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32

La conversación con el señor Kim había dejado a Sana agotada emocionalmente, pero también más segura de lo que quería. Esa semana fue un torbellino de emociones mientras intentaba mantener las apariencias en casa y procesar lo que estaba sucediendo con Dahyun. Cada mensaje que intercambiaban era un destello de luz en sus días grises, una confirmación de que algo especial estaba floreciendo entre ellas.

El viernes finalmente llegó, y con él, la expectativa de un encuentro que Sana había estado esperando con ansias. Mientras se arreglaba frente al espejo, su corazón latía con fuerza. Llevaba un vestido sencillo, pero se aseguró de que cada detalle estuviera perfecto. Quería que esa noche fuera memorable.

Por su parte, Dahyun había pasado el día sumida en pensamientos. Mientras elegía su atuendo, se sorprendió a sí misma queriendo impresionar a Sana. Aunque había intentado no idealizar demasiado el encuentro, la verdad era que estaba emocionada, como si estuviera a punto de tener su primera cita.

Cuando ambas se encontraron esa noche en el parque, el aire estaba fresco, y el cielo, despejado, dejaba ver un manto de estrellas. La tensión de la semana desapareció, reemplazada por algo más puro: el simple deseo de estar juntas.

—Gracias por venir —dijo Sana, su voz suave, casi temerosa de romper la magia del momento.

Dahyun asintió, sonriendo tímidamente.

—Siempre vendré, Sana.

El parque estaba desierto bajo el cielo estrellado. Sana y Dahyun caminaban juntas, como dos almas que habían encontrado un refugio en medio del caos. Sus pasos eran ligeros, pero sus corazones pesaban con la intensidad de lo que estaban a punto de vivir.

—¿Esto se siente raro para ti? —preguntó Dahyun, rompiendo el silencio.

Sana miró a la joven con una sonrisa suave, una mezcla de nerviosismo y emoción en sus ojos.

—Es raro... pero de la mejor forma posible —admitió Sana, sus dedos jugando distraídamente con la correa de su bolso.

Se detuvieron frente a un viejo roble, un lugar que parecía sacado de un cuento de hadas bajo la luz de la luna. Sana se inclinó contra el tronco, sus ojos fijos en Dahyun, quien estaba de pie frente a ella, con las mejillas encendidas y una expresión que mezclaba duda y adoración.

—Nunca pensé que estaría aquí, contigo —susurró Dahyun.

—¿Por qué no? —preguntó Sana, inclinando la cabeza ligeramente.

Dahyun rio suavemente, una risa que sonaba como una canción tímida.

—Porque tú… eres tan perfecta. Yo, en cambio, estoy llena de inseguridades.

Sana negó con la cabeza, acercándose un paso más.

—No digas eso. Eres increíble, Dahyun. Cada vez que estoy contigo, siento que estoy redescubriendo lo que significa ser feliz.

El rubor de Dahyun se intensificó, pero no desvió la mirada.

—¿Crees que esto pueda funcionar? —preguntó con voz temblorosa.

Sana levantó una mano y, con delicadeza, apartó un mechón de cabello que caía sobre el rostro de Dahyun. Sus dedos rozaron su piel, enviando una corriente eléctrica que ambas sintieron.

—No sé qué nos depara el futuro, pero quiero intentarlo. Quiero aprender a amar contigo, sin importar las dificultades.

El aire parecía más cálido a pesar del frío de la noche. Dahyun se permitió sonreír, una sonrisa tímida, pero llena de esperanza.

—Nunca he sentido esto antes. Es como si todo fuera nuevo... como si estuviera aprendiendo a respirar otra vez.

Sana tomó la mano de Dahyun entre las suyas, y juntas comenzaron a caminar de nuevo, perdiéndose en las calles iluminadas por la luz tenue de las farolas. Sana conocía un lugar escondido: un pequeño café nocturno que casi siempre estaba vacío. Allí, podían hablar sin temor a ser vistas.

El café era íntimo, con mesas pequeñas y luces cálidas que colgaban del techo. Se sentaron junto a una ventana, observando cómo la luna brillaba en el exterior. Sana pidió un té caliente para ambas, y mientras esperaban, las miradas entre ellas hablaban más que las palabras.

—Dahyun, ¿te has enamorado antes? —preguntó Sana finalmente, rompiendo el silencio.

Dahyun negó con la cabeza.

—No como esto. Esto es diferente. Contigo… siento que el tiempo se detiene.

El corazón de Sana dio un vuelco, y no pudo evitar sonreír.

—Yo tampoco he sentido algo así antes. Y aunque me asusta, también me emociona.

Cuando trajeron el té, Sana tomó la mano de Dahyun sobre la mesa. Fue un gesto pequeño, pero tan significativo que Dahyun sintió que el mundo se iluminaba.

—Quiero que cada momento contigo sea especial, como este —dijo Sana, apretando suavemente su mano.

—Lo es —respondió Dahyun, y por primera vez esa noche, la duda en su voz había desaparecido.

Se quedaron hasta que el café cerró, hablando de todo y de nada. Sana le contó historias de su juventud, de los sueños que tenía antes de casarse, y Dahyun compartió sus propios miedos e inseguridades, pero también sus esperanzas y metas.

Al salir, la noche estaba más oscura, pero las luces de la ciudad aún brillaban. Sana se detuvo bajo una farola y miró a Dahyun con intensidad.

—¿Sabes? Creo que me estoy enamorando de ti.

Dahyun sintió que su corazón se detuvo.

—Yo también, Sana.

El momento parecía sacado de una película. Bajo la luz cálida de la farola, Sana se inclinó, y sus labios se encontraron en un beso tímido pero lleno de promesas. Fue dulce, como el primer amor, lleno de nerviosismo y emoción.

Cuando se separaron, ambas estaban sonriendo, como si hubieran encontrado algo que ni siquiera sabían que estaban buscando.

—¿Nos vemos mañana? —preguntó Dahyun, su voz apenas un susurro.

Sana asintió, sus ojos brillando con felicidad.

—Por supuesto.

Ambas se despidieron, cada una regresando a casa con el corazón latiendo como nunca antes. En ese momento, en ese pequeño rincón del mundo, el amor que compartían parecía perfecto, incluso si tenía que mantenerse en secreto.

A/N
Estudien, para que no acaben como yo, sin regalo de navidad.

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