Prólogo
(Nota importante: Antes de leer, coloquen la opción de fondo negro, es obligatorio)
Bajo el mínimo imperio, descendió el sol por el oeste y dejó su lucero vespertino, donde en lo más alto de la bóveda celeste, sonreía la noche sumergiendo una ciudad entera en la obscuridad absoluta. Por lo que las ventanillas de las torres o edificios y rascacielos, tomando posesión del empíreo, mostraban la eterna luminiscencia de almas vacías. Había tanta incertidumbre, que el silencio se rompía cuando las calles eran recorridas por las pequeñas luces de automóviles que iban y venían, como el rompimiento de las olas. Sin embargo, se iban disminuyendo... hasta dejar dicho urbanismo casi desierto.
Ya era bastante tarde cuando una cierta mujer regresaba a su casa después del trabajo.
Conducía su camioneta, concentrando sus vista a lo largo de las rutas que la llevarían a su requerido destino. Estaba cansada; con ojeras que perfilaron sus párpados y el único pensamiento que marcaba en su mente, era cenar para luego dormir sin que nadie la despertara. Entonces, poco sabría ella...
Que todo se desvaneció de repente ante sus ojos.
Su corazón se aceleró, no tenía idea de lo que había sucedido—¿Cómo es posible, que las casas de las que ella pasaba todos los días ya no estaban? ¿Sí antes se reflejaron en el parabrisas hace solo un instante?—Justo en adelante en una calle solitaria, un poste de luz se encendió sólo. Un semáforo cambió de verde a rojo. La chica por un minuto pensó que estaba alucinando por la falta de sueño. Trató de parpadear varias veces, pero nada podía explicar...
¿Sobre por qué todos habían desaparecido?
El sedán blanco en conducción frente a ella, las luces traseras del autobús esperando en su parada y los grupos de chicas de secundaria apresurándose a lo largo de la acera...
Ahora ya no estaban, se fueron sin ninguna razón.
Entonces, perdida en su confusión, bajó la mirada para comprobar el volante. Quedó atemorizada. El volante se había ido. De hecho, ni siquiera sabía dónde estaban sus manos. No podía sentir el cinturón de seguridad alrededor de su cintura, ni su pie en el pedal del acelerador, porque eran como si se la hubiesen amputado. Solo había oscuridad desplegándose, continuando sin cesar en todas direcciones. Entró en pánico producto de la desesperación, de pronto, ella estaba flotando en un líquido cálido y viscoso. Estaba desnuda. Su ropa se había desvanecido sin que lo notara.
Era esa maldita pesadilla otra vez. Ese sueño desagradable que tenía una vez al año en la víspera de Navidad—Que también es su cumpleaños—En el que simplemente, se retorcía en un mundo a oscuras sin principio a fin, siempre lo había tenido en el mismo día. Pero la chica lo que no comprendía era: —¿Porque estaba teniéndolo justo ahora, mientras "seguía despierta"? ¿Si ni siquiera era navidad o su cumpleaños?—Al igual que las órbitas de las estrellas, le sucedía en el momento preciso y nunca soñó otra noche que no fuera el día de su nacimiento. Sin embargo, esto era diferente...
Estaba ocurriéndole este extraño acontecimiento por primera vez en su vida.
Ella perdía completamente la sensibilidad de sus extremidades, no se podía mover. Sentía como si algo pesado estuviera encima de su fisionomía. Presa de los nervios que la devoraban, su respiración se volvía precipitada. No obstante, cuando levantó su cabeza ligeramente entre la tina pegajosa, sus ojos se quebraron del pavor, sollozó entre lágrimas. La piel junto con la carne de sus brazos y piernas, estaban comenzando a despedazarse, jadeaba asustada con su corazón martillando su pecho. No experimentaba dolor. Pero tras ver aquellas profundas heridas abrirse como si fueran cierres, para luego fluir su sangre en el lugar, empezó a gritar. Era espantoso a la vista, los músculos se le perforaban y se desgarraban a tal punto, que se podía notar la blanquees del hueso. Le arrancaban la carne de su cuerpo a pedazos con fuertes tirones, como si una mano hecha de cuchillos estuviera agarrando sus entrañas, tripas y órganos para luego arrancarlos, iguales que un pasto sobre el suelo.
Entonces, todo se calmó por varios segundos.
Hasta que dejó escapar gemidos de terror, cuando sintió una textura áspera; babosa... deslizarse por su abdomen, subió poco a poco por su pecho y se desplazó candidatamente hacia sus senos. Chilló, llegaron los escalofríos. Se dio cuenta que era una lengua y una muy larga.
Entonces, unos dedos presionaron contra su garganta y cuando abrió su boca para soltar un grito, perdió por completo el aliento. Sus labios se tornaban azules. La estaban asfixiando lentamente mientras caía ante la desesperación de morir. Solo quería GRITAR GRITAR para despertar a su otra yo, que posiblemente estaría dormida allá afuera—¡Q-qué pasa! ¡Por qué no consigo despertarme! ¡No puedo, no puedo hacerlo! ¿Qué es lo sucede?¿Porque me pasa esto a mí?¡Por el amor de Dios despiértenme, ayúdenme! ¡Quiero salir!¡Detengan esto! ¡No lo soporto! ¡Por favor se los suplico, auxilio!—Oyó un profundo gruñido cerca de su oído, el sonido era idéntico como si alguien estuviera ahogándose bajo el agua, pero, era mucho más fuerte, agudo... y se escuchaba como si intentara decirle algo.
La chica se apoderó de ella un alarido espantoso que hizo arder sus cuerdas vocales—¡No por favor, no por favor! ¡Nooo, Nooo!—Un grito agonizante prolongado de horror y angustia, sumado con el pavor de lo indispensable. Era que algo la penetró con fuerza tomándola desprevenida sin que tuviera tiempo de reaccionar. Estaban abusando de ella y lo peor es que no se podía mover.
La empujaban haciéndola estremecerse. No cesaban sus gritos y gemidos de dolor que progresivamente eran más potentes. Cada embestida era más profunda y no podía contener su llanto. Se derramaba la sangre entre sus piernas hasta diluirse sobre el manto gelatinoso. Cierto "miembro" subía y bajaba endureciéndose en su interior, de modo, que cuando acariciaba sus tejidos al momento de que la joven tensaba su abdomen, sentía un dolor punzante en las paredes vaginales. Algo se rompió dentro de ella. Una horrible opresión en su vientre entumeció por completo su cuerpo. La lastimaban sin piedad. Sus mejillas estaban rojas, hinchadas y secas producto de tantas veces que lloraba sin parar. El tiempo parecía que no existía y quería morirse.
No se sabe cuánto pasó.
Solo que los movimientos, se rentilizaron cuando se le agotaron las fuerzas para seguir luchando. Dejó de gritar, porque se había quedado sin voz y era totalmente inútil hacerlo. La expresión de su rostro era inexplicable. No hacía ningún pestañeo y se le fue el color de sus pupilas, parecían los ojos de un cadáver. Era como si su alma hubiera abandonado el cascarón de su cuerpo. No hacía ni un mínimo gesto... nada que podía reflejar cualquiera de sus emociones. Porque su mente estaba en otro lugar y se sumergió en él para no convivir con la cruda realidad. Se entregó así misma por la corriente y cuando cerró sus párpados, para luego abrirlos...su visión fue restaurada tan inesperadamente como la había perdido. Vió ahora sus manos claramente sujetando el volante.
Todo terminó.
La chica miró a su izquierda por encima de su hombro. Ni siquiera le prestó atención la fuerte bocina, de dos luces que se precipitaron contra ella a toda velocidad.
Próximamente, Capítulo 1: Lo peor apenas comienza.
(Culminado el 13 de Febrero del 2018)
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