuelta, dispuesta a salir de la cocina y dejar a Sana atrás.
Mientras caminaba, escuchó a Sana suspirar, y un nudo se formó en su pecho. No le importaba lo que sentía. Debería ser suficiente para que Sana se diera por vencida, pero había algo en la insistencia de Sana que la molestaba aún más. Se sentía atrapada entre la ira y la culpa, entre el deseo de ser cercana a alguien y el miedo de que esa persona pudiera hacerle daño.
Esa noche, Dahyun se encerró en su habitación, queriendo gritar al mundo. No quería que Sana estuviera en su vida, pero al mismo tiempo, se sentía sola. La presencia de Sana la irritaba, pero el silencio en la casa la hacía sentir más vacía. Sin su madre, sin su padre presente y sin poder hablar con Sana, su vida parecía un laberinto sin salida.
Mientras tanto, Sana se sentó en el sofá, mirando el vacío de la sala. Aunque había intentado todo para conectar con Dahyun, sentía que cada intento era un paso en falso. No era fácil para ella, pero no podía dejar que la actitud de Dahyun la derribara. Se levantó, respirando hondo, decidiendo que no se rendiría.
Quería encontrar una forma de llegar a Dahyun, aunque tuviera que soportar su rabia y su desprecio. Después de todo, a pesar de las circunstancias, sabía que había algo más profundo detrás de la dureza de Dahyun, un dolor que también necesitaba ser entendido. Y aunque no sabía cómo, estaba decidida a intentarlo.
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Los días se convirtieron en semanas, y la dinámica entre Dahyun y Sana se volvió casi predecible. Mientras su padre estaba en casa, Dahyun ponía una sonrisa falsa, adoptando una actitud amable que resultaba casi convincente. Sin embargo, tan pronto como su padre se ausentaba, la máscara se desvanecía, dejando al descubierto el desprecio que Dahyun sentía por Sana.
Sana, por su parte, intentaba ignorar el dolor que cada interacción le causaba. Se decía a sí misma que era normal que Dahyun estuviera herida, que la situación era complicada para ambas. Ella sabía que el corazón de Dahyun estaba en un lugar frágil, y su única intención era mostrarle que podía contar con ella.
Un día, Sana decidió sorprender a Dahyun. La invitó a un pequeño picnic en el jardín, donde había preparado algunos de los alimentos favoritos de la chica, esperando que eso pudiera romper un poco el hielo.
—¿Te gustaría salir a comer algo? He traído galletas de chocolate y tu jugo favorito. —dijo Sana, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Dahyun miró la cesta y luego a Sana, escaneando su rostro en busca de algún indicio de que esto era un truco. Pero no encontró nada más que sinceridad en los ojos de la modelo.
—No tengo tiempo para juegos. —respondió Dahyun, volviendo a su libro sin siquiera mirar a Sana.
Sana sintió un ligero nudo en el estómago, pero decidió no rendirse. Estaba decidida a no dejar que eso la desanimara.
—Solo quería que supieras que estoy aquí si necesitas hablar de algo. —dijo, tratando de mantener la conversación ligera.
Dahyun levantó la mirada, pero solo por un segundo, y luego volvió a su libro, murmurando con desdén.
—¿Hablar? ¿Para qué? No necesito consejos de alguien que apenas conozco.
La respuesta fue como un golpe en el pecho para Sana, pero, a pesar del dolor, mantuvo su sonrisa. Sabía que Dahyun estaba pasando por un momento difícil y que su comportamiento no era un reflejo de su verdadera personalidad.
—Está bien. Solo quería ser tu amiga. No tienes que hacerlo sola. —dijo Sana, tratando de ocultar su tristeza detrás de un tono esperanzador.
Dahyun no dijo nada, pero una pequeña parte de ella sintió un ligero remordimiento. Sin embargo, lo apagó rápidamente, recordando que Sana era la intrusa en su vida. No tenía derecho a acercarse a ella, a compartir su dolor, cuando su propia madre había desaparecido y su padre parecía haberla olvidado.
Con el tiempo, Sana se volvió más ingeniosa en sus intentos por acercarse a Dahyun. Preparaba comidas especiales, dejaba notas motivadoras en su habitación y compartía historias divertidas de su infancia, intentando tocar el corazón de la joven. Pero cada intento parecía ser en vano.
—¿No te gustaría hacer algo divertido, como ver una película? —preguntó Sana un día, esperanzada.
—No tengo ganas de perder el tiempo viendo películas con alguien que solo quiere ser la nueva mamá. —Dahyun respondió con desprecio, dejando a Sana sin palabras.
El corazón de Sana se hundió una vez más, pero, al mismo tiempo, la comprensión de la situación la mantenía firme. Sabía que Dahyun solo estaba intentando protegerse, y que era doloroso para ella aceptar que su vida había cambiado.
Con cada rechazo, el espíritu optimista de Sana se encontraba en una batalla interna. A veces quería rendirse y dejar que Dahyun se ahogara en su propio dolor, pero su instinto le decía que eso no era lo correcto. Su propio pasado de lucha la mantenía motivada. Si había superado sus propios obstáculos, ¿por qué no podría ayudar a Dahyun a hacer lo mismo?
Así que, a pesar de los constantes rechazos y la amargura que enfrentaba, Sana persistía. Aunque se sentía herida, su deseo de conectar con Dahyun y demostrarle que podía confiar en ella seguía siendo más fuerte. Cada sonrisa falsa de Dahyun era un recordatorio de lo que estaba en juego: una posible amistad que podría florecer si ambas se atrevían a enfrentar sus miedos.
Dahyun, por su parte, se sentía atrapada en un torbellino de emociones. Su desprecio hacia Sana se combinaba con momentos de duda, donde se preguntaba si, en el fondo, había una chispa de verdad en las intenciones de la joven. Pero cada vez que sentía que estaba a punto de abrirse, una voz en su cabeza le decía que era mejor mantener la distancia.
Una noche, mientras se preparaba para dormir, Dahyun miró por la ventana, viendo las estrellas brillar. Se preguntó si algún día podría encontrar un lugar en su corazón para perdonar a Sana. ¿Era posible que, a pesar de su resentimiento, pudiera permitir que alguien más entrara en su vida? Pero en su mente, la imagen de su madre la mantenía anclada al pasado, y el dolor aún era demasiado fresco.
Mientras tanto, Sana continuaba luchando en silencio, sin perder la esperanza de que algún día Dahyun la aceptaría. A pesar de todo, estaba decidida a demostrarle que no era una amenaza, sino una amiga que estaba dispuesta a estar a su lado.
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