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2

Un aniversario de boda suele ser celebrado por las parejas enamoradas. Reiji y Yui no eran la excepción. Al cumplir el primer año como pareja casada no se habían separado el uno del otro en todo el día, el cuarto se cumpliría al día siguiente.

Observando solitaria el amanecer que indicaba el fin de una noche más de su eterna vida nocturna, Yui se sentía llena de emoción por tener una oportunidad de pasar un día con su marido después de un buen tiempo; y de nervios, tampoco había tenido oportunidad de hablar del tema con él y temía que el no quisiera perder el tiempo celebrando una "fecha humana" que se repetía cada año.

Decidió calmarse, dejar de pensar en todo aquello e irse a dormir.

No vio a Reiji por ninguna parte, pero uno puede imaginarse su cara de alegría al despertar y encontrarse a su lado un precioso ramo de rosas rojas atadas correctamente. Lo cogió con delicadeza y respiró el dulce aroma que emanaban.

Le dio ánimos para elegir un vestido para la ocasión, no sabía cuando vería a Reiji y quería estar en perfectas condiciones.

—Te has despertado temprano —comentó Reiji al entrar en la habitación justo después de terminar de prepararse.

Yui se lanzó eufórica a sus brazos, desconcertándolo en el acto.
—¡Estás aquí! —chilló con emoción —. ¡Ya me estaba preocupando!

—No era mi intención —contestó —. Estás muy animada, ¿ha ocurrido algo?

—Reiji, he visto tu regalo, ¡son muy bonitas! —las recogió de la cama y volvió a acercarse a él —. ¡Muchas gracias! ¡Es todo un detalle por tu parte! ¡Yo también tengo...!

Reiji la interrumpió de forma abrupta con una leve risa, pero no por la satisfacción de ver a su amada tan contenta.
—Me alegra que te gusten, Yui, pero no son para ti.

Si hubiera una sensación que describiera la de Yui, sería la de una ventana hecha añicos por una piedra lanzada.
—¿Qué? —preguntó confundida.

—Debo reunirme con un contacto que me ha invitado a una fiesta en su hogar, y consideré que sería cortés entregarle a él y a su esposa un regalo.

—Ya veo... así que no son para mí.
—¿De verdad lo pensabas? No seas tan creída, por favor.

En un intento de ocultar su decepción, Yui le devolvió el ramo y le dio la espalda para no enseñar la vergüenza que estaba sintiendo.
—Perdón por malinterpretar la situación.

—Siento mucho haberte dado el disgusto, de todas formas pensaba llevarte allí conmigo como mi invitada.

Ella pareció animarse un poco.
—¿De verdad? —preguntó esperanzada.

—Si te apetece venir, por supuesto, sé que no hemos pasado mucho tiempo juntos y me pareció una oportunidad para hacerlo. Y ya que estás arreglada para la ocasión podemos irnos ahora mismo.

El bajón provocado por las rosas desapareció por completo y se volvió a echar a sus brazos.
—¡Pues claro! ¡Temía pasar este día sola!

Confundido, Reiji le devolvió el abrazo.
—Pues vamos, el coche espera fuera.

No habían dejado de usar una limusina como medio de transporte al comenzar a vivir juntos.

Los dos estaban allí, sentados al lado del otro. Apoyando la cabeza sobre el hombro del vampiro mientras él la rodeaba cariñosamente con el brazo.

Yui miraba melancólica el ramo, se preguntó si realmente era egoísta dar por hecho que algo bonito colocado a su lado al despertar sería para ella por el día de su aniversario, pero supuso que estar con Reiji era más que suficiente.

Era verdad que no necesitaba regalos, a lo mejor Reiji quería inquirir eso, pero la forma en que se lo dijo la hirió un poco.

Su destino se trataba de una elegante mansión de grandes dimensiones, fueron guiados por una doncella hasta un gran salón de baile donde estaban presentes decenas de vampiros más.

Se acercaron a los anfitriones para saludar, Yui se presentó.
—Espero que no les importe que acompañe a mi marido sin avisar, me halaga poder venir aquí —dijo.

Ellos lo negaron, dijeron que les alegraba conocer una cara nueva en un evento importante.

Para Yui, la esposa era muy guapa, pero no pudo evitar sentir envidia al verla recibir el ramo con agradecimiento.

Un mayordomo se acercó al señor de la casa y le indicó una puerta con un gesto apremiante que Reiji también pareció comprender.

—Claro, dadme un segundo, iré enseguida —se dirigió a Yui  —. Debo irme ahora, desgraciadamente no he venido para disfrutar de la fiesta, pero puedes quedarte aquí y hablar con alguien más, volveré en unas horas.

Y allí estaba, sola otra vez. Charló un poco con la joven anfitriona, que también se quejó de que su marido la dejara sola con los invitados.

Yui se fijó en que unas vampiresas de edad más avanzada le dirigían miradas indiscretas y cuchicheaban entre ellas.
—No les hagas caso —comentó la joven —. Se comportan así con aquellos que no conocen, y lo peor de todo es que una de ellas es mi madre.

Decidió ignorarlas, la anfitriona le presentó unos amigos suyos y se entretuvo con ellos. Era bueno conocer vampiros que no la juzgaban por haber sido humana, pero las mujeres de antes se acercaron a ellos para cotillear y escuchó susurrar cosas como "indeseada" e incluso "transformada asquerosa"

Yui fingió no oír nada y se separó del grupo para coger una copa de champán en una enorme y elegante torre de copas que había en una mesa cercana. Con las prisas de irse no había ni desayunado.

Tras quedarse ahí por un rato, decidió volver con la anfitriona. Pero al darse la vuelta, alguien la había empujado con fuerza hacia la gran torre de cristal, cayendo todas las copas sobre ella en una fugaz y humillante escena.

La mitad de invitados se rieron, la otra observaba indignada el trato que recibió la esposa del gran Reiji Sakamaki sin saber qué hacer por la conmoción.

Las risas impertinentes se fueron disipando al fijarse que la joven no se movía y que el brillante y dorado charco de champán se estaba tiñendo de rojo...

Al despertar sintió un mareo y un gran dolor por todo el cuerpo, estaba tumbada sobre una cama en una habitación desconocida.

Se dio cuenta de que en lugar de su bonito vestido llevaba puesto una sencilla bata, tenía vendas en el cuello y algunas partes del cuerpo, y la cama en la que estaba tumbada estaba manchada con pequeños restos de sangre.

Era obvio que se había cortado con los cristales de las copas rotas al ser empujada sobre ellas.

No sabía si era peor el haber sido herida y humillada en público o el hecho de que algún desconocido la hubiera dejado en ropa interior estando inconsciente.

No se quedó sola mucho tiempo porque la puerta se abrió para dejar paso a Reiji con su vestido bajo el brazo. Casi se abalanzó sobre ella al fijarse en que había abierto los ojos.
—¡Yui! ¡Menos mal! —la cogió de la mano —. ¡Me temía lo peor! ¡Me avisaron de que habías sufrido un accidente y fui a buscarte en cuanto antes!

—¿Cómo he llegado hasta aquí, Reiji? —preguntó con intriga —. ¿Quién me ha desvestido?

—Tranquila, te he llevado yo, un sirviente se ofreció a quitarte el vestido empapado, pero me negué y me encargué yo mismo de curarte —le enseñó el vestido —. Han hecho el favor de lavarlo y coser las partes rotas, me he asegurado de que dejara de apestar a champán...

—Reiji, lo siento...

Su inesperada disculpa, sin explicación para él, lo dejó perplejo.
—¿Por qué pides perdón? Tú eres a quien le han hecho daño.

—Por ser una molestia, he sido el hazmerreír, te he provocado problemas y hecho perder el tiempo por ayudarme. De hecho, estuvo mal por mi parte haber venido aquí, fui egoísta por querer estar contigo sabiendo que cumplías con tu deber.

—¡No seas tonta! —exclamó Reiji, estupefacto por sus palabras —. Recuerda que fui yo el que te invitó a venir aquí.

—Lo sé, y me hizo ilusión poder pasar un rato contigo por nuestro aniversario, pero acabé por ser un estorbo para los demás.

Reiji frunció el ceño:
—¿Nuestro aniversario? ¿De qué estás hablando?

Yui no lo entendía.
—Hoy cumplimos nuestro cuarto año como pareja casada, pero comprendo que no lo quieras celebrar y que yo ya debería quitarme la idea de la...

—¿Hoy es 10 de abril? —preguntó, llevándose una mano a la cabeza.

Abrió los ojos con sorpresa.
—¿No te acordabas? Acabé por creer que no lo querías celebrar.

—Con lo de hoy me había olvidado por completo, ahora entiendo por qué te habías alegrado tanto por las flores y te habías arreglado así de bien... —su rostro expresaba la vergüenza producida al recordar y entender aquella mañana.

—Me alegré mucho al verlas justo a mi lado, pero cuando dijiste que no eran para mí y que no debía creerme tanto...

—Las había dejado ahí por un momento para revisar todo antes de irme; y aquello que te dije fue una broma, pero no sabía que te lo tomarías así, mucho menos que estaba siendo tan desconsiderado. Te traje aquí para que no te sintieras sola e hicieras amistades, creí que estarías bien.

En ese momento se abrió la puerta, los anfitriones entraron acompañados por las vampiresas que habían cuchicheado a espaldas de Yui.
—¿Interrumpimos algo? —les preguntó el hombre, recibiendo una respuesta negativa por parte de ambos —. Señora Sakamaki, quisiera pedirle disculpas por todo el daño que ha sufrido, mi mujer y yo estamos muy indignados al respecto.

Su esposa habló con un tono tranquilo que no disimulaba su vergüenza:
—Mi madre quería pedir disculpas por haberla herido en un intento de humillación.

La señora pidió disculpas y rompió en llanto, aseguró que la razón de lo que hizo fue que no sabía que se trataba de la esposa del gran Reiji Sakamaki, que la había juzgado con sus amigas por presentarse sin invitación y le había dado asco que vampiresa transformada (sabía que lo era por el olor) se acercara a su hija.

Aquel argumento indignó a los señores, aún más a Yui, y enfureció a Reiji, quien decidió que se marcharían nada más vestirse ella.

Las mujeres salieron, los señores de la casa se disculparon una vez más e hicieron lo mismo para otorgar privacidad a Yui.

No dijeron nada durante el viaje de vuelta a casa.

Yui se apresuró en entrar para irse al dormitorio. Se sentó en la cama para quitarse las vendas, por lo menos sus heridas se habían curado tan rápido como las de cualquier vampiro. El pelo aún le apestaba a champán, pero decidió ocuparse de ello más tarde. Ahora su vestido tenía pequeños remiendos por la parte de la espalda.

—Lo siento, Yui —dijo Reiji al sentarse a su lado y rodearla con el brazo—. Te lo compensaré, lo prometo.

—Nunca antes me habían insultado por haber sido humana —murmuró.

—No les hagas caso, ellos son gente estúpida y tú sigues siendo tú: la chica a la que amo, la que estará conmigo por toda la eternidad. Nunca lo olvides.

La abrazó, ella se apretó contra él y le acarició el pelo.

Entonces se acordó de algo, sacó rápidamente de uno de los cajones de la cómoda una pequeña caja envuelta con un lazo, se lo tendió.

—Intenté dártelo esta mañana. Puede que no sea el mejor momento, pero te lo compré para la ocasión.

Sorprendido, la cogió y la abrió, dentro había una cadena dorada.

—Es para tu reloj de bolsillo, sé que tienes uno nuevo desde que destruiste el que te dio tu padre y pensé que te vendría bien. No fue muy caro para lo que es.

El hecho de que su amada le regalara algo después de todo lo ocurrido lo conmovió, le sentó mal no haber hecho lo mismo por ella, pero sonrió.

—Muchas gracias, es perfecto —se puso serio una vez más—. Yui, por favor, no vuelvas a pensar nunca que por haber cambiado no puedas hacer conmigo algo como una celebración o algo así, mucho menos decir que eres una molestia para mí, porque ninguna de las dos cosas es verdad.

Antes de que ella pudiese responder, se acercó a ella para levantarle suavemente el rostro para besarla. Yui no se negó y cedió al beso. Él, al separarse cambió su tonalidad de voz por una más alegre:
—Además, ya que tengo el resto del día libre podemos hacer algo, solo tú y yo. ¿Qué me dices a eso?

—¿Lo dices en serio? ¡Pues claro!

Se abalanzó sobre él con euforia y se tumbaron sobre la cama por el impacto.

[Publicado el 9/4/2019]

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