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Capítulo 1:

Lubbock, Texas.

Actualidad.

Nací en Lubbock.

Me crié en Lubbock.

Siempre he odiado este sitio, pero ha sido recíproco. Este sitio también me odia a mí. Las personas tienen expresiones de desagrado en sus ojos cada vez que me notan. Durante los primeros años de mi vida pensé que se trataba de algo que hubiera en mi rostro o en mi cuerpo, alguna extraña malformación que yo todavía no hubiera notado a pesar de que me veía todos los días en el espejo y pasaba horas buscándola, pero después me di cuenta de que se trataba de mi alma ya que sin importar cuánto me molestara en lucir agradable y bonita, ellos seguirían eligiendo detestarme.

─Son sesenta y dos dólares con cincuenta ─anuncia el cajero anciano y regordete tras la caja registradora después de que termina de pasar mis productos por el lector, sus ojos llenos de hastío como si hubiera algo podrido sobre mí y lo estuviera viendo fijamente. Tiene razón, lo hay, pero él no sabe qué y aún así decidió aborrecerme sin conocerme─. ¿Cómo pagará, señorita Hardwicke?

Mi garganta se cierra por dos razones, siempre son dos razones.

Solo tengo cincuenta dólares.

Este hombre sabe quién soy.

─Con cupones ─susurro al recordar que tampoco he pagado la electricidad de mi casa.

Ante sus atónitos ojos tomo mi bolso y le doy la vuelta sobre su caja registradora. Cientos de pequeños recortes coloridos de papel y de cartón caen sobre él. Ambos sabemos que incluso podrían exceder el monto que debo pagar, así que tomo las cuatro bolsas de papel llenas de comestibles y salgo del supermercado sin esperar una respuesta del hombre, quién se ha quedado atónito mirando la enorme pila que debe procesar. Afuera me acerco a mi bicicleta. Tengo un auto, pero no puedo permitirme costear su gasolina. Tanner bloqueó todas mis tarjetas y mi acceso a nuestra cuenta en común. No he conseguido un nuevo trabajo y todavía no estoy lista para enfrentar a mis padres y decirles que mi matrimonio se terminó, así que estoy sobreviviendo con el dinero en efectivo que tenía cuando Savannah decidió que era un buen día para arruinar mi vida. Ni siquiera le importó que mi hermana acabara de morir.

No la puedo juzgar, después del dolor inicial que duró un par de días a mí también dejó de importarme ya que recordé cómo era su presencia en este mundo y lo que eso significaba para mí, pero fue insensible de su parte y algo completamente fuera de su personalidad habitual.

Es la abeja reina, pero esa abeja reina solía tener sentimientos.

Sentimientos hacia mí.

Hacia mi esposo.

Suspiro mientras pedaleo en mi bicicleta.

Todavía me cuesta hacerme la idea de que perdí a las dos personas más importantes para mí al mismo tiempo, la misma noche, pero confío y rezo para que encuentren su camino de regreso. Ninguno de los tres puede negar que éramos felices, por lo que una parte de mí espera que pronto tanto Sav como Tanner entren en razón. La otra me llama loca y me dice que me pudriré en el infierno, pero lleva haciéndolo desde que era una adolescente, así que la callo.

Quiero a mi amiga de regreso.

Quiero al amor de mi vida de regreso.

Pero eso no puede pasar ya que ambos me quieren muerta.

Después de meter la mano en mis pantalones vaqueros anchos, la saco y contemplo el juego de llaves con un llavero de caballo en ellas. Es una pequeña pieza de cristal que Tanner me regaló durante nuestra segunda cita. Mis ojos se llenan de lágrimas al recordarlo. Al recordar la expresión en su rostro la última vez que lo vi. Estábamos firmando los papeles de divorcio en un juzgado y a penas podía verme. La única vez que lo hizo directamente fue para decirme lo mismo que me dijo Savannah: que huyera y me escondiera para ganar fuerzas porque vendría por mí y me haría miserable en todos los sentidos posibles. Su hermoso rostro estaba lleno de amargura, desprecio y asco. No contenía nada de amor. No había rastros del hombre que conocí hace cinco años. 

Del que me enamoré.

Del que todavía amo.

─Cómo preparar una deliciosa cena para dos ─dice la mujer del tutorial que pongo para aprender a hacer una rica comida con pocos ingredientes.

Lo contemplo sentada en el sofá de la sala, lo cual se ha convertido en mi pasatiempo menos favorito después de limpiar y asear el rancho en el que solo podré vivir por unos meses antes de que el plazo estipulado culmine y sea desalojada. Me casé demasiado joven e ilusionada, así que no dudé a la hora de firmar un prenupcial. Simple papeleo del cual no tendría que preocuparme ya que Tanner y yo seríamos para siempre, pero nadie me dijo en ese entonces que nada es para siempre.

Todo se acaba.

Mis labios se curvan ante la sensación de consuelo dispersándose sobre mi pecho ante ese hecho, el mismo que me condenó y liberó a la vez.

Después de ver el tutorial me doy una ducha, entro en un pijama agradable de algodón y me pongo manos a la obra para preparar mi pasta con brocóli. El olor de la cebolla y el ajo flota en mi cocina mientras la hago. Cuando termino me deprimo ante la porción sobrante que queda en el sartén, pero la guardaré y la comeré mañana. Me dirijo al sofá con el cabello mojado para cortar algunos cupones y ver Animal Planet mientras como. Enciendo todas las luces antes. Ya ha anochecido y dado que la vivienda se encuentra al final de un extenso camino rural lo único que se puede ver en el exterior a través de los amplios ventanales y las ventanas es oscuridad.

Una interminable y siniestra oscuridad.

Me estremezco aún sin haber escuchado u oído nada fuera de lo común, tomando la valentía para contemplarla. Necesito unas cortinas. Serán mi primera compra a penas consiga trabajo. Regreso la vista abajo y vuelvo a comer, pero dos cosas suceden: siempre dos cosas.

El timbre suena, haciéndome gritar.

Unos segundos después las luces se apagan.

Dejo mi pasta con brocóli sobre el sofá y me levanto con un nudo en la garganta y constantes escalofríos descendiendo y ascendiendo por mis brazos. Los vellos de mi nuca se erizan. Mi estómago se revuelve. Tras considerar ignorar a la persona o al ente maligno que se encuentre tras la madera y simplemente ir a dormir, empiezo a escuchar el sonido de un puño golpeando contra ella múltiples y sucesivas veces. Tomo mi celular y alumbro el camino hacia la puerta, intuyendo que no se detendrá. Ya que no puedo echar un vistazo para ver quién pueda ser, presiono mi oído contra la superficie fría y escucho el sonido de respiraciones provenientes del otro lado. Aún así siento que hay otra persona detrás de mí dentro de la casa, acechando, pero ya estoy acostumbrada.

Desde que mi hermana murió siempre hay una persona detrás de mí.

─¿Buenas noches? ─susurro.

─Buenas noches, Pauline.

Aunque en un principio tiemblo debido a la manera en la que habló, termino abriendo rápidamente la puerta al reconocer la voz del otro lado. Un atractivo hombre un par de años menor que yo me saluda. Su piel es bronceada como la de cualquier agricultor. Sus ojos son de la tonalidad azul y gris más hermosa que he visto y su cabello está completamente rapado, lo cual afila su rostro. Acaba de salir de la Iglesia, por lo que trae consigo su hábito. Tras él veo su auto, un lindo Tesla que todavía se encuentra encendido. Me sentiría tonta por no haberlo escuchado llegar si la casa en la que vivo no fuera más grande que una mansión. Literalmente alguien podría encontrarse en mi habitación o en la cocina en este momento y no me daría cuenta.

─Padre Ryerson.

─Pauline ─repite mi nombre sonriendo cortésmente─. Tu madre hizo dulces para los niños del orfanato. Está ocupada repartiéndolos, así que me ofrecí a traerte algunos ya que me comentaron que estabas de regreso en Lubbock. ─Sin poder evitarlo le devuelvo la sonrisa, el ritmo de mi corazón tranquilizándose. El padre Ryerson es una de las pocas personas en Lubbock que no me ve como si secretamente deseara que me atropellara un camión o el camión de la basura me confundiera con un canasto─. Toma.

Maniobro colocando mi teléfono debajo de mi axila para tomar el recipiente.

─Gracias, Padre.

─De nada, hija mía ─ríe, haciéndome sonrojar debido a que el sonido es rico y profundo y no debería considerarlo atractivo por dos razones, es menor que yo y es un sacerdote, pero lo hago y ese es otro motivo por el que el diablo me sonríe. Sostengo la puerta con toda la intención de cerrarla porque los pensamientos perversos deben parar, pero su voz me detiene─. ¿Hasta cuándo tienes pensado estar en el pueblo?

─Indefinidamente.

Su ceño se frunce.

─¿Tu esposo finalmente decidió trasladarse desde la ciudad?

Esa es la historia que le he contado a todos sobre por qué no nos habíamos establecido aquí, que el trabajo de Tanner estaba en Austin, así que afirmo.

─Me alcanzará pronto ─miento, pero el padre Ryerson ni siquiera lo sospecha a pesar de que soy mala en ello.

Su ceño se frunce cuando nota algo detrás de mí.

─¿Estás sin electricidad?

Afirmo.

─Se acaba de ir ─respondo rogando porque no se ofrezca a ayudarme.

Estoy casi segura de que la energía eléctrica se cortó por mi deuda pendiente de tres meses y moriré de la vergüenza cuando se entere. No sabré cómo explicar que mi esposo, un magnate de las importaciones, permitió que me quedara en la oscuridad. El padre Ryerson me mira con incertidumbre y preocupación.

─¿Me puedes llevar al tablero?

─¿Haría alguna diferencia? ─respondo de manera ansiosa, queriendo que se vaya.

Lo que sea que me acecha puede acecharlo a él también y es una buena persona.

No necesito la carga de haberle hecho daño.

Afirma.

─No ha empezado a llover aún, pero han pronosticado una tormenta. Las cargas atmosféricas pudieron haber empezado antes y hecho que alguno de los interruptores se disparara. ─Sus ojos brillan con deseos de ayudarme─. Si no es así enviaré a uno de los chicos por la mañana.

Trago. Con su hábito a veces olvido que Ezra es el hijo menor de uno de los terratenientes más importantes del condado. Asistimos a la misma secundaria, pero nunca lo noté porque estudiaba con mi hermana, no conmigo. Ya que no quiero verme desagradecida y mucho menos llamar su atención porque no tendría sentido que una mujer sola e indefensa ante la oscuridad se negase a recibir ayuda de un pastor en el que confía, asiento a pesar de que sospecho que me arrepentiré de esto.

─Está bien. Solo déjame dejar esto en la cocina. ─Abro la puerta y la acción se siente como darle la bienvenida a algo de lo que me arrepentiré después. Tras dejar el recipiente en la encimera y caminar para regresar al recibidor, dónde me espera, me siento feliz de haber preparado una ración de comida extra─. ¿Ya has cenado?

Asiente.

─Pero dado lo bien que huele me arrepiento de haberlo hecho.

Le sonrío, el calor subiendo a mi rostro.

Solo había una persona en el mundo a la cual le gustaba cómo cocinaba y ella ya no está.

Ahora son dos.

─¿Tienes una linterna? No sé dónde Tanner guarda la nuestra.

Ezra asiente.

─Está en el auto. Iré a buscarla.

Dicho esto se da la vuelta y camina hacia el Tesla, el borde de su túnica deslizándose sobre el césped. Tiemblo cuando las luces de su auto se apagan. Dado que la linterna de mi teléfono no es tan buena soy incapaz de verlo durante los primeros metros que recorre para avanzar hacia mí. Me adelanto cuando enciende su lámpara y empiezo a ver el camino que conduce hacia el cobertizo junto a las caballerizas. Caminamos en silencio el uno al lado del otro, la brisa acariciando nuestra piel y secando mi cabello mojado. Los nervios mientras pienso en qué decirle cuando su táctica no funcione se apoderan de mi cuerpo, haciendo que empiece a estremecerme sin control. Soy buena reservándome cosas solo para mí, no mintiendo. Ezra eventualmente lo percibe y me mira con preocupación antes de que entremos.

─¿Todo está bien, Pauline? Te noto asustada.

Es porque lo estoy.

Esta casa, este sitio, está plagado de sombras y de tinieblas durante la noche. La única manera de sobrellevarlo es con pastillas para dormir, pero agoté las mías y no tengo dinero para más. Enloqueceré, pero no tan rápido como lo haría si decidiera decirle la verdad a mis padres.

─A veces escucho cosas.

─¿Animales? Es normal en esta zona. ─Me sonríe, intentando confortarme─. Mi casa se encuentra en una de las hectáreas de mi familia y yo también los escucho, pero te acostumbras.

Quiero negar, quiero decirle la verdad, que hay un fantasma persiguiéndome, pero asiento.

Lo último que necesito es que sugiera hacerme un exorcismo. 

─Supongo que tantos años lejos de casa me hicieron susceptible.

─Eso es lo malo de pasar tanto tiempo lejos de tus orígenes ─replica mientras me mira abrir la puerta del cobertizo, la cual se queda atascada. Ezra se acerca para empujarla. Solo la presión de su mano contra la madera es suficiente para que esta ceda─. Te olvidas de quién eres ─susurra junto a mi rostro, su aliento rozando mi oreja, pero estoy en desacuerdo con él.

Yo nunca lo olvidé.

A dónde sea que voy arrastro mis orígenes conmigo.

No le respondo. Afirmo de nuevo como si le diera la absoluta razón porque lo menos que quiero es hablar de cuán patética y fea soy por dentro. Tan patética y fea que todos lo ven, incluso los ciegos. Hace una semana uno de ellos escupió al pasar junto a mí y su esputo cayó en mi pierna. Las otras personas me miraron mal cuando le exigí tener más cuidado.

─Aquí es ─susurro cuando llegamos al final de cobertizo tras navegar entre sus pasillos, los cuales contienen herramientas y los materiales restantes de la construcción del rancho, el cual se suponía que iba a ser nuestro hogar después de que Tanner y yo nos casáramos.

Pero nunca fue mi intensión volver. Era feliz en Austin, lejos de todas estas horribles personas.

─¿Te gusta hacer apuestas? ─pregunta antes de abrir el tablero, girándose hacia mí.

Niego.

─No.

En realidad odio las apuestas. Fui víctima de varias de ellas en la escuela. Mis compañeros siempre apostaban a hacerme cosas como fingir ser mis amigos o hacerme creer que había ganado premios en sitios a los que iba luego y el encargado no tenía ni idea de quién era. Sin importar cuántas veces sucediera, yo siempre caía  en sus trampas. El rostro de Ezra se llena de pena e insiste.

─Prometo no exigir nada malo si gano.

Presiono mis labios juntos.

No quiero que se burle de mí o haga algo que me lastime, pero es un sacerdote.

Ellos tienen prohibido hacer ese tipo de cosas.

─Bien.

Sus labios se curvan y su sonrisa es alumbrada por el resplandor de su linterna.

─Si la electricidad regresa me enseñarás a hacer lo que preparaste hoy ─dice─. En mi casa.

Trago, los dedos de mis pies encogiéndose.

Mi vientre también se hunde con anhelo y me horrorizo al darme cuenta de que estoy fantaseando cosas oscuras y perversas con el sacerdote más joven que yo de la Iglesia a la que mis padres asisten. A la que yo solía asistir hasta que me cerraron sus puertas.

─Si continuamos a oscuras me recomendarás a tu familia como veterinaria.

Necesito trabajo y la finca de los padres de Ezra es una de las más extensas y pobladas de ganado bobino y las más lujosas especies equinas en Texas. Trabajar para ellos sería lo equivalente a poder tener un sitio a dónde mudarme para cuando los meses que podré estar aquí terminen.

A tener comida.

Electricidad, agua caliente y calefacción.

Mi membresía en Netflix de regreso ya que Tanner me quitó incluso eso.

─Me parece justo ─sonríe y ya que estoy casi segura de que yo ganaré, sonrío también.

Abre el tablero y sus dedos exploran los interruptores. Acciona algunos de ellos y nada sucede, trayendo una sensación de victoria a mi interior que se siente exquisita. Separo los labios para celebrar que por fin algo bueno ha sucedido en mi vida, pero Ezra maniobra el último de ellos y todo a nuestro alrededor se enciende, incluido el bombillo sobre nosotros. Dos cosas me hacen estremecer entonces. Cuán cerca nos encontramos el uno del otro y lo que veo cuando ladea la cabeza hacia el suelo, mi pecho hundiéndose con sorpresa ya que al parecer no estoy loca.

─¿Por qué hay tres huellas diferentes si solo somos dos personas aquí?

*****

Tengo una hermanita.

Es más pequeña que yo, así que debo cuidarla. Su nombre es Charlotte. Tomo su mano y la guío en sus primeros pasos camino a la cocina mientras mamá nos graba. Está usando un gorro rosa de pescador y un vestido blanco con flecos. Su cabello es rubio, pero no un rubio opaco como el mío. Es dorado como el oro de nuestros collares con una cruz. Ella sonríe y ríe, mirándome, mientras camina torpemente hacia nuestra mamá. Se resbala y se aferra a mi camisa rosa, todavía riendo, y yo río mientras la ayudo a volver a mantener el equilibrio. No entiendo por qué no nacimos al mismo tiempo. Quiero que empiece a caminar ya y así podamos jugar juntas ya que no le agrado a ninguno de los niños que conozco y no sé por qué.

¿Soy fea?

¿Huelo mal?

¿Hablo extraño y esa es la razón por la que siempre se ríen de mí?

Aunque le digo a mi mami que me bañe y me ponga los vestidos más bonitos, ellos siguen sin acercarse.

Pauline ─grita mamá cuando Charlotte se vuelve a resbalar ya que sus pies están cubiertos con zapatos que siempre hacen que se resbale, pero la diferencia de las otras veces es que en esta ocasión yo caigo sobre ella porque mis pies se enredan con su cuerpo. Charlotte llora y me aparto rápidamente por miedo a herirla ya que soy más grande que ella y ella es lo más bonito que tengo: mi única amiga─. Pauline, ¿qué hiciste? ─gruñe mientras la toma en brazos, sosteniéndola mientras Charlotte se sacude sin control ya que se golpeó y yo la aplasté. 

Mis ojos se llenan de lágrimas.

Lo siento, mami. ─Miro a mi hermanita, deseando que deje de llorar─. Lo siento, Charlotte.

Pero ella niega y me acusa elevando su dedo, señalándome. Mamá me da la espalda y la mece para que se calme. Las contemplo a ambas mientras toma su brazo y besa la palma de su mano como suele hacer conmigo algunas veces, no tantas como con Charlotte porque ella es más pequeña que yo y necesita más atención, y mi hermana se calma, pero mamá frunce el ceño mientras relame sus labios, su piel palideciendo y volviéndose blanca fantasmal.

¿Por qué tu piel es tan salada, Char? ─pregunta y tras ello me mira a mí como si yo tuviera la respuesta.

Como si yo tuviera la culpa. 


Escribir esta historia será más difícil de lo que pensé 

Voy a tratar de traerles un capítulo o dos mañana 

Love u 

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