22
Dahyun pasó los días siguientes inmersa en una tormenta emocional. Cada minuto que pasaba la decisión se hacía más pesada, como si estuviera atrapada entre dos mundos. Por un lado, la calidez de su madre, esa estabilidad y seguridad que siempre había deseado. Por otro, el fuego de su relación con Sana, esa pasión prohibida que la hacía sentirse viva pero también rota por dentro.
La tarde en la que todo estalló fue sofocante. El calor se colaba por las ventanas del comedor, pero Dahyun apenas lo notaba. Había estado caminando de un lado a otro, debatiendo consigo misma, hasta que finalmente no pudo más. Tenía que tomar una decisión, aunque esa decisión partiera su corazón en dos.
Sana la observaba desde el marco de la puerta, callada pero atenta. Sabía que Dahyun estaba luchando consigo misma, pero no dijo nada. Esperó, como siempre lo hacía, permitiendo que Dahyun encontrara su camino. Sin embargo, ese silencio la estaba destrozando.
—Sana... tengo que hablar contigo —dijo Dahyun de repente, su voz quebrada, como si cada palabra doliera.
Sana cruzó la habitación con pasos firmes, sentándose frente a Dahyun. La tensión en el aire era palpable, como si ambos corazones estuvieran a punto de explotar.
—Dahyun, lo que sea que estés sintiendo... dilo —respondió Sana, con ese tono serio que usaba cuando sabía que algo importante estaba por suceder.
Dahyun respiró hondo, sus manos temblaban mientras las entrelazaba en su regazo. Sabía que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo. Y no estaba segura de estar lista para eso.
—He decidido irme con mi madre... —soltó de golpe, sintiendo cómo su corazón se rompía con cada palabra.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Sana no dijo nada al principio, solo la miró, y en esa mirada había una mezcla de sorpresa, dolor y algo que Dahyun no pudo descifrar. Finalmente, Sana habló, pero su voz sonó más fría de lo que Dahyun había esperado.
—¿Te vas? —repitió Sana, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando—. ¿Vas a dejar todo lo que hemos construido? ¿Vas a dejarme?
—No es que quiera dejarte, Sana... Es que no puedo ignorar a mi madre. Ella ha estado conmigo desde siempre. No puedo simplemente darle la espalda —intentó explicar Dahyun, su voz temblando mientras las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos.
—¿Y yo, Dahyun? —Sana se levantó de golpe, la intensidad en sus ojos reflejaba el dolor que intentaba contener—. ¿Qué soy yo para ti? ¿Solo una aventura, algo que puedes dejar atrás cuando te convenga? No puedes hacer esto y esperar que todo siga igual, tu madre se fue.
Las palabras de Sana la golpearon como un puñetazo en el estómago. Claro que no era solo una aventura. Lo que tenían era real, tan real que a veces la asustaba. Pero Dahyun también sabía que no podía seguir viviendo en ese limbo, atrapada entre el amor de su madre y el deseo por Sana.
—¡No es así, Sana! —gritó Dahyun, con la desesperación empapando su voz—. ¡Lo que siento por ti es real, pero no puedo seguir escondiéndome! ¡No puedo vivir así, ocultando lo que tenemos mientras finjo que todo está bien!
—¿Y crees que yo sí puedo? —La voz de Sana tembló por un segundo, pero se mantuvo firme—. Yo también lo siento, Dahyun. Yo también estoy atrapada. Pero no puedes irte así, no puedes romperme de esta manera.
El dolor en la voz de Sana fue lo que finalmente derrumbó a Dahyun. Las lágrimas, que había estado conteniendo, comenzaron a caer sin control. Sabía que estaba lastimando a Sana, que estaba destruyendo algo hermoso y prohibido. Pero no veía otra salida.
—Lo siento tanto, Sana... —susurró entre sollozos—. Pero no puedo darle la espalda a alguien que de verdad me ama. Amo a mi madre. Y también te amo a ti. No quiero hacerte daño, pero no sé cómo vivir así, dividida entre dos mundos.
Sana se quedó en silencio, mirándola con una mezcla de dolor y resignación. Dahyun podía ver cómo su corazón se rompía en tiempo real, y fue la cosa más dolorosa que había presenciado.
—Entonces vete —dijo Sana finalmente, su voz apenas un susurro—. Vete con tu madre. Si es lo que necesitas hacer, hazlo. Pero no vuelvas aquí pensando que las cosas serán iguales. No vuelvas esperando que yo esté aquí, esperando por ti.
Dahyun sintió como si todo el aire hubiera sido succionado de la habitación. Las palabras de Sana eran definitivas, como una sentencia que no podía ser revocada. Y en ese momento supo que, al elegir a su madre, también podría estar perdiendo a Sana para siempre.
—Sana... —intentó decir algo, cualquier cosa que pudiera arreglar el desastre que había creado. Pero no encontró las palabras.
Sana dio un paso hacia atrás, como si la distancia física pudiera protegerla del dolor.
—Vete, Dahyun. Antes de que sea más difícil para las dos.
Dahyun asintió, con lágrimas rodando por sus mejillas. Sin decir nada más, se levantó y caminó hacia su habitación para ir a empacar sus cosas. Cada paso se sentía como si su corazón se estuviera desmoronando. Sabía que lo que estaba dejando atrás era irrecuperable. Sabía que nunca volvería a ser la misma.
Cuando finalmente cerró la puerta de su habitación tras ella, el sonido resonó como el golpe final de una relación que había sido hermosa, caótica y trágica.
Mientras Dahyun recogía sus cosas, cada objeto que colocaba en su maleta parecía pesar más que el anterior. La habitación, que hasta ese momento había sido testigo de su conexión con Sana, ahora se sentía fría y vacía, como si reflejara el abismo creciente entre ellas. La ansiedad en su pecho se hacía cada vez más fuerte con cada prenda que guardaba. Aunque sabía que marcharse era lo correcto, algo en su interior gritaba que estaba cometiendo un error.
De repente, escuchó la puerta abrirse con fuerza. Sana estaba allí, sus ojos llenos de desesperación, su respiración agitada. Parecía que había estado luchando consigo misma antes de finalmente dar el paso de ir tras Dahyun.
—No puedes irte —dijo Sana, su voz quebrada, caminando rápidamente hacia ella—. Por favor, Dahyun. No puedes dejarme así.
Dahyun sintió un nudo en la garganta al verla de esa manera. Parte de ella quería soltar la maleta y correr hacia los brazos de Sana, pero no podía. Había tomado una decisión, y aunque doliera, sabía que era lo que tenía que hacer.
—Sana, por favor, no lo hagas más difícil —respondió Dahyun, sin mirarla, porque sabía que si lo hacía, podría derrumbarse.
Pero Sana no se detuvo. Se acercó a Dahyun, sus manos temblorosas tomando sus brazos.
—Dahyun, escúchame... No puedo perderte. No después de todo lo que hemos pasado. Si te vas, no sé qué haré. —Su voz estaba cargada de emoción, sus ojos brillando con lágrimas no derramadas.
Antes de que Dahyun pudiera responder, Sana la agarró con más fuerza y, sin decir más, la besó. Fue un beso lleno de desesperación, como si intentara transmitir todo lo que no podía expresar con palabras. Sus labios se movían con urgencia, buscando una respuesta, una chispa que pudiera persuadir a Dahyun de quedarse.
Por un breve instante, Dahyun sintió cómo su cuerpo reaccionaba. El calor familiar, la intensidad que siempre compartían, volvió a encenderse en su interior. Su mente se nubló y por un segundo, casi cedió. Pero algo dentro de ella se resistió. No podía dejarse llevar. No esta vez.
Con una fuerza que no sabía que tenía, Dahyun se separó de Sana, jadeando ligeramente por la intensidad del momento.
—Sana, no... —dijo, su voz temblando, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas—. No puedes convencerme así. No esta vez.
Sana retrocedió, su rostro ahora descompuesto por el dolor.
—¿De verdad vas a irte? ¿Así? —preguntó, su voz rota—. ¿Vas a dejarme sola? ¡Después de todo lo que hemos sido!
—No es que quiera dejarte, ya te lo dije —respondió Dahyun, su propia tristeza reflejada en cada palabra—, pero no puedo seguir viviendo así. No puedo quedarme solo porque nos sentimos bien juntas. Mi madre... ella me necesita. Y tú también necesitas algo que yo no puedo darte.
—¡No lo entiendo! —exclamó Sana, su voz al borde del colapso—. ¡Te amo, Dahyun! ¿No es suficiente?
Dahyun cerró los ojos, tratando de controlar las emociones que la abrumaban. Amaba a Sana, más de lo que alguna vez había admitido, pero sabía que quedarse significaría seguir viviendo en una mentira. Y no podía hacerlo más, no para Sana ni para ella misma.
—El amor no siempre es suficiente, Sana —dijo finalmente, con un nudo en la garganta—. A veces, tienes que dejar ir lo que amas, incluso si duele.
Sana soltó un sollozo, cubriéndose la cara con las manos. Dahyun sintió que su corazón se rompía al verla así, pero se obligó a continuar. Cogió su maleta y, sin mirar atrás, se dirigió a la puerta.
Antes de salir, se detuvo por un segundo, deseando poder decir algo que arreglara todo. Pero sabía que no habían palabras que pudieran aliviar el dolor. Así que, sin más, abrió la puerta y salió, dejando atrás lo que había sido su refugio, su caos, su amor.
El sonido de la puerta al cerrarse fue lo último que escuchó, y en ese instante, supo que había perdido algo irremplazable.
A/N
Dramaaa 😈
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