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Capítulo 1: Lo peor apenas comienza

[Año 2054] 

Hasta que el teléfono sonó por la mañana, que era el comienzo de un día normal, sin precedentes para un hombre común y corriente que se levantaba de su cama dando largos bostezos por su boca. A las 8:30am,  aparcó su coche en la Facultad de Ciencias Farmacéuticas, que era el sitio donde trabajaba. El estacionamiento estaba todavía más vacío de lo usual. Maletín en mano, salió de su vehículo cerrándolo automáticamente con llave tocando un detector de huellas dactilares ubicada en el manojo de la puerta. Un método de seguridad muy efectivo contra el robo. Miró hacia arriba con indiferencia del aumento de 15 pisos de altura de un edificio llenándose de gris sombrío bajo el cielo nublado.

En el vestíbulo de entrada, transformó sus zapatos en un par de calzados especiales que van con el reglamento de su uniforme. Colocó sus pies en una alfombra, de modo, que un rayo de luz azul muy delgado, escaneó rápidamente a través de un sensor y comenzaron aparecer etéreamente seguido de una voz femenina que resonó en el lugar—Bienvenido señor Javier Newel— A continuación, tomó el ascensor hasta el quinto piso. Las puertas dobles se abrieron para revelar un pasillo que se extendía en ambas direcciones. Lejos a la derecha, era la sala de conferencias donde enseñaba su curso sobre Métodos Avanzados en Ciencias Biofuncionales y aun lado, estaba Medicina Patológica seguido de la Farmacéutica. Al parecer la mayor parte de los estudiantes y otros miembros del personal, aún tenían que llegar a como dé lugar. Sin embargo, todas las mañanas eran iguales y no era de extrañarse de que la gente esté ausente. En cambio, el curso de Química Orgánica era diferente, los seminarios comenzaban a las 7:00am y aun así ellos nunca faltaban sabiendo que los profesores no querían dar clases por la mala paga. Como un asociado investigador científico, Javier hizo un esfuerzo para llegar a las 8:30am con la responsabilidad de entrar a la sala práctica 2, donde se ubicaba su escritorio y comprobar los informes de sus experimentos, que muy en sí, eran importantes. Después de poner sus pertenencias en un estante, cogió formularios de agentes químicos que fueron escritos por sus estudiantes en la noche anterior. Revisaba las notas, que por si fuera poco, tenían algunos errores ortográficos de las cuales, hizo fruncir un poco su ceño. Pero de igual manera, decidió llevar a cabo su objetivo. Javier colgaba sus hojas con cinta adhesiva en un pizarra acrílica llena de ecuaciones e ilustraciones de estructuras anatómicas celulares, donde estaba haciendo los estudios de su experimento. Se acercó a su computadora donde tecleo para abrir una puerta para dar acceso a su laboratorio, e ir a la Recámara de Cultivo, donde se almacenaban todas sus muestras.

Duró una hora revisándolos con un microscopio y anotar sus propiedades en una libreta. Hasta que la puerta se abrió de golpe, de modo, que el hombre se sobresaltó de su asiento, derramando su taza de café y el bolígrafo se le cayó debajo de la mesa. Aspiró hondo...

—María... ¿Cuántas veces te he dicho que no entres así?— Expresó con paciencia sin explotar contra su asistente y cuando le dirigió levemente la mirada, vio que los ojos de la mujer estaban enrojecidos de lágrimas y su boca ligeramente temblaba—¿Qué pasó María?— Se levantó de su silla aproximándose hacia ella.

 —Tiene una llamada urgente. Es del Hospital central de Koshima...S-su mujer ha estado en un accidente...

 —¡¿Qué?!...—Con eso salió corriendo con el corazón en la garganta. En las calles de la gran metrópolis, habían hileras de autos en la vía pública. Incapaz de reprimir su paciencia. Empezó a tocar su bocina con furia—¡Joder, muévanse maldita sea!—Alzaba su voz sacando su cabeza por la ventana. La persona en el teléfono era un amigo suyo. Avisó, que su esposa Milangel, sufrió en anoche en horas de la madrugada, un aparatoso accidente automovilístico cuando no se percató que un autobús se aproximó hacia ella. No solo eso, los pasajeros que abordaban, sufrieron graves lesiones, pero por suerte nadie murió.

—Disculpe... ¿Usted es familiar de la paciente número 3 Milangel O'Ryan?—Javier apenas contuvo su aliento. Trago saliva en seco y respondió.

 —Soy su esposo...—dijo—¿Por favor, dígame cómo se encuentra?...—Preguntó preocupado.

 —Está en estado crítico...—Replicó el doctor— Tiene fracturas en las costillas,  el cúbito del brazo izquierdo y en el hueso temporal del cráneo. Cuando llegó aquí, padecía de una hemorragia interna y no respiraba. Ahora se encuentra en estado de coma cuando conseguimos revivirla...—Javier impactado, caminó y se sentó en una silla metálica. Junto su mano con su puño sobre la nariz y la boca posicionando sus codos en sus rodillas. Miró al doctor con una expresión de angustia en su rostro— ¿Se puede salvar?— El doctor le contestó.

—Su mujer estaba sufriendo una hemorragia intracraneal, que tan pronto la trasladamos a nuestro barrio. Operamos su cerebro y lo reanimamos con electrochoque. Ahora se encuentra en cuidados intensivos siendo mantenida por respiración artificial. Ella perdió la capacidad de respirar por sí misma—Aclaró—Vamos seguir medicándola con estimulantes cardíacos y mantenerla bajo supervisión. Me es extremadamente difícil decirle esto, pero está por encima de sufrir una muerte cerebral—Eso fue una puñalada directo a su pecho. No sabía cómo responder. Términos como "Coma profundo", "Respiración artificial", "Muerte cerebral" dieron vueltas atando su cabeza en un nudo. No podía creer que su amada esposa fuese descrita con esas palabras. De pronto, comenzó a sentir calor. Inquieto, se levantó de la silla y dio unos breves pasos, pasando su mano alrededor de su cara y luego llevarlas a su cabello revolviendolo un poco. Su temperatura se disparó y sin saber qué estaba pensando, quiso abrir su boca para gritar, pero por más que lo hiciera, tenía que estar firme como una roca, tragándose todos sus pesares.

 —¿Qué...pasará con ella?—Habló de espaldas.

—Estamos monitoreando sus ondas cerebrales, presión arterial y frecuencia cardíaca. Si su flujo de sangre se detiene, comenzara a perder células cerebrales. Esta mañana le hicimos una tomografía para controlar la situación. Voy a buscarla para saber si ocurrió la muerte cerebral—Dijo.

Javier, de pronto, se sintió mareado y tomó asiento. Se le había bajado la tensión.

—¿Está bien señor?—Le preguntó el doctor preocupado.

Miró su mano derecha, parpadeo y su visión se nublo, cerró su mano. En el momento, intento mantener la calma y respirar profundo. Se sentía engañado—¿Ella va a morir?—Todo su cuerpo se sentía inundado— ¿Por qué a ella?— Revoloteaban sus pensamientos como si le estuvieran dando golpes en la cabeza— No llego a casa para cenar...pensé que se había ido a la casa de su abuelo o le tocó otro turno como de costumbre— La culpabilidad no tardó en consumirlo— ¡Por qué demonios no fui a buscarla cuando tuve la oportunidad!

— ¿Señor, me escucha?— Hasta que Javier reaccionó y alzó la mirada.

 — Estoy bien...no se preocupe por mi. Solo vaya a por el examen, estaré al tanto de ello. Gracias Doctor...— Respondió.

El médico arrugó las cejas y asintió su cabeza, hizo una reverencia de respeto para luego seguir de largo por el pasillo.

Después, Javier se paró detrás del vidrio en la sala de cuidados intensivos donde se encontraba su esposa. Era una habitación bastante amplia. Hubo una serie de camillas en contra de la pared y en el medio había unas máquinas para transfusiones de sangre. Dos monitores fueron instalados en la pared en un sinnúmero de tubos y claves extendidos. A pesar de la tecnología, las camas estaban desocupadas, dando el cuarto un ambiente en estado latente. Su mujer se llamaba Milangel O'Ryan, pero él solía decirle "Miryan" con cariño, usando las dos primeras iniciales de su nombre y fusionarla con su apellido. Ella estaba acostada en la segunda cama más cercana. Unos catéteres de oxígeno,  fueron insertados en sus fosas nasales. Javier las siguió con la mirada. Quedaron en su nariz un objeto en forma de cubo, conectada a través de una máquina blanca con controles manuales. A la derecha estaba el electrocardiograma, donde sale una pantalla que con una línea recta verde captaba sus signos vitales, emitiendo un silbido monótono Pic -Pic. Su cabeza estaba rapada y cubierta de vendajes. Tenía heridas en el rostro tratadas con adhesivo y algodón. Tenía un ojo morado e hinchado y su brazo izquierdo enyesado, posaba sobre su abdomen junto con unas sábanas de color durazno que le llegaba hasta la cintura y cargaba una bata celeste.

Le dieron los resultados y se lo explicaron encarecidamente. Que ella se encuentra en estado "Vegetativo"  disfunción cerebral crónica en la que el enfermo no muestra signos de conciencia. Sin embargo, el tronco cerebral siguió en función y que no había cambios notables en sus ondas cerebrales. Pero según las pruebas respiratorias y dilatación pupilar. Que si le quitan la respiración artificial, su corazón fallaría. Lo cual confirma que sus pulmones están tan dañados que su esperanza de vida es corta. Esperaban que bajara la inflamación del cerebro para luego despertarla y hacerle un segundo examen, ya que el caso era más complicado de lo esperado. 

Toco el cristal con su mano con una expresión de tristeza en su rostro.

Luego vio que se escucharon unos pasos, giró su cabeza y era el abuelo de Milangel. Se acercó y le dio un abrazo. Ellos tuvieron una larga charla sobre lo sucedido, hasta que lo tranquilizó diciendo:

—Ella estará bien...—Dijo el anciano mientras que los dos la observaban. Su pecho subía y bajaba, haciendo un sonido ronco que se hizo eco a través del UCI—Es una muchacha fuerte...siempre lo ha sido...—Argumentó— No fue tu culpa...este tipo de cosas pasan.  Todo lo dejaremos en las manos de Dios...Debemos estar a su lado para darle fuerzas, es lo menos que podemos hacer— Palmo su hombro para animarlo.

Al día siguiente, Javier fue al trabajo, superado por un repentino deseo de estar solo. Se dirigió a las calles que ahora carecían de sombra y forma. Una neblina tenue flotaba por todo el campus. Inhaló aire húmedo en sus pulmones y fue directamente a su laboratorio. Todavía era temprano, así que no había más nadie a su alrededor. Se sentó en su escritorio, echándose hacia atrás en la silla dejando escapar un hondo suspiro. Proyectó en su ventana, las pálidas casas a lo largo de la carretera, siendo camufladas por la bruma distante... y la imagen de su mujer yaciendo inmóvil, vaciló en su mente. Javier había sido testigo de muchas muertes de seres queridos en sus 27 años. Ya sea, por enfermedad terminal, o edad avanzada. Nadie le podía decir a él que no entendía la muerte. Pero ese tipo de "sabiduría" ya no aplicaba. Estamos hablando de su esposa, lo único en su vida... y quería perder otra cosa que no fuera ella.

—Supongo, que lo único que nos separa de la muerte es el tiempo...— Pensó en voz alta.

Pero, solo lo peor apenas comenzaba...

(Culminado el 12 de Octubre del 2018)

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