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Esa noche, Dahyun no pudo sacudirse el miedo que la había invadido desde el momento en que despertó. Se sentía atrapada, como si algo oscuro y peligroso estuviera acechándola en la penumbra, esperando a que cerrara los ojos para tomarla nuevamente. Sabía que debía dormir, pero la idea de encontrarse de nuevo con aquella mujer la aterrorizaba.

Se sentó en su cama, abrazando su Biblia como si fuera un escudo. Abrió sus páginas y comenzó a leer, recitando versículos en voz baja. Pero las palabras, que normalmente le traían paz, esa noche se sentían lejanas, como si no pudieran alcanzarla. "No temas, porque yo estoy contigo", se repetía en su mente, pero el miedo seguía allí, aferrado a ella.

Recordó las palabras del padre, diciéndole que todo había sido solo un sueño, algo pasajero y sin importancia. Pero no podía creerlo. Había algo demasiado real, demasiado palpable en lo que había sentido la noche anterior. Y lo más perturbador era que no lograba recordar con claridad lo que esa mujer le había hecho. Eran solo fragmentos, destellos borrosos de sus manos tocando su piel, sus labios rozando lugares en los que nadie había estado antes. Recordar eso le hacía sentir una mezcla de vergüenza y temor.

Con el cuerpo agotado, Dahyun trataba desesperadamente de mantenerse despierta. Rezaba, susurraba las oraciones más fervientes que conocía, pero el sueño era implacable. Lentamente, su cuerpo comenzó a ceder, sus ojos se cerraron y, sin poder evitarlo, cayó en un sueño profundo.

Cuando abrió los ojos, supo inmediatamente que ya no estaba en su habitación. Se encontraba en un lugar oscuro y sombrío, un espacio que parecía existir fuera de toda realidad. La oscuridad se extendía sin fin a su alrededor, como si el mismo mundo hubiera desaparecido y solo quedara ese vacío opresivo.

Dahyun se estremeció al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Reconoció el ambiente, la sensación de ser observada. Su respiración se aceleró mientras miraba a su alrededor, buscando una salida, algo a lo que aferrarse. Pero todo estaba envuelto en sombras, y las sombras… las sombras se movían.

Entonces, vio una figura emergiendo de la penumbra. Su corazón dio un vuelco cuando la reconoció: la criatura de la noche anterior. Ese súcubo, o lo que sea que fuera esa cosa, caminaba lentamente hacia ella, su silueta apenas visible en la oscuridad, pero con ese aire sensual y peligroso que Dahyun recordaba demasiado bien.

—No puede ser… —murmuró Dahyun, retrocediendo instintivamente.

Pero la contraria solo sonrió, con esa misma sonrisa que la había llenado de miedo y deseo la noche anterior. Esa misma sonrisa que la hacía dudar de todo lo que creía conocer.

—¿Por qué sigues resistiéndote, Dahyun? —preguntó la contraria, su voz suave y tentadora, como un susurro que se deslizaba por la piel de Dahyun—. Ya sabes lo que sientes. Lo que quieres.

Dahyun sacudió la cabeza con fuerza, intentando despejar los pensamientos que empezaban a nublar su juicio. Sabía que no debía escucharla. Sabía que esto era una trampa. Pero el miedo… y algo más… la mantenían paralizada.

—No… esto no es real —susurró Dahyun, sus propias palabras sonaban huecas en sus oídos—. Es solo un sueño.

La criatura avanzó, cada paso haciendo que el aire a su alrededor se volviera más denso, más caliente.

—¿Un sueño? Tal vez… —respondió, su voz insinuante—. O tal vez sea algo más real de lo que quieres admitir.

Las sombras a su alrededor parecían moverse con ella, como si controlara ese mundo oscuro en el que Dahyun estaba atrapada. En un abrir y cerrar de ojos, la criatura estaba frente a ella, su mano se extendió hacia el rostro de Dahyun, tocando suavemente su mejilla. El toque fue eléctrico, como un fuego que quemaba pero que no dolía, y Dahyun sintió cómo su cuerpo temblaba.

—No me toques… —susurró Dahyun, pero su voz carecía de fuerza.

La contraria sonrió, acercándose aún más, su aliento cálido rozando la piel de Dahyun. El mundo a su alrededor parecía desvanecerse hasta que solo quedaban ellas dos, en ese espacio oscuro y sin tiempo.

—No puedes huir de lo que sientes —susurró, sus labios tan cerca de los de Dahyun que apenas había espacio entre ellos—. Esta es tu verdadera naturaleza, aunque aún no lo aceptes.

Dahyun cerró los ojos, luchando con todas sus fuerzas para no sucumbir, pero el calor, el deseo… todo era demasiado fuerte. Era como si estuviera cayendo, deslizándose en una oscuridad que no podía controlar.

Y en lo profundo de esa oscuridad, supo que ya no podría resistirse.

Sin embargo, despertó de golpe en plena madrugada, su cuerpo cubierto de sudor frío, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Un grito había escapado de sus labios, resonando en la oscuridad de su habitación.

—¡Momo! —exclamó, aún presa del pánico.

Se quedó en silencio, tratando de calmarse mientras el eco de su propia voz se desvanecía en la quietud de la noche. Pero al instante, una sensación de desconcierto la invadió. ¿Momo? Ese nombre no le era familiar… el súcubo, la criatura de sus sueños, nunca se lo había dicho. Entonces, ¿cómo lo sabía? ¿Por qué había gritado ese nombre como si lo hubiera conocido toda su vida?

El desconcierto se transformó en una mezcla de terror y confusión. Era como si esa figura, esa presencia maligna, ya estuviera profundamente arraigada en su mente, como si la conociera desde siempre, aunque no pudiera explicarlo. Intentó recordar el sueño con más detalle, pero una vez más, su memoria la traicionaba. Apenas podía recordar algo más allá de sensaciones: besos húmedos en su cuello, las caricias suaves pero provocadoras en sus muslos. Eso era todo lo que su mente le permitía recuperar. Cada fragmento la hacía estremecer.

Incapaz de soportar la incertidumbre, Dahyun decidió que tenía que volver a la iglesia, hablar con el sacerdote una vez más. No podía dejar que esas dudas siguieran devorándola. Se levantó apresuradamente, vistiéndose con lo primero que encontró, y se dirigió a la iglesia, aunque aún era de madrugada. Afortunadamente, el sacerdote la recibió.

—Padre, debo hablar con usted otra vez —dijo Dahyun con una urgencia que no podía ocultar.

El sacerdote la observó con una ceja levantada, y una pequeña sonrisa juguetona apareció en su rostro.

—¿Otro sueño? —preguntó, intentando bromear para aliviar la tensión.

—No es gracioso —respondió Dahyun, casi a la defensiva—. Me dijo que el primer sueño no significaba nada, pero tuve otro… y fue igual, o peor. No entiendo qué está pasando.

El sacerdote suspiró y, aunque intentaba mantener la calma, no pudo evitar reírse un poco, tratando de que la situación no pareciera tan grave como Dahyun lo sentía.

—Ah, querida, no te tomes estos sueños tan en serio. A tu edad, es bastante común tener… bueno, sueños de esa naturaleza. No siempre tienen un significado profundo. Estás creciendo, tu cuerpo y tu mente están cambiando, y es natural que ocurran este tipo de cosas.

—Pero este sueño no es como otros. Es demasiado real. ¡Siento que me persigue! —Dahyun apretó los puños, frustrada por la falta de comprensión.

El sacerdote la observó durante unos segundos, su sonrisa desapareciendo lentamente. Finalmente, se puso más serio.

—¿Cuántos años tienes, hija? —preguntó en un tono más grave.

—Diecisiete —respondió ella, sin entender a dónde quería llegar.

—Entonces, no es nada fuera de lo común, te lo prometo. A tu edad, el cuerpo puede experimentar cosas nuevas y desconocidas. Los sueños húmedos, como los llamamos, son parte del proceso. No tienes que preocuparte ni sentirte culpable por lo que sueñas. No estás pecando. Es solo una etapa natural de crecimiento.

Dahyun se quedó en silencio, su mente tratando de procesar lo que el sacerdote le estaba diciendo. Sabía que, en parte, él tenía razón. Era joven, y los cambios en su cuerpo y mente eran normales. Pero esto no se sentía normal. El miedo, la presencia de esa criatura… el nombre "Momo". Todo parecía mucho más profundo, más oscuro de lo que el sacerdote comprendía.

—Solo relájate, pequeña. No dejes que estos sueños te quiten la paz —añadió el sacerdote, intentando sonreír una vez más—. Ora y confía en Dios. Si estás segura de tus convicciones, no tienes nada que temer, ya te lo dije.

Molesta y frustrada, Dahyun salió de la iglesia sintiéndose más confundida que antes. El sacerdote no la había tomado en serio, y aunque él creía que era solo un proceso natural, ella no podía evitar sentir que algo más estaba ocurriendo. ¿Y si él estaba equivocado?

Mientras caminaba de regreso a casa, con la mente llena de dudas, Dahyun comenzó a considerar la posibilidad de buscar ayuda en otro lugar.

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