Arrastrarse por el perdón.
- ¡Cami! ¡CAMI! SE QUE ESTAS ALLI ¡ABRE! – llevo cerca de una hora tocando, casi tirando, la puerta y aun no obtengo respuesta de Cami. Continuaba insistiendo porque sabía que eso la ablandaría y también porque Jeff no tardaría en volver del trabajo. - ¡CAMI! PERDÓNAME POR SER TAN MAL AMIGA, ¡¡¡CAMI!!!
Estaba a punto de echarme a llorar, esto era pura crueldad, sabía que me estaba haciendo sufrir más de la cuenta, pero ella era así de mala. Y aun así la amaba con todo mi corazón. A pesar de saber que Cami era un hueso duro de roer una vez que se enojaba, que no era sencillo lograrlo, cuando pasaba era peor que todas las villanas de Disney.
Tenía dos opciones, tiraba la puerta o me iba, se hacía tarde y no quería ir a casa sola, así que me levante decidid a derribar la estúpida puerta cuando alguien tosió a mis espaldas, me gire y me encontré con la mirada divertida de Jeff.
- Ni una palabra Jeff, solo abre – le ordene, no estaba para juegos, ni burlas, necesitaba acciones. – ahora.
- Ya voy, ya voy – saca las llaves de su pantalón – no son tan diferentes como ustedes creen.
- Si parloteo por favor- en el momento que la puerta estuvo abierta me escabullí dentro - ¡Cami! ¡ven aquí, ahora mismo!
Subí las escaleras para buscar en su habitación y en la de los niños quienes me saludan y les devuelvo el saludo, pero no sabían dónde estaba su mamá. Busque en cada rincón de la casa y no había mi rastro de ella, hasta que volví a toparme con Jeff y él me dijo que la muy zángana en cuanto subí a buscarla, huyo y él no pudo detenerla. No me sorprendía.
Pensando frenéticamente a donde podía ir a buscarla, se encendió un foco en mi cabeza y corrí. Corrí nunca en mi vida, hasta que llegue al lugar donde nos conocimos. En un callejón oscuro junto a un basurero, no era la cosa más elegante pero allí fue donde comenzó esta extraña amistad.
Yo estaba tratando de encontrar a mi conejo travesó que había escapado de casa y que se había metido en un callejón sucio y oscuro. Mientras buscaba desesperadamente a mi pequeñín alguien me había clavado un arma en la espalda, me quede inmóvil. Suponiendo que era un delincuente. Cuando hablo a mi espalda supe que era una chica y de manera tosca me dijo que yo me había metido en sus terrenos y que eso le ponía de muy mal humor.
Casi me había desmayado del susto y las lágrimas ya eran riachuelos en mis mejillas, yo solo había ido por mi conejito y había conseguido que algún criminal me emboscara y probablemente morir. Era demasiado joven para morir, solo tenía quince años ¿Quién cuidaría de mi pequeño copito? ¿Quién le daría su zanahoria y el heno que tanto amaba?
Al poco tiempo el también morir ira, para ese momento los sollozos estremecía mi cuerpo violentamente y los hipidos me hacían saltar constantemente, cuando fui a darme cuenta estaba envuelta en los brazos de la chica que m había estado amenazándome hacia unos segundos, era un centímetros mal alta que yo y me daba palmaditas en la espalda regañándome por llorar, que yo no aguantaba nada y que ella se encargaría de hacerme fuerte como una roca.
Luego me arrastro a su casa que casualmente estaba a la vuelta de la esquina y le explico así madre que yo me había asustado porque no encontraba a mi conejo, quien por arte de magia fue puesto entre mis brazos, me aferre a él con todas mis fuerzas. El resto es historia.
Finalmente llegue al callejón y sentía que las piernas me ardían por el esfuerzo, tome varias respiraciones profundas y me obligue a penetrar en la oscuridad, ni un solo ruido perturbaba el silencio de este lugar, me erizaba la piel.
Me detuve justo en el lugar donde buscaba a mi Copito, recordando que hace 15 años lo había perdido, me embargo la nostalgia al rememorar esos diez años juntos y se formo un nudo en mi garganta. Nudo que casi me ahoga cuando algo fue clavado en mi espalda, mi primer instinto fue aterrorizarme, hasta que supe que debía de tratarse de Cami y esta era su última prueba para disculparme.
- Sabes que esto no es gracioso ¿verdad?
Silencio.
- Enserio Cami – me dispongo a girarme, pero lo que sea que tengo en la espalda se incrusta más profundamente – no tan fuerte Cami, duele.
- Te has metido en mi territorio – me dijo una voz ronca a la espalda, que mal imitaba una voz grave – y eso me pone de muy mal humor.
- Yo se que la jodí Cami, de verdad. Pero ya detén esta pésima rememoración de acontecimientos.
- ¿Aleyda? – escucho la voz de Cami en la entrada del callejón y me congelo. Si ella esta allá, entonces, ¿Quién está detrás de mí?
Actuando por puro instinto y aprovechando la distracción que ofreció Cami, le doy un codazo a la persona a mis espaldas y huyo. Al verme en peligro Cami corre hacia mí y yo le grito para que se vaya, a punto de llegar a la entrada del callejón estaba, pero fui derribada la persona, quien me parece hombre a juzgar por su peso y fuerza. Histérica y presa del pánico grito y pateo con fuerza, logro asestar unos cuantos golpes, pero aun así soy dominada.
Pone una mano en mi boca y me dice algo que no entiendo ni me interesa entenderlo, y de la nada aparece un bate que se estrella en la cabeza de mi atacante y rápidamente lo empujo lejos de mi. Cami me ayuda a ponerme de pie y nos fundimos en un abrazo, mi cuerpo entero tiembla, estoy completamente aterrorizada. Lo que no entiendo es cómo ese hombre sabía exactamente lo que Cami me dijo el día que nos conocimos.
Un gemido a mis espaldas nos pone alerta a las dos. Rápidamente Cami vuelve a levantar el bate y me pone detrás de ella, lo cual tiene sentido ya que ella es más grande que yo, tiene un arma y definitivamente no se tentara el alma par golpear a un ser vivo.
- No te levantes sabandija, o te rompo el bate en la cabeza - Cami hace blandir su bate sin una pizca de inseguridad. El hombre vuelve a gemir y el cabello de mi nuca se eriza.
- Cami… - es el pequeño quejido del hombre caído. ¿Cómo sabe el nombre de Cami?
- ¿Elías? – Cami titubea y luego ve algo que hace que baje el bate – ¡Santo Dios! Eres tu pedazo de idiota. – se acerca al hombre y deja caer el bate – ¿te rompí la cabeza?
Quiero decirle que no se acerque a él, pero el reconocimiento de su nombre me hace detenerme, yo conozco a una Elías, pero no sé si sería el mismo. Ellos continúan hablando, el hombre se había sentado y se frotaba la parte trasera de la cabeza. ¡Claro! A mi cerebro asustado le costó unir los puntos, pero ahora todo estaba claro, Elías era el primo de Cami.
- Eso te enseñara a no hacer bromitas – estaba diciéndole Cami a Elías mientras me acercaba a él – no a mí y menos a un amigo mío. – ya más cerca vislumbre bastante bien los contornos del rostro de Elías que me eras familiares, él también me vio y su sonrisa avergonzada se transformo en culpa.
- Discúlpame Aleyda…
No escuche más allá de esas palabras porque un sofoco me invadió y un mareo me hizo tambalearme hasta que mi visión se volvió negra.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro