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Cap~14

Una presión se hizo presente en su pecho, no era tan fuerte como para preocuparse. Pero sin duda hizo que su atención se fijara en ello, no había presenciado algo así desde la vez que Takeshi trato de matar a su hijo frente a todos. No quería ni pensar eso, pero lo mejor que pudo pensar era que la situación, el miedo y el pánico le estaban afectando. Ya no tenia la edad que tenia antes, y la preocupación de su esposo y sus dos hijos la hicieron decaer aún más.

Por un momento, miro a su alrededor, fijándose en la mirada y estado en el que estaban todos. Sin duda ninguno estaba bien, y los peores eran sus nietos, nueras, hija y sobrina, que no podían ni imaginarse la situación en la que podrían estar pasando los tres. Tenia planeado hablar con Ryo y Tobe en cuanto llegaran a Sanada, aunque eso podría afectarla aún más, pero estaba más que dispuesta de saber que fue lo que paso en cuanto Gura fue por ellos.

Con la ayuda de Ryo, todos pudieron alejarse aún más rápido de lo previsto, el palacio a lo lejos comenzaba hacerse cada vez mas pequeño, casi lograban perderlo de vista. A lo mucho no tardaría en anochecer, debían conseguir un refugio donde quedarse, no podían arriesgarse en ir a algún pueblo, lo más probable era que los estuvieran buscando.

Entre los arboles y los arbustos, encontraron un pequeño claro que les seria de utilidad para poder recostarse y relajar su cuerpo. Mientras que Kenji y Ryo fueron en busca de ramas para hacer un poco de fuego, el resto se quedo a instalarse y a relajarse por un momento. El silencio comenzaba ser uno sofocante, nadie era capaz de mirarse a los ojos, no tenían valor de mirar a sus hijos y hablar sobre lo que estaba pasando, porque Gura no vino con ellos, o porque solo ellos lograron salvarse. Con la poca comida que traían, les fue suficiente para que esa noche no pasaran hambre.

Sin duda ninguno disfruto de esa noche, aún que lograron descansar y relajarse un poco, no les fue suficiente para recuperar las energías que necesitaban. Con toda esa pesadez, decidieron continuar para poder llegar lo mas rápido posible a Sanada, para poder mantenerse a salvo, y si la suerte estaba de su lado los demás clanes se reunirían ahí en solo unos días, para dar inicio a la guerra que habían provocado los invasores.

La misma rutina siguió por ese día, pero el recorrido fue distinto, sus hijos comenzaban a cansarse y el dolor en sus pies era cada vez más. Si en verdad querían llegar, debían tomar un atajo mucho más corto. No muy a lo lejos de ellos, lograron escuchar el silbato del tren, estaban cerca de una estación de trenes, al parecer se trataba de un tren de carga, y al juzgar por su diseño, Pucca logro recordar su recorrido. Ese tipo de trenes se dirigía a Sooga, y si tenían suerte en el camino, llegaría a Sanada.

Sin pensarlo dos veces y con total cuidado subieron a uno de los vagones antes de que comenzara su camino. Solo fue cuestión de segundos para que la locomotora arrancara.

/Horas más tarde/

Ya había oscurecido, la luna estaba en su resplandor, a lo lejos podían verse cientos de luces, similares a las estrellas, el viento no era del todo frio pero sin duda dejaba un escalofrío en la piel. Los niños ya se habían dormido en los brazos de sus madres, al igual que sus abuelas, pero aun dormidos podían ver que estaban asustados, un mal sueño tal vez. Ellos sin duda no podían conciliar el sueño, la preocupación, el miedo y la sorpresa del momento los deja estáticos. Sabían que en cualquier momento tendrían que hablarlo, pero no querían arriesgarse que uno de sus hijos los escuchara en ese momento.

Para la mañana Kenji les dijo a todos que estaban por llegar, al parecer el tren pararía en una estación entre Sanada y Sooga. Tenían la oportunidad de llegar ese mismo día sin ningún problema. Cuando el tren se detuvo, todos siguieron su camino entre el bosque. La duda creció más en los jóvenes, ¿Cuánto más tendrían que alejarse?

Entre el bosque, en un claro, para ser exactos lograron divisar que el pasto hacia de las suyas para ocultar los caminos improvisados que al parecer estaban hechos de tierra, la maleza se encargaba de ocultar los arboles y algunos múñecos de madera que simulaban ser del tamaño de una persona promedio. Si lo pensaban bien, se trataba de un campo de entrenamiento.

-¿qué es eso? -pregunto a su madre la pequeña Nahori, haciendo notar su ronca y desanimada voz.

Sin duda, la pregunta no paso desapercibida por ninguno, mientras unos tenían curiosidad y la vaga necesidad de saber, en el resto se les hizo presente cientos de recuerdos que una vez vivieron en ese lugar.

Ninguno respondió, solo decidieron seguir con su camino y poder llegar cuanto antes a la pequeña aldea. Aún con la duda en sus mentes, decidieron seguir a sus padres. A tan solo unos metros, comenzaban ver a lo lejos varios tipos de casas; desde una sola planta, hasta edificios que parecían ser de cuatro pisos. Por sus espaldas les recorrió un escalofrió al ver el estado en el que estaba aquel lugar. Había demasiada tierra cubriendo las ventanas, y tejados, las puertas y muros tenían rastros de maleza, hierva seca y rastros de humedad.

-¿qué hacemos aquí? ¿qué es este lugar? -dijo Lixue a su madre con algo de miedo. Sin duda estaba desesperada, por más que intentaba, no lograba reconocer el lugar. En ninguna de sus lecciones recuerda haber hablado de esta aldea. Deseaba saber que era lo que estaba pasando y que era de su padre. Quería evitarse la tarea de imaginar lo que puede estar pasando.

-esta aldea, era el hogar de muchas personas, el clan Sanada. -dijo Sara, llamando la atención de cada uno. -era conocido por su poder político, militar y lealtad al imperio. -en su voz podía notarse un rastro de melancolía y arrepentimiento -Pero también por su deseo de poder.

No comprendían lo que en verdad trataba de decirles, así que sin replicas comenzaron a seguirla, caminaron por lo que parecía ser una de las calles principales. A lo que podían ver, aún estando abandonado, aquel lugar parecía ser del todo tradicional, los pisos de piedra, los tejados y diseños. Sin siquiera notarlo, habían llegado a lo que parecía ser la casa principal, la del patriarca. El jardín estaba todo descuidado, las paredes, puertas y ventanas estaban en mal estado.

Para cuando entraron, no podían creer el estado en el que se encontraba aquella casa; los muebles estaban tumbados en el suelo, los cuadros rotos, cortinas desgarradas, libros y papeles tirados y esparcidos en el suelo. Había botellas y copas rotas, manchas se suciedad en las paredes y pisos.

-¿de, quien es esta casa? -hablo Akira, en un susurro para que solo sus padres pudieran escucharla.

-nos quedaremos aquí. -volvió hablar Sara, solo que esta vez su voz daba la señal de que en cualquier momento rompería en llanto. -Aika, dale las habitaciones. -sin dejar que su hija le respondiera, camino por uno de los pasillos hasta tener que perderse en uno de ellos.

Así como lo pidió, se les fue asignada a cada uno, una de las recamaras de la casa. A Ryo, Abyo Tobe y a Sia, se les dio una recamara de huéspedes, para ellos y sus familias, junto a un par de colchonetas y sabanas extras, para que no pasaran frio. Por otro lado, Sara y Aika ocuparían las habitaciones que una vez fueron de ellas, dejando por ultimo a Yoana y a Pucca, las habitaciones de sus maridos.

Todos sin renegar tomaron las habitaciones, limpiaron el polvo y la suciedad para que al fin pudieran descansar, al menos por un momento. Ya después se dedicarían a discutir lo que estaba pasando y lo que en verdad sucedió en el palacio.

/Con Yoana/

El cuarto consistía de una cama matrimonial con sabanas de color marrón, más dos pares de almohadas. Al otro lado de la habitación habían dos roperos, un escritorio frente a la ventana que daba vista a la aldea y dos sillones individuales.

Ambas se dedicaron a limpiar las capas de polvo que había en los muebles y sabanas. En cuanto Yoana se dedicaba a guardar la poca ropa que habían traído en uno de los roperos, logro escuchar un ligero suspiro detrás de ella, para cuando se dio vuelta vio el cuerpo de su hija tendido sobre la cama, completamente dormida. Con cuidado de no despertarla, se acerco a ella para cubrirla con una de las sabanas que recién habían limpiado; mientras ella terminada, no pudo evitar sostener una de las sudaderas que le pertenecían a su marido, que al juzgar por el tamaño, era cuando tenia aproximadamente 17 años. Sin poder evitarlo, varias lagrimas comenzaron a recorrer sus mejillas al recordar la ultima vez que lo vio; saliendo de aquella puerta en busca de su padre, hermano y amigos, dejándola a ella a su hija. Por mera inercia miro a su hija que yacía en la cama con el seño fruncido. Solo pudo imaginarse el dolor que ella puede estar pasando. Aún con el recuerdo en su mente, miro con total cuidado y atención la habitación en la que se encontraban, nunca creyó tener que alojarse en aquel lugar y mucho menos a esas circunstancias.

A paso lento, se acerco a la cama, para poder recostarse del otro lado y quedar junto a su hija. Como mera niña pequeña. Serena se acerco al cuerpo de su madre en busca de su calor y protección, que sin dudarlo Yoana abrazo a su hija por la espalda, dándole caricias en su cabeza para que tratara que relajarse.

/Con Pucca/

La habitación era idéntica a lo eran las demás, dos sillones individuales justo en el centro de la habitación, dos roperos, un escritorio al lado derecho acompañado de un estante lleno de libros y una cama matrimonial con sabanas de color esmeralda.

De igual manera, los tres se dedicaron a limpiar lo mejor que pudieron, al menos lo suficiente para poder descansar. Mientras Kiyoshi, se dedicaba de limpiar el estante, Pucca y Lixue se dedicaban a reacomodar la ropa en uno de los roperos.

-mira mamá -dijo Lixue, mostrándole una de las prendas que había ahí guardadas. Era una sudadera negra con un corazón rojo justo en el pecho, al juzgar por su estado, el estar mucho tiempo guardada comenzaba a desgastar la tela, haciéndola rasposa y delgada.

Con melancolía, Pucca sostuvo con cuidado aquella prenda. -era la sudadera de su papá. -dijo llamando la atención de ambos. -tenia esta misma sudadera cuando lo conocí.

-¿lo conociste aquí? -dijo Kiyoshi desde donde estaba.

-no, lo conocí en Sooga. -dijo recordando todo los tiempos cuando aún la rechazaba, o al menos fingía hacerlo.

-entonces, ¿esta, es la casa de los abuelos? ¿aquí vivió papá? -dijeron ambos jóvenes mirando a su madre, a la espera que respondiera.

-si, aquí vivía su padre. -dijo aún vagando en sus recuerdos.

-entonces. -dijo Lixue, analizando lo que su madre estaba diciendo. -¿papá es un Sanada?

-¿somos, parte del clan Sanada? -pregunto esta vez Kiyoshi.

Eso fue suficiente para que saliera de sus nubes y volviera a la realidad, ahora sus hijos sabían sus orígenes, era obvio que buscarían mas respuestas. Por un momento guardo silencio buscando una buena escusa, pero conociendo a sus hijos estaba claro que no le creerían.

-si, ambos son parte de este clan. -dijo con un tono melancólico. No estaba planeado esto, siempre creyó que hablaría de esto con el apoyo de Garu. Contándoles a sus a sus hijos sus verdaderos orígenes. Pero ahora tenia que hacerlo sola.

-¿por qué nunca lo dijeron? -pregunto Kiyoshi.

-escuchen. -dijo tratando de mantener su cordura, pero sin duda no paso desapercibida que estaba a punto de llorar. -prometo contarles todo, solo denme un poco más de tiempo, con todo esto no tengo cabeza con que pensar. -confeso con lagrimas en sus ojos.

Aún molestos y con el dolor punzante en su pecho, no pudieron evitar sentirse mal al ver a su madre llorando frente a ellos. Era claro que esto les era una fuerte noticia, pero de igual manera su madre la estaba pasando igual, así que sin pensarlo dos veces ambos se le acercaron a darle un abrazo, para que dejara de llorar y lograra colmarse. Pero sin duda, fueron ellos, quienes comenzaron a llorar junto a ella, el dolor de su pecho se hizo más fuerte, al igual que el nudo en su garganta se hizo presente.

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