Del número uno
Después del primer programa grabaremos la primera cita con uno de los participantes, también será grabado, parece que quieren ver que es lo que pasa en el primero antes de arriesgarse a hacer uno en vivo, no sé porque pero tengo la desagradable sensación que es por mi culpa.
Ahora estoy en el receso de clases, mañana es la grabación y decir que estoy nerviosa es un eufemismo, estoy aterrada, incluso me tiemblan las manos mientras califico las pruebas cortas que los alumnos hicieron hoy. Es muy probable que tenga algún error así que tendré que volver a revisarlos en casa, lo que me hace sentir culpable, independientemente de lo que pase en mi vida personal no debo dejar que eso afecte en mi trabajo. Soy una mujer profesional y no debo dejar de serlo solo porque mis hormonas están un poco locas por la repentina atención por parte del sexo opuesto.
Y no hablo solo de los cuarenta hombres que están esperando por tener una cita conmigo, si no por el repentino interés que causo en los hombres que llevan conociéndome por años, los cuales nunca me voltearon a ver ni siquiera para pedirme la hora, es increíble el subidón de adrenalina que eso provoca, el poder que sientes, pero no debo dejarme engañar, muchos solo me ven ahora porque estoy más arreglada y otros porque saldré en la televisión y ellos quieren su parte de fama.
Lo sé bien, hoy volvió Patricio a pedirme una cita, a lo cual le dije que no de nuevo, esta vez ni siquiera me moleste en verlo y obviamente como lastime su enorme ego inflado de aire solamente, me dio a entender que yo no era la gran cosa para rechazarlo a él, otra vez. Entonces tome mis auriculares y me los puse para no tener que escuchar nada mas de sus tonterías. Lo único que dolió fue la pobre rosa que tiro al suelo y osó pisar cuando salió haciendo una rabieta. Lamento informar que no pude salvarla.
El receso se acaba y no logre comer nada, espero poder comer más adelante o mañana en la primera cita me desmayare como tonta, pero nada pasa por mi garganta, está cerrada hasta nuevo aviso. Los alumnos entran charlando de sus cosas y por un momento me relajo, estoy en el lugar al cual pertenezco, maestra siempre fue mi vocación, adoro enseñar y aunque en algunos aspectos de mi vida no soy decidida o vacilo mucho, en este lugar no, porque se lo que estoy haciendo.
No sé porque pero cada grupo que entra en mi aula es bien portada, todos. Algunos maestros se enojan e incluso han insinuado que yo les regalo puntos para que tengan ese comportamiento conmigo, pero eso no es así, es simplemente que soy respetuosa y paciente con ellos, no es gran ciencia.
Este grupo que recién entro son aparentemente los mas revoltosos, al menos eso dicen las malas lenguas, con ellos nos toca leer y deje a su disposición leer el libro que prefirieran, aprendí que imponer un libro para todo el mundo era un error, no todos tenemos los mismos gustos, así que imponer un solo libro no fomentaba el amor a la lectura. Sería una hipocresía no comprenderlos cuando yo misma, maestra de lengua y literatura, no me gusta leer. Nadie mejor que yo los comprende.
Y unque algunos traen comics, me parece que están leyendo y eso es lo que importa.
Hasta que salgo del instituto de nuevo es que el malestar vuelve a mí, me parece que mañana las chicas de maquillaje van a tener un trabajo duro conmigo y mis ojeras.
(…)
- ¿Se dan cuenta que esto es más una pijamada que una salida de mujeres adultas? – hago la observación a Cami y Silvia, estamos acostadas en el suelo de mi casa y tenemos las cabezas juntas mientras la televisión está encendida en una película a la que, no le estamos prestando atención.
- Pues a mí no me molesta, incluso creo que lo extraño – Silvia agita sus manos en el aire para ayudarse a cercar las uñas recién pintadas de rosa chicle – ¿a ustedes no les paso que la transición de adolescente a adulta fue de golpe? Como; hoy fuiste a una fiesta con tus amigas y te acostaste a las una de la mañana sin ninguna preocupación más que saber en qué mal gastarías tu tiempo al día siguiente y de repente ya eras mayor de edad y debías trabajar y no tenias tiempo para nada.
- Totalmente de acuerdo – suspiro, aun recuerdo lo atontada que me sentía por el abrupto cambio de papeles en mi vida – y lo peor del caso es que nadie te prepara para eso y así como si nada quieren que seas responsable y aceptes todo naturalmente.
- Pues a mí me encanto – replica Cami, que está tratando de descubrir si puede llevar su pie cerca de su cabeza – era libre para hacer lo que quisiera, ya que yo misma me pagaba todo, ya no debía pedir permiso para todo, me dio independencia – desafortunadamente su pie no llega muy cerca de la cabeza. Es muy afortunada de haber disfrutado ese cambio de papeles, pero yo ciertamente lo sufrí.
- Es que tu eres de otro planeta – replico.
- O, yo soy la normal en este mundo y ustedes las extraterrestre.- se da por vencida en sus intentos – me parece que tendré que agregar más diversidad de ejercicios en mi rutina.
- ¿Tú haces ejercicio? – Silvia se atreve a preguntar, a lo que Cami, sin necesidad de hablar, le responde que ya puede comer lo que ustedes saben – lo digo porque… yo… quería que me ayudaras a mí con los míos...
- No tengo tiempo. - dice haciéndose la importante - Grey consume mucho de mi tiempo.
- ¿Y yo que tiempo te quito?
- ¿Cómo cual? – me mira cuestionándose si soy bruta – soy tu representante, debo estar en todo lo que tenga que ver con el programa, eso es lo que hacen los representantes.
- Estoy bastante segura que no hacen solo eso… - es el murmullo bajo de Silvia, Cami se gira hacia ella como una serpiente y a Silvia casi se le salen los ojos de su lugar – yo… creo que ya debo irme, pero mañana me cuentas como te fue todo en la primera cita ¿sí?
- No te preocupes, yo te llamo en la noche o mejor aún, hablamos pasado mañana en el instituto ¿de acuerdo? – Silvia suelta un chillido y me abraza fuerte, justo cuando se disponía a hablar sobre todo lo emocionante que esto es, Cami le gruñe y Silvia se lo piensa mejor y recoge sus cosas. Con sus zapatos en su mano sale rápidamente de mi casa. – ¿alguien te ha dicho que eres toda una bruja?
- Claro que sí – trata de hacer abdominales, pero no logra despegar la espalda del suelo – el año pasado para Halloween me disfrace de la bruja de Hansel y Gretel, y orgullosamente puedo decirte que hice llorar al menos a una docena de chiquillos
- Eso es espantoso Camila – ella solo se encoge de hombros y sigue en sus intentos, me acuesto al lado de ella y hago una abdominal fácilmente – así es como se hacen, no como tu las estás haciendo.
- ¿Y tu como lo sabes? Nunca haces ejercicio – trata de imitar mis movimientos, mientras yo me pregunto si le contesto honestamente o no. Para mi completo horror cuando Patricio, el profesor de Educación Física, llego al instituto tuve una especie de… atracción por él, lo que afortunadamente solo duro un par de semanas, lo que tardo en sacar su verdadera personalidad. Pero, esas semanas en las que creí que me gustaba me fijaba cada vez que podía en sus clases y en como hacia los ejercicios de muestra para los alumnos.
- Tutoriales en Youtube, obviamente – decido irme por la mentira, no quiero que posea uno más de mis secretos, ya tiene suficientes – en las ocasiones que he pensado en hacer ejercicio, pero luego no hago.
- Con ese cuerpo de fideo ¿Quién lo necesita? – bufa como morsa al sol.
- Pero si tu también pareces un fideo – le digo dulcemente.
- ¿De verdad? – su rostro se ilumina, es obvio que un poco de peso de mas en su cuerpo le molesta, pero no lo suficiente como para hacer algo al respecto.
- Claro que sí – le tomo la mano – como un bello y regordete codito – trato de escapar antes que tome represalias, pero es rápida como una gacela cuando se trata de darme mi merecido.
Me inmoviliza en el suelo y se sube sobre mí, dejando caer su peso en mi estomago, así que casi no puedo respirar. Busca mis axilas y empieza su ataque destructivo, no puedo dejar de reír, ni siquiera cuando me duele el estomago y siento que me voy a hacer pipi. Ruego clemencia, pero no me escucha, sigue con su asalto, hasta que ella no tiene una cara de satisfacción en el rostro no me suelta, luego muy tranquilamente me deja ahí tirada y escurrida en el suelo, toma sus cosas y muy tranquilamente me informa antes de salir que debo rasurarme las axilas.
Me quedo unos instantes en el suelo sin atreverme a respirar a penas, porque me temo que lo impensable sucedió y Cami se dio cuenta, por eso salió con una sonrisa triunfante. Lentamente me siento y si, para mi miseria, y también para el baúl de los rencores, me hice del número uno en mis pantalones.
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