10
El sonido de risas provenientes del patio llenaba la casa, donde los amigos del padre de Dahyun disfrutaban de una tarde juntos. Sana, siempre la anfitriona perfecta, se encontraba en la cocina preparando aperitivos. Pero la calma en su rostro apenas enmascaraba el cansancio que sentía. Los "accidentes" que Dahyun había protagonizado últimamente la tenían así, lo cuales, no eran más que constantes ataques disfrazados, y aunque Sana había tratado de ser paciente, de entender la confusión y el dolor que Dahyun sentía, su límite había llegado.
Dahyun observaba desde la puerta, sus ojos fríos y calculadores mientras Sana organizaba los bocadillos sobre una bandeja. Con pasos deliberadamente descuidados, Dahyun se acercó, y fingiendo torpeza la golpeó con su hombro justo cuando Sana iba a salir de la cocina.
El sonido de la bandeja cayendo al suelo resonó como una explosión en la mente de Sana. Los bocadillos, que había preparado con cuidado, estaban esparcidos por todas partes, arruinados. En el mismo instante, algo dentro de ella se rompió.
Sana respiró hondo, pero no fue suficiente para calmar la furia que sentía. En un arranque de rabia inusual en ella, dejó que sus emociones la dominaran. Con pasos rápidos y firmes, se giró hacia Dahyun y, con una fuerza que nunca había mostrado antes, la tomó del brazo.
—¡Ya basta! —exclamó, su voz un susurro cargado de ira mientras empujaba a Dahyun contra el refrigerador, su cuerpo temblando de frustración. Los ojos de Sana brillaban con una mezcla de rabia y dolor, una expresión que Dahyun nunca había visto en ella.
Dahyun, sorprendida por la reacción de Sana, se quedó congelada. No era la primera vez que había intentado lastimar a Sana físicamente, pero jamás había esperado una respuesta como esa. Siempre había sido Sana la que sonreía, la que dejaba pasar los golpes y el sarcasmo. Pero esta vez, la dulce paciencia de Sana se había evaporado.
—¿Qué te pasa, Dahyun? —dijo Sana con los dientes apretados, su voz baja pero amenazante—. ¿Crees que no me doy cuenta de lo que estás haciendo? Sabes que no fue un accidente. Ninguno de tus "accidentes" lo ha sido.
El corazón de Dahyun comenzó a latir más rápido, pero no por miedo. Había algo en la intensidad de Sana que la desconcertaba, algo que la hacía sentirse expuesta. Dahyun evitó mirarla a los ojos, pero podía sentir el calor de la mirada de Sana como un fuego que le quemaba la piel.
—Ya no puedo seguir soportando esto, —continuó Sana—. He sido paciente, te he dado espacio, pero esto... esto ha ido demasiado lejos.
Dahyun tragó saliva, su mente intentando procesar lo que estaba pasando. Sana no la había soltado, sus dedos apretaban su brazo con fuerza. El rostro de Sana estaba a centímetros del suyo, sus ojos enfocados en los de Dahyun con una mezcla de rabia y... algo más. Algo que Dahyun no podía descifrar.
Por un instante, la furia de Dahyun se apagó, reemplazada por una sensación extraña que no supo interpretar. Estaba acostumbrada a controlar la situación, a tener a Sana bajo su mando, a ser quien la hacía sentir pequeña. Pero ahora, con Sana tan cerca, sosteniéndola con tanta firmeza, algo dentro de ella vaciló.
Sana, por su parte, no se apartó ni por un segundo. Había estado luchando tanto por ganarse el respeto de Dahyun, por acercarse a ella, por demostrarle que no quería reemplazar a su madre. Pero ahora, con el dolor y la frustración acumulados, todo lo que podía hacer era defenderse. No podía permitir que Dahyun la siguiera lastimando de esta manera.
—No soy tu enemiga, Dahyun, —susurró Sana, suavizando un poco su tono, pero sin aflojar el agarre—. Nunca he querido reemplazar a tu madre. Solo he intentado... solo he intentado estar aquí para ti. Pero si no me dejas... no puedo seguir soportando esto.
Las palabras resonaron en la cabeza de Dahyun, perforando las barreras que había construido alrededor de sí misma. La intensidad de la situación, la cercanía de Sana, todo parecía demasiado abrumador. Dahyun sintió cómo su rabia se desmoronaba, reemplazada por una confusión que la hacía sentirse vulnerable.
Por primera vez en meses, Dahyun no supo qué decir. Quería gritar, quería seguir siendo cruel, pero no podía. Sana no era lo que ella había imaginado, y ahora, confrontada con esta versión diferente de la mujer que había odiado, no sabía cómo reaccionar.
Finalmente, Sana soltó su brazo, dando un paso hacia atrás. Respiró profundamente, intentando calmarse. La tensión en el aire era palpable, y ambas sabían que algo había cambiado en ese momento.
Dahyun bajó la mirada, incapaz de mantener el contacto visual. Por primera vez, se sintió avergonzada. Las palabras de Sana resonaban en su mente, y aunque quería seguir negando lo que estaba sintiendo, ya no podía ignorarlo. Sana no era su madre, y no estaba ahí para reemplazarla. Pero entonces, ¿por qué la afectaba tanto?
La cena en el patio había sido un suplicio para Dahyun. Los amigos de su padre, las risas, el ambiente relajado... todo parecía demasiado normal, demasiado tranquilo, cuando en su interior seguía ardiendo la vergüenza. Sana, por su parte, había actuado como si nada hubiera pasado en la cocina. Su sonrisa dulce y su comportamiento impecable, sin una sola muestra de resentimiento, hicieron que Dahyun se sintiera aún más incómoda. Sana no había hecho ningún comentario sobre el incidente, y eso solo aumentaba la tensión.
Dahyun había estado callada durante toda la cena, intentando evitar las miradas, especialmente las de Sana. Apenas terminó de comer, se levantó rápidamente con la excusa de estar cansada y se dirigió al interior de la casa, con la intención de desaparecer en su habitación. Quería escapar del ambiente, de la incomodidad, de Sana.
Mientras caminaba por el pasillo hacia su habitación, sintió una mano firme tomarla del brazo. El toque la hizo detenerse de inmediato, y al volverse, se encontró frente a Sana. Dahyun no pudo ocultar el temor en su rostro. Sana no dijo una palabra, pero sus ojos hablaban por ella. En lugar de la dulzura habitual, ahora había algo más, algo que Dahyun no supo descifrar, pero que la hizo sentir un nudo en el estómago.
Antes de que Dahyun pudiera reaccionar, Sana la empujó suavemente contra la pared, manteniéndola acorralada. Estaban en un rincón apartado, fuera de la vista de los demás. El cuerpo de Sana, más alto y más fuerte, hacía que Dahyun se sintiera pequeña e indefensa. El aire entre ellas se volvió denso, cargado de una tensión que iba más allá de las palabras no dichas.
—¿Piensas seguir ignorándome? —preguntó Sana, su voz suave, pero cargada de una firmeza que Dahyun no había escuchado antes.
El corazón de Dahyun comenzó a latir con fuerza. No podía apartar la mirada de los ojos de Sana, que brillaban con una intensidad que la hacía sentirse vulnerable. Sana estaba demasiado cerca, su perfume llenaba el aire entre ellas, y la diferencia de altura solo aumentaba la sensación de ser intimidada.
Dahyun intentó decir algo, pero las palabras se atascaron en su garganta. No sabía qué responder, ni cómo salir de esa situación. La cercanía de Sana la desarmaba de una manera que no entendía, y por primera vez en mucho tiempo, Dahyun no tenía el control de la situación.
—Sé una buena niña, Dahyun, —susurró Sana mientras se acercaba más, hasta que sus labios estaban a milímetros del oído de Dahyun—. Y pórtate bien conmigo.
Dahyun sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Las palabras de Sana eran suaves, casi como una caricia, pero el tono firme la mantenía atrapada, incapaz de moverse o de reaccionar. La cercanía, la tensión, la sensación de estar bajo el control de Sana... todo era demasiado.
Por un instante, Dahyun se sintió confundida. ¿Por qué se sentía así? Había estado odiando a Sana, despreciándola, pero ahora, acorralada contra la pared, lo único que sentía era un calor extraño recorriendo su cuerpo, una mezcla de miedo, frustración, y algo que no quería reconocer.
Sana, al ver la expresión en el rostro de Dahyun, sonrió levemente, aunque no era la sonrisa amable que solía mostrarle. Esta vez, su sonrisa tenía un aire de satisfacción, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por la mente de Dahyun.
—Vamos, Dahyun, —susurró nuevamente Sana, sin moverse ni un centímetro de su lugar—. No tiene que ser tan difícil. Solo tienes que ser buena conmigo.
Dahyun no pudo decir nada. Las palabras de Sana flotaban en el aire entre ellas, dejando a Dahyun paralizada, incapaz de encontrar una respuesta. Su mente estaba en un torbellino de emociones y sensaciones que no sabía cómo manejar. Sana seguía tan cerca, y esa cercanía solo la hacía sentirse más confundida, más perdida.
Finalmente, Sana retrocedió un poco, dándole a Dahyun espacio para respirar, pero sin perder la intensidad en su mirada. Dahyun, temblando ligeramente, se quedó en su lugar, apoyada contra la pared, sin saber cómo actuar. Sana le lanzó una última mirada antes de girarse y volver hacia el patio, dejándola sola, confundida y con el corazón latiendo a toda velocidad.
Dahyun se quedó en silencio, tratando de calmarse. No sabía qué significaba lo que acababa de suceder, pero una cosa era clara: algo había cambiado entre ellas, y no tenía idea de cómo enfrentarlo.
A/N
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