La reunión
- ¡Voy tarde Cami! – le pegue en las manos para que se apartara y me dejara ir - ¿Quién necesita ir tan arreglada a la escuela?
- La próxima estrella con muchos chicos tras de ella, tienes que adoptar este look como algo cotidiano – termina de dar retoques en el maquillaje – a partir de ahora este será tu nuevo tú.
- Entendí, ya lo entendí – se quito de enfrente del espejo y dejo que me viera ya totalmente arreglada. – Oh.Por.Dios. ¿esa del espejo soy yo?
- Si, ya lo creo que sí. – a mi lado Cami se muestra arrogante de su creación, y esta vez no le discutiré nada, pero solo esta vez. – eres preciosa Ale, no lo olvides.
- No recuerdo cuando fue la última vez que tuve el cabello tan bien peinado y sedoso – no podía parar de tocar el cabello, que hermosas ondas las que me ha hecho en unos minutos, ha domado mi rebelde cabello – cien puntos por el logro Cami, te contratare para que vengas a prepararme a diario, yo nunca podre hacer todo este trabajo.
- Pues te enseñare para que lo hagas – Cami pone las manos sobre sus caderas – yo tengo dos bebes que atender y un esposo ansioso que aprovecha cualquier tiempo que tenga para él.
- Ya deja de presumirme a tu esposo ¿quieres? – me levante recordando que iba a llegar tarde al trabajo, si convertía eso en una costumbre iba a tener muchos problemas. – ahora debo tomar mi bolso y me voy.
- Ni se te ocurra tomar la bolsa del canguro Aleyda – antes que la pueda tomar Cami se la lleva – esta cosa ni siquiera mi abuelita la usaría, y recuerdo ver uno que le quedaría perfecto a tu atuendo de hoy.
Sin más se fue a mi habitación, más específicamente hacia una esquina de él, para tomar de una de las tantas cajas una cartera hermosa, pero demasiado pequeña para mí. Allí no me cabra nada.
- Esa cartera aunque preciosa, no me sirve para mí día a día. – haciendo caso omiso de mis palabras Cami empieza a sacar todo el contenido de mi súper enorme bolso y poner solo unos 6 artículos. - ¿qué crees que voy a hacer con solo ese par de cosas que metiste allí?
- Lo que cualquier mujer fashion haría – le doy una mirada en blanco – arreglártelas.
Ya no tengo tiempo de hacer nada, así que tomo el bolso de su mano y paso corriendo hacia la puerta, no sin antes recibir una nalgada, ni siquiera tengo tiempo para reclamarle por su abusivo comportamiento.
- ¡Arrasa con todos tigresa! – es su despedida.
Corrí solo Dios sabe cómo, aunque claro que me caí cinco veces en el proceso de llegar al instituto y todos pensaríamos que al tener un mejor aspecto los caballeros sobrarían, pero no es así, la caballerosidad ha muerto. A penas llego con el tiempo justo, paso rápido a firmar mi asistencia a la dirección y sigo corriendo hacia mi aula, no sin antes doblarme el tobillo al terminar de subir las escaleras.
Mis alumnos están esperando como siempre, correctamente sentados y con unas sonrisas bonitas, sintiéndome extraña dejo mi pequeñísimo bolso sobre mi escritorio y me giro para darles la bienvenida.
- Buenos días chicos – los miro a todos con sus caras siempre dispuestas, no entiendo el porqué, pero independientemente del grado que este conmigo, todos son tan bien portados, Cami dice que soy buena con los niños, me gusta creer que sí. - ¿Cómo amanecieron?
- ¿Profe Aleyda? – pregunta Lía, la presidenta de clase.
- Si, ¿Que pasa? – aunque aun no soy tan consciente de mi nuevo aspecto, supongo que si debe de causar cierta curiosidad. Inmediatamente estoy rodeada de toda mi clase haciendo todo tipo de preguntas sobre el cabello, las uñas, el maquillaje. Es un torbellino de ellas a las cuales no puedo responder ni la mitad. Después de unos minutos y aplacar su curiosidad comienzo mi clase.
(…)
Después de una mañana llena de curiosidad por todas partes y responder a todas las preguntas, aunque no todas eran respuestas verdaderas. Ser el centro de atención no fue tan mal, supe manejarlo, pero no quisiera repetir la experiencia. Mi único soporte este día fue Silvia, espero que el día de mañana yo y mi aspecto pasen a ser cosas del pasado.
Lastimosamente para mí y mis pies no hay un descanso en un futuro cercano, Elena me llamo para decirme que la reunión se adelantaba para el día de hoy, ya que los ejecutivos debían viajar y solo hoy estarían todos juntos. Y como no, el autobús me dejo a un par de cuadras antes del canal y caminar es un suplicio, creo que voy a llorar.
Cuando llego y el guardia me ve llegar con los ojos brillosos se acerca a mí con preocupación.
- ¿se encuentra bien? – quisiera ser fuerte, levantar la frente y decirle que sí, pero no lo soy y solo logro formar un puchero lamentable.
- ¿Puede cargarme, por favor? – susurro de manera miserable.
- ¿Cómo? – la cara del señor de seguridad me hubiera provocado risas, pero no ahora.
- A caballito, por favor… - las lagrimas empiezan a salirme sin yo así quererlo – ya no aguanto estos zapatos, quiero cortarme los pies. – pasa un momento donde nadie dice nada y cuando estoy a punto de ponerme de rodillas y avanzar de esa manera hasta la sala de reuniones. Parece que el hombre se da cuenta de eso también y se acerca a mí, luego se da la vuelta y se agacha. Suspiro de pura alegría y sin pensar en cómo se verá esto me subo sobre el guardia y empezamos a movernos.
- ¿Hacia dónde va señorita? – es una ventaja que mida y pesa casi nada.
- A la sala de reuniones, por favorcito – sin el menos pudor me recuesto sobre el hombre – le agradezco que me ayude, estos zapatos son la invención de Satanás.
- Si con Satanás se refiere a un hombre, – su risa es muy bonita – entonces si – vamos al elevador y cuando entramos él se agacha para no golpearme la cabeza – ¿que la trae por aquí? No la había visto.
- Los hombres inventan las peores cosas y luego nos las dan a nosotras. Y en realidad yo si ya lo había visto a usted – refuerzo mi agarre sobre él – la semana pasada, yo soy la nueva estrella del canal, del nuevo programa.
- ¿Ese de la solterona? – en su voz se escucha sorpresa – ¿pero, no es acerca de una mujer cuarentona?
- Pues sí, esa cuarentona vendría siendo yo – llegamos al quinto piso y el guardia sigue su camino hacia donde sea la sala de reuniones – es patético ¿no?
- En realidad no la veo a usted como una solterona de cuarenta – me lleva frente a una recepción – eso es parte de la televisión ¿no?
- ¿Me veo más vieja aun? – un grito ahogado se me escapa – me han dicho que me veo más joven, debe ser el maquillaje.
- No, no, no se ofenda – se apresura – me refería a que no parece una de esas mujeres desesperadas por encontrar una pareja o que parezca de cuarenta, en efecto parece más joven. Abby ella es… - le hablaba a la recepcionista.
- Aleyda Cano – respondí yo – vengo a la reunión. – ella nos miro a ambos como bichos, supongo que esa apariencia damos.
- Puedes llevarla, Elena me informo que en cuanto llegara pasara a la sala de reuniones – se pone de pie y encabeza la caminata hacia la sala de reuniones que se encuentra a la vuelta de la recepción – un gusto conocerte Aleyda, supongo que si José está siendo usado como animal de carga es porque esos zapatos son como parecen.
- Igualmente Abby, y no, son mucho peores de lo que se ven, ya recuerdo porque no usaba estas cosas infernales – resople ganándome una risa por de parte de Abby.
- Bueno, esta es su parada señorita- José se agacha para que yo pueda bajarme, cuando ya estoy en el suelo, él me da una palmadita en el hombro – fue un placer ser su noble corcel, si me necesita en otro momento, ya sabe dónde encontrarme.
- Muchísimas gracias, eres un ángel – agarrándome de la puerta me despido con la mano – te debo una.
Abro la puerta de la sala de reuniones encontrándomela totalmente llena, me quedo paralizada un momento, pero Elena me hace espabilar, entro y cierro la puerta. Elena me llama para que me siente a su lado y luego todas las personas alrededor de la mesa siguen hablando de lo que sea que hablaban. Me desconecte cuando empezaron a hablar de dinero, de reportes de reigtings, de marketing. No es que no quisiera aprender, en realidad la curiosidad quemaba dentro de mí, pero no entendía ni media palabra de toda la jerga que aquí se manrjaba.
Ya que estaba confinada a estar en este lugar sin nada que hacer con disimulo me quite los zapatos, afortunadamente hoy no olían mal y mis pies lo agradecieron enormemente y yo suspire de placer. Placer que duro muy poco cuando mi pie rozo la pierna del hombre que estaba frente a mí, me quede inmóvil, esperando su reacción, por un momento pensé que no lo había sentido, pero su mirada fue debajo de la mesa donde tenía los dedos de los pies apretados por ser tocones. El subió su mirada hacia mi cara escarlata y cuando empecé a pensar que me congelaría con su mirada, me regalo una sonrisa cómplice y cambio el tema que se discutía, por el programa y yo, en concreto.
Esperaba que no me pidieran que me pusiera de pie o iban a ver mis pies rojos de la presión de los zapatos, mis uñas mal cuidadas y si, una que otro callo. Qué vergüenza.
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