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Un verdadero cuenta cuentos.

Cuando abro los ojos me siento desconcertada, no sé donde estoy, seguro no es mi casa, no es mi cama y no me siento yo misma ahora mismo. ¿Qué paso?

- ¿Hola? – sin respuesta, oígo ruidos fuera de la habitación, pero ninguno me parece conocido, ¿estaré en un hospital? Lo último que recuerdo es a Cami ayudándome con el dolor de cabeza, dolor que ya no tengo. Poco a poco me llegan los recuerdos de la noche anterior: yo, buscándola, el extraño que me asusto en el callejón, mi inconsciencia, el primo de Cami, y por ultimo me llega recuerdos confusos, como si se tratara de un sueño, uno en donde yo hablaba con mi cama y ella me respondía, incluso me conto un cuento con la voz más incitadora que he escuchado.

Que sueño tan extraño, supongo que aun estaba adormitada y un poco drogada con las medicinas. Así que presumo que estoy en la casa de los padres de Cami. Me levanto y se me cae el pantalón de pijama que llevo puesto, me lo subo apresuradamente y me pregunto cómo Cami le hizo para ponérmelo, al menos espero que haya sido Cami, trato de mantenerlos en su lugar ajustando los cordones, pero es muy grande y no me ajusta; ni de ancho, ni de largo. Amarro los cordones alrededor de mi cintura y salgo al pasillo, Sip, es la casa de los padres de Cami.

- ¿Hay alguien? – pregunto, no hay respuesta, pero escucho ruidos abajo. Bajo las escaleras y me encuentro con una sala vacía, voy hacia el comedor y nada, el ruido parece provenir de la cocina, me dirijo hacia allá - ¿hola?

- ¿Aleyda? – me detengo, esa voz me parece conocida y a la vez extraña, abro lentamente la puerta y me encuentro con un hombre lavando los platos – ya te levantaste, ¿quieres algo? – se empieza a secar las manos, su cara también me es vagamente familiar. - ¿Aleyda?

- Tú eres el primo de Cami, Elías ¿no? – en la bruma de mis recuerdos su voz me es nítida y no sé qué pensar, no soñé que mi cama me contaba el cuento de la cenicienta, no podría imaginarme su voz, nunca la había escuchado, bueno, una vez y el era un adolescente.

- Sí, soy yo, y… ya que estamos solos quería disculparme por lo de la otra noche, fue muy estúpido la verdad – agacha la cabeza avergonzado – pero te vi allí y no pude resistirme, es un problema de madurez, aun no he llegado a ese punto.

Si aun no ha llegado a la madurez me parece que ya  nunca lo hará, ya se paso su tiempo. Si no recuerdo mal él es un año mayor a Cami, por ende es un año mayor a mí también.

- No  me gusta tu cara de maestra reprobatoria – se rasca la cabeza – sé lo que estas pensando, soy un idiota y estas en lo correcto, pero realmente no tengo más que hacer que pedir disculpas.

- Ok.

¿Solo eso? – cuestiona unos instantes después cuando no agrego mas – bueno, espere mas después de que te conté un cuento para dormir.

- ¿Tu…? - entonces si fue real, pero no fue mi cama la que hablaba obviamente. – claro, fuiste tú. Yo… gracias por eso.

- Por nada, aunque creo que no fue una versión apegada a la real, hace mucho tiempo que no veo la película – me sonríe y es allí cuando le pongo atención a su rostro, ya no se parece tanto al chico que recuerdo, es mucho más guapo y sus ojos claros son encantadores. - ¿estás bien?

- ¿Eh? – parpadeo, creo que me quede viéndolo fijamente demasiado tiempo – si, si lo siento.

- Qué bueno, no me hubiera perdonado el haberte hecho daño – mira hacia todas partes como buscando algo - ¿quieres algo? ¿tienes hambre?

- Ahora que lo dices, si y mucha – mi estomago se retuerce ante la perspectiva de algo de comer – ¿hace cuanto estoy dormida?

- Bueno, todo paso anoche y ahora son las tres de la tarde – saca una silla que estaba junto al fregadero – siéntate, ahora te traigo algo.

- Gracias – la casa está demasiado silenciosa, más de lo que estaba cuando acababa de levantarme. - ¿Dónde están todos? Recuerdo escuchar ruido.

- Acaban de salir, cuando llegaste aquí acababan de salir, fueron a ver a los niños – pone frente a mí un vaso de leche y un tazón con cereal de chocolate – disculpa, no se cocinar, el cereal tiene que funcionar.

- Si, estos me encantan en realidad – tomo a leche y la vierto en el plato – se fueron y  me dejaron… contigo.

- Claro, soy un tipo de fiar – ondea un cucharon y se golpea en la cabeza – auch, aunque no tan coordinado. – sin quererlo sonrió, es bastante bobo. – te hice sonreír, ya es algo. Tenías una cara de pánico que me incomodaba.

- Bueno, no te conozco – me encojo de hombros – además aun me siento desorientada.

- Con razón, Cami te dio un medicamento bastante potente – para pasar el tiempo él empieza a limpiar los gabinetes – regresaran pronto, si quieres puedo contarte otra historia mientras comes, ya sabes, para que te sientas más segura conmigo.

- Claro, me gustan las historias – respondo con la boca medio llena, tengo mucha hambre.

- Pero ya sabes que mis historias no son tan fidedignas como debieran, aunque yo las hago más entretenidas – asiento – ¿cual quisieras escuchar?

- Hansel y Gretel.

- Ok… lo pones difícil, pensé que me pedirías a los tres cochinitos o algo así. – se rasca la nariz.

- ¿Esa si te la sabes?

- Pues… no, pero tengo un vago recuerdo de ese. – se frota las palmas de las manos en el pantalón y se recuesta en el fregadero – había una vez… un par de hermanos que, al parecer, comían mucho y por eso su  madrastra, ¿te das cuenta que todas eran madrastras y malvadas?, en fin, le dijo a su esposo que no tenían lo suficiente para sobrevivir y que si no quería que todos murieran de hambre debía deshacerse de sus hijos. Él aunque al principio no quería, solo se hacía es difícil para que todo aquel que escuchara su historia dijera que no fue tan mal padre, porque al final le hizo caso a lo que dijo su esposa.

<< Con lo que ellos no contaban eran con que los hijos habían escuchado sus macabros planes y ellos mismos hicieron sus propios planes, así cuando al día siguiente su papá les pidió que se fueran con él a traer leña, ellos iban preparados, lo que era demasiado impresionante para la época y la edad de los niños. Prosigo, en el camino dejaban migajas de pan para que cuando su padre los dejara ellos tuvieran las marcas para volver a su casa, lo que es otra contradicción, se supone que no tenían para comer y ellos se llevaron pan suficiente para dejarlo en el camino, ¿no te parece?

- Pues…

- Déjame seguir, estoy inspirado. Lo que ellos no pensaron fue que los pájaros podrían comerse las migajas, y así fue ¡Bam! Se las comieron y así que cuando su papá los dejo ellos no tuvieron manera de volver ya que no recordaban el camino. Con hambre y cansancio vagaron hasta toparse con una casa, casualmente estaba hecha de comida, y si pensarlo dos veces corrieron a comérsela. ¿No te darías asco comerte una casa?

- Con el hambre que tengo ahora mismo, no – ya termine mi plato y aun tengo hambre. Sin mencionar nada Elías abre el refrigerador y saca frutas picadas y las pone frente a mi – Gracias.

- De nada, ¿quieres algo más? – aunque dudo, asiento no quiero verme tan hambrienta – bien, sigamos. Mientras ellos comían la casa, su dueña salió y ¡vaya sorpresa! Era una bruja, y al parecer ella también pasaba por momentos complicados con respecto a los alimento y es que resulta que tenía una dieta bastante peculiar basada estrictamente de niños.

Trata  de hacer que suene siniestro, pero solo logra que me de risa, es demasiado gracioso en sus gestos.

- La cuestión es que los encerró en una cárcel, que convenientemente tenía en su casa, y les daba tanta comida para engordarlos y así podérselos comer, vieja bruja glotona, nada mas quería comerse dos grandes y gordos niños, el caso es que ya no recuerdo como salen de allí,  pero huyen y ¡Oh sorpresa! Regresaron con su papá que los recibió con los brazos abiertos, estaba claramente arrepentido de lo que hizo, de la monstruosa aberración que había cometido. Claro, hasta que vuelva a tener problemas financieros y ahora quiera venderlos a cambio de un poco de dinero, pero eso no lo sabemos a ciencia cierta porque ya no se escribieron más historias acerca de los desafortunados hermanos.

- Guau, nunca, nunca, jamás le cuentes historias a niños, los traumarías de por vida – me rio de su cara ofendida – es la verdad, y si a eso le agregamos tus fabulosas deducciones acerca de cada historia… matas la magia.

- Perdón, a veces no me doy cuenta de lo critico que puedo llegar a ser – juega con sus manos – pero te gusto ¿verdad?

- Si, las disfrute, ambas. Aunque no me llegue a enterar de lo que paso con la cenicienta, tal vez quisieras contarme – ya termine con toda la fruta, estaba deliciosa. - me parece que en esta versión la cenicienta tendrá otro final.

- Tal vez en otra ocasión, te mantendré en suspenso – recoge mi plato y empieza a lavarlo – tendré que ver historias de niñas, estoy desabastecido.

- No lo hagas, es más emocionante cuando no la sabes completa – voy junto a él y seco los platos – por cierto ¿cómo es que conoces historias de niñas?

- Eh... – lo piensa por un instante – cuando era niño Cami creía que me obligaba a ver sus películas con ella, pero en realidad me encantaban, no le digas la verdad por favor.

- No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo – sonrió y él me sonríe de vuelta y es allí cuando veo una belleza masculina en todo su esplendor.

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