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Reiji y Yui pasaron el resto de su aniversario paseando juntos por el parque, con el día que habían tenido decidieron tener una cita sencilla como cualquier pareja.

Por el camino hablaron una vez más sobre su futuro juntos y la familia que deseaban formar, y al regresar a casa prepararon la cena. Por primera vez en varias semanas, Yui no se había ido a dormir sola.

Aquel fue un error perdonado y compensado, pero os recuerdo que solo es el primero de tres errores que Reiji cometió con Yui, y aunque los dos siguientes no fueron tan malos en comparación con el primero, fueron suficientes para que ella decidiera matarse a trabajar.

Más que humillante, el segundo error fue extraño, pero tampoco incluía sangre ni dolor.

Shu había invitado a Yui a pasar dos semanas a un parque de atracciones en el mundo de los vampiros (o Mundo de los Demonios como lo llamaban ellos), junto a él, sus hermanos y la familia Mukami, allí se celebraba un festival al que debía asistir como el líder supremo que ahora era.

Yui sabía que Reiji no iba a ir, él ya había dicho de antemano que debía hacer de intermediario en lugar de Shu entre tres familias del Clan del Lobo y una disputa entre ellos por un reparto de terreno, por lo que estaría fuera de casa por unas semanas más. A ella no le importó aunque no hubieran vuelto a pasar mucho tiempo juntos desde su aniversario, de todos modos iba a estar con el resto de la familia.

Y así había sido, Yui se despidió de Reiji y se reunió con el resto de la familia en la mansión de los Sakamaki, donde todavía residían.

La estadía allí fue inolvidable y emocionante. Se alegró de ver que Kou seguía siendo el travieso y alegre joven que conoció, de observar las absurdas discusiones entre Ayato y Subaru, o las competiciones de fuerza entre Yuma y Subaru que Ruki debía detener siempre para evitar pagar aquello que rompiesen.

Las atracciones habían sido geniales: la noria, la montaña rusa, el túnel de terror y los juegos en los que podías ganar premios, entre muchas cosas más.

Para el día de regreso a casa, Yui había comprado varias cosas, como un vestido, un collar, algunos dulces de edición limitada y una bonita taza de porcelana que pensó que le podría gustar a Reiji.

Sabía que al llegar a casa él no iba a estar allí, pero no se esperaba encontrarse la puerta abierta y con un mayordomo que no conocía de nada. Aquel vampiro le explicó que le habían encomendado la vigilancia de la mansión en ausencia del amo y que no debía permitir la entrada a nadie en absoluto.

—Pero yo también vivo aquí —intentó razonar Yui —. ¿Nadie le avisó que iba a volver?

La única respuesta que recibió fue un portazo en toda la cara.

Intentó volver a entrar, pero el tipo le dijo que se fuera y volvió a cerrar; probó una tercera vez usando las llaves de casa que tenía para el regreso.
Entró, pero el hombre le confiscó las llaves y la empujó fuera para cerrar y echar ahora la llave.

Era indignante que no la dejaran entrar en su propia casa, trató de llamar a Reiji por el móvil, pero no contestó —obvio, estaría ocupado —. Se rindió y decidió irse con el resto de los Sakamaki, que la recibieron con gusto después de explicar la situación.

Shu fue en persona a la mansión e intentó llegar a un acuerdo con el mayordomo, quien pidió disculpas por su comportamiento y le devolvió las llaves a Yui, pero se excusó diciendo que las órdenes de su señor de no dejar entrar a nadie en absoluto sin excepción habían sido muy claras, el asunto estaba siendo más delicado de lo que debería y no querían intrusiones de ningún tipo, incluyendo los domésticos.

Una vez más, Yui no podía creerse lo que había oído.

—Puedes quedarte con nosotros todo el tiempo que necesites, ni siquiera yo sé cuánto tiempo querrá Reiji alargar la situación —le dijo Shu, nunca pensó que Reiji dejaría su casa en vigilancia de un desconocido, y menos uno que echara a su propia esposa fuera.

—Muchas gracias —respondió ella y se instaló en su antigua habitación, dejó ahí su maleta y se tumbó sobre la cama.

Por lo menos no la habían vuelto a empujar a una torre de copas de champán, pensó.

Al día siguiente, Shu intentó contactar con Reiji, ya fuera por llamadas o por correo, pero la única respuesta que obtuvieron fue la carta de una sirvienta afirmando que Reiji no tenía oportunidad de contestar a nada porque le habían cerrado la comunicación por el exterior hasta que finalizase su deber. Intentar llegar a un acuerdo con aquellas familias era, además de hermético, más complicado de lo que parecía.

Yui se quedó con ellos durante tres semanas más. Durante ese tiempo pasaba el rato con los Sakamaki y visitaba a los Mukami de vez en cuando.

—¡Estúpido Reiji! —gritó Subaru —. ¿¡Cómo sea tratarte de esta forma!?

—¡Ese maldito cuatrojos no valora tenerte! ¿Quién deja fuera de casa a su propia chica? —exclamó Yuma, indignado al enterarse de la historia.

—Por no hablar del hecho de no mantener el contacto contigo, no creo que se pierda mucho tiempo por escribir una simple carta —puntualizó Ruki.

—De alguna forma me recuerda a cómo lo ignoraba nuestra madre —llegó a comentar Shu —. Pero ¿qué se le va a hacer? Está haciendo todo esto en mi lugar.

Yui hacía caso omiso de los comentarios hacia Reiji. Era cierto que lo echaba de menos, pero tenía que mostrar su apoyo, después de todo era él quien trabajaba sin descanso en un lugar que no le permitían casi ni respirar.

Para su sorpresa, Reiji regresó una semana antes de lo previsto, dijo que se había enterado del asunto por medio de las cartas y los mensajes del móvil en el último momento, y ya había convencido al mayordomo desconocido de irse, explicándole que ya no era necesario vigilar más la casa.

—Digamos que no fue muy amable en la manera que habló de ti, me dijo como excusa que pensó que eras una intrusa que quería robar o algo así por el estilo. Fue difícil hasta para mí pedirle amablemente que se retirara, tras terminar con eso me apresuré a venir aquí en cuanto antes —explicó.

Decidió quedarse un rato, cosa que aprovecharon sus hermanos para restregarle lo mucho que se habían divertido con Yui entre tiendas y atracciones, y más aún el hecho de tenerla otra vez viviendo bajo el mismo techo por el estúpido incidente. Él no paraba de repetir que no fue idea suya poner un vigilante idiota, y que no la habría aceptado si se la hubieran propuesto en su momento.

La pareja se despidió y se fue del lugar. Reiji la ayudó a deshacer la maleta al volver a casa y Yui le enseñó todo lo que había comprado, dándole de paso la taza, que acabó por gustarle.

Tras eso prepararon un poco de té y hablaron de lo que hicieron durante ese tiempo, Yui del parque de atracciones y Reiji del reparto de tierras, que resultó ser algo simple y la razón de que se alargara y dificultara tanto fue que las familias colaboraban poco en el asunto y en la mayoría de las reuniones discutían ferozmente. Confesó que hubiera sido mucho más sencillo y preferible detener una pelea entre todos sus hermanos.

—Y siento que te hayas involucrado en esto y hayas sido perjudicada de una forma tan estúpida —se disculpó, y se levantó de la silla en que estaba para acercarse más a ella. Yui también se levantó y recibió un firme pero suave abrazo.

Se miraron a los ojos y coincidieron en darse un tierno beso. El contacto de sus labios era cálido, sentían las tranquilas respiraciones del otro.

Tardaron en separarse para volver a mirarse.

—No es culpa tuya, Reiji —dijo Yui una vez más, sujetándole las manos —. No sabías que harían eso a tus espaldas, y estuvo bien pasar un tiempo con Ayato y los demás. Me alegro mucho de que hayas vuelto.

Lo bueno de todo aquello fue que Reiji ya no volvió a irse tan temprano por las mañanas, lo cual estaba bien, pero seguía regresando muy tarde a casa.

Tal y como se mencionó anteriormente, este caso no fue tan dramático como el anterior, por lo menos Yui no estuvo sola.
Pero hay que recordar que aún queda un caso, uno que, aunque era breve y simple, fue suficiente para despertar en Yui un sentimiento poco común en ella: enfado.

[Publicado el 9/4/2019]

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