3.Michael
Miró nuevamente el papel para confirmar la dirección.
Sí, era correcto.
Con un suspiro largo me dirijo hasta la puerta.
Sinceramente, las ganas que tenía de ir eran nulas, solo quiero quedarme en mi casa comiendo palomitas y viendo películas mientras me lamento de lo triste que es mi vida, pero ya me había comprometido con la señora Soledad y no puedo echarme para atrás.
Cuando estoy ya enfrente, toco dos veces con fuerza, y mientras espero me pongo a observar a mi alrededor.
La casa tenía un pequeño jardín muy bonito, en el cual en el centro de este estaba plantado un árbol mediano con algunos frutos que no podía distinguir bien.
No puedo terminar mi análisis del jardín, porque la puerta se abre con gran fuerza, asustándome en el camino.
Giro mi cabeza aun con el corazón en mi pecho, esperando ver a la señora Soledad, y-
¡Oh Madre Mía!
¿En qué momento morí y no me di cuenta?
¿Era este acaso un Ángel que había bajado a buscarme?
Frente a mis humildes y bendecidos ojos estaba el chico más atractivo que había conocido. No tengo ni una pizca de vergüenza alguna en recorrerlo de pies a cabeza con mi mirada.
Cabello rubio, ojos marrones, alto y cuerpo en forma sin llegar a lo musculoso, cara de niño bueno que no rompe ni un plato, pero que es capaz de dejarte en terapia.
Sí, definitivamente, este chico era mi tipo.
-¿Quién eres? - preguntó él sacándome de mi ensoñación.
Tengo que hacer un gran esfuerzo y obligarme a dejar de mirarlo tanto. Me enderezco como puedo, ajustando la bolsa en mi mano, y trato de mirarlo con seriedad, como si no me lo hubiera comido con la mirada hace unos segundos.
- Me llamo Michelle, vine para las clases de la Señora Soledad.
-Ah, sí, Sole ya me había dicho de una nueva estudiante. - dice, y se hace a un lado para que entre. - Soy Michael, también un estudiante de Sole, tengo ya una semana acá.
Me empieza a guiar a lo que supongo que será la cocina.
- Ahora mismo Sole no se encuentra, fue a comprar algunas cosas a la tienda, no va a tardar mucho, mientras ella viene puedo enseñarte el lugar, así ella ya no tendría que hacerlo.
Ya en la cocina no puedo evitar asombrarme al mirar, todo era muy lindo y cálido, solo al llegar ya me había dado el olor a pan recién horneado.
La pared estaba pintada de un lindo color amarillo, no uno de esos chillantes que te producían cáncer de ojos, sino de uno muy suave y estético. El espacio no era muy grande, ni pequeño, tenía un tamaño justo.
En una de las paredes había una gran estufa con un horno, rodeada de cabinetes, y no muy lejos había un fregadero, y en otra había una gran ventana colocada en medio que iluminaba todo el lugar. En el centro había una mesa de tamaño medio grande, seguramente era nuestro sitio de trabajo.
- Lindo, ¿verdad? - Pregunta el chico a mi lado al verme quedar parada admirando todo.
- Bastante.
- Esta mesa que ves acá es donde cogeremos las clases. - dice mientras la apunta.
-Todavía seguimos en lo fácil, ya sabes, galletas, pan y esas cosas, así que no te has perdido de mucho.
-Que bien. - Es lo único que puedo decir.
El tal Michael sigue dándome un recorrido del lugar mientras habla cosas que sinceramente no entiendo bien. Una parte de mi mente estaba ocupada, pensado en como mierda lideare con esto, y otra pensado en lo guapo que era chico enfrente mío.
Concéntrate Michelle, no llevas ni una semana de soltera. Piensa en Eric.
- Y por eso creo que es mejor echarle 2 huevos a la mezcla en lugar de tres. -Concluye mi acompañante. - ¿No lo crees?
- Opino lo mismo. -Miento sin comprender en qué momento llegamos a este tema de conversación.
Veo que abre la boca nuevamente para seguir hablando, sin embargo, antes de poder hacerlo escuchamos el sonido de la puerta, abrirse, junto a unos pasos con dirección a donde estamos.
Era la señora Soledad.
- ¡Oh Querida! Parece que ya llegaste. - Exclama, y se acerca dejando unas bolsas en la mesa. - Lamento no haber podido recibirte, no supuse que llegarías tan temprano. - Dirige su mirada a Michael. - Espero que te hayas portado como un verdadero caballero y le hayas enseñado el lugar.
Mi nuevo compañero posa sus manos en su pecho, y la mira con fingida ofensa.
- ¿Acaso dudas de mí, anciana? Me hieres, me hieres.
- Muchas razones tengo para hacerlo. Pero basta de charla, dudo mucho que ¿Cuál es tu nombre querida?
-Michelle.
-Dudo mucho que Michelle haya venido para hablar. Ven niña, ven. - Toma mi mano y me jala hasta la mesa. - No sé si este loco te lo ha dicho, pero ahora estamos aprendiendo hacer galletas. Ayer hicimos unas riquísimas de avena.
- Hoy planeamos hacer de chocolate. Son mis segundas favoritas. - Dice Michael mientras toma un delantal que colgaba de una silla, yo lo imito.
- ¡Estoy segura de que te encantara la receta! Son riquísimas, y además muy fáciles de hacer. - Habla Soledad con una emoción contagiosa.
Ella se pone a poner un sin fin de Utensilios en la mesa, y Michael la acompaña sacando todo el contenido tanto de mi bolsa como la de él.
¿En qué momento la quito de mi mano?
- ¿En serio? ¿Harina Don Juan?
- ¿Qué tiene de malo? - Me encojo de hombros viendo como mira casi con asco la harina que escogí sobre todas debido a que era la más barata.
- Nada, simplemente te deja toda la masa hecha una mierda, y sabe a moho. -Responde con sarcasmo. - Te prestaré de la mía, de cualquier manera traje demasiada.
- Gracias, supongo.
- Michelle. -Escucha Soledad llamarme.-Debido a que no has estado en las otras clases, si cuando explico no logras entender algo, no dudes en preguntar tanto a mí como a Michael.
- Lo tendré en cuenta. - le digo sin tomarla mucho en cuenta. ¿Qué hay difícil en preparar unas simples galletas?
🥧
Dure dos días para escribiendo este capítulo.
Creo que volveré a las cartas.
Solo los que han leído mis otros libros entenderán.
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