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Capítulo 1

=Marinette=

Definitivamente fue un día maravilloso. Adrien se había portado tan dulce conmigo, quizás estaba protegiéndome demasiado, pero no podía negar que me hacía sentir querida y amada.

Íbamos camino a la mansión Agreste, comeríamos con sus padres; después de todo les diríamos que queríamos vivir solos en mi departamento, ya que conversamos y llegamos a la conclusión de que tener nuestro propio espacio era lo mejor.

Admito que me sentía plena, como en mucho tiempo no lo hacía.

La visita de Fanny y Luka me había hecho pensar muchas cosas; su noviazgo realmente me alegraba, sobretodo por Luka. Él merece ser amado sincera y genuinamente.

—¿Sucede algo, amor? —la voz de Adrien me hizo voltear a verlo. Le sonreí.

—Nada, sólo extraño a Tikki y Plagg. —respondí y tomó mi mano, viéndome de reojo mientras conducía sereno.

—Tranquila, iremos por ellos más tarde. —acarició mi mano con su pulgar y tomé la suya depositando un beso en su suave piel. —¿Tienes hambre? —negué con la cabeza.

—Estoy bien, no te preocupes.

—Sólo quiero que nuestra princesa esté sana y salva. —me acerqué a él, besé su mejilla con todo el sentimiento sofocante que me provocaban sus palabras. Adrien volteó, sus ojos conectaron con los míos al instante y pude percibir un leve rubor en sus mejillas, se veía muy tierno así.

—Si no miras el camino nos podemos accidentar. —comenté con una risa y se encogió un poco en sus hombros.

—S-si, lo siento.

No tardamos mucho en llegar a la mansión. Bajamos del auto, no alcanzamos ni a golpear, ya que la madre de Adrien nos tenía abrazados a los dos desde el cuello.

—¡Por fin llegaron! —exclamó y Adrien se puso a reír.

—Mamá, no podemos respirar.—susurró.

Se separó de nosotros y nos quedó mirando, acarició la mejilla de Adrien con ternura, viéndolo eternamente.

—¡Gabriel! ¡ven ya! —gritó hacia dentro de la casa y apareció el señor Agreste con su típica postura seria. —ven a recibir a tu hijo y cambia esa cara que espantas a tu nuera. —reclamó y él aclaró su garganta.

—Como los viejos tiempos. —musitó Adrien, sonriendo con un brillo único en sus preciosos ojos verdes.

Entonces... así era la vida de él antes de que su madre falleciera. Debió sufrir mucho.

—Bienvenidos a casa. —habló Gabriel.

—Yo quiero saber cómo está mi nieto. —mi suegra comenzó a acariciar mi vientre a la vez que inclinaba un poco e inevitablemente sonreí con mis mejillas ardiendo de la vergüenza.

—Está perfectamente.

Nos adentramos en la casa y luego de charlar un poco con los padres de mi novio, fuimos al gran comedor para comer.

Félix y Bridgette según nos dijeron, habían salido por la mañana y no volverían hasta la noche.

—Entonces, ¿qué es lo que decidieron? —la voz de Gabriel me hizo alzar la vista y Adrien se irguió aclarando su garganta.

—Bueno... padre, verás. —tomó mi mano sobre la mesa viendo a Gabriel directamente. —nosotros creemos que es mejor vivir en el departamento de Marinette por ahora. Lo hablamos los dos y estamos de acuerdo con eso, claramente vendremos seguido. Después de todo, Marinette está trabajando en una colección contigo y yo quiero seguir trabajando en la empresa.

—Ya veo, pero aquí estarían más seguros, no les faltaría nada y...

—Gab. —interrumpió la señora Agreste. —entendemos, cariño. —miró a Adrien y luego a mi sonriendo enormemente. —son jóvenes y quieren tener su espacio. No se preocupen, los apoyaremos en todo.

—Emilie. — cuestionó en un tono serio y la ojiverde lo miró con severidad.

<<Creo que me da más miedo ella que Gabriel hace algunos años atrás.>>

—Só-sólo iba a decir que mejor sigamos porque la comida se enfría. —la miró algo nervioso acomodando su corbata.

Me causaba mucha gracia la situación, pero eso no quitaba que algo me diera tristeza, y me inquietaba no saber qué.

Miré a Adrien a mi lado, su expresión era de completa decisión, pero no podía evitar pensar que quizás... quizás todo esto...

—Princesa. —oí de de repente y salté en mi sitio cuando me di cuenta que él me veía preocupado. —¿estás bien? no has comido nada.

—¿Quién? ¿yo? —miré mi plato y luego a sus ojos nuevamente. —es que... No tengo mucha hambre. —le sonreí lo más convincente posible.

—¿Segura que estás bien? —tomó mi mentón con suavidad acercándose más a mi.

—Cl-claro. —asentí varias veces.

—Está bien, pero recuerda que ahora debes alimentarte mejor...

—Lo sé. —musité observándolo de reojo e hizo una mueca, la cual mostraba que realmente no se convencía de lo que le decía.

Pasamos un almuerzo maravilloso todos juntos. La madre de Adrien, sin duda, era una mujer encantadora en todo el sentido de la palabra; me contó muchas cosas de cuando él era pequeño y por primera vez veía a Gabriel sonreír plenamente junto a su esposa.

¤¤¤

El sol se estaba ocultando, así que decidimos irnos a casa. Miraba por la ventana del auto aún con aquella sensación extraña en mi pecho, pero intentaba no tomarla en cuenta. De un momento a otro sentí como el auto se detenía y miré a mi novio buscando alguna respuesta.

—¿Qué sucede? ¿por qué nos detuvimos? —pregunté extrañada y me sonrió.

—Aún no quiero que vayamos a casa. Quería que fuéramos a beber un café... espera... Ya no puedes tomar café. —abrió más sus ojos y solté una risa.

—Adrien.

—Bueno, yo tomaré café y tú puedes beber un batido o quizás un chocolate caliente o...

—¡Adrien! —Lo interrumpí y se quedó en silencio de golpe. —Está bien... si quiero. —acaricié su mejilla y sonrió tomando mi rostro con sus manos.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza al sentir su aliento chocar contra mis labios y en menos de un segundo extinguió nuestra pequeña distancia, besandome con ternura.

—Te amo. —susurró y lo observé detenidamente, perdida en todo él.

No podía explicar lo que me hacía sentir poder tenerlo conmigo, todo lo que su sola sonrisa despertaba en mí.

—Y yo a ti. —afirmé, cerrando mis ojos para sentir su calor. Despejó mi frente haciendo a un lado mi flequillo con sus dedos.

—No puedo cansarme de mirarte... eres tan bonita. —tragué con dificultad. —creo que lo mejor será salir de aquí o pueden arrestarnos por actos inapropiados en la vía pública.

—¡A-Adrien! —exclamé y soltó una carcajada.

—Sólo es una broma, Bugaboo. —tocó mi nariz con su dedo y fruncí el ceño en su dirección mientras una sonrisa coqueta aparecía en sus labios. —a menos que quieras...

—Me-mejor vamos. —abrí la puerta rápidamente.

—Hey, espérame. —volteé a verlo.

Cerró con seguro uniéndose a mi, tomando mi mano y entrelazando así nuestros dedos. Sonrió.

Entramos a la cafetería, la cual se me hacía bastante familiar.

—¿Marinette? —una voz femenina me hizo levantar la cabeza, encontrándome con Alix, la cual rodeaba el mostrador hacia nosotros.

—Alix. —le sonreí y nos quedó mirando de pies a cabeza.

—Definitivamente no entiendo nada. Primero viene Adrien y me dice que son novios... yo no me lo podía creer y ahora los veo de la mano y...

—Alix, tranquila. —sostuve sus hombros.

—Tranquila nada. Intenté llamar a Alya y no me quiso decir nada, luego llamé a Nath, me dijo que no tenía idea de nada y...

—Creo que terminó llamando a todos. —agregó Adrien y lo miré mal.

—Es algo largo y complicado de explicar, pero...

—No necesito que me expliquen nada realmente, sólo estoy feliz si ustedes lo están. —me interrumpió y tomó mis manos. —además, si mal no recuerdo, este rubio me dijo que serían padres. —sonrió coqueta y mis mejillas comenzaron a arder.

—Si, bueno...  Lo seremos. —respondí. Adrien me abrazó por detrás, besando mi mejilla al instante.

—Y estamos muy felices por eso. —restregó su cara con la mía cual gatito e inevitablemente solté una risa.

—¡Alix! —oímos un grito desde atrás y nuestra amiga rodó los ojos.

—¡Ya voy! ¡ya voy! —exclamó hacia atrás y volteó a vernos nuevamente con una sonrisa. —debo volver a trabajar, pero me siento muy feliz por ustedes y espero poder juntarnos nuevamente todos. Más ahora que Adrien está de regreso.

—Cuenta con eso. —habló mi gatito.

—Bien, necesitamos una junta de mujeres también. —asentí enseguida.—En fin, pónganse cómodos. Una mesera los atenderá enseguida. —nos indicó hacia dentro y ambos nos miramos.- yo debo volver a la...

—¡Alix! —volvieron a gritar y ella se giró resoplando.

—¡Ya voy!

—Princesa, vamos a tomar asiento. —Adrien me tomó nuevamente de la mano y nos guió a una de las pequeñas mesas que estaba frente a un gran ventanal, desde ahí se podía apreciar mucho más la calle.

=Adrien=

Las cosas habían salido mucho mejor de lo que pude haber imaginado hace tres años atrás. No es que no haya pensado que todo mejoraría, pero quién podría pensar que volver de la muerte sería posible... Tres veces.

Tenía a Marinette junto a mi, tendríamos una familia y cabe mencionar que también recuperé a mi madre y a mi padre, y eso es más de lo que creo merecer, pero lo agradezco enormemente.

Ayudé a Marinette a sentarse y luego me puse frente a ella tomando así sus manos por sobre la mesa. Se veía hermosa y tan sólo verla me hacía fantasear en cómo luciría nuestro hijo.

¿Tendrá los ojos de Marinette? ¿tendrá mi cabello? ¿será una princesa como dice Mari o un niño?

—Adrien, ¿estás bien? —la voz de Marinette me trajo a la realidad; parpadeé varias veces aclarando mi garganta.

—Claro que sí, sólo pensaba en...

—En su futuro hijo. —una voz extraña se hizo presente y ambos volteamos a ver de quién se trataba. —¿Qué? ¿se sorprenden de verme? —cuestionó sonriendo a la vez que tomaba una libreta.—¿que tomarán? —preguntó y abrí más mis ojos.

—T-tu... —musitó Marinette apretando mi mano.

—¿Qué haces aquí? —pregunté aún sin creérmelo del todo.

—Trabajo aquí. —respondió encogiéndose de hombros, como si fuera lo más normal de la vida. —bien, ¿qué van a querer? —preguntó nuevamente alzando una ceja, esperando nuestra respuesta.

—Creo que ya lo sabes. — respondí y soltó una carcajada.

—Han aprendido. —agregó.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Marinette y la castaña se sentó al lado de nosotros.

—Está bien, se los diré. —habló más bajo y nos hizo agacharnos un poco.—porque me aburro. —se alejó soltando una risa y yo fruncí el ceño. —Tranquilos, tranquilos, dejo de jugar. Sólo quería saber cómo estaban luego de toda esa batalla y  reencuentros familiares, bla bla bla...

—Pero puedes saberlo sin aparecerte de la nada. —agregó Marinette cruzándose de brazos.

—Lo sé, pero no es divertido. Además, como se me está haciendo costumbre últimamente... He venido a decirles algunas cosas. Para empezar; Fu irá a las once de la noche a dejar a mis pequeños dioses, para que no lo hagan esperar mucho. —hizo una pausa y luego miró a Marinette. —lo que has sentido no es por las razones que crees, es por cosas que se definirán ahora y yo no puedo intervenir. Todo depende de  ustedes. —mi novia abrió un poco sus ojos y luego guardó silencio, al parecer sus palabras la hicieron pensar en algo... Algo que yo no sabía.

—¿A que te refieres? —cuestioné y me hizo una seña de que sus labios estaban cerrados.

—Otra cosa, es posible que los encantadores señores Dupain se aparezcan por el departamento mañana, así que tendrán una larga charla. —rió y yo contuve el aire. —por último... —ahora me miró a mi fijamente. Sus ojos me hicieron estremecer por completo, podían verse como millones de estrellas colisionaran unas con otras. —eres un buen hombre, pero tu bondad muchas veces te perjudica a ti y tu felicidad... Mi consejo es que si usas tu bondad, tendrás que aprender a aceptar que por más que quieran cambiar el mundo, siempre habrá gente dispuesta a dañar sin importar nada... cuidate, Adrien Agreste. Tendrás que decidir si hacer aquella línea de tiempo la tuya, si decides ser tu héroe interior.

Sus palabras me dejaron más confundido que nada y no podía entenderle menos sobre a qué se refería. Con este ser nunca sabremos qué es lo que realmente piensa o siente... Si es que realmente lo hace.

—Bueno, les dejo lo que querían. —se puso de pie rápidamente y chasqueó sus dedos haciendo aparecer sobre la mesa comida. —tengo que ir a otro lado con un viejo amigo, no me verán nuevamente... A menos que la situación así lo requiera.

—Suprem... —quedé con las palabras en las boca, ya que en menos de un segundo desapareció ante nuestros ojos. —si que le gustan las salidas dramáticas. —comenté y mi preciosa princesa me golpeó en la cabeza.

—No es gracioso, gatito. —agregó y sobé mi cabeza. —si apareció de la nada quiere decir que algo pasará y se divertirá.

—Parece que lo conociste... digo... La conociste... Más bien... olvídalo. — se puso a reír. —es que no sé como llamarlo.

—Lo sé. Sólo digamos; Supremo.

—La pregunta es... ¿qué me quiso decir? —se encogió de hombros y me mantuve en silencio por unos segundos.

Al ver la expresión seria de Marinette, decidí animarla un poco. Tomé una cucharada del pastel que había sobre la mesa y se la extendí, me sonrió levemente y comió de ella.

—Mejor no le tomemos la mayor importancia. —agregué y asintió repetidas veces.

Luego de unos minutos más, miré la hora en mi celular, ya se estaba haciendo un poco tarde.

—Creo que debemos ir a casa, el maestro está por llegar, según lo que dijo Supremo.

—Tienes razón, es mejor que vamos andando. Ya quiero ver a Tikki y a Plagg. —habló más feliz, mientras nos poníamos de pie.

Iba a pagar la cuenta, pero Alix dijo que ya la habíamos pagado, lo cual no recuerdo haber hecho. ¿Extraño? Bastante.

Al salir miré el cielo, se había puesto ligeramente a llover, giré mi cabeza hacia Marinette a mi costado, dándome cuenta que no traía su abrigo.

—Espera aquí. Iré por tu abrigo y el auto, ¿bueno?

—Está bien... —susurró y acaricié su mejilla suavemente. Sus ojos me sonrieron cuando me alejé, provocando que un cosquilleo se adueñara de mi pecho.

Cuando estaba a unos pasos de mi auto oí una discusión de una pareja, se veían bastante molestos, pero no le tomé la mayor importancia. Abrí el vehículo e iba a subierme cuando vi a una chica completamente empapada en la esquina de la calle, al parecer estaba llorando. Tenía la cabeza entre  las solapas de su abrigo; noté su clara intención de cruzar la calle, pero el semáforo estaba en rojo.

—¡Es-espera! —cerré la puerta de golpe y corrí hacia ella rápidamente. —¡Oye! —la alcancé justo cuando iba a dar un paso, jalando de su muñeca, venía un auto a toda velocidad. —¡¿no ves que está en rojo?! —pregunté algo alterado, este pequeño incidente había hecho que la adrenalina corriera por todo mi cuerpo.

Sus ojos, de un color café muy intenso, se enfocaron en los míos, su cabello era oscuro, le llegaba a los hombros y estaba pegado a su frente por la lluvia a la que al parecer fue expuesta por un tiempo.

—¿Estás bien? —pregunté intentando calmar mi respiración, me quedó mirando sin decir nada, su piel estaba fría y una sensación rara me golpeó en el pecho, una presión inexplicable, como si algo fuera a pasar.

—Si... estoy bien, gracias. —habló casi en un susurro. Sus ojos viajaron hacia abajo, en mi agarre sobre su muñeca. Se le veía desorientada, probablemente porque se asustó con el auto o quizás mi grito.

—Disculpa. —la solté. —¿necesitas algo? ¿Te lastimaste? —pregunté un poco preocupado por su estado, pero negó con la cabeza, pasando una de sus manos por sus mejillas. —puedo llevarte a tu casa, la lluvia se está poniendo más fuerte.

—No es necesario. —respondió más seria. —No me malinterpretes, pero no te conozco en lo absoluto.

—Claro, lo siento. —le extendí mi mano, la miró parpadeando un par de veces y luego la estrechó con desconfianza. —soy Adrien, ahora no somos tan desconocidos. ¿Tú eres? —pregunté amable.

—Tsurugi Kagami.

—Bueno, Kagami... No quiero ser descortés, pero yo ya debo irme. Ten cuidado y mira al frente, ¿si? —asintió y soltó mi mano. —¿segura que no quieres que te lleve a alguna parte?

—Estoy bien así. —respondió al instante, poniendo sus manos como una barrera.

—Entonces... —aclaré mi garganta. —espero te encuentres mejor. —caminé hacia atrás dando lentos pasos; ella me quedó mirando un momento, para luego hacer una pequeña reverencia con su cabeza.

—Adiós, Adrien y gracias nuevamente. —se volteó viendo, ahora sí, el semáforo en verde, desapareciendo de mi vista al cruzar la calle. Yo por mi  lado volví rápidamente a mi auto e ir por my Lady.

"Nuestras decisiones forjan nuestro destino."

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